Mentiras y Peleas – Irene

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19 de abril

Querido diario: Hoy es el día de la selección.

Hoy es el día en el que mi hermano renunciara a los privilegios de nuestra familia para arriesgar su vida en el campo de batalla. No me había sentido tan triste desde la muerte de mi madre. Hace pocos días mi padre y mi hermano tuvieron una fuerte discusión, nunca había visto a mi padre tan enojado, y jamás había estado tan preocupada por el bienestar de Rodrigo. Según la tradición de la familia, nuestros varones debían prestar servicio a al Imperio Celestial en la Corte Real, pero mi hermano había tomado una decisión diferente, había escogido la Orden Militar de la Infantería, había roto una tradición familiar con siglos de antigüedad, estoy segura de que mi padre jamás lo perdonaría.

Afortunadamente, para mi hermano, nuestro tío intercedió a su favor e impidió que mi padre lo exiliara. No importa que tan irascible fuera mi padre, jamás se atrevería a ir en contra de los mandatos de su hermano. Sin embargo, siento un miedo terrible. Mi padre había dejado de sentir cariño por Rodrigo, estoy segura de que de alguna manera lograría vengarse de él.

Todavía recuerdo como era mi mundo antes de la muerte de mi madre. No tenía preocupaciones, la sola idea de la guerra me era indiferente, y la vida era simplemente maravillosa. Ahora mi mundo era otro. La guerra finalmente había tocado a mi puerta, mi padre y mi hermano se odiaban, y el próximo año tendría que pasar por lo que mi hermano está a punto de enfrentar, el día de la selección.

A diferencia de Rodrigo, estoy sumamente ansiosa de cumplir con mi deber familiar. Según la tradición de la familia, nuestras mujeres debían servir al Imperio en la Orden Militar del Servicio de Asistencia Médica. Como me gustaría que mi hermano pudiera tener mi misma aceptación por las tradiciones familiares, la vida de ambos sería mucho más fácil.

Pero Rodrigo no quiere una vida fácil. Sin embargo, estoy segura de que podrá hacerle frente a casi cualquier reto que la vida tenga preparados para él, salvo la traición.

Deje de escribir y solté un profundo suspiro lleno de melancolía. Guarde el pequeño libro de color blanco dentro de mi bolso cuando vi a un hombre salir del Mausoleo Real. Era como verme a mí misma en un espejo. Piel morena, cabello negro y ojos azules, mi hermano y yo éramos físicamente exactos.

Deje de escribir y solté un profundo suspiro lleno de melancolía. Guarde el pequeño libro de color blanco dentro de mi bolso cuando vi a un hombre salir del Mausoleo Real. Era como verme a mí misma en un espejo. Piel morena, cabello negro y ojos azules, mi hermano y yo éramos físicamente exactos.

—Hola —me saludó Rodrigo. ¿Qué llevas puesto? —preguntó mientras me examinaba de arriba abajo.

— ¿No te gusta mi vestido? —Lo cuestione sorprendida mientras lo estiro de los lados para que lo viera con más cuidado—. Todos piensan que el color verde me queda lindo.

—Creo que te hace ver más gorda. Además… pareces una hallaca —me responde con seriedad.

Ay, a mi hermano le gustaba molestarme, así que siempre encontraba una forma de hacerme enojar. Pero esto era ir muy lejos. ¿Acaso no entiende que a las mujeres no nos gusta que nos llamen gorda? ¡Ni siquiera en chiste! Porque era un chiste, ¿verdad?

—Olvidaste tu desayuno idiota —le dije ignorando su anterior comentario mientras sacaba de mi bolso algunos sándwiches y algo de jugo en una botella—. Jamón de pavo y jugo de uva recién hecho, tus favoritos —digo, dándoselos.

— ¡Gracias, Irene! — Exclama Rodrigo poniéndose feliz por el desayuno—. Eres la mujer más hermosa del mundo.

Me sonrojé y me hice bolita. Rodrigo a veces hacía este tipo de comentarios llenos de sinceridad sin darles importancia. Sé que el muy idiota me molesta todo el tiempo, como cuando mando a mi pequeña gatita Manuela en una caja de zapatos al sector de Cali en el Dominio de Colombia, pero sé que muy en el fondo mi hermano me amaba.

Mientras pasan los minutos no puedo evitar recordar a nuestra madre mientras observo a Rodrigo comer su desayuno con desesperación, ambos eran idénticos; la misma cara, el mismo cabello, los mismos ojos, y sobre todo, el mismo apetito atroz. Los dos eran un desastre cuando cenábamos juntos, mi padre muchas veces los había castigado por su mala educación al comer, a mí, por el contrario, me causaban mucha gracia. Recuerdo cuando se emborrachaban juntos y hacían sus tonterías. Creo que muy en el fondo lo hacían para hacerme reír. No puede evitar soltar una carcajada, la cual no pasó desapercibida para Rodrigo.

— ¿Qué es tan gracioso? —me pregunta Rodrigo con la boca llena de comida.

—Estaba recordando el día en que nuestro padre los castigo a ti y a mamá cuando se emborracharon y se metieron pescar en el acuario del restaurante de nuestro tío —dije con nostalgia.

—Fue idea de ella, además, no estaba borracho, solo lo hice para complacerla y molestar a nuestro padre —me contesto con indiferencia mientras terminaba de desayunar.

Vaya, no pienso que pueda arreglar las cosas. Trate de que mi padre hablara con Rodrigo y recapacitará su comportamiento, era la única manera de unir a nuestra familia antes de la partida de Rodrigo. Intentaré un último esfuerzo, lo último que se pierde es la esperanza.

