Reflejo.
—¿Crees que lo descubran?… —comentó mientras realizaba su jugada, tras el extenso silencio que había trascurrido en todo el tiempo que habían estado allí se decidió comenzar la conversación.
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IrSu oponente mantenía la vista en el tablero con su atención puesta en la pieza de alfil de el adversario frente a él. Llevaban un muy largo juego y ya se comenzaba a extender más de lo que le hubiera gustado permitirse a ambos.
—Todavía no —contestó moviendo un peón al frente sin despegar sus ojos de los cuadros ocupados por las piezas de su contrario—. Aún es posible que se tarden un poco más.
Elevó sus ojos hacia el ocupante de la silla en frente a la suya, ante la mesa sobre la cual se ubicaba aquel tablero de ajedrez el cual fue testigo de numerosos encuentros similares en el pasado, no sería el primero ni tampoco sería el último.
—Bueno… —suspiró ante él mientras elevaba su vista a la nada y enfocó de nuevo su atención sobre el tablero, era su turno de mover pieza. Sin pensar demasiado movió una de sus torres antes de recargar su espalda hacia atrás en la silla y dejar su codo encima del respaldo.
Con su otra mano libre se frotó detrás de el cuello y volteó a un lado mientras respiraba pesado con expresión de cansancio.
»Ha durado mucho este juego… —expresó observando el panorama alrededor de ellos. Salvo por la mesa y el par de sillas en que se ubicaban ante el tablero, ambos no tenían alrededor a nada más que un espacio indistinguible color gris brumoso y oscuro.
—Durará lo que tenga que durar —contestó moviendo su siguiente pieza—; pero sí, ha durado demasiado. —Se enderezó en su silla antes de tomar aliento cerrando los ojos y abrirlos después de un momento para dejar ir un respiro—. Más de lo que me gustaría.
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IrMiraba hacia el que se encontraba frente a él, directamente no había diferencia notoria de ambos, exceptuando al color de sus cabellos y ojos, traían consigo el mismo atuendo, los dos con un traje gris oscuro, más oscuro que el lugar en que se encontraban. Elegante e impecablemente arreglado sin ningún detalle o imperfección.
El jugador que tomaba el lugar de las blancas tenía el cabello oscuro igual que sus ojos, tan profundos como un abismo e inexpresivos como una sombra, en frente de él, quien ocupaba el lugar de las piezas negras tenía el cabello castaño más claro y ojos levemente grises de un tono opaco y apagado.
***
El juego se extendió por un tiempo prolongado, intercambiando argumentos sin detenerse mucho a ver hacia su acompañante antes de realizar sus jugadas.
—¿Qué harás con los que salves? —inquirió nuevamente el de cabello más oscuro, su atención se fijaba en las piezas de peón que su rival hacía mantener a salvo.
—Es como preguntar qué vas a hacer con los que castigues… —respondió de nuevo con suma tranquilidad en una voz pacífica—. Lo que corresponda…
—¿Entonces? —Ambos mantenían una fría tranquilidad notoriamente calmada, permanecían cordiales y serenos al platicar.
—Los que lleguen a tus manos…, o se aferren en la mía, solo ellos proponen qué sucederá con eso. —Miraban hacia alrededor que las cosas se comenzaban a hacer visiblemente más claras de ver, podían percibir las paredes de la habitación en que estaban.
Completamente vacía, salvo por ellos dos y la mesa. No había otra cosa en la habitación más que dos puertas en lados opuestos, cada una detrás de donde se hallaba cada uno de ellos.
Las paredes tenían algunas manchas de humedad y un poco de moho en las esquinas, el tapiz en ellas estaba descolorido y veteado, como si lo cubriera una capa de cenizas.
—Cada día siento que estoy comenzando a quedarme corto de manos —comentó ante la respuesta anterior.
—Yo en cambio, cada día siento que las mías pesan menos. —Con la pieza del caballo tomó una de sus piezas de torre—. He tomado una… Ha pasado mucho desde que cualquiera había tomado ninguna pieza.
—El juego podría acercarse más hacia su final aparente, comienza a marchar con más prisa… —respondió—, ¿cómo se lo decimos?
Después de un rato pensándolo finalmente respondió.
—Deja que lo descubran solos, dale tiempo. —El castaño parecía divagar en sus ideas mientras el de cabello más oscuro se notaba bastante lóbrego.
—¿Cuánto tiempo hemos estado jugando?
—No lo sé, ¿cuánto ha pasado de nuestra última partida?
—Mucho tiempo, si fuera más olvidaría cuánto con exactitud.
—¿Por qué era que jugábamos ésta vez? —Una a una las piezas de cada uno iban siendo tomadas por el otro mientras el juego estaba cada vez más cerca de llegar a últimas.
—El dominio. —Sus oscuros ojos azabache enfocaban la reacción de su oponente.
—De nuevo… ¿Cuánto tiempo?
—Un par de periodos, avanzan cada vez más a prisa. —Colocó la pieza de alfil dejando en jaque al rey rival.
—Es extraño. —Interpuso una de sus torres en medio mientras veía las demás piezas que les quedaban a ambos en el tablero, no duraría mucho y cualquiera quedaría por ser el vencedor—. Los tiempos solían durar un poco más, el cambio tardaba más.
—¿Es complicado al ver su cara y observar una expresión de tí mismo?
—¿No piensas tú lo mismo? —Elevó sus opacos ojos grises hacia él, entornando un poco el semblante—. Puedes decir que también es una representación expresiva de tí mismo.
—Ya estás viejo.
—Los dos lo estamos. —Miraron de nuevo el tablero, estaban a las últimas de el juego.
—Puede decirse. —Tras un último intercambio en que finalmente su oponente quedó acorralado frente a sus últimas piezas, concluyó el juego en un jaque mate—. Parece que he ganado —declaró finalmente el de cabello oscuro.
—Sí, así parece. —Se recargó en el respaldo de la silla dejando sus manos frente a él cruzando los dedos de ambas mientras ve a su adversario inclinarse para tomar un sombrero que tenía encima de un maletín, reposado a un lado de él en el borde de la mesa.
—¿Mejor suerte la próxima? —comentó sacudiendo el sombrero antes de colocárselo y ponerse de pie.
—Supongo. —El otro se levantó de su silla también y al unisono hicieron una respetuosa reverencia ante el otro como despedida y el vencedor extendió las manos sujetando algo alrededor de él, levantando en frente de él un espejo en el cual se proyectaba la imagen de su oponente.
Lo guardó debajo del brazo mientras miraba hacia la habitación completamente vacía ante él en absoluto silencio y soledad en que antes había estado el par de sillas ante la mesa con el tablero de ajedrez.
«Fue un buen juego» pensó mirando la bruma gris que retozaba todavía en las esquinas.
Se acercó al muro para colgar el espejo y ver en él en su reflejo a su oponente de pie ante su silla y la mesa con una leve sonrisa antes de decirle.
—Tal parece que es tu turno… —comentó de la misma forma cordial y paciente que habían hecho mientras jugaban.
—Según lo veo me toca salir hoy a mí —respondió y su oponente en el reflejo se dirigía hacia la puerta del reflejo detrás de él, al abrirla entró en una habitación distinta en la cual tomó asiento en un sillón a los pies de un librero—. Descansa un poco mientras vuelvo.
Tomó su maletín del suelo y se ajustó bien el sombrero antes de dirigirse a la puerta y abrirla, no sin antes dar un último vistazo al reflejo de su rival en el espejo y darse media vuelta para salir.
—Aquí te espero…
Fue lo último que le dijo al vencedor mientras lo observaba salir, cerrando la puerta detrás de él.
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