¿Vale la pena odiar?Por: Marco Antonio Fuguett Toro 

Odio, palabra que proviene del latín “odium” y que básicamente significa “aversión hacia alguien, que sé desea ver destruido” Sobre éste oscuro sentimiento decía Empedocles (Filósofo y político Griego/ 484 A.C.- 424 A.C.) Que quién odia, desea la aniquilación total del otro. Lo anterior justifica plenamente lo indicado por Mandela(1918-2013) Éste líder sudafricano afirmaba, que el odio era un poderoso veneno que alguien tomaba, esperando la muerte del ser odiado. (También esa reflexión es parte de un dicho Budista)

Cierto es, que el odio se basa en el miedo, es más fácil culpar a otro, que asumir nuestras propias culpas. El odio para poder crecer y fortalecerse, debe ser alimentado por el discurso del odio y les pongo un ejemplo práctico de eso. Pedro, Ana y Luis odian a Esteban y entre ellos conversan a menudo, aportando cada uno de ellos, su buena cuota de veneno. El objetivo real, de fondo, que esas “Buenas personas” anhelan y buscan, no es otro, que la destrucción total o parcial del pobre joven, ésto implica verlo entre otros escenarios: inválido, loco, en la indigencia y ¿Por qué no? Hasta muerto. Lo cual le daría al citado trío “La satisfacción del Diablo’

El odio ha sido el combustible ideal. (Eso no lo duden) Utilizado desde distintos escenarios, para sembrar: muertes, injusticias y miserias. Fue el odio, la tinta que usó Hitler(1889-1945) Para escribir “Mí Lucha” (Libro que hizo mientras estuvo en prisión y que fue publicado, el 18-7-1925) El mismo odio que exterminó a 11 millones de Judíos. 

El odio en su forma simple, se manifiesta de un individuo hacía otro. Pero el mismo es capaz de extenderse, incluso, puede llegar hasta hacerse colectivo. En Ruanda donde habita el pueblo Bantú, existen 2 etnias, que con todo y sus diferencias convivían en aquel duro territorio en paz. Llegaron los Belgas y pusieron a los Husu sobre la etnia Tutsi (Divide y vencerás) Y sembraron de esa manera tan vil,  el nefasto odio entre ellos; en 1961 ese pequeño país logra finalmente su independencia y el veneno inyectado por los invasores se activa, llevando al exterminio de los Tutsi en un 70 por ciento. Los ejemplos dónde el odio es el elemento central sobran: La masacre de los Turcos en Armenia (Desde 1915 hasta 1923/ Dejaron dos millones cien mil muertos), el asesinato de miles de aborígenes en Guatemala. (Por parte de los militares entre 1978 y 1984/ cien mil fallecidos)  Las masacres de familias enteras campesinas en Colombia (Nada más en el 2023, van 160 muertos en 53 masacres) etcétera, etcétera. Y en todos esos lamentables casos, usted encuentra un elemento común “El odio”

Sigmun Freud (Padre del Psicoanálisis/1856-1939) Afirmaba, basándose en sus estudios y observaciones, que todos los seres humanos tenemos una tendencia innata a la violencia. Tésis ésta que no comparte el famoso psicólogo Alemán A.Gruen (14-1-1945/ baja franconia / Alemania) El cuál sostiene lo siguiente: “La raíz de ése mal es el mismo odio” o sea, él no generaliza; es más resume esa idea con ésta determinante expresión: “Usted no odia a otros, en verdad, se odia a sí mismo” Veamos un ejemplo práctico de todo ésto. Klaus Barbie (1913/1991)  Uno de los carniceros más brutales de la Gestapo Nazi, fue entrevistado en 1983 (Desde su centro de reclusión)  Y sé le pregunto específicamente, que fue lo que sintió cuando torturó hasta la muerte al líder de la resistencia Francesa Jean Muulin (1899/1943) Está fue su respuesta: “No, no sentí odio hacia él, en lo absoluto, el odio lo sentía hacía mí mismo, yo me veía torturandome sin piedad, causándole a mí propio cuerpo, todo ése intenso dolor”

Imagínense ustedes por un breve instante, que pudiesen ver el odio en los ojos de Caifás, incluso, en los otros fariseos presentes, en aquél crudo y cruel acto, cuando le gritaban  llenos de su implacable veneno a Poncio Pilatos.(Procurador de Judea entre los años 26 y 36 después de Cristo) ¡Crucifícadle! ¡Crucifícadle! (Lucas 23/21) ¿Qué verían en ellos? Sé los diré; el placer insano de observar a nuestro enemigo caer.

