¿Tu cama o la mia? Cap 11, 12, 13, 14 y 15.

CAPÍTULO 11.

—¡El corset no me deja respirar! —exclamo, incomoda frente a un espejo de cuerpo entero.

—Señorita Brown mientras más delgada se vea, más postulantes tendrá en la lista—insiste la vestuarista que se ha tomado muy enserio de que yo entre en ese martirio.

—¿Con qué pensamiento la han criado?¡Es estúpido lo que dice!

—Sin ofender pero su peso deja mucho que desear a comparación de las chicas del palacio, señorita Brown—se molesta, atando el corset con el rostro enrojecido por la fuerza.

—¡Peso 53 kilos y me he pesado hoy! —grito intentando que entre en razón.

Me suelta ya que ha logrado atarlo, pero siento como todos mis órganos se están dando un fuerte abrazo por dentro.

—Sin ofender, pero no se nota—responde, encogiéndose de hombros—. Seguro su balanza está mal regulada.

Si fuese por mí la enviaría a la mismísima mierda. Me contengo y no sé por qué. No soy cobarde, suelo decir las cosas en el rostro, pero también tendría un conflicto grande con el servicio de aquí y no quiero.

—El chico de maquillaje llegara y se ocupara usted. Luego, el otro muchacho que se dedica al peinado se ocupara de su cabello—me dice—¿Necesita que la ayude con la falda?

—No—contesto en seco.

La mujer se marcha y una vez que escucho que cierra la puerta de mi habitación, vuelvo a soltar el aliento.

Me ha llamado gorda y no es que sea algo malo o trágico, pero lo hizo de manera despectiva como si eso fuese algo malo o trágico.

La mente de todos aquí estaba contaminada y seria un largo camino para hacerle entender a todos que estar gordo no tiene nada de malo. Ni siquiera deberíamos cuestionar el cuerpo de otro ¿qué demonios le pasaba?

Me puse la falda como pude. Era un vestido estilo princesa bonito, pero no era de mi talla. Era incomodo y no me dejaba respirar como debía ser.

Su tono era un blanco inmaculado, brillante como si estuviera lista para casarme. Palidecí al ver que me habían dado un vestido de novia y me había dejado un velo sobre mi cama.

¿El desfile de presentación en la escalera sería con vestidos de novias?

***

DAN TELESCO.

Darya entra a su habitación y se da cuenta que su hermana ni siquiera se ha cambiado para el desfile. Eso lo deja consternado porque él ya tiene su esmoquin puesto.

—Deberías estar cambiada. El desfile iniciara en una hora—le recuerda su hermano mientras se acomoda la pajarita frente al espejo de su habitación.

—Creo que deberías saber que Adíele está haciendo una campaña para ensuciar a Evangeline, la chica exilio subiendo fotos pocos favorecedoras de ella en un perfil de Instagram.

Darya se acerca a su hermano y le enseña la pantalla de su móvil. Dan frunce el ceño.

Evangeline no parece ser de esas chicas que se toman fotos constantemente pero en todas sale en un perfil bonito, aunque con la boca abierta por estar comiendo, con un ojo cerrado y otro abierto que parece borracha y en otras distraída.

Son cuatro fotos en donde algunas chicas le han estado tomando fotos en las que ella no sale bien pero para Dan no significan nada.

—No le veo nada malo—le dice Dan—. Es decir, ella sale bien.

—Dan, sale con papada y con algo de panza en la mayoría de las fotos.

—¿Y?

—Están subiendo fotos en donde no sale para nada favorable para que nadie la escoja como postulante.

—Esto ya empieza a ponerse horrible.

—O calmas a Adíele o no me quedara otra que hacerlo yo.

—¿Y por qué no vas tú? A mí no me escuchara.

—Porque está haciendo todo esto para que tú no te fijes en Evangeline y quizás tú puedas frenarla.

Dan se la queda mirando y pone los ojos en blanco tras darse cuenta que no se ira de su habitación.

—Creo que si vas tú puede que pare—le pide Dan.

—¿No quieres defender a Evangeline? —su hermana se lo queda mirando, atónita—. Dan, fuiste tú el que me pidió que le mandara a hacer un pastel de cumpleaños para que no se sintiera sola y el que quiso sentarse junto a ella al ver que las chicas la estaban excluyendo ¿y ahora no quieres defenderla?

—No es que no quiera defenerla, Darya—dice él, en seco—. Es que ella sabe cómo defenderse del todo sola, solo hay que esperar a que explote y lo hará.

—¿Por qué esperar a que lo haga?

