Venganza cruzada ( capitulo II) fragmento..
CAPITULO II
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IrCUARTEL DE LA MONTAÑA.
FELIPE…
Antonio Aristegueta Farías Rodríguez, tiene tres hijas ya adultas, María, Carmen y Valentina Farías. Alentadas Por su madre, la cual es la hermana menor, Maria Esperanza Benavente, quien fuera la primera jueza de este país y amiga íntima de este tirano. Al ver al monstruo en el cual se había convertido su padre, deciden alejarse del mismo, ocultando su pasado y su origen, ellas comienzan por separado nuevas vidas una muy diferente de la otra.
El destino opera de maneras muy curiosas y hasta increíbles, aquellas jóvenes mujeres inocentes, en el camino de olvidar sus orígenes se enamoraron justamente de tres hombres que jamás en sus vidas se habían visto. Aquellos grandes hombres los cuales habían decidido comenzar sus vidas eran más y nada menos que los hijos perdidos de los esposos Parra.
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Por años vivieron sus vidas tranquilamente, pero los lazos de la sangre son más fuertes que el acero, el gran Antonio localiza a sus hijas perdidas en un arranque de odio las secuestra de sus nuevas familias, uniendo la sangre que alguna vez estuvo separa para luchar por la libertad de estas inocentes mujeres.
CUARTEL DE LA MONTAÑA…
Aquella brisa fresca que soplaba por todo este lugar golpeaba mi rostro sudoroso y manchado con la sangre ajena de aquellos que había asesinado desde el alba hasta este momento en particular, aquella sensación de frescura era un gran alivio para las largas horas de lucha que tuvimos mis hermanos y yo.
Jamás había asesinado a nadie hasta este día en particular, mi corazón cegado por el tormento y la angustia de rescatar a mi esposa y a mi único hijo, fueron más grandes que el remordimiento que pudiera tener por manchar mis manos de tanta sangre de inocentes que no tienen la culpa de seguir a la persona equivocada.
Esta misma brisa la cual soplaba con mucha fuerza, se llevaba el humo naciente de los vehículos que habíamos explotado producto de esta lucha sin cuartel. En el silencio de aquella brisa en particular, podía escuchar a la lejanía la voz de mi esposa que la fuera a rescatar.
Al igual que mi hermano mayor, tan solo quería rescatar a mi esposa de las garras, de quien su padre es, jamás le temí a este hombre, jamás me importó su poder ni su capacidad de cegar vidas, tan solo era un pobre enamorado, que quería una vida con la mujer que tanto amo.
Mujer única de gran corazón, alta como yo, con la delicadeza de una flor, así era mi esposa la hija de este gran demonio, la más bonita casualidad que la vida puso en mi camino, tal día como hoy, estaba en el restaurante donde era chef, ahí justamente allí, conocí a primera vista a quien sería la mujer de mi vida.
Contra viento y marea, el amor floreció entre ella y yo, fruto de aquel amor sincero y puro, hoy Esteban se llama nuestro único hijo, decidimos separarnos de los lazos que la unían con su padre, nos fuimos de la capital, para que él no supiera donde estábamos.
Pero el gran Antonio con su poder, no tardó mucho en averiguar dónde estaba escondida su hija, al saber de la existencia de mi hijo, me separo de ella de la peor manera. Dándome casi por muerto, después de la paliza que me mandó a dar, gracias a mis hermanos Carlos y Rafael, hoy estoy en este lugar, librando esta lucha sin cuartel, para liberar a nuestros amores y limpiar el nombre de nuestros padres.
Al ver hacia el horizonte, el cielo azul hacía un gran contraste con la destrucción que aquí tuvo lugar, entre las nubes negras de las llamas de la batalla, el sol de la tarde se asomaba con gran fuerza, me encontraba agachado, frente a la comandancia que nos tocó mucho tomar.
Observando aquel edificio pude notar la gran cantidad de impactos de bala que se podían apreciar, desde la puerta principal, hasta el sexto y último piso de este inmueble, esto fue gracias a la ametralladora de mi hermano Carlos, cuando irrumpimos en este lugar que hizo todo este alboroto.
