¿Tu cama o la mia? Cap 7, 8, 9 y 10


CAPÍTULO 7.
Nos llamaron para almorzar. Éramos muchos. Nos citaron en una especie de cabaña igual de larga y lujosa que las mesas que se extendían con todo tipo de comida.
Ensaladas de todo tipo, bandejas de carne, pollos rostisados, papas fritas (eso fue extraño), frutas, verduras cocidas.
Las bebidas eran jugos naturales, nada de sodas. Había vinos pero no muchos.
La mesa estaba decorada con servilletas dobladas con las iniciales P.E, cubiertos de oro con el mismo grabado en sus bordes al iguales que los platos. Bueno, la vasija irradiaba dinero en total.
Velas encendidas por más que la luz del día brillara como nunca y que la misma ingresaba por ventanales que funcionaban como paredes.
Tras ver a Rachel, caminé hacia ella. No quería comer sola. De todas maneras, esperaba no ser descortés por intentarlo, no tenia otra táctica para sociabilizar.
Se sorprendió al verme.
—Por fin te quitaste ese horrible vestido azul—me dice, tras darme un beso en la mejilla. Me sonrojo. —Vaqueros, Converse y un top blanco—me mira de arriba abajo—. Me encanta.
—De todas maneras no sigo encajando—tuerzo el labio tras mirar el atuendo de otras que no paraban de lucir vestidos y tacones.
—Si buscas encajar jamás lo lograras. Satisfacer a alguien en este pueblo resulta imposible y todos matan por internarlo. Nunca se llega realmente.
Tomamos asiento en las sillas.
—Dios, que silla tan cómoda—me relajo.
—Es como estar en casa ¿no?
No entendí su comentario, pero asentí para no llevarle la contraria.
—¿Qué vas a comer? —me pregunta.
Estoy a punto de responderle pero cuando Adíele ingresa con su grupo de amigas al gran salón me quedo sin palabras.
—Mierda ¿te ha ido a molestar? —Rachel se da cuenta de inmediato y pone su mano en mi hombro.
—Se ha aparecido con una navaja para intentar sacarme de mi habitación.
—Estás bromeando.
—No, ojalá fuera una broma. Quiere mi habitación porque está al lado de un tal Telesco. Ni siquiera sé quién es.
De pronto siento como las voces de las chicas que estaban a mi alcance, se apagaron bruscamente. Las que habían alcanzado a oírme, se me quedaron viendo con tanto odio y asombro que volví a sentir mi corazón detenerse.
Incluso Rachel se quedó atónita.
—¿Acabas de escuchar lo que dijiste? —me dice, con una sonrisa nerviosa.
—¿Qué dije de malo?
—No sabes quién es un Telesco ¿es una broma? Porque te ha salido muy bien ese comentario sin que se note que era falso.
—Por supuesto que estoy bromeando—me rio y veo como de a poco las chicas que están a mi alrededor empiezan a despejar esa idea de tenerme en la mira.
—Ten cuidado con ese comentario porque puede que lo tomen a mal aquí, Evangeline y lo digo por tu bien—me advierte—. No sabes la afortunada que eres por dormir junto a la habitación de un Telesco ¿qué hermano está?
—¿Hermano?
—Sí, son tres—frunce el ceño con obviedad—. Nathan, Dan y Darya. Este año ingresaron los tres al mismo tiempo por lo que es un año emocionante para el palacio y es por eso que están todos a la defensiva e insoportables porque son una de las familias más ricas que tiene el pueblo y dice el rumor que también traspasa las familias de otros pueblos—me cuenta con entusiasmo—. No quiero que confundas mi alegría por contarte esto pero ver el efecto que causa esto en la gente de aquí, simplemente es enloquecedor.
—¿Por qué lo dices?
—El dinero mueve al mundo y los Telesco son el dinero mientras que el mundo es The Moon—analiza.
—¿Eres escritora?
—No pero escribo de vez en cuando…¿por qué lo dices? —sonríe.
—Me atrapaste con tan sólo hablar, si eso aparece en un libro lo leería pero no lo viviría—le digo con una sonrisa mientras me sirvo ensalada.
