Novela corta “Más allá del pecado”, capítulo 5

V

Llegó septiembre y no me presenté a la rematrícula ¿Para qué? Tendría que simular demasiado e igual resultaría descubierto. Asumí la derrota.

Hasta pensé casarme. Debí estar loco.

Con el tiempo, Odalys, bajo el influjo de la pasión, me confesó sus experiencias. Tuvo relaciones con extranjeros. El último le había propuesto matrimonio y quería llevársela para España.

–Lo dejé cuando te conocí– dijo mientras su boca hurgaba en mi sexo.

No bajé la guardia, solo le di tiempo al tiempo….y el tiempo me dio la razón.

Era un viernes bien temprano. El reloj marcaba las 7:00 am cuando el teléfono sonó.

– Dígame.

Hubo silencio al otro lado de la línea. Odalys se acercó. Vi en el rostro una leve angustia. Empecé a preocuparme. Su actitud me decía que algo malo estaba por ser descubierto.

– ¡¿Dígame?!–insistí

Una voz con acento español preguntó por Odalys, que apenas se movía. Parecía una estatua.

Le extendí el teléfono. La miré con tristeza y me devolvió el gesto quizás avergonzada, no sé, los ojos se le humedecieron. Presentí el final.

– Aló

Daba cualquier cosa por conocer lo que Odalys, en silencio y con cara lagrimosa debía estar escuchando. Aunque todo era de golpe comprendí la situación. Algo obscuro salía definitivamente a la palestra. Mi cerebro, apagado en esos meses de sexo y ternura, había perdido suficiente lucidez como para ver la realidad.

Mintió, no había terminado con el extranjero. Pensé tomar una decisión.

– Mi primo– la voz salió sin convicción, casi inaudible. Entendí que mentía– Sí, sí… claro…está bien…sí un beso… claro.

Se hundió en el sofá y rompió en llanto. Sus lágrimas goteaban sobre el mueble como lluvia torrencial. “¿Será sincera?”–me pregunté. Parecía que sí. Me resultaba imposible aceptar que su llanto fuese histrionismo. No me fié del todo pero la acompañé en silencio. La dejé desahogarse. “A fin de cuentas no soy un hijoeputa. La quiero y la perdono.”– pensé. Aún así, la decisión estaba tomada. La iba sacar de mi vida.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, sin palabras. Ella sollozando con el rostro hundido entre sus manos, yo aguardando con resignación un diálogo necesario y doloroso.

– ¿Qué debes decirme que hasta ahora no sabía?–rompí el hielo

– Escúchame por favor. Solo eso te pido porque por sobre todas las cosas tú eres lo mejor que me ha sucedido en la vida.

– Bien, estoy esperando lo que vas a decirme.

Y volvió a sufrir otro ataque de llanto. Parecía como si nunca fuera a acabar. Comencé a perder la paciencia. Entré al cuarto para recoger mis cosas. Estaba loco por ella. El alma sangraba por tener que irme pero no quería ser el juguete de una prostituta, ni me alcanzaba el valor para compartir la piel de una mujer.

–Por favor, necesito que me creas porque voy a abrirte el alma. –No sabes cuánto me duele haberte mentido. Yo había tomado la decisión de dejarlo pero imagínate, mi vida ha sido dura desde que nací. Ese viaje para España es la oportunidad que tengo de mejorar mi vida y nuestro futuro, por eso estuve indecisa si decírtelo o no. Perdóname, con el tiempo se me hizo difícil contarte la verdad. Es que tú eres muy machista para estas cosas. Tuve miedo perderte porque eres lo mejor que me ha sucedido. A pesar de todo te amo de verdad. ¿Me perdonas?

–¿Cuándo vendrá ese hombre?– quería saberlo todo, llegar hasta el final.

–Venía en junio, pero todo se agilizó para el inicio de los trámites, por eso vino ahora. Lo planificó un mes atrás pero no dijo nada para darme la sorpresa cuando llegara.

–Seguro el muy cabrón lo sabía todo de nosotros–inquirí conteniendo la ira.

–El no supo nada porque le pedí llamarme a casa de una amiga. Le dije que se me había roto el teléfono. Se enteró por ella. Me lo dijo ahora, diciéndome que estuviera tranquila, que él comprende, porque llevamos un año sin vernos, que a pesar de todo me quiere.

–¿Qué más te dijo?

Guardó silencio y bajó la cabeza.

–¡Dime qué más te dijo cojones!– ya no pude contener la rabia y el dolor clavado en las entrañas.

–Tengo que esperarlo en el parque a las 11:00 am. Vendrá a recogerme y de allí a una casa alquilada en Boca Ciega para pasar el fin de semana. ¿Qué hago?– lloró en actitud de sumisión.

– Tú has lo que te dé la gana. Por mi parte ya decidí lo que voy a hacer.

Sentí un nudo en la garganta. La aparté con rudeza. Me puse de pie y empecé a recoger las cosas.

– Sí tú no fueras como eres…

– No sería ese hombre del que tú dices haberte enamorado. No se puede tener todo en la vida. Uno debe estar dispuesto a perder algo para ganar lo que en realidad vale. Cómo tú no sabes lo que vale la pena no te encuentras en condiciones para decidir lo que debes perder. – reprimí las ganas de llorar.

– No es así. Sucede que para los hombres todo es fácil. Tú no puedes aceptar mi situación porque no tienes nada que perder.

– Tienes razón, si tenía algo por lo cual luchar ahora lo perdí. No te culpo, fue mi decisión. Te va a coger tarde. Tienes que irte y yo también.

Se abalanzó. Abrazos y besos. Me dejé hacer. No resistí. Era difícil separarse de su piel, su aroma y su boca. A pesar de todo la quería, pero el dolor resultaba insoportable.

–No me dejes– rogó.

Las palabras salían sin fuerza, casi susurros. Como mujer luchadora, no quiso rendirse sin intentarlo todo

– Piensa, no necesitas demostrar tu hombría. Eres mi macho y pase lo que pase, siempre voy a ser tuya, solo tuya.

Tuve miedo, no podía ceder. A duras penas traspasé el portón que separaba la vivienda de la calle. Al fondo, proveniente de una casa cercana escuché el éxito musical del momento, una balada que me machacó por mucho tiempo. No pude evitar volver el rostro y entonces la vi, observándome afligida, con el rostro lleno de lágrimas.

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