En el terreno de aquel edificio, no menos glamoroso estaban los innumerables cuerpos de los jóvenes, que habían peleado al servicio del gran Antonio, aquellos jóvenes que sus vidas habíamos tomado, desde muy temprano en la mañana.
Sosteniendo fuertemente mi escopeta, no pude dejar de pensar en todas aquellas vidas desperdiciadas por la promesa de ansias de poder en un ser común y corriente. El sol de aquella tarde se reflejaba en los incontables charcos de sangre provenientes de los cuerpos sin vida de las personas que pelearon contra nosotros, al ver tal devastación, tan solo pude pensar en mi esposa Carmen y mi hijo Esteban, los cuales debía rescatar a como dé lugar. Estando ahí agachado, detrás de uno de los vehículos que me sirvieron de defensa, tras la larga lucha que tuvimos mis hermanos y yo desde el alba de este día.
—¿ Y todo esto lo hicimos nosotros?—pronuncie en voz baja, muy sorprendido por lo que había pasado, trataba de tragar un poco de saliva en este momento para así poder asimilar todo lo que había pasado en este sitio.
Tal vez fue el instinto de lucha el cual se había apoderado de mi o la desesperación de poder así encontrar a mi esposa y a mi hijo que me hicieron olvidar todo remordimiento sobre las vidas que había tomado, en este momento y en este lugar determinado.
Toda esta destrucción, provino de tres hombres solitarios unidos bajo un mismo sentimiento, motivados por algo en común,” rescatar a las personas que amamos y vengar la muerte de nuestros padres”. Para nosotros no era un secreto que no podíamos perder esta batalla, algo más grande que nuestras vidas o la vida de nuestras esposas estaba en juego, muchos poderes en conjunto de este país, movieron cielo y tierra para poder crear está oportunidad de combate la cual no podíamos desperdiciar.
Hoy era un día muy particular, pese a toda esta destrucción y muerte que reinaba en todo este lugar, en ese momento en el cual me encontraba, recordaba que era mi 5to aniversario con la mujer que amé a lo largo de toda mi vida.
mientras me encontraba ahí agachado no pude dejar ver aquel cielo azul el cual me perdí en el recuerdo de aquel día que cambió mi vida por completo.
“Dejando el fogón de mi cocina y el arte que me precede, el cual por muchos años añore con gran pasión, me sirvió de mucho para refugiarme de toda esta venganza, que hoy se está consumando en un en un solo fuego que hoy arde con mucha fuerza, ( aunque no escogemos el destino que nos toca, elegimos como terminarlo). Era algo que pasa por mi mente muy seguido.
Por fortuna jamás conocí como comenzó esto pero en el calor de esta batalla casi sin fin, encontrare su final, tal vez me cueste la vida, es lo más probable, pero será un precio que estoy dispuesto a pagar a cambio que mi hijo y mi esposa vivan en libertad”.
Verificando las cargas de mi arma tan solo tenía 3 cartuchos en la recámara, tras buscar en todo mi chaleco antibalas, tan solo pude encontrar dos más, rápidamente la cargue en mi arma, alistando también la vereta que tenía a un costado, lista para disparar.
Debía trazar un plan de ataque. Tengo horas que no veo a mis hermanos, no sé si siguen con vida aun, pero debo de descubrirlo, porque aunque esta lucha estaba claramente a la mitad, era imposible que la terminara sólo.
El futuro; la vida de mi hijo y mi esposa, además de mis cuñadas, dependían del éxito de esta misión en particular. Levantándome rápidamente de aquel suelo en el que me encontraba, observe de nuevo el edificio de la comandancia, la cual venimos a atacar. En ese momento en particular recordé el porqué habíamos concentrado toda nuestra fuerza en este edificio, conociendo a mis hermanos, siguiendo el plan trazado desde mucho tiempo atrás, si ellos continuaban con vida, de seguro estarían en este edificio esperando para actuar.
