“Pesadilla trás las rejas”

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Por: Giovanna Hernández.

Capítulo 1

“La Suachi”

– Pégate a las rejas perra.

Le ordenaron la chueca y la caricari; está última la sometió torciéndole el brazo izquierdo.

– No me le peguen, que ése cuerpito es mío.

Mandó la Suachi, mientras se acercaba a Doris.

– Ésta noche te visito mamita, vas a sentir cositas que nunca has sentido.

Le dijo susurrándole al oído, mientras le acariciaba la entrepierna.

Pero aunque la pobre muchacha estaba allí físicamente, su mente se ubicaba en aquél frío tribunal, en dónde un jurado sin pruebas la condenaba, al mismo tiempo que un Juez carente de conciencia, le dictaba sentencia.

– Qué sé levante la acusada.

Ordenó él, mientras posaba su insensible mirada en ella. Doris no olvidará jamás ése rostro, porque en cierta forma, éste representó su boleto al infierno.

– Ciudadana Doris Serrano Álvarez. Éste tribunal la encuentra culpable, del homicidio del Ciudadano Armando Estévez López.

Por lo cuál se le condena a 30 años de cárcel, en el centro penitenciario femenino, sin derecho a fianza.

El sonido del martillo del Juez retumbó en su cerebro, cómo un latigazo a la misma alma.

-¿Eres la asesina? Yo soy la Sandy, estoy aquí por atraco a mano armada, que bueno que te pusieron en mi celda.

(Expresó la joven, recibiéndola amablemente)

Ella fué asignada a la celda 43, del ala A; compartiría litera con Damaris Alemán, alias la Sandy.

– Dime algo por favor.  ¿Quién es la Suachi?

(Preguntó inocentemente Doris, acomodándose en su litera)

La interrogante pareció incomodar un poco a la reclusa, quien tosió varias veces antes de responder.

– Habla bajo (Dijo mirando hacia todos lados) Es una Pran, la líder del ala A, es altamente peligrosa, controla todo, desde las vigilantes, hasta los guardias. ¿Por qué preguntas?

– Creo que es lesbiana, me coqueteó.

– Sí, ella tiene dos mujeres, la Celfi y la Sofi. Sí té marcó corres peligro.

– Dijo que vendrá ésta noche.

– Coño, ese engendro en mi celda; no puedo hacer nada por tí, contra ésa mujer no hay quién pueda aquí, si piensa hacerte el amor, lo más seguro es que me saque de la celda.

– Pero yo no soy lesbiana.

– Eso no le importa a ella, es bestial cuando actúa, yo tengo 2 años presa, la conozco bien, incluso, pago la prote.

– ¿Qué es eso?

– Sí no quieres morir, que te hagan la vida imposible, que te la pongan de cuadritos, tienes que pagar hasta por respirar.

– Yo no tengo dinero.

– Pagarás de otra forma, serás su esclava sexual o algo así.

La noche llegó, las celdas se cerraron, sólo quedó encendida la luz del pasillo; al fondo del pabellón se escucharon unos gritos, alguien pedía auxilio.

-¿Qué sucede Sandy?

Pregunta Doris nerviosa.

– No querrás saberlo, cállate mejor.

Le aconseja ella, al mismo tiempo que una mujer semidesnuda llega al frente de su reja. La misma sangraba profusamente por el lado derecho del pecho, a la altura de su seno; se veía golpeada, maltratada, moreteada por todas partes y lloraba desconsoladamente suplicando ayuda.

– No me dejen morir, yo no eché paja, ayúdenme….Noooo, suéltenme, soy inocente ….

No pudo concluir lo que decía, dos mujeres se la llevaban arrastrando por los pies. Dejando con su cuerpo, un rastro de sangre claramente visible, por aquel nefasto desplazamiento.

– Pero ésto es horrible, la van a matar.

Indica Doris, poniéndose las dos manos en la cara.

– Hay niña, no sabes en qué mundo caíste.

En eso ven llegar a la Suachi, la misma se detiene frente a la celda 43; en su mano derecha porta una pistola semiautomática. No venía sola, la acompañaban tres de sus secuaces.

