La soberanía popular ante la invasión napoleónica.


La forma en que la monarquía española puso en bandeja de plata la soberanía del país, en como dejaron que los franceses se entrometiesen en la sucesión de la corona para terminar adjudicándose el control de los reinos marco el inicio del fin del sistema conocido como Antiguo Régimen. Las viejas autoridades monárquicas fueron incapaces de salvaguardar la integridad de la nación, siendo el propio pueblo los que iniciaron la guerra para expulsar a los invasores, por lo que se tenía que replantear al país no como la propiedad de un rey absoluto que pudiera hacer lo que se le diera en gana, sino que era la misma gente la que decidía que sería de su destino.
Con esto en mente, el pueblo que ya se había levantado en armas contra la invasión deposita en las Juntas provinciales el poder de decisión sobre cómo se tenían que manejar las provincias tanto en política, economía y por supuesto en la formación de alianzas, papel que tenían que cumplir ante la falta del rey. El que se asusta por este impulso popular fueron las Cortes de Castilla, que declaran que la formación de las juntas provinciales amenazaba la integridad de la monarquía para responder a intereses regionalistas para buscar mayor autonomía, cosa que el tiempo se encarga de desmentir, ya que el impulso de la lucha siempre fue por España como nación, sin buscar alguna clase de agenda soberanista pero que no esperaban regresar a las viejas instituciones políticas.
Es así que se forman las Juntas Supremas en las principales ciudades como Oviedo, Valladolid, Badajoz, Sevilla, Valencia, Cataluña y Zaragoza, siendo un caso especial el de Asturias el que mantenía cierto respeto a la autoridad. Con los cuerpos legislativos formados, empiezan a emprender acciones como el caso de Oviedo y Sevilla que mandan representantes a Inglaterra para solicitar un armisticio, otras aprovecharon para reivindicar sus viejos derechos para separarse de las unidades territoriales alas que fueron absorbidas como pasa con Valencia y un caso especial resultaría la de la Junta de Sevilla que reclama para sí la representación de los territorios americanos y asiático con plena capacidad para poder designar autoridades en ultramar.
El regreso de la soberanía al pueblo ante la falta de un monarca representó un problema para poder formar un frente unido que diese legitimidad a las decisiones que tomarían, esto sería un problema al momento de tomar decisiones con respecto a las representaciones diplomáticas en el extranjero o a la gobernabilidad de las posesiones de ultramar (el caso de Sevilla fue desestimado y se le obligó a desistir de cualquier intento reivindicativo), por lo que se plantea la posibilidad de formar una Suprema Junta Central que sirviese para unificar las funciones legislativas de las principales ciudades y fortalecer la lucha contra la invasión como una sola nación. En el planteamiento empieza a surgir los cuestionamientos que van desde que formarían las comunidades que serían tomadas en cuenta o el tratamiento que tendría que tener la península con respecto a las Indias.
La falta de claridad sobre las definiciones de que sería un reino, el destino de las juntas provinciales y sumarlas a la dinámica de la Suprema representó un problema que se agudizaba con el constante acoso y avance de las tropas napoleónicas por la península, sumado al problema de los mandos militares que no daba una para detener la invasión. La única forma en que se logra sostener la iniciativa será por el patriotismo que manifestaron los españoles para mantener viva la lucha contra los franceses. Pero la iniciativa legislativa tenía el problema de legitimidad que la confrontaba con las viejas constituciones reales, por lo que tuvieron que asumirse la figura de la Regencia que era la que se usaba en caso de minoría de edad del monarca para poder asegurar la corona a Fernando VII, pero ante la incapacidad de gobernar por encontrarse preso les daba la capacidad de tomar las decisiones que se necesitaban.
Esta figura no fue del agrado de los políticos liberales que veían en la regencia una forma de perpetuación del viejo régimen, lo que atentaría a sus ideales de igualdad para todos los miembros de la monarquía. El problema es que se estaba dejando de lado el asunto de las monarquías de ultramar que no estaban siendo tomadas en cuenta, mientras Napoleón les mandaban misivas que las impulsaban para tomar el camino a la independencia, por lo que se tenían que replantear las funciones que tendrían las figuras de la monarquía como el caso de la nobleza y asegurar que se tendrían que superar los problemas que presentaba la nación ante los nuevos tiempos, las cosas no podían seguir igual.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura
Federico Flores Pérez
Bibliografía: Rafael Estrada Michel, Monarquía y Nación, entre Cádiz y Nueva España.
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Imagen: Sello de armas utilizado por la Junta de Sevilla en los papeles públicos. siglo XIX