—Porque esa chica como la vez tan calmada y serena con todo lo que ocurre aquí, tendrá que formarse de carácter y cuando lo haga, seré un espectador fascinado—le responde él con una sonrisa—. Confía en ella y veras cómo enviara a todos a la mierda.

—Ya no te entiendo—la chica se echa a reír.

—¿Qué es lo que no entiendes? Evangeline es como un proyecto. Es una chica de una ciudad lejana que no ha sido criada en un pueblo como The Moon, va a sobrevivir porque incluso es más fuerte que la mayoría de las chicas de aquí que se acatan a las normas impuestas por sus padres ¿es que no lo ves, Darya?

Su hermana resopla, sentándose en la punta de la cama del chico y asiente con la cabeza.

—Voy a hacer que te entiendo pero no lo hago. Asentire con la cabeza y haré oídos sordos a partir de ahora—responde la joven observando sus uñas y se pone de pie nuevamente tras recordar que tiene que alistarse. Antes de que llegue a la puerta se da la vuelta y mira a su hermano—. En serio necesito que cuides de Evangeline porque dudo que sus padres puedan hacerlo, Dan. Aunque esa chica no te lo demuestre, debe estar aterrada y no queremos que sólo vea lo malo de The Moon, podria dejarnos mal parados.

CAPÍTULO 12

Las damas se colocan el vestido con admiración, ansiedad y expectativas altas. Es su presentación como damas solteras del pueblo disponibles tanto para hombres como para mujeres, no hay una barrera sexual. Todos estaban invitados a enamorarse, casarse y crear nuevos postulantes para un futuro.

Trajes fabulosos hechos por los mejores vestuaristas que daban que hablar en pasarelas de Francia y que costaban una barbaridad que la misma familia debían pagar. Luego tendrías que fijarse la boleta que el mismo palacio les enviaría con los gastos de sus hijos.

Evangelina se miro al espejo y no se reconoció. Al ver que estaba vestida de novia y no con un atuendo para ingresar a la universidad, le dio ganas de llorar. Se contuvo, pero no pudo aguantar las lagrimas una vez que llegó al pasillo.

Tenia un maquillaje precioso, sencillo pero que resaltaban delicadamente sus ojos, su cabello castaño oscuro caía como resortes sobre su espalda.

Bajó las escaleras del palacio con un ramo de flores en las manos una vez que mencionaron su nombre en alta voz y el resto de los postulantes aplaudieron recibiéndola. Bajó despacio, tomándose su tiempo, mientras todos contemplaban a la futura novia de alguien de ojos tristes debido a que el rímel se había corrido y había generado gotas negras que se deslizaban sobre su mejilla.

Esa medianoche, Evangeline representó lo que la mayoría reprimía por miedo. Porque era tan fuerte la tradición del pueblo que si alguien la cuestionaba no sólo quedaba como traidor a la patria, sino que pondría en juego la vida de uno y la de su familia.

Y que una joven por primera vez bajara por las escaleras llorando en silencio, con la mirada fría y al frente, sin ver los ojos de nadie, fue ver la representación de una niña que estaba en un sitio que no quería y que nunca se imaginó estar.

Y lo peor de todo esto, es que sus padres, por más que quisieran, no podían hacer nada por ella.

EVANGELINE BROWN.

Mantuve la mirada al frente porque no quería que el resto tuviera el gozo de conectarse con mis ojos que nada tenia que ver con ellos.

Un escalón a la vez bajaban mis pies y para mí tenía un significado simbólico porque mientras más bajaba, más daba a entender que me estaba entregando a ellos.

Sabia que ninguno iba a tener el privilegio de tenerme como esposa decorativa en una mansión enorme pero mis lagrimas demostraban mi miedo porque eso ocurriera.

Tenía miedo, me sentía pequeña y mis manos temblorosas estaban haciendo añicos los tallos de unas rosas blancas que no tardarían mucho en secarse.

Finalmente llegué al último escalón y me relajé porque ahora estaban viendo a un chico bajar con su traje y tras mirar hacia atrás y ver que era Dan el que desciende le sonreí forzadamente.

El me vio, me sonrío y luego volvió a ponerse serio tras seguir bajando mientras las chicas murmuraban lo atractivo que estaba y lo hermoso que se veía como novio.

No pensaba lo contrario.

Me coloqué junto a una columna. Todos estábamos de pie porque cuando descendiera el ultimo, comenzaría la fiesta de novios y novias. Me sentía ridícula vestida así y para no pensar en el verdadero motivo por el cual estaba allí, imagine que era una fiesta de disfraces con temática de boda. Y funcionó, porque al menos pude beber de mi copa (ni siquiera sabia lo que estaba bebiendo) un poco más relajada.