– Hoy no serás mía Doris, éstos días son de limpieza; estamos depurando mí ala, eliminando la mierda. Óyeme Sandy, cuídame a mi princesa, si la pica un zancudo, te mato.

Sandy ante la amenaza, reaccionó con nerviosismo, conocía a la Pran, no bromeaba nunca, por ello se bajó de su litera con rapidez y sumisamente respondió.

– Cuenta con eso, lo haré cómo ordenas Suachi.

– Más te vale Sandy. Más te vale.

Advirtió, mientras besaba su pistola, eso en ella era un marca. Luego acotó dirigiéndose a Doris.

. -Ésta noche soñaré con tú vagina mamita.

Ésto lo Indicó, acariciando su vulva. Finalmente ordenó, a las tres procesadas que la escoltaban. Cuál si fuese un oficial hablándole a sus soldados.

– ¡Vámonos ya!

En la celda 43 quedaron  solas las dos jóvenes, todavía impactadas por los acontecimientos vívidos, quizás una más que la otra.

– Tenías razón amiga, ella está enamorada de tí. ¡Te jodiste!

Sentenció la Sandy, acostándose en la litera, ella no le contesta, sólo se voltea de cara a la pared y da rienda suelta al llanto; inocente era de aquel homicidio, en verdad, no era parte de aquel infierno.

Capítulo 2

“El inspector”

Sé tomó su café lentamente y contestó la llamada.

– Raúl. ¿Tienes la carga?

– Sí inspector, está completa.

– Te veo a las tres en el sitio.

– Bien, allí esperaré

Colgó y se levantó de su asiento, en el pasillo se encontró con el agente de inteligencia López Cedeño.

– Tenemos 15 listas.

Indicó, mientras revisaba la hora en su reloj. Esa era una costumbre en él, siempre estaba pendiente del tiempo.

– Son las 2 y ½ en 20 minutos los quiero en el lugar acordado.

– Si inspector, allí estaremos.

Dijo éste, terminando de fumar su cigarrillo.

Él corrupto inspector, mostró a López su peculiar sonrisa, se despidió de éste y salió al estacionamiento; con cierta calma abordó su vehículo, ya en su interior, cómodamente instalado, revisó de nuevo su móvil, observando qué tenía una llamada perdida.

– Halo. Katy, ví tu llamada, no te respondí al momento, porque estaba ocupado. ¿Qué querías?

– Hoy es el acto de Susan. ¿Lo olvidaste?

– Sí, lo sé, es a las 5, trataré de estar allí y no lo he olvidado.

– Te esperamos amor.

– Cuenta con eso, allí estaré.

Él Colgó, vió la hora de nuevo en su reloj y encendió su moderno automóvil (Un Chevrolet Aveo 2018, color negro) El cuál a pesar del tiempo transcurrido, se veía aún cómo nuevo.

Falta un asunto por resolver antes de revisar la carga (Eso pensó, luego expresó en voz alta) La vida de un policía es algo complicada coño.

Capitulo 3

“La Génesis”

Aquella boda fué algo modesta; pero muy lujosa, más que eso suntuosa. Armando Estévez López era el accionista principal de grupo Ciruma; un prospecto codiciado y perseguido por muchas mujeres.

– ¿Qué té parece todo mí amor?

Pregunta el acaudalado empresario a Doris, mientras la abraza con ternura; frente a ellos estaban Celina y Octavio, éste último enemigo oculto de Armando, qué buscaba ansiosamente la manera de desplazarlo de la empresa, de sacarlo de la directiva, de dejarlo en la calle.

– Ésto es un sueño amor.

Le Indicó ella, besando sutilmente sus labios.

– Felicidades a los dos. Qué todo sea dicha para ustedes.

Expresa Octavio, acercándose a la pareja con una sonrisa de oreja a oreja. Celina lo observa de cerca, sabía muy bien que aquellas palabras eran falsas.

La fiesta seguía por todo lo alto, mucho licor, buena música, excelente comida.

– Octavio ¿Has avanzado algo con la junta?

Pregunta Celina, al mismo tiempo que saborea un trago de buen vino.

– Logré los acuerdos que requería, pero necesito que tú, lo hagas firmar varios documentos. Yo hago lo demás; lo que implica, darle la legalidad necesaria.