Cuando usted odia; en su sistema límbico se activa “La amígdala cerebral”, dando así inicio a un proceso emotivo que dura 300 milisegundos; se producen en ése instante unos cambios neuroquimicos, relacionados con la defensa y el ataque.

Interviene en ese proceso la hormona “Noradrenalina”, que aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco. También actúa la dopamina, se impulsa el glutamato y bajan los niveles de serotina y vasoprina.

El circuito del odio comprende: la corteza insular, el putamen y la circunvolución frontal izquierda.

Básicamente abarca las mismas áreas que se activan, cuando alguien quiere o ama (De allí se deduce que del odio al amor tan sólo hay un paso) Pero en el caso de odio, también intervienen el razonamiento y el juicio, por eso cuando amamos, no vemos los errores de esa persona, ni sus defectos y fallas, pero en el ser que odiamos, sucede lo contrario; sí detallamos y con absoluta precisión, esos puntos anteriormente citados, incluso, estos generalmente llegan a magnificarse. El odio se propaga rápidamente y es imposible de controlar, quién odia puede lograr su objetivo, eso es verdad, pero también puede resultar una víctima mortal de su propio veneno.

Éste sentimiento adverso puede provenir de traumas, incluso generados desde la misma infancia: Dolor, frustración, abandono, etcétera. Éstos perversos elementos invaden nuestro ser, con una energía oscura, maligna, que nos aprisiona en un laberinto nada grato; una sóla palabra basta para liberarnos de esa prisión, de esa innecesaria tortura y esa palabra es “Perdonar” Sí nosotros perdonamos a los demás, podremos pedirle a Dios que nos perdone a nosotros, tal cual cómo nos enseñó Jesús en el Padre Nuestro. (Lucas 11/ 1-4)  Sí usted no tiene piedad por los demás, no la puede pedir para usted. 

La última palabra pronunciada por María Antonieta antes de morir fue “Perdón”; se lo pidió a su verdugo, después de tropezar con éste.

Dios nos manda a perdonar a través de su hijo Jesús y aunque, cómo decía Pascal, el corazón tiene razones, que desconoce la razón, debemos hacerlo, para romper esas cadenas que nos aprisionan; para muchos esto parecerá absurdo, pero cómo decía Unamuno: Ensaya lo absurdo y conquista lo imposible. No hagamos caso a ese discurso del odio, ni a los factores que lo impulsan. Nietzsche negaba a Dios y en su filosofía, afirmaba que Dios a muerto. Vean cómo fue su triste final. Dios es una verdad absoluta y como decía Santa Teresa de Jesús: La verdad padece, pero no perece.

No podemos ni debemos, andar por la vida juzgando a los demás, cómo sí nosotros fuésemos perfectos. Cuando en verdad no lo somos. Recuerden cuando a Jesús, le llevaron a la mujer adúltera, buscando qué él le diese visto bueno al castigo, que mandaba Moisés en la ley. ¿Qué indicó nuestro señor Jesucristo? “Está bien, quien éste libre de pecado, que tire la primera piedra” Y todos se fueron retirando, nadie se atrevió a tal cosa. (Libro de Juan, capítulo 8, versículo 7)

Porque sí perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros nuestro padre celestial.

Más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestra ofensas. (Mateo Capítulo 6 Versículos 14 y 15)

Por su parte el Coran, nos exige que tratemos a los demás, como nos gustaría que Dios nos tratase y nos conmina al perdón (Capítulo 3/ 133-134 del Quran)

El camino hacia Dios y con ésto termino, comienza en el perdón.

Continuará 

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