No me preguntes que somos
Tengo miedo a que otra piel te roce, a qué puedas llegar a sentir con alguien más. Pero creo que lo insoportable sería, no poder volver a ver, a través de esos vidrios, tus ojitos de niño dulce, que me dicen todo está bien y me tranquilizan. Él solo hecho, de vislumbrar una duda en tus sentimientos, hace que todo el cuerpo me duela, al punto de no poder mantenerme en pie.
No me preguntes qué somos, los títulos se hicieron para los libros y sabes qué amo leer, pero esta vez, la historia la escribimos juntos, sin apuros ni presiones. Así, simple, con miradas y caricias que sanan, con abrazos entre lágrimas a veces, porque necesitamos pegarnos los pedacitos que se van rompiendo, con la intensa rutina diaria.
Y hay días que me invade un terror, esa sensación inevitable, que me alerta de un posible desenlace. Pero llegas y me miras a través de los cristales del alma y con eso basta. La ansiedad se va, el corazón se desacelera y me decís… Todo bien?? Y me reinicias completa. Porque el huracán qué llevo por dentro, solo lo calmas vos. Así, solo con un par de palabras, que salen de tu exquisita boca.
Es inimaginable la paz que me transmitis, solo con decirme… Tranquila, todo va a estar bien. A pesar, que se nos esté hundiendo el barco y no tenemos salvavidas.
Volví una y mil veces a narrar este relato, porque muy en lo recondito de mi existencia, sabía que no podía tener un final, sólo puntos suspensivos. Pausas para respirar y acomodar el corazón, para darme cuenta que no puedo ni quiero relatar esta historia sola, sino de tu mano y siempre con tu sonrisa que me resetea la vida.