– Está bien, cuenta con eso

Expresó ella y guardó silencio, no quiso seguir hablando, los pocos escrúpulos que le quedaban la molestaban.

Él encendió un cigarrillo y observó a los recién casados, luego probó un trago de whisky y sé quedó pensativo; al fondo la música se hacía sentir, unos bailaban, otros conversaban. Armando no se sentía bien.

CAPÍTULO 4

“La Doña”

Tenía años fuera del mundo empresarial; sólo quería estar allí, en ése espacio sagrado , en ésa especie de convento que formó, buscando paz para su alma. Por esa causa no salía de allí, de su enorme mansión, sólo eso quería.

 Todo lo había delegado en su único hijo, su adorado Armando.

Su muerte la deprimió aún más, con él terminó de sepultar sus ganas de vivir, no quería saber de nada ni de nadie.

El Doctor Arturo Lizárraga lo sabía, la conocía bastante bien, los dos conversaban en la sala principal.

– Eloísa, es necesario qué te actives en los negocios, que te incorpores a la junta.

Ella lo vé fijamente a los ojos; tenían una vieja amistad que sobrepasaba yá los 30 años.

– Estoy yá vieja para eso Arturo.

– Éste mundo, lo que llaman el conglomerado industrial, es un nido de víboras, debes cuidarte, una mujer sóla es un objetivo fácil.

– Represéntame tú, 

eres lo único que me queda. No confío en nadie más.

– Está bien. Mañana iré en tú nombre a ésa reunión que están convocando.

– Confío en ti , cómo lo hacía con Armando. Ahora por favor déjame sóla.

Pidió ella y él se retiró, dejándola sumergida en la soledad, en sus nostálgicos recuerdos.

Capítulo 5

“El operativo frustrado”

Pasó un momento por la comisaría, le habían dado el dato, de qué el equipo del Comisario Isaías Delgado, le seguía los pasos a su organización.

– Sí me descuido, ése pendejo llegará a mí.

Expresó bajando del vehículo. Rápidamente y sin perder tiempo, entra al recinto policial y cómo siempre, enciende un cigarrillo.

En la central, se encuentra con el agente Francisco Luna. Éste lo pone al corriente de todo.

– Inspector, cómo le dije por teléfono, tienen listo el operativo. Es sólo cuestión de horas.

– ¡Maldita sea Luna! Déjame hablar con Delgado, vé alertando a la gente.

– Deje eso en mis manos jefe.

(Indica éste tomando su celular)

Caminó a paso veloz por el estrecho pasillo, en verdad, tenía prisa por ver, con sus propios ojos que sucedía, al final del mismo cruzó a la izquierda, llegando así a la división contra el crimen organizado; allí encontró al inspector García Centeno.

– Inspector Garrido, que raro que ande usted por aquí.

– Me enteré que arman un gran operativo, quiero apoyar.

Centeno lo llevó a la sala de operaciones y le mostró el plan de ataque.

– En 24 tomaremos por sorpresa, los puntos señalados en rojo, usaremos una fuerza de 200 hombres, podrían ser más, sí tú unidad apoya.

– Hablaré yá con el Comisario Ramírez, dame media hora y te digo.

Garrido logró detallar visualmente los puntos de ataque, eran en total seis, de éstos, sólo dos le afectaban.

Salió rápidamente de la comisaría y efectuó 2 llamadas, desplazando de inmediato los sitios en jaque hacia otro espacio, ya convenido, ya planificado, era algo así cómo una especie de plan B. También habló con Centeno y se excusó, alegando qué el comisario rechazó el apoyo.

– Quedarás en ridículo Delgado. Perdida de material, hombres, equipos y tiempo, no puedes conmigo, ni con mi organización.

Ésto lo dijo satisfecho, con la labor realizada. Ahora iba rumbo hacia la carga.

Capítulo 6

“No te asustes”

El comedor prefencial era relativamente pequeño, 7 mesas redondas, cada una con 2 cómodas sillas. Aire acondicionado integral, 2 meseras, una persona encargada de los despachos y 2 cocineras.

