Serie de historias de ficción-relato corto: Espacio borrado

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Nieve cae con desdén en la penumbra nocturna, más allá del silbido apagado de la brisa no se podía escuchar nada. Una pequeña figura erguida daba pasos pesados de botines que se hendían en la suave masa blanquecina que inundaba el paisaje.

“Hmm… eso es-*tos, tos*” Dijo entre una chirriante tos la pequeña chica de los botines pesados.

Entre cerro los ojos para divisar intentar divisar algo entre la nieve danzante y la espesa oscuridad. Algo había cosquilleando su vigilia, una luz moribunda de alguna luminaria que había tenido mejores tiempos, echó a andar el motor a toda capacidad el motor en su pecho, la curiosidad la inundaba.

“Si tiene que ser!” Dijo con presura la chica que ya estaba en carrera hacia el lugar donde su vista se había clavado, sus delgadas piernas ya climatizadas rompieron la nieve con soltura. Notablemente aquello que la esperaba más allá del destello difuso de neón apremiaba el esfuerzo, o al menos eso esperaba una exhausta Ann.

“Ah… ah” jadeando casi de cunclillas, alzo la vista poco a poco en unisonó que erguía su espalda. El alumbrado de calle estaba derruido e inclinado, su base de concreto había sido cercenada tan perfectamente como si el mismo dios le hubiera asestado un tajo… más allá de la luz callejera, en frente de ella se desplegaba la inmensidad de la nada… un vacío insondable.

“Ahha..” continuaba jadeando, sus pupilas se dilataron al máximo ante el chocante paisaje…

“Wouhf” un ladrido agudo la saco de su estupor. Giro el cuello lentamente, ese sonido era casi tan irreal para ella como el vacío infinito del horizonte. En la lejanía podía pudo avistar una figura familiar, un labrador empapado en un charco carmesí reposaba en un frio montículo de nieve.

“Nero!” Se apresuro hacia su querido amigo moribundo. Al llegar hacia su peludo amigo pudo ver que su pata frontal izquierda había sido cercenada. Un corte limpio, el mismo patrón de la luminaria.

“Que está pasando aquí… solo fui a casa de abuela, me desmayé… cuando desperté esta ventisca de la nada… papa, ¡mama… hermano!” Dijo Ann con una curiosidad sobrenatural que la carcomía.

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