Perdidos cap1


Capítulo 1
Riiiiimgg…Riiiiiiimgg…
Escucho sonar a lo lejos el despertador, aunque en realidad lo tengo a pocos centímetros.
¡Oh! ¡Mierda el despertador! Me caigo de la cama al reaccionar de mi ensueño. Me he quedado dormida como bueno… casi siempre.
Abro los ojos lentamente por que todavía los tengo pegajosos por la lagaña matutina. Masajeo un poco mi muslo derecho que fue el que amortiguo todo el impacto; duele, pero no tanto. Al terminar de abrir por completo mis ojos y mirar el aparato que suena como desquiciado en mi mesita de noche, me fijo que son las 7:30 am.
¡Recontra mierda! Es tardísimo. Seguramente me mataran, está será la tercera vez que llegue tarde esta semana y honestamente me estoy quedando sin buenas excusas.
He estado acostándome tarde por que mi vida es muy ocupada y atareada.
《¿Ver Netflix hasta las 2:00 am, es una vida ocupada? Descarada.》
Mi estúpido cerebro jugando siempre en mi contra, a veces quisiera desconectarlo un ratico.
Me levanto apresuradamente y corro al baño a intentar asearme en 5 minutos.
Nunca aprenderás que es una buena coordinación cerebro-cuerpo hasta que te toque peinarte y cepillarte los dientes al mismo tiempo. No me bañaré, pues no tengo tiempo ni ganas, además me bañé ayer a las 12am, ósea cuenta como si me bañé hoy también ¿verdad?
Al terminar de lavarme el rostro y hacer pis, salgo corriendo en mi shorts de pijama hasta mi armario que está en frente a mi cama; es un armario chico como mi cuarto que tiene las paredes de un lindo rosa pastel y le da un aire acogedor a mi pequeño aposento.
Me saco la pijama y no me da tiempo de doblarla o algo por el estilo, así que solo la aviento en donde caiga. Abro las puertas de mi armario y la imagen de mi ropa tan desordenada como mi cama en estos momentos, golpea mis ojos.
《Deberías ser un poco más ordenada ¿No?》
En este instante no tengo tiempo de refutar a mi cerebro, hago un escaneo rápido por mi desastre hasta que consigo mi uniforme. Lo saco y me visto tan rápido como nunca lo había hecho en mi vida.
Busco mis zapatos debajo de la cama y no están, en el armario tampoco y en el lugar donde se supone que deberían ir ,mucho menos.
—¡Aaagh!— suelto un gruñido de exasperación— ¿por qué cuando uno busca las cosas nunca aparecen?
Salgo de mi cuarto corriendo hacia la sala que también es mi cocina en realidad , mi departamento es pequeño como mi cuarto, pero eso no me molesta ya que no necesito tanto espacio, porque vivo yo sola y este es el lugar más económico que puedo costear.
Busco debajo del sofá y no están, debajo de la mesa menos, ni una señal de vida de ellos.
Me subo arriba del sofá y uso mi último recurso.
—¡Zapatos! Si me escuchan díganme donde están— digo en voz alta como si en verdad me pudieran escuchar. Ojalá me pudieran responder.
Doy un pequeño giro en el sofá, escaneado mi entorno en busca de mi calzado desaparecido. Detengo mi vista en la cocina y los veo ¿los veo?
Bueno no es el lugar donde una persona normal esperaría encontrar sus zapatos, pero al menos los encontré. Uno está sobre la estufa y el otro dentro del fregadero.
—¿Cómo rayos llegaron ahí?— pregunto poniéndomelos sin perder más tiempo.
Los recuerdos de la tarde anterior, llegan a mi memoria. Ayer al llegar y escuchar en la radio, mi canción favorita, empecé a bailar toda inspirada , me subí sobre el sofá cantando a todo pulmón y moviendo mis caderas al ritmo de la música. Me quite mis zapatos y los usé unos segundos de micrófonos y luego los aventé sin mirar a donde.
