Relato “Delirios”, capítulo 6


VI
Tenía el examen final de mi carrera. Abordé un tren a las 6:15 am, pero en esos días y a esa hora los vagones están atestados. Viajan trabajadores, estudiantes, mujeres, niños, ancianos, trapicheros, toda clase de gente. Es un fastidio, prefiero los lugares abiertos.
Encontré un pequeño vacío y al rato el ferrocarril se detuvo para darle paso a una nueva masa, reduciendo mi espacio. Una mujer rubia se situó frente a mí, usaba un pantalón ceñido que insinuaba unas nalgas montañosas. No logré ver su rostro, debió ser joven, pues tenía la piel lozana y las carnes firmes que se atropellaban contra mi pelvis. Olía bien, sentí rubor porque mi sexo empezó a amenazar con desgarrar la cremallera del pantalón.
—Disculpa- me asombré pronunciando en voz baja una excusa ridícula.
— No tiene importancia- respondió comprensiva.
Adiviné la mueca leve de una sonrisa. “Esta muchacha no puede ser tan loca”, reflexioné.
—¿No te molesto?- entonces vi su rostro veinteañero y la sonrisa inequívoca.
El espacio era mínimo, pero nada la obligó a pegarse. Sus nalgas apretaron mi sexo y sentí mariposas de fuego aleteando en mis deseos. La iluminación estaba como un crepúsculo, entonces froté la cintura, el vientre y las caderas. La piel le ardía.
—¿Te gusta?- susurré con una voz que pareció un beso.
—Me fascina- respondió desvergonzada.
Giró el cuello y nos besamos. Continué acariciándola, restregándome contra su trasero.
Lucy introdujo una mano y lo atrapó con hambre, pero el tren llegó y la premura de la muchedumbre nos separó. Ya en el andén la busqué en vano, volvió a desaparecer. Me quedé solo, vacío, mientras batallaba con un mar de acuosidad entre las piernas, sin saber cuándo volvería a reencontrarla.
Recomendar0 recomendaciones