Escojo algo de carne, al ver que empieza a dificultarse la cosa insisto. Dejo de hacerlo cuando todos están sentados, quietos y están mirándome con sus narices arrugadas.
Rachel tira del borde de mis vaqueros, llamando mi atención.
—¿Qué? Sólo quiero carne—escruto.
—La comida no te la sirves tú—susurra entre dientes.
—Oh…
Escucho que alguien contiene una risa al fondo de la mesa y proviene de ese tal Telesco que está observándome, divertido.
—Bueno, al menos hiciste reír a Dan—me comenta Rachel por lo bajo mientras tomo asiento.
Desde mi lugar, le enseño el dedo del medio a ese tal Dan y su sonrisa se ensancha. Me guiña un ojo y yo me quedo inmóvil. El me devuelve aquel gesto. Pongo los ojos en blanco, hundiéndome en la silla y mirando para otro lado.
Otra vez tengo puesto los ojos de las jóvenes a mi alrededor.
—¡¿Qué no tienen otra cosa que mirar?! —exclamo, harta.
—Tómense su tiempo chicas, no todas vemos todos los días a una manzana podrida—comenta Adiele, recogiéndose el cabello con ayuda e una orquidia y con una sonrisa falsa plantada en sus labios.
—¿Eres una exiliada? —me pregunta una, sorprendida.
—Yo…
—¿Expulsaron a tu familia y volvieron? ¿Cómo es que les da la cara? —me enfrenta otra.
—¡Ella no es una exiliada! —las calla Rachel y me mira—¿cierto?
Respiro hondo.
—Vengo de California y no tengo por qué avergonzarme. Al menos ahí no se fijan cuánto dinero hay en tu bolsillo—tengo ganas de levantarme e irme pero no voy a darles el gusto.
De pronto la tranquilidad se vuelve un escandalo rotundo porque empezaron a hablar de mí frente a mis narices, haciéndome sentir la peor persona que pudiera existir sobre la tierra.
Mientras nos servían la comida gente vestida con atuendos blancos y serios, Adíele disfrutó su vino sin quitarme los ojos de encima mientras yo tenia ganas de matarla por haberme delatado.
¿De dónde sacó esa información? ¿Por qué se empecinaba a hacerme la vida imposible?¿Era por la estúpida habitación? Si casi me corta la garganta por no dársela, seguro era capaz de más.
—Me hubieras dicho que eras de California, Evangeline—me dice Rachel en voz baja mientras comemos—¿Tu familia se escapó de The Sun?
—Me trasfirieron hace dos días, tuve que renunciar a todo lo que tenía , mi casa, mis amigos, a mi abuela y hoy es mi cumpleaños—le confieso con pesar—. No creo que la magnitud de un exilio sea tan terrible a costa de lo que estoy viviendo.
—Lo siento mucho, Evangeline.
—No quiero casarme, ni siquiera voy a intentarlo. Quiero fingir que esto pasara y que algún día podré volver a casa.
—No quiero apagarte la ilusión, pero no creo que eso pase.
Por supuesto que no iba a pasar, pero pensarlo me mantenía esperanzada.
CAPÍTULO 8
Comer con alrededor cien personas fue algo incomodo. Era como estar en la escuela, pero esta vez se sentía distinto. Una vez que terminamos de comer, Rachel y yo fuimos a sentarnos en unos bancos que daban a un pequeño lago donde los patos nadaban.
Un sujeto nos ofreció migas para lanzarles y empezamos a alimentar a los patos, distraídas.
—No será fácil que te quieran en el palacio, Evangeline, y mucho menos ahora que se han enterado que tu familia se ha fugado de The Moon.
—Fueron mis abuelos por parte de mi padre, no tengo más información que esa.
—La gente de aquí se casa para que la dejen vivir en paz y que se hayan fugado es indignante. No para mi, pero es por eso que actúan así. Lograron pasar la seguridad del pueblo, en cambio yo pienso que es admirable.
La miro, el reflejo del agua se ve en su rostro.
—Mi casa está atrás de los muros. Yo no le debo nada a nadie de este pueblo.