Así llegaron a ese sitio tan peculiar. Seguramente mi madre me estaría viendo en este momento con cara de desaprobación.
Ato mis agujetas, corro a mi refrigerador ,tomo una manzana y un sándwich a medio comer que fue lo único que tuve a mi alcance. Corro hacia la puerta, cojo mis llaves de la encimera al lado de la puerta, abro y corro como una loquita hasta el ascensor.
Pulso el botón y siento que tarda una eternidad en abrir. ¿Por qué cuando estoy apurada todo se junta en contra mía? Se abren las puertas , entro, marco la recepción y espero a que se abran las puertas de nuevo.
《Pudiste haber bajado por las escaleras, solo vives en el tercer piso.》
¡No me juzgues! Le gritó mentalmente a mi consciencia o lo que sea, que sea que me habla en mi cabeza.
Se abren las puertas del elevador, lo primero que golpea mis ojos es la luz del sol mañanero, que se cuela por la gran puerta de cristal del edificio. Le cuesta un segundo a mis ojos acostumbrarse a tanta iluminación, pero no pierdo ni un segundo y corro hacia la salida.
Ya afuera diviso la parada del bus a unos pocos metros y corro hasta ella.
¡Por dios! Llegaré toda sudada si sigo corriendo así; Ojalá pase el bus rápido. Y como si mis plegarias internas fueran escuchadas por un ser supremo que se compadece de esta simple mortal, veo por la calle avecinarse el bus.
En estos momentos de mi urgida vida, necesito un conductor de bus al estilo rápido y furiosos, no uno en modo abuelita en andadera.
El bus se aparca y se abren las puertas, subo, le pago al chófer y camino a un asiento de los últimos.
Busco mi celular para ver la hora y no lo encuentro ¡Oooh! ¡Noooo! Llega a mi mente el recuerdo del móvil, sobre mi mesita de noche, justo al lado del odioso despertador.
—¡SE ME OLVIDÓ!— y no me percató que lo grité en voz alta, hasta que todas la personas en el bus voltean a verme y siento sus miradas como agujas en mi piel.
¡A quien demonios se le olvida el celular, hoy en día! Si mi móvil es como mi segundo oxígeno.
Hundo más mi cuerpecito en el asiento, resignándome a dejar a mi amado celular en casa. Creo que mi cara debe ser una fusión entre perrito regañado y niña malcriada.
La música del bus es relajante, demasiado diría yo, estoy que me vuelvo a quedar dormida. Gracias al cielo el chofer conduce a una velocidad razonable, pero los baches en el asfalto hace que el bus dé pequeños saltitos y cada vez que lo hace me golpeó las pompis, contra el duro asiento plástico.
《¿Pompis? ¿Acaso eres una niña de 5 años? Dile nalgas, como una mujer.》
¡A mi me gusta decirles así! ¡No opines!
En serio, a veces creo que mi consciencia y yo, no nos llevamos bien, parecemos dos personas totalmente distintas. Me cae mal.
Me como mi desayuno improvisado y el chofer avisa la siguiente parada, le hago una seña para indicarle que me bajo en esa, pero creo que fue más un gesto grotesco, por mi boca llena de comida.
El chofer asiente con una leve cara de asco.
Se aparca en la parada y bajo con prisa, corro hasta las puertas de cristal, donde lo más seguro es que detrás de ellas me espere un súper mega regaño. Llego a la entrada y veo el interior alumbrado por las luces fluorescentes, doy un pequeño suspiro, me preparo psicológicamente para lo que viene.
Entro y camino, orando por no toparme con ella. Pero como hoy es un día de la mierda, es ella la que me recibe.
Me intercepta en mi intento fallido de entrar sin que tuviera que lidiar con su obstinada presencia.
— Alisha Pray, llegas tarde— me dice con toda la petulancia que puede concebir su existencia.
《Tenía que ser la perra de Kamilet Brown》
Por primera vez estoy de acuerdo con mi mente.