Los problemas con la ejecución de Maximiliano.


El final del Segundo Imperio Mexicano estuvo cargado de dramatismo, primero con el abandono de las tropas francesas quienes dejaron a su suerte a Maximiliano a inicios de 1866, después con el infructuoso intento de intentar conformar una resistencia imperialista con muy poca participación debido a la pelea mantenida con buena parte del sector conservador y por último con el sitio de Querétaro a donde se había acantonado para rendirse el 15 de mayo de 1867. Siguiendo las leyes de la Constitución de 1857, Maximiliano fue condenado a muerte acusado por filibusterismo, intentar derrocar a un gobierno legítimamente constituido y por la Ley del 3 de octubre de 1865 donde se condenaban a muerte tanto a los republicanos como a sus colaboradores, siendo fusilado el 19 de junio. Pese a lo que se pensaba de que sus penurias terminarían con su muerte, estuvo lejos de finalizar y su cuerpo sería presa tanto del descuido de las autoridades como por su indiferencia para darle un trato digno a sus restos, por lo que sería objeto de un trato irrespetuoso y hasta morboso por parte de las personas encargadas de su tratamiento.
Pese a los señalamientos de venganza política y de existir ante la ley la ejecución inmediata a traidores y colaboradores (ley que se aplicó a Santiago Vidaurri en la Ciudad de Mexico), tanto Maximiliano como Miguel Miramón y Tomas Mejía tuvieron la concesión de ser juzgados por un tribunal militar, esto fue por órdenes de Juárez al general Mariano Escobedo de mantenerlos bajo resguardo cuando se tomase Querétaro. El juicio de Maximiliano era fundamental para darle legitimidad a la Republica y con ello se daba el mensaje a las potencias de que no debían meterse con México, por lo que fue importante que se guardasen todas las formalidades legales para fortalecer la imagen del gobierno, además que se les concedió todas las facilidades como aplazar la ejecución por cuatro días para que Maximiliano dictase su testamento y pusiese en orden sus asuntos, pero esto no sería suficiente para poder restablecer las relaciones internacionales de México debido a la “indignación” causada de que un miembro de la realeza fuese ejecutado.
Al nivel diplomático, el asunto del juicio y del cadáver no pudo tratarse porque no había relaciones con ninguno de los países europeos que habían apoyado la intervención, por lo que no había ninguna oportunidad de intercesión, incluso las afamadas cartas de clemencia de Víctor Hugo, Giuseppe Garibaldi y su hermano el emperador Francisco José no llegaron a tiempo para evitar su ejecución. La única nación que si estaba alegando la justificación del juicio y su cadáver fue Estados Unidos, cuyo gobierno actuó más con pragmatismo que siguiendo la Doctrina Monroe se había mantenido neutral ante el Segundo Imperio y solo fue cuando vio que sería derrotado cuando le dio el apoyo al gobierno de Juárez, por lo que el asunto del destino de Maximiliano fue usado de forma chantajista para intentar sacar réditos. Las relaciones con Maximiliano habían sido cordiales, así se manifestó al acoger a refugiados confederados para tratarlos de integrar al imperio, llegando a negar el plan de Napoleón III de conformar un ducado francés en el norte para que sirviese como territorio de contención contra EU, pero tampoco llego a reconocer al imperio alegando su neutralidad, misma que se rompe en octubre de 1866 con el nombramiento del general Lewis Campbell ante el gobierno de Juárez.
Al haber salido recientemente de la guerra civil, EU disponía de los ejércitos de la Unión para intervenir en cualquier momento en México y expulsar a los franceses, por lo que, ante la animadversión de la expedición por parte de los franceses, Napoleón trataría de asegurar o el reconocimiento del imperio o una promesa de no intervención, mismas que fueron negadas y no les quedo otra más que dejarlo a su suerte. También es cierto que no le faltaron ganas de entrar en la guerra, como sucedió con el general Ulysses S. Grant quien en 1865 tenía conformada una fuerza de 50,000 soldados para mandarlos a México, pero el gobierno lo detiene y solo se quedarían custodiando la frontera, siendo un disuasor suficiente para que los franceses se quedasen en Monterrey. Fue así que EU se convertiría en la representante de las potencias europeas ante Juárez, esa fue la forma en que el gobierno de Austria-Hungría trataría de ayudar al archiduque negociando directamente con el secretario de Estado William H. Seward con su representante el conde Wydenbruck, teniendo el compromiso de ver por la vida de Maximiliano.
Al saberse la noticia de la ejecución, el gobierno estadounidense manifiesta su desaprobación ante estas actitudes “bárbaras” por parte de México, considerando que Maximiliano era una persona que no representaba un peligro, pero tampoco podía ponerse de lado de los europeos debido al apoyo popular de la causa juarista, teniendo respaldo por parte de congresistas republicanos Zachariah Chandler y James Nye quienes defendieron las acciones de Juárez al ser las acciones que hubiesen hecho cualquier nación europea ante un fallido intento de intervención. También hay que tener presentes que esta defensa iba en consonancia con los intereses de los republicanos, en el caso de Grant fue movido tanto por ser una oportunidad de frenar cualquier intento de los confederados de sacar réditos en el norte de México como por sus intereses personales para poder invertir en el país, otra de las razones por las que EU se mantuvo neutral fue porque Maximiliano les había abierto la posibilidad de solucionar a su favor el caso del Istmo de Tehuantepec. Con ello, EU volvería a México en un protectorado de facto por el que había que negociar cualquier asunto como consecuencia de su aislamiento diplomático ante las potencias del momento, siendo ellos los encargados de zanjar el problema del cadáver de Maximiliano.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: Lean Sweeney. Sobre su cadáver: Diplomacia entre México y Estados Unidos y la ejecución de Maximiliano de Habsburgo en México, 19 de junio de 1867, de la revista Historia Mexicana no. 48.
Imagen: Jose Clemente Orozco. La Reforma y caída del Imperio, 1948, Museo Nacional de Historia.