***
Regrese a mi habitación, abatida y cuando llegue, la puerta tenía un claro mensaje escrito con labial rojo. Letras grandes, prolijas y no se olvidaron la coherencia en él: No queremos exiliados. Nosotros si amamos a nuestro pueblo.
—Que me lleva la madre Teresa—me llevo una mano a la nuca.
—Me parece que ya lo saben. Se cancela operación chantaje.
La puerta de la habitación de Dan se abre y sale un muchacho que claramente no es él. Está en cuero, tiene el cabello rizado oscuro y tatuajes en el brazo. Lleva el pantalón por debajo de la cintura y los pies descalzos, ya que sus zapatos y polo los tiene en la mano.
Somnoliento pero con una sonrisa en los labios, levanta la mirada y me lanza una mirada pícara.
—Si quieres divertirte tú también me llamas bonita—me dice y se larga mientras intenta encenderse un cigarro y sostener las cosas en su mano.
Luego de eso sale Dan con una toalla en la cintura y prácticamente desnudo. Primero ve al chico yéndose por el pasillo, luego me ve a mi y su gesto sigue igual de divertido.
—Dime que no eres de la gente que juzga los gustos porque me llevaría una desilusión muy grande contigo—apoya su codo en el marco de la puerta.
—Yo no te he dicho nada.
—¿Y por qué esa cara?
Señalo con un movimiento de cabeza lo que me escribieron en la puerta.
—Que hijos de la mierda—masculla, consternado.
—Feliz cumpleaños a mi, supongo—suspiro y apoyo resignada la tarjeta magnética en mi puerta.
No sé en qué momento lo hace o cuánto le llevó a interponerse entre la puerta y yo.
—¿Tu cumpleaños has dicho?—pregunta, muy seriamente.
Asiento con la cabeza, extrañada.
—¿Y piensas encerrarte?
—Si, no voy a bajar hasta la comida. Todos me odian.
—Débil. Muy muy débil.
—No soy débil pero intento no cruzarme con esa gente.
—¿Y yo soy parte de esa gente?
—Depende de cómo me trates—enarco una ceja.
—No vas a encerrarte el día de tu cumpleaños. Te vienes conmigo y no de la forma en que me gustaría—me agarra de la mano y me mete a su habitación.
—¿Eh?¿A dónde vamos, Dan?—le pregunto, aturdida.
—Tú sígueme y calladita—me responde.
Tras entrar a su habitación, la cual es igual a la mía, veo que se ha tomado la molestia en colgar póster de Paramore, Imagine Dragons y Oasis.
Me suelta la mano, toma algo de ropa de su cajonera y se marcha al baño mientras silva una melodía que desconozco.
—Voy a ponerme algo de ropa. Si te vas iré a buscarte. Te encontraré con facilidad—tras chasquear la lengua, cierra la puerta.
Hay varias latas de cerveza encima de la barra que separa la cocina del dormitorio, la cama está hecha un lío y está separada de la pared. Creo que Dan y ese chico si estuvieron juntos.
¿Le gustan los chicos? ¿Las chicas del palacio lo sabrán? Creo que si lo supieran no tendrían motivos para odiarme porque las opciones de Dan se habrían expandido.
Sale del cuarto del baño y me pesca mirando la cama. Me sonrojo.
—Pasaron cosas en el horario de la siesta—se rie—. Will suele ser divertido.
—¿Están saliendo?
—¿Qué? No, sólo tenemos encuentros casuales desde el año pasado. Éramos compañeros de curso.
—¿Y él está enterado que son solo encuentros casuales? Porque quizás no lo quiere y podrías estar lastimándolo.
Dan frunce el ceño tras abrochar los últimos botones de la camisa celeste que se ha puesto.
—Creo que sabemos exactamente en dónde estamos parados—me responde en seco.
Toma una corbata y se la coloca alrededor del cuello con agilidad frente al mismo espejo de cuerpo entero que tengo en la esquina de mi habitación.
