Relato

—¿A dónde vas? Cariño. Aún es muy temprano. — preguntó Dan al ver a su esposa levantarse en horas de la madrugada.

—Solo he tenido un mal sueño, ya vuelvo. — contestó Tara sin voltearse a mirarlo.

No podía conciliar el sueño debido a todos los pensamientos que rondaban su cabeza, se preguntó si tal vez había perdido las esperanzas de volver a amar a aquel hombre que se encontraba descansando en la misma habitación, en la misma cama que una vez fue el lecho donde entrelazaron sus cuerpos aquel día cuando se unieron en alianza. Tara no sabía cómo decirle a Dan que ya no lo amaba. Su insomnio era producto de pensar demasiado en el divorcio.

Había dejado de fumar, debido a que se vio afectada de salud, sin embargo, algunas veces lo hacía a escondidas de su marido. Él siempre estuvo atento a sus necesidades, y a cuidar que siguiera las indicaciones del médico al pie de la letra. La quería tanto como al principio, pero en su vida, le hacía falta algo más.

Sus caricias ya no le hacían sentir nada, su presencia ya se le hacía insoportable. Vivía sumergida en una monotonía constante. Abandonó su trabajo por caer en depresión a raíz del aborto involuntario que tuvo, trayendo como consecuencia la pérdida del bebé que llevaba en su vientre, el que casi le arrebataba también su vida. Dan la apoyó mucho luego de vivir tal experiencia, prometió trabajar tiempos extras, de ser posible, para costear todos los gastos. Soportó cada una de sus malas actitudes y desplantes, sabía lo difícil que era para ella afrontar tal situación y, aun así, no sentía era suficiente. Nada podía llenar ese vacío.

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