Sin sabores, sin olores, sin visiones…
Absorto en la realidad rutinaria del habitante cero, de la ciudad perdida entre los interminables tacos y los despreciables semáforos, vivo con dolor, miedo, asco, lejanía, rabia, desazón… Iniciando y cerrando ciclos, en un automatismo, que va desgastando, sin dejar en el andar, nada más que una huella sin memoria, que se pierde en el tiempo y marca un periodo vago e inútil.
Todo está hablándome en negativo y mi escritura automática no está desarrollando la lógica paradójica, porque después de las frases hechas, a las cuales me acostumbre, no escribo nada nuevo y cadencioso, que fluya entre la poesía marginal de mis anhelos y la narrativa estructural de mis tejidos orgánicos estomacales…No hay una razón que pueda hacer volar mi imaginación y me sitúe en un espacio, en el cual pueda desarrollar mi existencialismo, para redimir allí, los fantasmas que me asolan en mis silencios matutinos…
Siento que están dadas todas las condiciones para hacer “click” con las frases o ideas, que van copando mi cerebro, pero no hay ventanas por las cuales entre luz y pueda poner a rodar esta manía de mi discernimiento, que rebuscadamente va tras los dilemas básicos de mi preexistencia simple. Soy un buscador de mitos nuevos, con los cuales pueda asirme a mi existencia, para tejer allí mis quimeras, que están desafiando mis instintos y me empujan a ciertos lugares desconocidos.
Soy un espectro, que sigue las filas del tren metropolitano como un ciego, que solo camina entre la opacidad de su visión y una imaginación torcida por las voces de quienes caminan a mi lado, señalando destinos inciertos…Un habitante gris, que deambula entre los edificios deshabitados, de un centro comercial extinguido por los números rojos, de una economía, que machaca seres, en una máquina siniestra y despreciable.
Mi sentido común, ha estado maltrecho, porque no ha podido fluir. Trata de explicarse el mundo, pero hay demasiados cabos sueltos y su lucha contra la emoción sigue perdiendo terreno, porque los imposibles se adueñaron un tiempo de mis ansias y caigo en los delirios de una voz, que sueña un mundo distinto, sin los espacios, que atiborrados de objetos, solo me hacen pensar en producir engaños para los fatigados latidos de mi corazón, que están permanentemente hablando, que somos apenas polvo en busca de los diminutos encuentros con un vivir, que está vedado para aquellos, que no están pensando.
Es que me lo he pasado dividiendo al mundo, entre mi razón lógica y mi sinrazón emocional, dejando de lado otras sensaciones, que me podrían iluminar estos extraños días de mi subsistencia. He perdido el rumbo de mi hoja blanca y allí ya no encuentro las razones simples y la hermosura de las palabras, que trepan por los abismos de una poesía encantada, que se convierte en flor, en el amanecer de un tiempo rezagado y olvidado por mis miradas, de pichón ausente.
He aprendido en estos años, que cuando se está viviendo partido, no se sabe que se espera de la realidad: si somos demasiado racionales, hay solo miradas frías, voces inquebrantables y destinos cortos; si estamos en la emoción, llegamos hasta las lágrimas, desafiando nuestro corazón, que expele una especie de gas, que hace saltar los sollozos hasta el infinito.
En resumidas cuentas, son los sinsabores de la vida, que me acorralan y acosan demasiadas veces en el día y no logro deshacer su impacto, porque no tengo las ganas suficientes para escribir y romper con la menguante letanía de mis días de citadino, que me enredan en rutinas de calles y tiendas de ropa, donde camuflado por la masa, voy sintiéndome menor de sueño.
Sin embargo, siempre estoy hurgueteando en el silabario de los sueños, donde aprendí de los antiguos poetas cosas que me marcaron con el dolor de una escritura tan contundente y sabía, que mis desvaríos son apenas una salida para mis entrañas, que están desde mis vísceras, tratando de decirme algo.
Pero me siento desgastado por mi incapacidad de pensar alto y te tener un vocabulario demasiado restringido, que no alcanza a expresar estas sensaciones de una nueva vuelta al mundo, con otros bríos, sin tanta lógica de por medio y donde se exprese aquel mundo nuevo, que llevamos dentro, que quiere expresarse libre y nos sigue siempre, como una sombra, por donde vamos.
Es un comidillo de sensaciones que me inunda los días y me niega el acceso a una literatura trascendente, donde pueda fluir con mis personajes y mis versos… Son conjeturas mal alimentadas, porque vago todo el día entre mis decisiones y mis labores rutinarias. Es mi voz la que habla, que sin los permisos de los fantasmas que me habitan, hoy ha desnudado su corazón, garabateando este discurso y escupiendo mi desazón.