La mesa de la Pran y su equipo, estaba distanciada de las otras mesas. Doris ocupó una de éstas con Sandy.

– ¿Qué tenemos hoy María?

Preguntó a la servicial muchacha, mientras ésta les servía café.

– Sandy. El menú de hoy es: “desayuno a la americana.” Tostadas, mermelada, tocineta, huevos y un jugo de naranja natural.

– Perfecto, trae dos entonces y con poca azúcar mi jugo. ¿Tú estás de acuerdo Doris?

– Sí , me parece bien, pero te quería decir algo, te parecerá un poco loco el comentario, pero ésto no tiene el aspecto de una cárcel.

Lo anterior lo acotó, recorriendo con la vista el amplio comedor. En ése momento se aparece en aquél lugar, una mujer de color, alta, corpulenta, bastante enojada, que increpa duramente a la nueva.

– Mira plasta de mierda, llegaste ayer y ya te das tremenda bomba, te voy a partir la cara, para que aprendas y respetes.

Doris no entiende aquella reacción, simplemente se queda inmóvil; quién habla por ella es la Sandy.

– No la toques Piny, déjala en paz.

– No te metas Sandy, la traigo entre ceja y ceja.

– No, no entiendes, ella es intocable.

Lo último qué expuso la Sandy, la hizo dudar, al punto de detener su avance.

– ¿De qué hablas?

(Preguntó algo nerviosa)

– La protege la Suachi, sí le tocas un pelo, nos matan a las dos.

La Piny echó hacia atrás varios pasos, no tenía la más mínima idea de qué aquella indefensa muchacha, contase con tan poderosa aliada. Debía disculparse, no le convenía para nada, que la damita se quejara con la Pran.

– Por favor muchacha, disculpa mi estupidez, disfruta tu comida, tú también Sandy. Pero no le digan nada a la Suachi, no quiero problemas.

Diciendo ésto se retiró del comedor, cómo alma que lleva el Diablo.

– Ya trajeron el desayuno, comamos Doris y no te asustes, todo está bajo control.

Capítulo 7

¿Firmará Armando su muerte?

En el saloncito sólo quedaban festejando, la pareja de recién casados, Octavio y Celina.

– Armando sé ve mal Octavio.

Éste se ríe y responde.

– Toma ésta carpeta, vé allí y trata de qué firme éstos 2 documentos, lleva éste sello, debe estampar la huella de él en ambos.

– ¿Crees que lo haga?

– Claro que lo hará, los dos están drogados, puse algo en su bebida. Ella sobre todo está aturdida, no será un obstáculo, vé yá.

Celina fué hasta ellos y efectivamente, él firmó y puso la huella en ambos documentos, mientras qué Doris luchaba con sus párpados para no dormirse.

– Aquí están Octavio.

Indica ella, entregándole a él la carpeta.

– Muy bien amor, ahora salgamos de aquí, todo está arreglado.

Así lo hicieron los dos; rápidamente abandonaron el pequeño salón, tomando el corredor principal. Sé dejaron ver eso sí y a propósito, por varios empleados, ésto buscando una coartada.

Adentro quedaba un mesero, un hombre infiltrado por Octavio; muy profesional en su trabajo; nunca dejaba pistas de nada.

 Éste sé encontraba en el salón, listo para activar el homicidio de Armando; el cuál yá dormitaba en su asiento.

– Qué vaina viejo, no pudiste disfrutar de tu luna de miel y tan buena que se ve la perra.

 Después de éstas palabras, dirigidas al futuro difunto; sacó un revolver Smith Wilson, Calibre 38 y utilizando manos enguantadas (Para no dejar huellas) Lo colocó en la mano derecha de Doris, accionando dos veces el gatillo contra el pobre hombre, el cuál quedó muerto en el acto, ésto mientras ella, sé dormía plácidamente con el arma en la mano.

Rápidamente, cumplida su misión ; el asesino dejó la escena del crimen, para continuar con su aparente trabajo (Que no es otra cosa que una fachada). Afuera había confusión por los disparos, un verdadero corre, corre, pero nadie tenía idea exacta de la procedencia de los mismos.

Atrás quedaba la desafortunada pareja, ya no celebrando; escrito estaba para ellos un dantesco final.

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