Una carta a la vida:

Hola, disculpa si en algún momento perdí la compostura y me comporté grocera, disculpa por hacer de todo para encaminar mi vida por el camino que no me habías trazado, por el sendero que más alejado del que quisiste ponerme. Siempre busqué alternativas, y aunque no fueran las correctas, mi corazón me dijo que ese era el camino…¿ Y quien manda más que el corazón? Intenté ser una buena persona, ser buena hija, excelente madre, y me equivoqué tantas veces, que perdí la cuenta de mis errores. Quizás no fuiste muy feliz conmigo, porque siempre te tuve en espera de algo nuevo e impredecible, pero intente hacer feliz a todos sin perder de vista mi felicidad. Llevo años tratando de encontrar algo que ni siquiera sabía que no lo estaba buscando realmente, pero eso me ayudó a cumplir mis metas y proyectos, además de guiar mis hijos, y encaminar los nietos. Tuve momentos tristes, que me hicieron hasta languidecer y querer renunciar a vivir pero… 

Pero cuando me reponía agradecía a Dios y a ti por una nueva oportunidad. No te estoy juzgando, y espero que no lo hagas conmigo…

Ya estoy llegando al final de mi camino, y todo lo que viví me han hecho la persona que soy, y tú siempre has estado ahí, observando, esperando que siga lo que dictas como manual de uso. Disculpa reiteradas, por ser quien nunca esperaste que fuera, pero si no llegara a este punto donde tuviera que pedir tus disculpas, estaría pidiéndome perdón por no haber sido quién quise ser, y perdonarse uno es más difícil. Estoy lista, ya estoy lista para seguir el camino que me traces, he vivido todo lo que me pareció necesario para ser feliz…