El resto parecía estar pasándosela bien, reían, charlaban y realmente estaban a gusto como si eso lo hubieran esperado toda su vida. Como si no supieran que había un mundo allá afuera que era mucho más que casarse con alguien que debías conocer en tan solo tres meses.

No sabía si se conocían previo en la escuela y debían tomar la decisión aquí. No sabía qué pasaría conmigo una vez que cumpliera los treinta. Al menos viví entre lujos y buena comida.

Miro los balcones del interior del palacio y noto que hay más personas mirando la fiesta. Las mujeres y los hombres que observan dicha fiesta observan con sus copas de vinos a los más jóvenes divertirse.

Llevan atuendos elegantes, pero son mucho más mayores que el resto y parecen tener un grupo aparte. Hay alrededor de treinta personas en aquel balcón.

¿A caso eran viejos postulantes que aún no llegaban a los treinta años y seguían en la espera de casarse?

—Definitivamente no creo que quieras hacer contacto visual con alguno de esos hombres—la voz de Dan me sobresalta.

Estaba tan distraída que no me di cuenta que estaba a mi lado.

—¿No lograron casarse aún?¿Por qué no están en la fiesta como nosotros? —le pregunto, confundida.

—Se les llama postulantes desesperados—me explica con un tono peculiar y elegante que sólo suelta para aclarar mis dudas—. Mujeres y hombres que esperan a que uno de nosotros caiga en su trampa y nos tomen como marido o mujer.

—¿Por eso nos están mirando?

—Exactamente. Somos carne fresca para ellos. Suelen vivir en el cuarto piso, que es exclusivamente para los que no lograron casarse en el primer año, y sólo tienen permitido bajar a uno de los balcones del segundo piso para ver la fiesta de los recién llegados.

—¿Qué pasa si uno de ellos desciende y se mezcla entre los nuevos?

—Nada.

Frunzo el ceño y lo miro.

—¿Cómo que nada?

—Nop, no pasa nada—se encoje de hombros y me quita la copa que llevo por la mitad. La bebe de un tiron—. Prefieren permanecer enigmáticos y misteriosos porque según ellos, la mirada puede atraparte que con las palabras. Lo inalcanzable a veces es tentador.

—Te tomaste mi copa—le reclamo.

—Me importa un pepino, soy rico—me toma de la mano de un tirón y cuando estoy a punto de protestar, noto que la mayoría hace lo mismo e involuntariamente me dirijo a la pista de baile.

—No, no Dan. No sé bailar—entro en pánico en cuanto me toma de una mano y con la otra toma mi cadera para pegarme contra su cuerpo.

Me pongo nerviosa. Ningún chico pegó su cuerpo contra el mío nunca y sé que no tiene intenciones pasionales por así decirle, pero aun así lo estoy.

Cuando me percato un vals inicia con ritmo rápido y Dan empieza a moverme a su gusto al tiempo con otras diez parejas.

El resto mira, rodeándonos.

—Prelude For Time Feelers por Eluvium—menciona Dan, admirado mientras bailamos a modo de tres compases.

O cuatro. Sinceramente estoy perdida. Bailamos en circulo y me sorprende la coordinación como si los hubiesen preparado toda su vida para este bendito infierno.

Parece una especie de pacto con el diablo. Nadie de aquí se está por casar y aún así, lo disfrutan como si se tratara de una boda.

Un compromiso para siempre con The Moon mientras suena una gran orquesta que seguro ellos mismos han adoctrinado para estos eventos.

—Oye—Dan me obliga a verlo a los ojos, los cuales, yo tengo muy abiertos—, respira con tranquilidad y todo estará bien. Estoy aquí.

Hay una promesa en su voz que me obliga a hacerle caso. Me sujeta la mano con fuerza y sus dedos clavados en mi cintura no llegan a hacerme cosquillas, pero es una sensación cálida.

Me da una vuelta en el lugar y vuelvo a estar contra su pecho.

—No quiero casarme, Dan—susurro, con la voz rota. Creo que estoy por tener un ataque de pánico—, quiero ir a la universidad, vivir sola con un gato o un perro, salir cuando se me plazca. No quiero un matrimonio.

—Por eso bajaste las escaleras llorando. No han parado de murmurar por qué.

—Bueno, ya me estoy acostumbrando a que hablen de mí—suelto con resentimiento.

La orquesta sigue tocando con más pasión.

—Hablaran hasta el hartazgo hasta que allá otro chisme salido del horno. Tú tranquila que dejaras de ser el centro de atención y serás alguien más que vive con ellos.