— ¿Por qué no intentan llevarse mejor? —le suplique mientras acariciaba su rostro.

—Nuestro padre es un ser sin corazón que únicamente se ama así mismo. El resto del mundo le da igual, se mantiene con vida por la sola esperanza de que nuestro tío lo escoja como su sucesor —se limitó a contestar en tono gélido.

—Entonces, no has cambiado de opinión con respecto a la selección, ¿cierto? —le dije en voz baja. Sus palabras me habían lastimado mucho, mi padre siempre había sido amoroso conmigo—. ¿En serio quieres estar enfrentado con nuestro padre por siempre?

Miro al cielo durante unos instantes, como si meditara su respuesta, luego volteó a mirarme con ojos brillantes.

— ¿Acaso piensas que él quiere algo diferente? —Contesto con tranquilidad mientras una sonrisa se dibujaba en su perfecto rostro—. Confía en mí, es lo mejor para todos.

Note como las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas. Rodrigo nunca se retractaba de sus decisiones, pero esperaba que este día fuera diferente, esperaba que cambiara de opinión, esperaba que su amor por mi fuera mucho mayor que su resentimiento por mi padre. Esto era mucho para mí, sin decir nada más lo abrazo con fuerza, como si mi vida dependiera de ello.

—Entonces llévame contigo —le pedí sin poder contener mi llanto—. No esperes que te vea partir para siempre y no haga anda al respecto. Primero fue nuestra madre y ahora tú, te lo suplico, no me abandones.

Acarició mi espalda con delicadeza. Hace mucho que no compartíamos un momento tan especial. La última vez que estuvimos tan juntos fue el día de la muerte de nuestra madre. Nos tuvimos el uno al otro en ese instante de desesperación, el resto del mundo había acabado, estábamos nuevamente juntos, y esperaba que fuera así para siempre. Lo miré con amor, esperando a que dijera que sí.

—A donde voy no hay lugar para ti, Irene —dijo mientras me apartaba de él con delicadeza y se daba vuelta—. No trates de seguirme, no quiero que seas una carga.

La impotencia y la rabia empezaban a consumirme por completo, si él podía ser tan cruel e indiferente con sus palabras, yo también podía. No permitiré que me trate como a una basura.

—Entonces vete y nunca jamás regreses, nuestro padre tenía razón, eres la porquería que destruyo nuestra familia, ¡te odio! —le grite.

Se levantó con lentitud, todavía sin girarse a verme. ¿En serio se iba a ir sin dignarse a mirarme? ¿Cómo podía ser tan egoísta?

—Adiós, Irene —se despido Rodrigo mientras voltea la cabeza para dedicarme una última mirada por encima del hombro.

Me doy vuelta para evitar ver cuando se alejara, siento como si una parte de mí me estuviera abandonando para siempre mientras lo escuchaba alejarse. Estuve a punto de darme vuelta y revelarle el secreto que había descubierto sobre nuestra madre y así obligarlo a quedarse, cuando de repente, siento como sus pisadas se detiene a lo lejos.

—No importa que ocurra a partir de ahora, Irene, te amararé por siempre, hermanita —escuche a mis espaldas.

Me había desarmado por completo. Pude sentir como mis piernas perdían toda su fuerza y me desplomaba al suelo. Empecé a respirar con dificultad, como si mis pulmones se quedaran sin aire, voltee mi rostro para ver si él todavía estuviera allí, pero ya no estaba. Comencé a temblar con angustia, mi vista se nubla y el grito que sale de mi garganta la desgarra por completo:

— ¡Rodrigo!

Cuando pude recobrar algo de cordura saque mi diario de mi bolso, lo abrí y comencé a escribir en él para desahogar mi frustración.

19 de abril

Querido diario:

Soy yo nuevamente. Te escribí hace poco, pero lo que he experimentado desde que te guarde en mi bolso ha sido demasiado para mi corazón. Rodrigo me ha dicho adiós, se ha despedido de mí, estoy segura de que nunca jamás lo volveré a ver. Nuestra despedida fue una tortura para mí, pude darme cuenta de que la reconciliación entre él y mi padre jamás ocurriría, mi hermano estaba decidido a odiarlo, y muy a mi pesar, mi padre también estaba decidido a odiar a Rodrigo.

Mi familia está destruida. Mi madre está muerta, mi padre ha perdido la cordura, la vida de mi hermano es una total mentira y yo llevo sobre mi espalda un secreto que podría llevar al Imperio a la extinción.

No debí escribir eso último, se supone que debo llevarme ese secreto a la tumba, no debo dejar ningún tipo de evidencia, si él se enterara, todo a mí alrededor dejaría de existir. Será mejor que centre mi atención en lo verdaderamente importante.

Ya debe faltar poco para la selección, será mejor que me dirija a la Plaza de la Victoria, todavía tengo la esperanza que mi hermano se arrepienta en el último momento y escoja la opción más inteligente. Mi padre y nuestro tío estarán presentes, así que estoy segura de que será un momento tenso, espero que ninguno de ellos cometa alguna tontería, ya tengo suficiente con saber que la sombra de la muerte se acerca poco a poco a mi hermano.

Deje de escribir y levanto mi vista al cielo. Rodrigo me había dicho que me amaba, nunca antes lo había dicho. Sonrió para mí misma llena de felicidad, cuando de repente recuerdo algo que me hace estremecer. Mi hermano jamás me perdonaría por ocultarle la verdad. Rodrigo me odiaría por siempre si se enterara de que…

— ¿Irene, qué haces aquí? —dijo una voz conocida a lo lejos.

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