Monjes Yamabushi, los Guardianes de la Montaña.

10

Los Yamabushi eran un grupo de monjes japoneses que han tenido presencia, en gran medida, en la cultura y la religión japonesa a lo largo del tiempo.

Sus prácticas herméticas y ocultas están profundamente arraigadas al misticismo japonés.

Formaban parte de la secta esotérica del budismo, llamada Shugendō. Esta orden combina elementos de las creencias budistas, sintoístas y taoístas, se centra en la meditación, la oración y el entrenamiento físico extremo para cumplir con su misión.

Los Yamabushi, como miembros de esta secta, estaban profundamente involucrados en prácticas ocultas y severas, para lograr la iluminación espiritual.

Cuando digo prácticas severas, créanme, ¡severas! Estos monjes han llevado a cabo ejercicios extremos para conseguir la automomificación. Pero paciencia, ¡ya llegaremos!

Durante la Restauración Meiji en Japón, la política del gobierno japonés hacia los grupos religiosos y esotéricos no era del todo amigable, lo que llevó a que los Yamabushi tuvieran que mantenerse lo más ocultos posible.

Como resultado, su práctica y enseñanzas se mantuvieron en secreto, esto hizo que su legado y conocimientos se perdieran en cierta medida.

Uno de los sitios donde estos monjes ejercían su prácticas, era en una de las tres montañas sagradas, Dewa san.

En la antigüedad, los extremos entrenamientos se realizaban durante todo el año, pero con el tiempo,  estos se redujeron al mes de agosto de cada año, allí se encontraban los monjes y sus novicios.

Cuando llegaban a esta montaña, primero, tenían que realizar una purga individual en un templo cercano. El Yamabushi maestro barría el aire 3 veces de derecha a izquierda con su Gohei para la purificación del ritual.

Para un monje, el gohei es un objeto ceremonial sagrado, en forma de vara, que se utiliza para la protección y la veneración durante las ceremonias y rituales religiosos.

Esta ceremonia comenzaba con oraciones y plegarias propiciatorias, seguidos por una caminata hacia el templo en la cima de la montaña, el Fukikoshi Jinja.

El maestro deja su gohei, como un gesto simbólico de desprendimiento, que representa el abandono del cuerpo antiguo. Esto también permite que las almas de los fallecidos caminen junto a los yamabushi hacia la montaña, en un estado de despojo, para luego renacer.

Antes de partir hacia la cima de la montaña sagrada de Dewa san a realizar sus ejercicios de entrenamientos anuales, los monjes entonan plegarias al Patrono de los Yamabushi, Hachiko.

Comienza el cortejo que lleva todos los elementos rituales necesarios, incluyendo el cofre sagrado que alberga el alma de Hachiko.

Durante su peregrinaje, los monjes realizan abluciones y plegarias en todos los templos del camino hasta llegar a la cima.

Cuando llegan, el Gran Maestro les obliga a hacer un juramento a los novicios, de que los entrenamientos deben quedar en secreto y alejarse del mundo del mundo profano para no perder la pureza.

Comienzan con los ayunos correspondientes, pero aun sin establecerse en el Templo principal, que se encuentra más en la cima. Aquí se le suman peregrinos que vienen a recibir sus bendiciones y otras gracias de parte de los monjes.

Al día siguiente a su llegada, empiezan con las prácticas de exorcismos a los fieles que las han solicitado. Esto dura todo el dia y se extiende hasta el cuarto dia, donde solamente paran para realizar su ayuno y dormir solo un par de horas diarias.

¿Creías que el exorcismo es un ritual solo de la Iglesia católica o las evangélicas? No, esta y otras sectas del budismo lo tiene.

En el cuarto día, todo continúa desarrollándose igual, no obstante, termina con una lucha entre los novicios, que realizan delante del Gran Maestro. Este combate simboliza el mundo violento de los Ashura, seres mitológicos, con varios brazos, tienen personalidad iracunda, son desdichados y en permanente conflicto, y se los asocia con la protección. Están presentes en la ceremonias religiosas.

El quinto día continúa de igual manera, ¡los exorcismos! En el sexto día, se recitan mantras y se queman inciensos, hojas y ramas de pino.

¡Y aquí empieza a verse atisbos del severo entrenamiento!

Los maestros comienzan a caminar sobre las brasas con sus plegarias, e invitan a los novicios a hacer lo mismo y, mediante poderes telepáticos, les evitan las quemaduras que puedan sufrir.

Después de completar una semana de exorcismos, los monjes comenzaban con lo que se conoce como el “ejercicio del agua”.

En la cima del templo superior, Yudono San, la tercera montaña sagrada, hay una caída de agua de más de 10 metros que golpeaba violentamente contra las rocas. Aquí, vestidos con kimonos blancos, los monjes podían pasar más de 5 horas recitando sus fórmulas sagradas.