—Creo que no estás entiendo mi verdadero problema.

—Evangeline.

—¿Qué?

—No podemos hablar de lo que quieres, estamos siendo vigilados. Si ven que te opones contra la tradición del pueblo, puede que no te vuelva a ver—me advierte y esta vez tiemblo por dentro.

Y tenia razón, mirara a donde mirara, había agentes armados que querían pasar desapercibido con sus trajes caros.

—¿Crees que todos aquí quieren casarse a los diecinueve años? Claro que no—rechista—, pero no nos queda de otra. Muchos terminan siendo infieles a escondidas para compensar todo lo que perdieron tomando a alguien como esposo o esposa.

—¿La respuesta está en ahogarme en sexo, drogas y alcohol luego de que sea la esposa de alguien? —le pregunto, nerviosa.

Dan me mira a los ojos, no me dice nada, pero a la vez lo dice todo. Por supuesto que esta es la vida que nadie quiere pero que todos deben acatar por miedo a algo peor.

¿Pero qué es lo peor que te ofrecen si esto es una pesadilla?

CAPÍTULO 13

Adíele mira como Dan y Evangeline bailan al compás de la orquesta. Ella cada tanto lo pisa y este no parece afectado, ni siquiera se escandaliza por no saber algo tan simple como uno, dos, tres. Algo que apenas les enseñan en kínder cuando todos los del pueblo inician su escolarización.

La joven de cabello rubio y ojos luminosos que miran con rencor a la pareja predilecta que está en boca de todos, sostiene su copa de vino con más fuerza de la necesaria.

—Vas a romper la copa y harás un escándalo—le advierte Darya posicionándose a su lado mientras ve como baila su hermano.

Adiele endereza su espalda al ver que la hermana de su deseado prometido le ha dirigido la palabra.

—Estoy bien—menciona con una sonrisa falsa y una voz que no es de una persona que lo está.

El cabello rizado y rojo de Darya cae como tirabuzones sobre sus pechos pronunciados y la punta de esta cabellera llega hasta la cintura.

Sus ojos oscuros miran a la joven de al lado sin expresión y esta se contiene para no parecer débil.

—¿Sabes Adíele? Hay personas a las que debes dejar ir y no solo porque pareces desesperada, sino, por tu salud mental. Mi hermano te está enfermando, debes parar. Has enviado a una chica a que escriba la puerta de Evangeline, la amenazaste con una navaja cuando te enteraste que estaba junto a la habitación de Dan…¿qué sigue?

Esta vez, Adiele si la mira con seriedad.

—Cada quien utiliza la estrategia que desea, creo que deberías saberlo, Darya.

—Caer bajo no es una estrategia aceptable en The Moon.

Y antes de que Adiele pueda replicar, Darya saluda a una conocida a la distancia como si ella no existiera y se aleja.

La joven aprieta la copa más fuerte.

Le gustaba los retos y Dan era uno. Desde muy pequeña cuando supo el poder económico que tenia la familia Telesco en el pueblo quiso pescarlo para tenerlo para ella sola.

No fue un flechazo directo al corazón, no fue amor a primera vista. Si bien Dan era apuesto y todo un galan a la hora de charlar con una chica (cosa que te conquistaba al instante), tenia el dinero necesario como para alimentar a todo un país, incluso más.

Adiele lo acechó durante todo el periodo escolar, tuvo la ventaja de coincidir en varias materias de la escuela, las clases adicionales de equitación y natación, y no sólo eso, sino que encajó poco a poco en su grupo de amigos para poder estar más cerca de él.

La joven se tomo la molestia de hacerle creer a todos que su fortuna también era grande para entrar en las candidatas para Dan, porque sabia que su familia necesitaba que su hijo tuviera una pareja a la par económicamente.

Adíele tenia aquel triste objetivo de tomar como esposo a un Telesco ya que sus hijos, en algun futuro, tendrían la suerte de ser los niños más caros del mundo.

Como un mercado.

Pero Adiele no creía en suerte, creía en las estrategias de querer algo e intentar conseguirlo. Y veces tenia jugar sucio para lograrlo.

Cuando vio que sus notas en violochelo en segundo año estaban siendo amenazados por una chica que había conseguido mejores notas en otro pueblo, no dudo en mandar a uno de sus hombres (uno de los guardaespalda de su padre) a que le quebrada varios de sus dedos para que no se presentara en una de las audiciones en un conservatorio que ella también se presentaría.

Adiele obtuvo la mejor calificación y le envió flores a la dulce Poppy que prometía destronarla algún día, mientras tanto, tendría que vivir sin tocar aquel instrumento que amaba.