—Estar en el palacio nos da la libertad de estar con quien queramos, Evangeline—me cuenta—. Los que vivimos en el pueblo desde la cuna, nos han demandado miles de tareas para llegar a esta altura de nuestra edad y encerrarnos en este inmenso edificio histórico donde mis padres se conocieron y follaron también. En otras palabras, nuestros padres nos prepararon toda una vida para vendernos al mejor postor.
—Lo que me estás diciendo es horrible, Dan.
—Todos los que vivimos aquí sabemos que quien tiene más dinero se lleva al mejor candidato o candidata y mientras padecemos esa guerra de poder decidimos divertirnos a nuestra manera.
—¿Cómo?
—Se rumorea que hay un sótano oculto debajo del palacio en donde se hacen las mejores fiestas. Drogas, alcohol y un sector para follarte a quien quieras sin que se hagan ilusiones de que lo elegiste candidato para casarte—me explica tras colocarse otro juego de zapatos ubicados en el mueble bajo su cama.
Se sienta en ella mientras se ata los cordones.
—¿O sea que el palacio de la elite funciona como una eterna fiesta de despedida de solteros? —inquiero.
—Exactamente, madame—sonríe orgulloso de que captara la idea central—. Y tú puedes exprimir el jugo de esta experiencia, pero debes ser discreta para que la gente de afuera no piense que manchaste el apellido familiar.
Se dirige al baño una vez que termina de atarse los cordones y deja la puerta abierta para que pueda seguir escuchándolo. Empieza a aplicarse algo de gel en su cabello castaño para dejarlo prolijo.
Cuando sus brazos se alzan para aplicarse el gel de cabello, estos se ensanchan debajo de su camisa. Mirando su espalda me doy cuenta lo grande que es.
Detengo el instinto de mirarle el trasero que esconden esos pantalones oscuros.
—No pretendo manchar el apellido de mi familia porque ya le han lanzado café y mierda en él—le digo—. Así que no habrá problema en eso.
Dan me mira a través del espejo del baño mientras lo observo con el brazo apoyado en el marco de la puerta.
—¿Estás segura de que no te afecta que hablen de ti? Porque hay una pagina en Instagram en donde anuncian tu historia familiar y la llegada inoportuna al pueblo.
Enderezo la espalda tras oírlo.
—Hijos de puta—escruto sacando el celular del bolsillo trasero de mi vaquero.
Por supuesto que había empezado a seguir la pagina porque Allen me lo había sugerido. No esperaba encontrar que el ultimo post sea una foto de mi nueva casa y una foto en la playa nuestra que sacaron de no sé donde.
—Léelo en voz alta porque no tuve la oportunidad de hacerlo. Will me la estaba chupando—me guiña un ojo.
Tomo una bocanada de aire y empiezo a leer lo que dice debajo de las fotos.
—Le damos la bienvenida a la extraña Familia Brown. Este grupo familiar ha aparecido de manera inesperada en nuestro privilegiado pueblo en donde no suelen permitir este tipo de visitas. O al menos eso creíamos hasta ahora. Esperamos también que sea una visita o una especie de broma su estadía aquí. Una ironía. Realmente lo esperamos. Ahora bien, si nos enfocamos en su posición, la familia Brown es una de las más costosas que tiene el pueblo ¿qué esperaron que fuera una broma? Para nada, la familia Brown tiene un monto de 2.000.000.000 de dólares que aumenta día a dia gracias al sistema operativo que tienen en todos sus dispositivos en este momento mientras leen desde su móvil…
Dejo de leer.
Mi apellido estaba ligado a la creacion de uno de los sistemas operativos en el puesto número uno.
Dan también se ha quedado boquiabierto tras oírme. Se produce un silencio en la habitación.
—Estás frita Brown—me dice casi sin voz—. Si antes las chicas te odiaban, ahora te declararán la guerra.
Tomé una bocanada de aire.
Había pasado de ser una joven que intentaba de hacer durar sus calcetines todo el invierno a poder comprarse miles de locales para poder adquirirlos.
¿Qué se siente pasar de clase media baja a billonaria? No sé, aún no lo proceso.
