Un contrato: Hasta el último ladrido
Mi querida mascota:
Llegaste a mi vida siendo tan solo un cachorro juguetón, travieso y lleno de una energía impresionante. Tu mirada dulce e inocente, reflejaban la nobleza de tu corazón y el amor infinito desbordante a tu paso.
Para muchos eras solo un perro, para mi eras mi hijo, compañero, amigo y fiel observador de mis espectáculos mientras realizaba tareas en casa, de mi desafinada voz y bailes sin ritmo y aún así te parecía perfecta.
Tu sentimiento puro era infinito, como un ángel en la tierra viniste a enseñarnos una gran lección de amor, lealtad y amistad, la cual nosotros los humanos no hemos terminado de entender, a pesar de la evolución y haber creado tantos avances tecnológicos, no somos capaces de aprender una sencilla lección de amor y sin embargo nos catalogamos como seres racionales.
No sé lo que pensabas, tanto quería saberlo, pero con solo mirarte, mi corazón se derretía de amor y protegerte siempre era mi norte, procuraba disfrutar de tu compañía, travesuras y ladridos al máximo.
Tampoco sé cómo hacías para saber cuando estaba triste o tenía algún malestar, venías hacia mí enseguida moviendo tu colita derramando partículas de cariño en el ambiente y milagrosamente cuando eso sucedía empezaba a sentirme mejor.
Te vi tan cachorrito, crecer, envejecer y morir. Hoy ya no escucho tus ladridos, ni el sonido de tus patitas por la casa, la única vez que rompiste mi corazón fue el día que partiste de este mundo, me hace mucha falta tu presencia cargada de afecto, la vida es injusta ustedes deberían ser eternos, tengo mucha tristeza, pero a pesar de el dolor, mi corazón y alma están llenos de hermosos recuerdos compartidos contigo.
Fui tu mamita humana y di lo mejor de mí para cuidarte y tu a cambio me entregaste un amor puro e incondicional, te lo prometí el día que te encontré, firmamos Un contrato: Hasta el último ladrido.