¿Qué? ¿Si Poppy estaba en el palacio también? Por supuesto, y era una de las que estaba mirando con tanto odio a Adiele, quien estaba distraída observando a Dan y Evangeline.

EVANGELINE BROWN.

Dejo de bailar, estoy sin aliento. Mi pecho sube y baja de manera acelerada, me estoy riendo porque he pisado a Dan un par de veces y promete devolvérmelo. Supuestamente, me tomara desprevenida y me dará un pisotón que me hará ver las estrellas.

No sé si lo dijo con doble intención ni tampoco lo entendí a la primera pero estaba decidido a hacerlo cuando menos me lo espere.

Voy a la mesa de bocados porque me ha dado hambre. La mayoría son bocadillos porque ya hemos cenado.

—Jamás vi a una novia llorar incluso en una especie de boda falsa.

La voz que tengo detrás no es la de Dan, ya que se ha quedado charlando con unos amigos mientras yo iba en busca de algo que comer.

Me doy la vuelta para ver quién me ha dicho eso y me encuentro con un sujeto alto, cabellera negra y ojos del mismo color que me observan con curiosidad.

Toma una servilleta de tela que toma de la mesa de bocados, la humedece con la punta de la lengua sin dejar de observarme y se me acerca para limpiar mis mejillas.

Me quedo inmóvil porque no lo conozco y porque no he tenido el valor de decirle que no lo haga. Me ha dejado atónita.

Tiene un piercing en el labio inferior y un tatuaje se asoma en su cuello y se pierde debajo de su traje descuidado y mal acomodado.

—Tienes el rostro manchado con rímel, mira—me muestra la servilleta y esta ha quedado negra en el sector que ha humedecido—. Aquel que no te lo haya dicho no creo que sea buena persona.

Mira en dirección a Dan y entiendo la indirecta.

—¿Disculpa? —logro hablar, algo nerviosa.

—Cuídate, Evangeline.

Se fue a paso tranquilo. Me lo quedé viendo porque aquí son todos extraños y se comportan como si quisieran cuidarme y a la vez matarme.

Voy hacia el tocador de damas y tras abrir la puerta, me encuentro con varias chicas vestidas de novia riéndose y hablando animadamente de cosas que no presto atención.

Las voces se van haciendo débiles en cuanto me dirijo hacia el espejo para ver qué tan manchado está mi rostro.

—Cariño, el maquillaje de calidad no te mancha la cara ¿es que no lo sabes? —me dice una de las chicas y su grupo de amigas se echa a reír.

—Ella no es de aquí, Máxima—le responde su amiga—. Es de Calipoponia.

—California—corrijo débilmente mientras intento quitar el resto de rímel negro de mi cara.

—Calipoponia suena mejor.

De nuevo sus risas estallan y lo único que deseo es que aquel manchón negro que hay debajo de mis ojos se vaya de una vez. Pero siento que lo estoy empeorando.

—Toma, cariño—la tal Maxima se acerca a mí y me da un frasco pequeño sin etiqueta—. Ponle esto al papel de baño y pásatelo por los ojos.

—¿Qué es? —lo miro con desconfianza.

Maxima enarca una ceja y el resto me mira como si fuese un ridícula.

—Es desmaquillante—responde con un tono de voz irritante—. El agua no hace nada.

Lo tomo al ver que no tengo otra opción.

Las chicas se van del baño una vez que terminan de retocarse el maquillaje.

Una vez sola, vuelco varias gotitas en el papel y empiezo a pasármelo por la comisura de los ojos.

Lo huelo y empiezo a tocer al ver que es fuerte. Pero eso no es lo peor, sino que cuando me doy cuenta que lo que me han dado no es desmaquillante es demasiado tarde.

Mierda, mierda. Esto pica demasiado la piel, los ojos empiezan a arderme de una manera insoportable. Empiezo a mojarme la cara con agua e incluso la meto debajo del grifo al notar que esto no para.

Me cuesta respirar y la desesperación me invade.

—¡¡Dios!! —grito al ver que no puedo abrir los ojos del todo y mi vista se nubla—¡¡Hijas de..!!

Gas pimienta.

Me han dado gas pimienta.

CAPÍTULO 14.