Me encontraba a menos de media cuadra de la entrada de ese edificio, al ver el camino que iba directamente hacía el, en su otro extremo pude apreciar a lo lejos, las fuerzas del gran Antonio huyendo de la larga y amarga batalla que libramos en este sitio donde tan solo se podía escuchar la soledad de la muerte que nos rondaba pacientemente.
Una paz espeluznante reinaba en este territorio siendo así un velo que cubría todo, era muestra de la batalla que aquí generada se había terminado, pero la guerra que comenzamos estaba aún lejos por terminar.
En ese pequeño momento comencé la carrera hacia aquel edificio, sosteniendo mi escopeta en posición de ataque inminente, aunque no había señales de vida en este terreno, no podía confiar de la situación. Muchas vidas se habían desperdiciado por tomar este lugar, no sería lógico que la mia fuese cegada por algún descuido, no pudiendo así terminar la misión que había comenzado con una venganza y terminaría con la libertad de aquellos de quienes amamos.
Al llegar a la puerta de aquella comandancia destruida por la bomba que había lanzado Carlos, al irrumpir en este sitio, los cuerpos sin vida de más jóvenes estaban por doquier, sin duda alguna esta escena en particular asombro mi corazón.
Encontrando las escaleras comencé a subir por ellas, apunté mi arma con mucha cautela, comencé así a subir con mucho cuidado por aquel sitio, mientras subía no podía dejar de pensar en el destino que nos trajo a mis hermanos y a mí hasta este lugar.
“Por toda nuestra vida fuimos personas independientes una de la otra, inocentes de la historia que escondía nuestra sangre, la misma que nos trajo hoy a pelear”.
Mi nombre es Felipe Antonio Parra Benavente, al igual que mis hermanos que crecieron en hogares adoptivos, desde muy pequeños se nos hizo creer que nuestros padres nos abandonaron a nuestra suerte por sentíamos que en fondo tal vez no éramos deseados.
Soy uno de los más grandes chef, que esta tierra ha visto, mi trabajo y mi fama fueron ampliamente conocidos a lo largo y ancho de este país, tal vez por esta fama, es que hoy estoy aquí con las manos llenas de sangre, con las esperanzas de recuperar a la mujer que amo y descubrir el porqué nuestros padres fueron asesinados.
Abandoné mi hogar a los 15 años, aburrido por los maltratos de aquellos a quienes consideraba “ padres ”, encontré en el mundo culinario el calor de la familia que una vez se me negó.
Es curioso el destino y sus maneras de proceder, en una época en la cual me encontraba en la soledad y tristeza absolutas, llegó a mi vida una mujer la cual cambiaría mi manera de ver el mundo.
Su nombre es Carmen Farías, una joven anfitriona de uno de los restaurantes en la cual trabajaba, no voy a negar, aquello fue amor a primera vista”– Subiendo aquellas escaleras en el segundo piso de este edificio, un ruido en particular llamó mi atención, en el silencio que reinaba en aquel lugar, esto solo podía ser dos cosas, un potencial enemigo o alguno de mis hermanos.
Mi paso comenzó a ser mucho más lento en esa oportunidad, recordando que solo me quedaban 5 cartuchos en la recámara para disparar, en la ansiedad de aquel momento, con mi mano izquierda palpé, ubicando donde estaba mi pistola para usarla como plan “b”.
Seguí subiendo, con mucha cautela, por aquellas escaleras, recordaba en la noche que mi esposa e hijo habían sido arrebatados de mis manos, aquel momento estando al borde de la vida y la muerte, conocí a los que hoy son mis hermanos de sangre y de lucha.
“Recuerdo ese día como si fuera ayer, estaba hospitalizado en el hospital donde Rafael era doctor, cuando Carlos el militar que me rescató del sitio donde me tenían capturado, estaba ahí acostado con estos dos personajes que jamás había visto en mi vida hasta que una persona en particular apareció.
Aquella mujer que fue la responsable de salvarnos de las garras de la muerte, estaba allí a mi lado, hasta ese momento jamás la había visto en mi vida, pero era claramente que ella sabía quién éramos nosotros.
