Viuda jarocha


En fin, creyeron existir el uno junto al otro toda una vida, sin tomar en cuenta que el caballero moriría por miles de balas que fueron como calcinar los bellos pechos de la dama.
«Merma la vida, es un hasta luego, algo me derribó que me jaló hacia los suelos, al sitio de los infiernos. Desde aquí todo es frío, contemplo el cielo azul, quizá el último que veré, parece ser que respiro el aliento de mi amada, eso desvanece los temores, sin embargo, las lágrimas invaden. Querida amada, cuida de este amor que sientes por mí. Amo este casco, este camuflaje que me rodea, pero mi amor por ti es inmensurable. No quiero dejarte en soledades, aunque temo y lamento que así será», sopló como último aliento el enamorado.
«No puedo continuar así, es imparable el dolor, ¿qué sentido tiene despertar y no sentirte vivo?, ayuda, mil veces imploro esa ayuda, la música resuena a billones de notas y yo sigo aquí parada atónita frente a tu ataúd, verte intacto es morir diez veces más. Maldigo el día de tu ausencia, pero envió bendecir al asesino, lo perdono, aunque me dejó despedazada y a mí también me disparó», solloza la amada.
Un silencio reinó esos días, partió una parte de ella y a partir de cada noche se escucha en la habitación de la doncella este canto:
«Querido, estás cerca de mí, temo, debí haberlo recordado que no eras inmortal, no hay misil que nos separe, hay un dolor que lo es todo, una agonía me dice que recuerdes preparar el gatillo y disparar a cada mal que me invada. Mi alma se hace mortal y el vacío se acumula, es ese amor que me permite respirar, se quedó en mi interior y allí permanece. ¿Cómo dejar a un lado?».
Hermoso 🥺