—El gas pimienta puede causar una sensación de ardor extremadamente dolorosa en los ojos y la piel. Si te encuentras en esta situación, hay algunas cosas que puedes hacer para aliviar el dolor y reducir la inflamación. Lava los ojos con agua fría: Lava los ojos con agua fría corriente durante al menos 10-15 minutos. Si es posible, inclina la cabeza hacia atrás y deja que el agua fluya sobre tus ojos. Usa leche o agua salada: Si no tienes acceso a agua corriente, puedes utilizar leche o una solución de agua salada para lavar tus ojos. La leche puede ayudar a reducir la inflamación y el dolor, mientras que la solución de agua salada puede ayudar a neutralizar los efectos del gas pimienta. Aplica una compresa fría: Coloca una compresa fría o un paño empapado en agua fría sobre tus ojos para reducir la inflamación y aliviar el dolor. No frotes tus ojos: Frota tus ojos puede empeorar el dolor y la irritación, ya que el gas pimienta se extenderá aún más. Intenta mantener los ojos abiertos y evita frotarlos. Usa solución salina para los ojos: Si tienes una solución salina para los ojos, puedes usarla para enjuagar tus ojos después de lavarlos con agua fría. Recuerda que el gas pimienta puede ser peligroso y puede causar daños graves si no se trata adecuadamente. Siempre es mejor evitar el contacto directo con el gas pimienta en primer lugar.

—¿En serio es peligroso el gas pimienta? No me digas—gruño, malhumorada.

Estoy acostada en mi cama con los ojos cerrado mientras él se ocupa de limpiarme con un paño que huele a leche. He tomado varios medicamentos y el ardor fue cediendo a medida que corría el tiempo.

Hemos intentado todo lo que ha encontrado por internet y la mayoría ha calmado algo mi malestar.

No he llorado aún porque creo que podria ser peor pero cuando esté sola y el ardor se vaya, lo haré para desahogarme.

—¿Estás segura de que no quieres que llame al enfermero? —insiste por cuarta vez.

—No, no quiero alarmar a mis padres por algo que se calmara en cualquier momento. Ya están pasando por mucho.

—Esto es por mi culpa—siento como el peso del lado derecho de mi cama se hunde y noto que se ha sentado—. Están celosas porque eres mi amiga y no toleran el simple hecho de que no habrá algo más.

Asiento con la cabeza. Sinceramente no lo estoy escuchando, creo que mi cabeza está en un sitio que no sea este palacio de porquería. Tanta riqueza, pero nada de respeto. Entonces, este sitio no tiene un valor real.

—Dan.

—¿Qué?

—¿Puedes hacerme el favor de no hablar? Se me parte la cabeza. —le pido—Ayúdame a sacarme el vestido por favor, me está asfixiando.

—Claro.

Me toma las manos y me ayuda a levantarme de la cama. Una vez que estoy de pie, siento como desata la cinta del corcet y me va despojando de las telas. Me quita el velo que ni eso pude quitarme por mi misma y finalmente, me quedo en ropa interior.

Ni siquiera escucho la respiración de Dan para darme cuenta de que sigue allí, solo siento sus dedos que trabajan lentamente para desvestirme.

Está detrás de mí y no puedo verlo, sólo percibir su presencia en medio de la larga noche que me espera sin visión.

—Supongo que no te incomoda que te vea en ropa interior—me dice y siento que tiene una sonrisa en los labios.

—Estoy segura que no es la primera vez que vez a una chica en este estado. Es por eso que no siento vergüenza.

—¿Mi experiencia te quita la vergüenza?

—Tu experiencia me da la comodidad de que no ocurrirá nada—le digo.

—¿Te vas a colocar la pijama?

—No, dormiré en ropa interior y no creo que salga mañana a desayunar. Tuve suficiente por hoy.

Me siento en el colchon y tanteando con mis manos consigo destender mi cama y meterme dentro del edredón.

Finalmente acostada, no escucho otra palabra de Dan.

—Buenas noches, Evangeline ojos quemados.

Me echo a reír. Al menos ha conseguido arrebatarme una sonrisa luego de la maldita tragedia.

—Buenas noches, Telesco.

Se aleja, lo noto por los pasos y escucho como la puerta se abre y se cierra.

Suspiro.

Estoy sola.

Y me echo a llorar una vez que mi cabeza toca la almohada. Anhelo mi hogar, no la estoy pasando bien y dudo que mi salud mental sea lo suficientemente fuerte como para soportarlo. Vendrán cosas peores, lo presiento y lo único que espero es poder ser fuerte.

Aunque si ellas juegan sucio deberé aprender hacerlo yo también.

DAN TELESCO.

Tras llegar a su habitación, lo hace cabreado. Furioso se quita la pajarita de su traje.

