Voz de la imaginación coartada por las razones puras

Voz de la imaginación coartada por las razones puras

Tengo una certeza, que no resiste análisis del sentido común y vocea inconexa sentimientos y razones que ya no distingo, porque la realidad me golpea innumerables veces con una pasión, que desconecta mis razones y deja a mi cerebro, en un monologo, que no logra dar, con el hilo conductor, de mis poesías matinales, que van dándome una chance de vivir un poco más, en el universo de las opacidades, que el destino me ha puesto por delante.

Son las imposiciones de la realidad pura, que me somete a esquemas mecánicos y hacen de guía, para que la escritura, tenga los márgenes precisos de una gramática desgastada e inicua, que golpea mis estéticas razones y me hunde en disquisiciones, que no logran arrimar versos de verdad, a encantamientos, donde la rutina pasa a un segundo plano y se apoderan otras voces de mí, en una odisea de verbos y sustantivos que rodeados por puntuaciones van aniquilando lo que va quedando atrás de las estelas de historias que no alcanzaron a escribirse.

En las crónicas que expele mi ser, los miedos van mordiendo la periferia de mis afectos, haciendo que me levante de mi cama a vivir sin ser; comer sin hambre; respirar sin sueños; soñar sin voz… Todo esto en una aventura de la inercia cruel, que me hace transitar los mismos renglones, una y otra vez, sin pausa, elaborando un camino oblicuo, hacia lo que una vez soñé, bajo las estrellas de mi infancia y mocedad, leyendo a esos poetas, que parece que escribieron todos los poemas del universo.

Camino entre las gentes sin destinos fijos, pendiendo de un hilo y con una identidad carcomida por los rutinarios afectos encontrados. Así, atraído por el tumulto, intentando no ser uno más, tratando de asirme a lo que me den los días, con todos sus minutos y alertado por aquello que impulsa mi corazón, que en el subsuelo de mi cerebro, enhebra palabras desconocidas, en un léxico abarrotado de expresiones mal redactadas, que nutren un silabario demasiado ingenuo, con notas que hacen estallar mi cabeza; en un polo de inseguridades tiernas, que hacen pensar, que alguna vez fui ese humano que se maravilló con el mundo, pero que hoy está supeditado a la causalidades de quienes jamás leerán versos, como los que surgen, de mi atormentado corazón.

Hay en los átomos disgregados de mi alma, un coro filtrado por el viento, que está averiado por el peso de las palabras y las frases mal hechas, que se desatan dentro de mi garganta, expulsando versos sin sentido y una anti-música fúnebre, que delirante, desata sus notas, en un ambiente ensombrecido por los acontecimientos cotidianos, que arrastran el tiempo a las evocaciones pérdidas de la memoria, infiltrada muertos, que no están ubicables en ningún cementerio, pero que trazan ciertas notas en el imaginario de los versos, que aún no nacen.

Es un lastre de metáforas sórdidas, que no alcanzan la perfecta armonía de la brisa de primavera, que viven estacionada en los recovecos de la imaginación, sobreviviendo por las coartadas de la realidad bruta, de la especie humana; sobreviviendo a la inacción de las alegorías, que no ensanchan sus alas y se quedan ahí, inertes, en bocetos ajados, malolientes y dispersos, que con el tiempo se han vuelto amarillentos recados; ilegibles versos; ajados cuentos, que tirados en los rincones oscuros conviven con las arañas del tiempo.

Son un montón de proyectos, que no alcanzaron ningún final y están allí, como una huella de la frustración de un pasado de palabras erradas, que emergen en los días en que mi imaginación estructura versos sin destino, de un oficio oblicuo, que requiere los espacios de soledad necesaria para expandir ideas que muevan la imaginación a otros hemisferios del espíritu.

En todo ese oscuro panorama, una letra insurrecta, escapa a los cánones de la poesía imperfecta y me ha embriagado y contaminado con un aire de poeta, que surge en los arrabales de una ciudad que vive palpitando la vida, moviendo a millones de seres, en una vaivén constante.

En ese trance, los versos me susurran en el oído y encuentro a mi paso, voces que debieran estar escrita en los mercados y en los buses y en los almacenes, como monumentos erigidos a las alegrías de las masas.

Hoy no tengo las herramientas para entender qué voces debo escuchar y qué libros debo olvidar: sólo un silencio me cobija entre muchas señales, siento, que me vigilan y mezquinos anhelos me guían a desvanes vacíos, calles siniestras, besos tristes, abrazos ausentes…

Es una imagen referente de mi modo de estar viviendo los caminos de una poesía que no encuentra los tonos suficientes para empoderarse y levantar sus propios ritos; una poesía, que se transformó en pena, una pena que llevo dentro, porque he cultivado escasamente el alma y he esperado que los frutos de la razón, puedan ayudar a escribir los cantos perdidos de los poetas, que nadie conoció. Aquellos, que repletaron hojas blancas, pensando en el sentido póstumo de los versos, que llegaron hasta mis manos y señalaron un camino solitario, escasamente amado y con las manías de quien está supeditado a los ambientes incomprensibles, que la imaginación va tejiendo dentro del corazón.

Son los párrafos, que se apoderaron de mi escritura, comprimiendo con cemento las frases y oraciones. Ellas hablan de un nuevo sentimiento que no logro descifrar, porque no hay una base donde apoyarse y entender estos bloques de mensajes, que están hablando desde mi espíritu. Una verborrea tirada azarosamente por mis entrañas y que han permeado mi poesía con notas acidas, justo en los días en que estaba escribiendo, el mejor soneto de amor.

Sé que subsisto a veces, cuando las palabras entran en mis oídos como un viento, que las convierte en hadas, fluyendo en oraciones y frases que le dan un cierto margen, para volver a teñir la hoja en blanco; para volver a romper los delgados vasos capilares y mezclar con sangre, la tinta que esboza ideas y pensamientos, desde un hombre común, que se ha endeudado con la historia y pretende escribir un poema, que se transforme en canto.