Novela corta”Más allá del pecado”, capítulo 10
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8:30 pm, caminábamos hacia una casona en Colón. Rosy me había hablado sobre un culto que allí se celebraba. Pensó que aceptaría acompañarla por carecer del carácter solemne de las grandes iglesias, y tenía esperanzas de que volviera a Cristo. Supongo. Y fui, no por deseo, sino parar complacerla. Me sentía culpable por el asunto de Alina.
Fuimos recibidos por una amiga. Al entrar nos encontramos una habitación espaciosa. Había alrededor de cuarenta personas. Unos sentados y otros de pie. Todos aplaudiendo al compás de la música. Todo bullicioso y animado. Muchos daban testimonio de los supuestos milagros de Cristo. La amiga de Rosy me presentó. Dijo que yo era alguien con grandes dones y profundos conocimientos, de quien Dios le reveló sus planes para usarme con poder, impactando a la ciudad. Me sentí avergonzado con esa ampulosa y absurda presentación. Quise irme, sin embargo me consolé al constatar que la vida continuaba allá afuera y en una hora volvería a mi realidad. Terminó el culto. Rosy pidió oraciones, para “quedar embarazada con la ayuda del Señor”– según dijo. Hacía tiempo buscaba un hijo sin conseguirlo.
Llegamos a la casa. Estaba feliz de acompañar a mi mujer, que lucía hermosa y alegre. Ya en la cama la abracé y mi verdadero paraíso se hizo carne y se llamaba Rosy. Terminé sorprendido por un grito orgásmico, compartido, en el que derramé mis líquidos en lo más profundo de su ser. Ansiaba darle ese hijo porque la quería más allá del pecado.
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