Los trajes para esposos suelen ser de alta calidad y confeccionados con materiales duraderos, ya que se espera que se usen en eventos importantes y se mantengan en buen estado a lo largo del tiempo. Además, es común que se complementen con accesorios como zapatos elegantes, un cinturón a juego y una corbata o pañuelo de bolsillo coordinado.

Y costó, para Dan, quitarse toda la ropa, dejandola en el suelo sin importarle nada. Sabía que debía recogerla él pero en ese momento es lo último que pensó.

Evangeline estaba en peligro, su hermana tenía razón. Se lo había advertido y este era el comienzo de las maldades por parte del grupo de mujeres que intentaban eliminar a la competencia.

Porque esta era una y los adultos no iban a intervenir porque no les convenia interferir en las estrategias de casamiento de sus hijos, porque el premio lo valía si estos conseguían un buen marido o esposa.

Fue al baño, se metió en la ducha una vez que esta estuvo templada y dejó que la ira se vaya por la cañería. Luego, para aclarar su mente intentó pensar en un plan, pero cuando cerró los ojos, lo que vino a su mente fue todo lo contrario.

Estaba detrás de Evangeline cuando le quitó el vestido de novia y gracias a Dios ella no pudo ver lo rojo que se puso al verle el trasero. Tenia una cintura de avispa no tan pronunciada. Era delicada y tenía una línea en el centro de su espalda como si se tratara de un camino que él tenia ganas de trazar con sus dedos, sólo por curiosidad.

Pero se contuvo. Por supuesto no iba a hacerlo y sabía que no debía mirarla de la manera que lo estaba haciendo, pero esa chica era exquisita en todos los sentidos.

Su piel parecía ser delicada y suave, y los huesos faciales estaban algo marcados debido a la falta de grasa en la cara.

Había pasado un día desde su llegada y no parecía estar comiendo bien. La verdad es que él no sabía cuánto tiempo había estado en el pueblo y algo le susurraba que la chica había empezado a disminuir sus comidas diarias.

Su cabello caía como manto negro lleno de bucles sobre uno de sus hombros.

Su ropa interior un sujetador sin tiras y una tanga negra sencilla, pero a ella, en particular, le quedaba precioso y excitante.

Dan se echó hacia atrás como si estuviera demasiado cerca del fuego pero Evangeline, prácticamente desnuda, le quedó grabada en la cabeza como un tatuaje.

Cuando se dio cuenta, dentro de la ducha y que lo regresó al presente, fue que su miembro estaba erecto, palpitaba y no le quedó otra que satisfacer su necesidad de tocarse. Tomó la punta de este y empezó con unos ligeros masajes que terminaron siendo explosivos.

Dan se tocó pensando en Evangeline, en su cuerpo y sus ojos tras danzar con ella. Dan se tocó pensando en lo que ambos harían si estuvieran juntos.

Dan se corrió diciendo su nombre con los dientes apretados y pegando su frente contra el frio azulejo del baño.

CAPÍTULO 15.

Me costó dormir, muchísimo y no pude conciliar el sueño por más que me estuviera muriendo por hacerlo.

El ardor en los ojos se fue, pero seguía sintiéndome molesta y algo sugestionada porque temía perder la vista. Mi preocupación bajó un poco más cuando pude visualizar los muebles de mi habitación asignada.

La luz del sol me cegaba un poco pero lo bueno es que al menos la lluvia se había disipado.

O al menos eso creía porque cuando me levanté, sólo estaba nublado y a lo lejos se veían más nubes negras aproximándose.

Había salido el sol que había logrado calar sus rayos entre las grietas de las nubes pero esto no había pasado aún, era el comienzo de la tormenta.

Golpearon a mi puerta. Por un momento me quedé muda, no quise responder pero tras insistir no me quedó otra que caminar hacia ella.

—¿Quién es? —pregunté, con la voz ronca.

—Darya, la hermana de Dan.

Me vino el alma al cuerpo. Abri la puerta y me alegró ver a alguien de confianza. Bueno, al menos eso me había demostrado.

—Vístete, vendrás conmigo a dar un paseo—ingresa a mi habitación con una sonrisa confiada.

Al mirar a esta chica pelirroja de diecinueve años, lo primero que me llama la atención es su cabello rojo vibrante que destaca por encima de su piel clara.

Darya tiene un rostro delicado con facciones definidas, y unos grandes ojos oscuros intenso que parecen brillar con luz propia. Sus labios son suaves y de un color rosa natural.

En cuanto a su apariencia, se nota que se ha esmerado en elegir su vestimenta del día porque estamos en un sitio demasiado caro como para no vestirse bien, ya que lleva puesta una blusa negra de cuello alto que le sienta muy bien, así como unos pantalones oscuros y ajustados que resaltan sus piernas largas y esbeltas. Además, lleva unos zapatos de tacón alto que la hacen parecer más alta y elegante.

