Novela corta “Más allá del pecado”, capítulo 3

III

La tarde del jueves se alejaba entre el murmullo de los niños jugando pelota o la distante voz de un vendedor ambulante. Llegaba el crepúsculo habanero y aparecían las primeras luces de la ciudad. La noche cubría con lentitud el paisaje desde la colina de Santos Suarez, en el seminario teológico bautista.

Orar, leer La Biblia, aferrarse a La Fe, nada de eso servía. Mi ánimo flaqueaba. Era un seminarista en el primer año de su pastorado. Quería predicar a Cristo, ser un fiel seguidor, pero las buenas intenciones no eran suficientes. Mi novia se había ido del país. Hija única, se fue con los padres. Estaba deshecho.

–Chico, no seas bruto, podemos seguir hasta que volvamos a reunirnos de nuevo, entonces nos casamos.

–No Danita, eso así no funciona. Tú allá… no se sabe por cuánto tiempo…y yo no tengo planes de irme. Aquí está mi llamado.

No sirvieron sus ruegos. Me mantuve en mis trece.

Y entonces, con los meses mi integridad comenzó a tambalearse. Con veinticinco años y nunca había tocado a una mujer. Mi libido a cien y el alma hecha pedazos. Quería esperar el tiempo de Dios pero al parecer él no tenía apuro. Mientras tanto, mi cuerpo sufría, tenía hambre de mujer. Cualquier mujer.

Llegó la noche y terminé el devocional masturbándome en la azotea. Nadie pudo verme. Mi cerebro dibujó una figura de mujer voluptuosa con rostro indefinido. La penetré y se desbocó, se movía descontrolada. Pude escuchar sus gritos de placer, sentir el olor a hembra y el orgasmo femenino mientras intentaba romperse contra mi lujuria. No resistí más. Los líquidos salieron de mi cuerpo con una presión dolorosa. “Señor, perdóname y ayúdame, voy a volverme loco.”

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