CAPÍTULO 9
Con la noticia en mi mano y el corazón en la boca, camine junto a Dan Telesco por los pasillos del palacio hasta llegar a la planta principal. Si ahora era noticia en todo el pueblo que era una de las “postulantes” más ricas que había, fue algo poco importante que caminara con Dan.
Bueno, las dos cosas se complementaban para que las personas que pasaban por nuestro lado nos quedaran viendo extrañados.
Sabía que estaba pisando terreno peligroso, pero no me quedaba otra que sufrir el destino de lo que era: una Brown.
—¿Vas a decirme en algún momento a dónde vamos, Dan?
—No, se perdería el factor sorpresa.
—No es justo.
—No, no es justo que nadie de aquí haya pretendido festejarte tu cumpleaños. Se supone que hay personas que saben hasta la fecha de la primera comida que hemos ingerido.
—Eso no es posible.
—En The Moon sí lo es.
—Me duele la cabeza, Dan.
—Excusas para no festejar tus diecinueve años.
Dan y yo frenamos frente a una alta puerta que tiene pinta de ser bastante pesada. Lo miro, me mira y sonríe otra vez.
—¿Qué hay detrás de esta puerta? —le pregunto, cruzándome de brazos.
—Tu pastel de cumpleaños.
Abre la puerta y finalmente veo lo que ha preparado y no sé en qué tiempo lo ha hecho porque he estado con él parte del tiempo.
Es un gigantesco salón de ventanas altas en las paredes y un techo que parece inalcanzable. Hay una pintura renacentista pintada en él y cuelgan candelabros enormes que brillan por si solas con sus lágrimas de cristales.
En el suelo me veo reflejada y noto que mis Conversé están algo sucias con semejante lujo ante mí.
Al fondo se ve en el centro del salón, en una mesa, un pastel sencillo color rosa con decoración de flores. No hay nadie en el salón, estamos completamente solos. Dan cierra las puertas una vez que estamos dentro. La luz del sol ilumina gran parte del sitio y nuestros pasos resuenan como eco.
—¿Me hiciste un pastel? —se me ha ido la voz a medida que nos acercamos a la mesa—¿En qué momento si nosotros…?
—Mi apellido funciona como una especie de código si pido algo por mensaje. Toma segundos hacerlo—me responde, orgulloso de su idea.
—¿Y por qué? ¿Por qué lo haces si no me conoces?
Dan se queda en silencio a medida que caminamos hacia la extensa mesa de mantel blanco y decoración floreada.
—Porque todos necesitamos a alguien cuando estás solo. Por más que no lo admitas, estás desesperada por encontrar un hombro y yo puedo serlo.
Me quedo callada ante su respuesta porque nunca nadie me había dicho algo tan bonito. Y sé que no está coqueteando, podría percibirlo, sin embargo, esta vez era diferente.
Dan se tomó la molestia de encender una vela y colocarla en el pastel frente a mí.
—Seria incomodo cantar feliz cumpleaños. No quiero que parezcamos idiotas así que sopla—me dice, arrogante.
—¿No se supone que deba pedir un deseo antes?
—No se le pide deseos al fuego, Evangeline.
Enarco una ceja. Miro la pequeña llama que no se mueve debido a que no hay ni una sola pizca de viento y soplo sin pedir ninguno porque me ha parecido coherente lo que ha dicho.
Dan cortó una rodaja de pastel, con ayuda de sus dedos lo sirvió en un platillo y me lo extendió.
Veo que el relleno es de frutilla. Tomo asiento y él se sienta al otro lado de la mesa y en silencio comemos.
—Madre mía está riquísimo—con la punta de la lengua limpio mis labios que se han visto manchados con crema.
Dan se me queda viendo, atónito.
—¿Qué? —frunzo el ceño.
—No vuelvas a hacer eso en público, parece que se la mamaste a alguien.
—¡¡Dan!!
Me ruborizo. Siento mis mejillas calientes.
—Existen las servilletas puerca, cochina, golosa—me extiende una por encima de la mesa tras guiñarme un ojo.
Me rio tras tomarla y limpiarme la boca como se debe. Mis modales no son buenos y tampoco me importa que lo sean. Dan parece ser esa clase de chico que podría convertirse en mi nuevo mejor amigo.