Mi corazón, aunque luchando para no caer en la muerte, estaba lleno de oído y desesperación porque necesitaba recuperar a toda costa a mi esposa y a mi hijo como de lugar”.
Llegando al cuarto piso de aquel edificio, mirando hacia la puerta del piso que seguía, pude ver claramente la luz del sol que rebota de la ventana de ese lugar, al hacerlo pude notar que una sombra se movía en esta habitación.
Terminé de subir muy rápidamente, el último piso para entrar en esta habitación, al hacerlo me encontré con la mayor de las sorpresas. Era mi hermano Rafael, me había pegado un señor susto cuando me vio, por dos segundos le apunte directamente a la cara
—¡ no son juegos, Rafael!.
—casi no me matas de un susto—, le dije sosteniendo mi pecho muy fuertemente pasando el susto del momento.
Después de haber pasado este mal rato, mi hermano se aproximó hasta donde estaba , colocándose frente de mí, me miró a los ojos y me abrazó fuertemente.
— ¡Estás vivo!.
—¡gracias a dios!—me dijo con un tono de voz sollozo.
Después de aquel abrazo, le pregunté por mi hermano Carlos , el cual no sabíamos nada de él desde que voló la entrada a este edificio.
—Recuerda que después de la última explosión, nuestros radios se cortaron, creí que estabas muerto hermano— me volvió a decir con un tono tembloroso en su voz.
Lo vi de arriba abajo, me lleno de cierta alegría que no tuviera ni un solo rasguño, tal vez teníamos la bendición o de dios o del diablo, para librar esta batalla, porque para que ambos sin experiencia militar sobreviviéramos a tal destrucción, era básicamente un milagro.
Fue entonces que escuchamos un ruido proveniente de las escaleras, escuchamos algo caer con fuerza, me imagino que fue por instinto, Rafael corrió hasta ese lugar para auxiliar a quien estaba en apuros.
No me quedó de otra que ir tras él cubriéndose las espaldas, por si acaso quien estuviera ahí fuera uno de los hombres al servicio de Antonio. Mi sorpresa fue que era Carlos quien estaba en la base de aquella escalera, con un disparo en el hombro izquierdo, solté mi escopeta al sueño para ayudar a mi hermano.
— ¡Va a estar bien!, el disparo entró y salió— dijo mi hermano Rafael.
El cargaba un pequeño botiquín de primeros auxilios le administró una inyección y le vendo la herida.
—¡Debemos de continuar!— después de toser cortamente dijo estás palabras.
—esta lucha aún no ha terminado, ¿cómo se encuentran ustedes?—nos preguntó a los dos.
— ¡Nos encontramos bien!—le respondimos en coro.
De pronto se levantó del suelo donde estaba con mi hermano Rafael. Caminando bajo su propio pie, nos unió colocando una mano en cada hombro de nosotros.
—Rafael, eres un pendejo sin puntería!—primeramente nos dijo, echándose a reír por aquel comentario.
— Recuerden porque estamos aquí, debemos bajar y terminar lo que comenzamos, morir no es una opción—dijo en voz alta.
Aquellas palabras habían inspirado nuestros cuerpos y conciencia ya cansados por la lucha que habíamos tenido desde muy tempranas horas de esta mañana.
Caminamos hasta el balcón de este piso, el cual tenía una vista panorámica de todo lo que había pasado en el día.
Viendo a lo lejos las fuerzas al servicio de Antonio, se estaban preparando para un nuevo contraataque, de nuevo para este lugar, debíamos darnos prisa para realizar de nuevo una estrategia y salir de este lugar.
—Hermanos, mientras nuestros corazones latan, nuestra venganza no podrá terminar, mientras respiramos debemos rescatar a aquellas a quienes amamos en verdad—. Fue así que les quitamos el seguro a nuestras armas y repasamos rápidamente nuestras municiones, al notar que teníamos pocas. Era obvio que necesitábamos más armamento.
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