Este ritual del agua también es realizado por otras sectas del budismo japonés en lugares donde el invierno es realmente severo. Esta práctica asegura que nazcan fuerzas espirituales insospechadas.

De este modo, el Yamabushi expiaba todos sus pecados con el mérito de la práctica de los ejercicios, no solo para sí mismo, sino también para su pueblo, por la humanidad o para evitar una peste.

Mientras tanto, los novicios permanecían en el templo para iniciarse en los poderes mágicos. Estos poderes chamánicos, como los de las Itako del norte de Japón o las Noro de Okinawa, les permitían conectarse con los espíritus y el mundo del más allá.

Los novicios eran preparados para aprender estas habilidades, como la hipnosis o la telepatía.

Según la creencia de los monjes, toda enfermedad era causada por entidades malignas que se alojaban en el cuerpo del enfermo, a menudo en forma de bestia, especialmente de zorro.

Los rituales chamánicos comenzaban con los monjes entrando en éxtasis, en un estado de enajenación, para comunicarse con las fuerzas ocultas.

Una vez en trance, clavaban su cuerpo con agujas o pasaban las manos por el fuego o el agua hirviendo, de esta manera demostraban el poder que tenían para enfrentar a las bestias en el exorcismo que se disponían a realizar.

Para llevar a cabo el ritual de expulsión, el Yamabushi se sentaba frente al poseído y recitaba sutras, entonaba mantras, formulaba hechizos con gestos, como «anudarse los dedos», o cantaba canciones rituales o kagura uta. También blandía su espada de manera amenazante.

Cuando el enfermo comenzaba a comportarse como el animal que tenía dentro, el monje sabía que estaba frente a la bestia. Entonces, le pedía al zorro invasor que se manifestara y entraba en diálogo con él.

Le preguntaba sobre la naturaleza de su odio y qué deseaba a cambio de abandonar el cuerpo. Si el zorro se resistía, el monje amenazaba con matarlo si era necesario.

Cuando ya sabía lo que el demonio deseaba, el monje prometía cumplirlo cuando abandonara el cuerpo.

Cuando la persona recobraba su psiquis normal, sabían que el ente había desaparecido.

Luego, se dirigían hacia el lugar donde podría haber ingresado el zorro y ofrecían simbólicamente el objeto deseado por la bestia.

A veces, este ritual se realizaba a distancia, sin que el enfermo lo supiera.

Aunque este tipo de liturgias ha desaparecido en gran medida, se cree que aún se practican en algunos partes.

Los monjes Yamabushi eran guardianes de la montaña y se dedicaban a proteger a su pueblo de la influencia de los espíritus malignos y las bestias que los habitaban.

Finalmente, una de las prácticas más extremas a la que algunos monjes se sometían para alcanzar la iluminación suprema era el Sokushinbutsu.

El Sokushinbutsu es un proceso de automomificación natural que estos, ya ascetas, practicaban con el objetivo de preparar la llegada del Buda futuro, Miroku Bosatsu, quien vendría a socorrer a la humanidad.

Creían que a través del sacrificio supremo ayudaban en la preparación de la venida del Buda Maitreya, tal como se dice en sánscrito.

Aunque la palabra Sokushinbutsu no se puede definir de forma literal, el concepto se refiere a lograr la budeidad.

El entrenamiento para la automomificación duraba 27 años, los ascetas se aislaban en las montañas sagradas, lejos del mundo, recitaban sin cesar sus plegarias y entonaciones de fórmulas sagradas.

Su dieta era cada vez más restrictiva, limitando primero la carne, luego los cereales, verduras, hasta alimentarse solo con la corteza de árboles, Kigi.

Con el tiempo, el cuerpo de los monjes perdía toda la grasa corporal y las vísceras parecían resecarse en vida.

Cuando llegaba su momento, por un llamado interior, cavaban un pozo de la altura de un hombre y se introducían en él con un rosario o Japa Mala, un martillo y una campanilla.

Pedían a sus discípulos que tapen la boca del pozo con ramas, hojas y con tierra, la entrada de aire era a través de una caña de bambú.

Cada cierto tiempo, tocaba la campanilla para indicar que seguía con vida. Después de tres años, el discípulo desenterraba el cuerpo momificado.

En total, se han encontrado 24 momias, aunque solo la mitad de ellas estaban momificadas por completo y la otra mitad fue necesario completar el proceso químicamente.

La última momia data de 1903 y, a partir de entonces, el Gobierno prohibió este tipo de prácticas.

El Sokushinbutsu puede resultar difícil de entender, impacta, pero para estos monjes Yamabushi tenía un fin altruista: ayudar a la humanidad.

Alcanzar la budeidad era su objetivo último y estaban dispuestos a cualquier sacrificio para lograrlo.

Es un ejemplo extremo de la búsqueda de la trascendencia y el significado en la vida.

Recomendar0 recomendaciones

Publicaciones relacionadas

0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios

¡Descubre los increíbles beneficios de esta valiosa comunidad!

Lector

Escritor

Anunciante