Y sé que suena exagerado, pero…deseo aferrarme a alguien para poder sobrevivir a The Moon.
—¿Por qué, Dan?
—¿Por qué que?
—¿Por qué el pastel? —pregunto en serio.
—Ya te lo he dicho.
—No creo que fueras del todo sincero.
—Bueno, no veo que seas de esas chicas que sólo se acercan a mí por mi apellido y pretenden quitarme cada centavo—suelta el aire—, así que te mandé a hacer un pastel.
Está sentado cómodamente en su silla, con las manos por encima de la mesa y reposando su espalda contra el respaldo.
—Mi familia es muy rica, Evangeline—prosigue, intentando ser sincero—, y a lo largo de mi vida me han intentado asegurar con alguna mujer que esté en la escala social en la que estamos. Yo no puedo elegir nada.
—Dios, que asco.
—Ni que lo digas—suelta, frustrado—. Y es reconfortante intentar tener a alguien que no quiera tocarme los bolsillos. Tú no me conocías hasta que me acerqué a hablarte apenas entramos al palacio. No me viste como el resto. Todos aquí conocen mi historial en el pueblo y no paran de mencionarme como un hermano Telesco al que todos desean poseer.
—Creo que estás exagerando con lo último.
—¿Tú no me quieres poseer? Porque soy precioso—suelta con ironía para que me ría.
Y lo consigue.
—De todas maneras, espero de verdad que estés en mi círculo de amistad, Evangeline.
—Me has convencido con esta torta, por supuesto que estoy dentro.
Mi primer cumpleaños lejos de mis padres fue como una patada en el pecho. En el izquierdo y el derecho.
Tras salir del salón y despedirme de Dan porque tenía que hacer algo que no mencionó, me quede observando el patio trasero de la mansión. Era una especie de complejo con piscinas con palmeras, mesas con sombrillas y los postulantes estaban felices escuchando música, mojándose entre ellos y bebiendo como si se tratara de unas buenas vacaciones.
Me cruce de brazos tras observarlos por el enorme cristal. Puse mi mano contra el vidrio.
Con que esto era lo más cercano al paraíso pero a la vez, estaba habitado por demonios que se habían empecinado a hacerme la vida imposible.
Si era rica según ese post, lo usaría a mi favor para sobrevivir porque no iba a dejar que me pisoteen como una vez lo hicieron en mi escuela.
No iba a dejar que la historia se repitiera y si tenía que usar a Dan para acallarlos a todos, lo haría.
Solo sería un plan muy necesario si llegaba a requerirlo. Mientras tanto, me mantendría con mi papel pasivo en este pueblo de mierda.
***
—No es para nada cómodo tener que empezar en este pueblo de cero. No se preocupe que su reputación ahora está a salvo y lejos de la miradas ajenas—Morrison le informa al padre de Evangeline en su despacho.
Morrison era uno de los representantes del pueblo, la mano derecha del alcalde y no había foto de candidatura que él no estuviera.
Por supuesto que solía visitar a las familias recién llegadas al pueblo. Era una forma de juntar votos y derrocar en silencio al alcalde.
Era un puñal por la espalda muy sutil pero necesario según él.
El padre de Evangeline y él estaban reunidos en el despacho de Brown, el cual, lo miraba con cierta desconfianza porque no conocía al sujeto en absoluto.
—¿Cómo se supone que limpien la imagen de mi apellido? Temo por la salud mental de mi hija y mi esposa—reclama Brown detrás de su escritorio.
Morrison lo observa, silencioso y asiente, en un intento de empatizar con él.
—Todas las familias que llegaron al pueblo están en la misma situación pero déjeme decirle que usted la sacó barata; pertenece a un apellido con buen estatus social señor Brown.
—No pensé que mis padres tuvieran tanto dinero.
—Ahora es usted dueño de un imperio y está sobre la familia Telesco, felicidades—le sonríe a gusto.
—¿La familia Telesco?¿y ellos quienes son?
