Soledad


Aquí estoy otra vez. Entre cuatro paredes mohosas de un viejo motel, sujetando con fuerza el cuello de una botella. Con tanta fuerza que parece que si la suelto se me escapa la vida.
El vidrio de tonalidades verdosas se encuentra húmedo y el frío se cuela atraves de la tela de mis jeans, que sirve como posa-vasos o en este caso: posa-botella.
Estoy sentada en el suelo con la espalda apoyada en la cama, oyendo todo tipo de sonidos provenientes de la calle. Desde sirenas de policías hasta gritos que posiblemente me asustarían si no estuviera tan atrapada en la neblina. Esa neblina espesa y densa, esa que no te deja ver aún con la vista aguda y sin obstáculos.
Llevo tres meses sin beber, lo que es en mi caso, todo un logró pero hoy, tuve una recaída.
Hoy me enfrente a un monstruo que creí superado, lo vi de frente y no pude sostenerle la mirada por mucho tiempo. Todo el daño que me hizo, a mi y a los que quiero, todo el dolor que trajo a mi vida me volvió a alcanzar y me derribó.
Ese monstruo aparece siempre de la nada y cuando menos lo espero, me envuelve, me atrapa y se apodera de todo, cada pensamiento, cada idea y cada emoción la hace suya. Todo inició cuando ella se fue y alguien más tomó su lugar, alguien inmaterial pero con una presencial abrumadora. Quedé sola en su compañía, sola en la oscuridad.
Cuando sólo queda lo que creo es cien mililitros de Gancia puro de una botella de novecientos cincuenta, la tiro a un lado.
Veo rodar el envase por el suelo y esconderse debajo de la cama. Trato de levantarme y caminar por la habitación, mi intención es buscar agua. Mi equilibrio falla y término boca arriba mirando el techo, y así, con la mente nublada, contemplo las manchas de humedad en el techo e intento encontrarle forma.
Cuando logro encontrar un cisne entre nubes oscuras, termina mi búsqueda y vuelvo a intentar ponerme de pie, ya en posición vertical me tambaleo hasta la cama y alcanzó mi mochila, mi hermana siempre nos ponía a ambas cantimploras con agua y ahora es lo que más necesito para bajarme la borrachera, no alcanzó a beber cuando se me cae y gran parte del líquido se derrama en el suelo.
Suelto una palabrota que suena a balbuceos incoherentes y me desparramo sobre el colchón, la superficie es cómoda pero lo más seguro es que me encuentre sobre ciento de microbios y bacterias, pero en este momento es lo que menos me importa, mi valor como persona está por los suelos y no le veo lógica a ponerme exigente.
Una vez más intento pararme y cuando por fin tengo éxito, me arrodilló y trato de alcanzar la cantimplora. La veo a unos metros de mi persona junto al veneno con el que he estado contaminando mi cuerpo desde hace algunas horas. Empiezo a sentir la neblina del sueño y sólo cuando estoy casi en el abismo la vuelvo ver. Veo su rostro, me sonríe y cuando todo es calma, silencio y paz… Terminó de caer.