En general, esta chica de cabello pelirrojo me parece muy atractiva y sofisticada, con una presencia elegante y un aire de confianza que la hace destacar en cualquier lugar al que vaya.

¿Qué nos queda a nosotros los mortales?

—¿A dónde vamos? —le pregunto, aturdida tras cerrar la puerta de mi habitación.

Darya se sienta en el borde de mi cama y la observa como si fuese distinta a la suya.

—A darle una lección a Adiele—entonces me clava sus ojos sin expresión—¿No es lo que soñaste anoche?

—¿Cómo sabes lo que soñé anoche?

Pone los ojos en blanco y me recuerda a la expresión de Dan.

—Fue sarcasmo, Evangeline. Sé que ahora todas las chicas del palacio son personajes de una pesadilla sin fin para ti, pero me tienes a mí—sonríe, elegante, tras cruzarse de piernas.

—No lo sé, no creo que ser lo suficientemente fuerte para devolverles lo mismo que me hicieron a mí. Simplemente no tengo maldad, Darya—me cruzo de brazos, insegura.

Se pone de pie, camina hacia mí y pone sus manos en mi hombro. Es como una serpiente amigable que puede clavarte los dientes cuando lo desee.

¿Hasta qué punto puedo confiar en ella?

—Dulce Evangeline—me acaricia con sus dedos la mejilla y me quedo tiesa. No suelo estar acostumbrada al contacto físico—, las cosas sucias déjamelas a mí ¿quién teme pecar cuando ya vives en el infierno? Elegiré el mejor atuendo para ti. La vestimenta será el comienzo de tu nueva personalidad porque la que tienes no te sirve aquí.

—¿Auch?

Darya se ríe, me suelta los hombros y se dirige a mi armario. Una vez que lo abre su sonrisa se desvanece y lo observa con asco que camufla con otra sonrisa.

—Ya sé, no tengo buenas opciones—le digo.

Suelta el aliento.

—Me necesitas más de lo que piensas, Evangeline—me asegura—. Nos vamos de compras.

—Pero no podemos salir del palacio.

—¿Quién dijo que debemos salir del palacio? El predio del palacio tiene su propia ciudad, Evangeline ¿no viste el mapa?

—¿Qué…mapa? —sonrío, tensa.

—Gracias a Dios tenga la paciencia de un ángel.

***

No esperaba que hubiera un centro comercial dentro del predio del palacio. Es decir, era un edificio aparte grandísimo donde la mayoría de los postulantes venían.

Ingresamos a una de las tiendas más grandes, yo caminando a la par de Darya aunque ella estaba a paso delante de mí si me ponía a reflexionar.

Entramos en una tienda de ropa de alta gama, y ella comienza a recorrer los pasillos, examinando cada prenda con atención mientras que las que atienden la reciben como si fuese lo mejor que les pasó en su vida.

Darya me habla sobre las últimas tendencias y cómo podemos incorporarlas a mi estilo personal para tampoco opacar lo que soy.

Me dejo llevar porque creo que es mi ultimo salvavidas. No puedo creer que estoy haciendo esto para encajar y que me dejen en paz.

Me muestra algunos vestidos elegantes de marcas reconocidas como Gucci y Chanel que me dejan sin aliento. Trago con fuerza al ver el precio. Mis padres no creo que puedan pagar esto.

Al probármelos, siento la suavidad de la tela y la calidad de la confección, y me doy cuenta de que estas prendas son verdaderamente especiales, te atraen casi hipnóticamente.

Continuamos explorando la tienda, y Darya me muestra algunos pantalones y blusas igualmente elegantes de marcas exclusivas. Me explica cómo combinarlos para crear un aspecto clásico y sofisticado, pero también fresco y moderno.

Me siento agradecida por su ayuda, y me doy cuenta de lo mucho que he aprendido de ella en un corto período de tiempo.

Y no me explica nada de mala manera, me lo cuenta como si le fascinara hablar de ello.

Finalmente, terminamos de elegir todas las prendas que necesitaba, y camino hacia el probador para probármelas.

Me miro al espejo, no me reconozco, pero a la vez, me gusta lo que veo.

“The Moon te traga, te hace suya y te escupe a la sociedad para que seas una plástica más. Ten cuidado Evangeline”.

No debo olvidarme nunca que esto lo hago para sobrevivir.

O esa fue la advertencia de mi madre cuando le pedí los datos de la tarjeta para que le haga una transferencia bancaria a los de la tienda.

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