Morrison se echa a reír sonoramente y Brown lo queda viendo sin rasgo de humor en su rostro.
—Dios, todos aquí conocen a los Telesco. Son una joya que tiene The Moon. Ellos son el modelo de familia que exige el pueblo. Es así de sencillo.
—¿Y a mi que demonios me importa?
—Debería importante porque ahora los Brown serán comparados con los Telesco.
Al padre de Evangeline no le gustaba una mierda estar en el pueblo ni mucho menos atender a un oportunista como ese sujeto. No tenía que olerlo de nuevo para saberlo.
—Creo que es hora de que te retires del despacho, Morrison—le pide.
Morrison no deja de sonreír. Asiente y se levanta de la silla tras echarla hacia atrás.
—Nos vamos a ver seguido, acostúmbrate, hermano.
CAPÍTULO 10
La primera cena del día uno en el palacio. Toda una novedad para mí y para otros, algo que les causaba emoción excitación estar alrededor de otros chicos de su edad.
No era una fiesta de bienvenida, esa se daría en tres horas en la medianoche y más que una fiesta era para presentar a los jóvenes y las muchachas en sociedad.
Deberíamos descender por las escaleras con largos vestidos mientras el resto tendría que contemplarnos, analizarnos y observar cada rasgo para ver si éramos atractivos y era lo que buscábamos. Sería una horrible experiencia porque es como si te estuvieran vendiendo al mejor postor.
Langostas, sushi, ensaladas, carne asada con cortes que se desarmaban y pollos enteros listos para cortar. Vino del caro, nada de sodas y jugo dietético. La mesa se extendía y creo que tenía unos doce metros.
Estaba segura de que la comida y la decoración de aquel salón era más costosa que mi casa en California.
Rubi, la estelista me recomendó que escogiera un vestido de tono ciruela para la primera cena del año. Era suelto, llegaba hasta los talones y escotado. Una cinta añadida en el vestido rodeaba mi cuello.
Se ocupó de peinarme y no usó laca porque luego tendría que hacerme otro peinado para la presentación de medianoche.
—¿Vas a seguir haciéndome la vida imposible o prefieres amanecer muerta mañana en una de las piscinas del palacio? —la voz de Adíele me sobresalta mientras todos entramos con tranquilidad al salón donde se dará la cena.
Tiene el cabello pelirrojo recogido en una cola alta, sobresaltando sus pómulos y sus pecas salpicadas como acuarela en el rostro.
Lleva un vestido negro que palidece su piel y unos zapatos de infarto.
No le respondo, sigo caminando. Si le doy palabra no me la quitaré más de encima y no creo que quiera darse por vencida conmigo.
—No sólo tienes una habitación al lado de un chico Telesco, sino, que tienes una fortuna que a todos nos hace postulantes inservibles—continúa hablando en un tono de voz que yo solo puedo oír. La muy cínica mantiene una agradable sonrisa mientras me escupe su veneno—¿Te mandó alguien de la alcaldía a recordarnos que no podemos aspirar más de lo que ellos tienen?
Me freno en seco al oírla.
—¿Puedes dejarme en paz o tengo que llamar a seguridad para que pares con tu cinismo? —escruto, con la paciencia explotada.
Ella me observa detenidamente y suelta la respiración como si yo fuera la que la frustrara.
—Después de todo si apareces muerta todas las chicas de aquí tendrán las manos manchadas con tu sangre. Que disfrutes la velada, princesa.
Pongo los ojos en blanco mientras sigo caminando hacia la enorme mesa y tomo asiento junto a Rachel, la cual me sonríe tras ver que no me daré vencida con ella y que realmente deseo caerle bien.
—Así que Brown tiene una fortuna billonaria, ha caído en el pueblo como si nada y ahora está en boca de todos—analiza con una sonrisa pícara—. Eres famosa, Brown.
—Me van a comer viva.
—Sí, y en esto lamentablemente estarás sola.
—¿Eh?
—Las chicas me advirtieron que si me veían contigo también las pagaría, por lo que también estoy contra la espada y la pared. Me dieron la oportunidad de hablarte por ultima vez para explicarte por qué me estoy alejando.
