Silencios
No hay nada que hacer, cerrar la boca y dejar que las manos sigan digitando, como una máquina, que escribe lo que ya se ha dicho de muchas formas: pensamientos que emiten sonidos conocidos de frases hechas por el ayer; voz que busca un decir en el desierto amplificado de la soledad embriagadora, que nos guía hacia los miedos póstumos; canciones, que nadie musita, que se quedaron en la retina perdida de alguna ciudad desconocida.
Son puntos y comas, que separan ideas al azar, pero que están destinadas para las voces de los que murieron asfixiados por los atardeceres y se quedaron petrificados, porque no hubo nunca un verso, que les permitiera vivir y subsistieron a la vera del camino, durmiendo para siempre, con un infinito haz de luz, que emite una ruta extraña hacia la muerte, donde millones de seres mastican sus historias personales, cautivos de una forma de existir y drenando los pensamientos, para iluminar a los que vendrán mañana.
Son soliloquios, donde escucho a alguien que no conozco, que está hablando por mí, sin saber quién es, qué intenciones tiene. Es una voz que repasa sobre mis sentidos ciertos títulos fastuosos y algunas frases, que me parecen entrecortadas y elucubradas, en un interior desconocido; es alguien que se esfuerza por hablar por mí, pero que no tiene los permisos suficientes para emerger a la luz. Un ser que vive silencioso, como una astro, emitiendo señas, que van más allá de mi atuendo formal de poeta descartado de los libros de poesía.
Es mi otro yo, que insiste en expresarse, en dar a conocer un mundo subterráneo, que me parece anacrónico, que está a contrapelo con lo que vivimos hoy, porque estamos conectados a pensamientos fáciles, fútiles y aspiracionales a un modo de sentir la vida como pasajero de un mundo en continua compra y venta… Es una voz, que a veces traza algunas flores en mis versos o señala acasos, más allá de los aparentes rayos del sol…
Algunas veces, este ser agota con sus insistentes poesías pasadas de moda; su voz que no cuadra con los sonidos de la actualidad; me cansa con sus sentimientos absurdos por los micro-cósmicos habitantes de nuestra tierra, a los cuales admira con devoción, levantando pequeños templos a las hojas caídas del Otoño o a las pétalos raídos por el viento, de la primavera emergente del sur de Chile…
No tengo idea porqué convertido en silencio, empieza a comunicar cosas, que no van a un receptor común, sino más bien, es una traducción “pirata” del silencio de nuestras propias interpretaciones, que siguen de largo y construyen, de acuerdo a lo breve o extenso, adioses pasajeros o definitivos…
De allí, salen tapiados de corazones rotos otros seres, que bajo una luz mortecina, matizan una escena de dolor, lejos de las realidades puras y cerca de un mundo, que está negado para la mayoría de nosotros.
Seres cuadrados con el dolor, que siguen al tiempo, que los arrastra por calles solitarias y oscuras de una ciudad hostil, llena de peligros para sus desconocidos corazones de terciopelo, que vagabundean el porvenir.
Silencios que no son silencios; silencios que trashuman distancias en remotos parajes, donde la mente ha descifrado frases dichas a la pasada, pero que en su momento, nunca tuvieron sentido, porque traducimos e interpretamos lo que más conviene y somos ególatras por conveniencia y nuestras canciones no alcanzaran nunca una disposición mayor, porque la valentía de nuestros espíritus se subyugó a la esperanza de una vida cómoda…
De este modo, el silencio construye frases, que son mortales para quienes están siempre naciendo y muriendo con los días de la primavera interior. Postales, que se amasan en lo íntimo de nuestras almas, como pequeños y delgados hilos, que se expelen por nuestra respiración, para dar cuenta que existimos de algún modo…
Son derivaciones de la razón que está siempre dando motivos para la existencia, pero sabemos desde hace mucho tiempo, que estamos muertos, porque no somos capaces de ver a los demás con los ojos del corazón y deambulamos mundos paralelos en busca del sentido común y fatigados de sueños prefabricados terminamos agotando nuestros créditos en los almacenes lúgubres del dolor.
Silencios para quien sufre el desamor y se ha quedado dormido en los recuerdos de una pasión perdida en la rutina de las mañanas frías y los atardeceres extraños del otoño. Esa estación del tiempo que va despojándonos de los recuerdos de un verano reciente…
Eso que nos hace estar más extraños, mirando taciturno las hojas amarillentas de las parras que desnudas nos hacen guiños de tiempos y razones de otras especies de seres, que conviven en nosotros, sin darnos cuenta.
Es la falta de dicción o simplemente son los mensajes que se han parapetado detrás de las palabras, haciendo mutis y no quieren ya expresar nada. Son las ideas que se han descompuesto con el advenimiento de las nuevas tecnologías, donde todo está manufacturado…O será el espíritu comunicativo de las cosas que se han personificado y exclaman desde el silencio, solo notas apagadas y de muy bajo volumen. Objetos pensantes, que están tirados por doquier, interpelando frases inconexas.
¿Será el silencio que dejan las gaviotas al atardecer marino o el silencio de la noche estelar, que brilla en el firmamento sin sentido? ¿O será el silencio que hace el alma, que está agazapada detrás de muchos cuerpos en el mercado?; o ¿es el silencio de los mensajes que interpreta el alma que no sabe que es la verdad de la existencia que tiene fecha de término y que en una recta de 100 metros agota su afán de redención?…
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