ME FALTAN CIEN
01-ME FALTAN CIEN
Ese domingo en la tarde, al caminar por la esquina de Balconcito, una calle antes de llegar a la Avenida Baralt, me pareció extraña la esquina al no ver al sempiterno indigente, que siempre con mano estirada y una amplia sonrisa, pedía “¡Me faltan cien!”.
Era una asociación que parecía mantener unida la esquina con la harapienta figura del anciano. La primera vez que lo vi, no entendí el petitorio, luego comprendí que se trataba del completo para comprar su diaria botella de caña blanca.
Hoy, al no ver su figura encorvada me causó curiosidad y al preguntar que le había pasado, me dijeron, que al parecer murió en la madrugada. Entonces recordé que toda la noche había llovido y había hecho un frío que calaba los huesos.
Quizás al encontrarlo, aún agarrotada entre sus manos, conservaba las monedas y es probable que le faltaron cien, para comprar la botella que lo hubiese calentado durante la fría noche…. Nunca supe ni sabré su nombre, pero jamás podré olvidar su sonrisa, pidiéndome al pasar, “Me faltan cien…”