San Agustín y la teleología en la Historia de la civilización occidental

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El tiempo cíclico occidental se rompe con la creación de la teleología en la obra de San Agustín “Ciudad de Dios”

Por: Leopoldo Ágreda Lovera.

La percepción cíclicla de la historia en la civilización occidental, tiene sus raíces en San Agustín de Hipona, quien gracias a su obra cumbre “Ciudad de Dios”, trae varios elementos que cambiarán la percepción en la forma de hacer y escribir la historia, como lo es el concepto de la teleología, que continua ejerciendo influencia en nuestros días.

En varios aspectos la civilización occidental es heredera de aquel mundo clásico greco-romano, que continúa poseyendo vigencia hasta nuestros días, gracias a filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, poetas como Homero o Hesiodo, junto a historiadores como Herodoto, Tucidides.

Del período romano se puede rescatar la vasta influencia en el aspecto jurídico, su sofisticada ciencia militar, además de las grandes obras de pensadores como Cicerón, Seneca, entre otros.

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No obstante, la obra que más influencia ha tenido en el desarrollo del conocimiento histórico occidental no ha venido de este mundo, por el contrario, la concepción occidental de la historia es heredera de la explicación que ofrece San Agustín, luego de reflexionar sobre el saqueo de Roma, acaecido en el año 410 D.C, en su obra monumental “Ciudad de Dios”.

El mundo greco-romano observaba la historia de dos maneras particulares; una de ellas (la historia como maestra de vida) quedaría vigente hasta el siglo XVIII, mantenida aún por los pensadores ilustrados, la otra de ellas (la visión cíclica de la historia), sería fustigada por San Agustín, en su importante obra “Ciudad de Dios”, trayendo una nueva concepción del tiempo en la historia.

La primera de estas visiones particulares de la historia por el mundo greco-romano, es la visión de la historia como maestra de vida, en este sentido, a través del estudio de los hechos humanos anteriores a nuestra época, se podría tener un acceso al conocimiento de las causas y consecuencias de las grandes glorias y las peores miserias, para de alguna forma u otra, poder evitarlas no repitiendo sus errores, o saber a que atenerse cuando ciertos procesos se llevaran a cabo.

Esta visión de la historia como maestra de la vida, es patente aún en los filósofos de la ilustración, como señala Martín Caparros, en el estudio preliminar de la obra de Voltaire “Filosofía de la Historia”, que a través de una cita de Lord Bolingbroke, nos refiere: 

“(…) la historia es la filosofía que nos enseña por medio de ejemplos cómo debemos conducirnos en todas las circunstancia de la vida pública y privada; por tanto, debemos enfrentarla con espíritu filosófico (…)”. 

Esta visión solo sería superada en el siglo XIX, con el avance de nuevas metodologías y escuelas de pensamiento.

La segunda de estas visiones es la visión cíclica de la historia, la cual, fue muy importante entre griegos y romanos, gracias a la observación de los diferentes ciclos naturales, en los que veían una correspondencia con los ciclos de las sociedades humanas, comparándolos incluso con las etapas de la existencia, es decir las edades de: nacimiento, desarrollo, decadencia y muerte, muy común para explicar el auge y caída de grandes civilizaciones.

Esta concepción cíclica de la historia es cambiada en el pensamiento occidental, por San Agustín de Hipona en su “Ciudad de Dios”, donde el tiempo histórico a la par de la Biblia, inicia de forma lineal desde la creación del mundo, tal como sucede en el Génesis bíblico, hasta el Juicio Final presentado por el Apocalípsis de Juan.

En esta obra el filósofo cristiano nos explica las causas de la caída de Roma, por parte de las tropas “bárbaras” de Alarico, mediante el argumento teológico que muestra cómo Dios permitió la caída y el saqueo de Roma por que los romanos de la época, le dieron una prioridad a la carne que al espíritu.

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Mediante estos argumentos San Agustín, no solo muestra diversas explicaciones del espíritu y la carne, del bien y del mal, del libre albedrío y la libertad, sino que puede considerarse el primer filósofo de la historia, ya que a través de ese estudio, ofrece consideraciones de alcance global, rompiendo con la visión cíclica de la historia, al introducir la idea de la teleología, es decir, el fin último de la especie humana que es la conquista del bien y la virtud.

En este sentido la unificación con Dios, que es a donde los cristianos y San Agustín aspiran llegar, es considerada el fin de la historia, y será retomada esta idea por Walter Benjamin a finales de su vida, en las “Tesis de la Filosofía de la Historia”.

Esta idea teleológica será retomada por los filósofos posteriores en occidente, y cambiarían el fin último que veía San Agustín, por el progreso de la humanidad racional, el triunfo de la ciencia y la técnica, la abolición de los falsos ídolos, entre otros.

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