Me quedo muda. Con que a Rachel la han amenazado para que se separe de mí y ella está dudando si hacerlo o no, sino no me daría esta explicación.
—Me tienen miedo—concluyo tras pensarlo—. Me tienen miedo, Rachel—repito, más segura—y piden que te alejes de mí porque no saben cómo lidiar la situación.
Rachel frunce el ceño.
—Creen que si estoy sola me voy a deteriorar, pero no quiero que les des el gusto de alejarte de mí. Ni toda su fortuna junta llega a la nuestra—tomo su mano, nerviosa, esperando que no me deje.
—No quiero que me pongan en la lista negra, Evangeline—me quita la mano para que deje de tomarla—. Tú no sabes lo jodido que es aquí y no puedes asegurarme que no termine ahogada en la piscina cómo ha ocurrido años anteriores.
Entonces si va a dejar de hablarme.
—Sé que esto no es personal y que solo temes por tu vida, pero si algún día quieres compartir un helado conmigo, aquí voy a estar.
Rachel tuerce el labio, está conmovida. Pero mis palabras no son suficientes para que se quede, por lo que se levanta de su silla y se va a sentar a otro sitio. Lo que más me llama la atención es que la otra chica que tenia a mi derecha también se ha levantado y se ha ido, por lo que tengo los dos lugares vacíos.
Creo que ha venido a procurar que Rachel se despidiera definitivamente de mí.
Un complot de chicas para aislarme. Genial.
En la cena mientras todos comen y charlan con su grupo de amigos, yo observo la vela encendida que tengo frente a mí y como esta se consume poco a poco.
Las dos sillas que tengo a mis lados se arrastran a la misma vez. Una de las sillas las ocupa Dan, el cual me sonríe al verme y a mi otro lado tengo a una chica que no había visto hasta el momento, tiene el cabello rojo fuego deslizado hacia el costado y unos labios del mismo color pronunciados que me sonríen al verme.
Tiene un vestido negro con un tajo a la altura de la pierna, unos zapatos del mismo color y unos preciosos ojos oscuros pero intimidantes. Es igual de alta que Dan y no sé por qué se me hacen que son iguales.
—Complot eh—me dice ella y me toma la cara para darme un beso en cada mejilla—. No en mi estadía aquí.
Me quedo inmóvil. No entiendo nada.
—Evangeline, ella es Darya la loca, o mejor dicho, mi hermana—me presenta Dan, el cual tiene el traje desabotonado y suelto y ha dejado caer un brazo sobre el respaldo de mi silla.
—Hola—le sonrío, con entusiasmo y ella parece tan calmada que me da envidia no poder estar en ese estado.
—Se corrió la voz que Adíele ha hecho que te pongan en la lista negra, eso quiere decir, que todas las chicas van a ignorarte y parte de los muchachos también—me cuenta Dan con tranquilidad—. Pero no pudo convencer a mi hermana de que te odie con toda su alma.
Darya finge una arcada cuando mete su dedo en la boca en signo de que Adíele le da asco.
—No me van las cosas de chiquillas malcriadas que no pueden aceptar que no tienen el control de todo—explica Darya mientras los meseros empiezan a servirnos la comida—. Por lo que a partir de ahora si quieres sentirte segura, empezaras a sentarte con nosotros.
—Será un placer—respiro, aliviada—. Agradezco lo que están haciendo por mí, es horrible que te excluyan.
—Nunca nos ha pasado—espeta Dan con sarcasmo.
Por supuesto que seguro no les ha ocurrido porque son los Telesco, todos hablan de ellos y quieren ser como ellos.
Levanto la vista y siento la mirada de Adíele sobre mi al otro lado de la mesa. Sus ojos están fijos en mí, en Dan y Darya y puedo llegar a jurar que lo que estaba planeando se le ha venido a bajo en cuanto ellos se sentaron junto a mí.
Incluyo Rachel, quien se ha sentado junto a ella, está observando la escena, pero con placer. Como si estuviera orgullosa de mí.
Dan levanta la copa de vino que le han servido en dirección a Adíele y se la lleva a los labios.
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