“Los poemas del juicio final” Marco Fuguett.                  

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¿Donde están mis versos?

¿Dónde está mi vida?

¿Donde están los sueños?

¡Oh alma perdida!

Te busco en las noches.

De luna dormida.

Camino sin pasos.

¿Qué quieres que diga?


  

Poetas sin versos.

Qué enfrentan al mar.

Partidas, regresos.

¿Quién quiere soñar?

Qué importa sí rompes.

Pedazos de mí.

Cuidades enteras sé rompen por tí.

Qué importa sí ahora.

Mi pecho desnudo.

Se enfrenta al silencio.

Tan triste y oscuro.

    

¡Aquí estoy! Dime algo. 

 ¡Revive esperanza!

Arranca la muerte.

Aquí en mi garganta.

Dime qué es mentira.

Qué un átomo absurdo.

Sé partió en pedazos.

Rompiendo el futuro.

        

Yo no soy poeta.

Sólo soy el viento.

Qué expresa en palabras.

Algún sentimiento.

Sencillo es el hombre.

Qué encuentra la calma.

Y entre las olas.

Da paz a su alma.

    

Un cura se acerca.

Con Rosario en mano.

El ave María.

Dicha por gusanos.

La muerte no reza.

Pues no tiene voz.

Cuando ella aparece.

¡Hasta calla Dios!

        

¡Oh Doctor! ¿Qué cuidas con tú bata blanca?

Y té sientes fuerte.

Pues nada te espanta.

Precio pones a la vida.

En tu avaricia sin freno.

¡Plata qué manda el infierno!

Para tí, dinero bueno.

Escucha bien mis palabras.

Sumalas a tú experiencia.

Qué tarde enseña la vida.

Cuando sucia es la conciencia.


Un día  vendrás por el frío pasillo.

Y al entrar a la sala, dónde “el deber té llama”

Verás qué el paciente que agoniza y sufre.

 Serás tú mismo postrado en la cama.

Gritaras y tus gritos cruzarán el silencio.

Soledades frías de la noche oscura.

Y seres sin alma azotarán tu cuerpo.

Dónde todo es nada. ¡Universo muerto!

Colgaras tú bata blanca y cruzaras tú desierto.

                        

La tierra sé mueve epilipticamente.

Y seres extraños caminan silentes

El mar está seco, en él todo es muerto.

El  mundo perece y yo en mí desierto.

Volcanes vomitan, sufrimiento eterno.

El aire qué avanza matando personas.

La muerte se expresa. ¡Fuego del infierno!

El cuerpo agoniza, cae y sé desploma.

                             

Canicas tiradas en el suelo frío.

Vacío de ojos, manojos de manos.

Pelear la batalla, qué yá está perdida.

¿Dé dónde venimos y hacia dónde vamos?


Guerras sin banderas.

Banderas sin dignidad.

Lenguas qué hablan mentiras.

¿Dónde habita la verdad?

Soy poeta de muerte.

Otra cosa no pidas.

En mis versos hay cáncer.

Mil tumores y sida.

Pero habrá quién me diga.

¡Poeta eres muerte!

¿Por qué tú sepultas la bella esperanza?

¿Por qué pintas siempre de negro a la suerte,

Y entre Dios y los hombres colocas distancias?

No pretendo en mis versos.

 Ser insensible; decir la verdad.

Siempre resulta muy duro.

Pero puedo afirmar con certeza.

Con tranquilidad y sin apuro.

Qué el hombre no tiene. ¡Nunca lo tuvo!

Ni esperanza, ni futuro.

El sol es ahora el gran asesino.

El clima sé lleva la vida en sus manos.

Los seres se arrastran buscando un camino.

La muerte y su imperio de peste y gusanos.

Las guerras, los virus.

Crueles terremotos.

Sepultan los sueños y acaban la vida.

Profeta quedaste sólo y sin palabras.

¡Oh voz del infierno! ¿Qué quieres que diga?

De sangre se viste ésta poesía.

Sin amor, sin sueños, sin nada y sin fé.

No puedo cambiar la verdad por mentiras.

Di todo en la jugada y

¡Vacío quedé!

Profeta de muerte, te llevas la vida.

La muerte es un ángel.

Humilde, algo frío.

Él viene a llevarse, aquello qué un día.

Gritaste orgulloso ¡Ésto es sólo mío!

Las señales son claras.

Pero son ignoradas.

El humano sé pierde.

En su propia mentira.

Lo que llamas todo.

En verdad es nada.

La historia termina.

Con sangre se acaba.

Otro Hitler llegará.

A la fuerza a de imponerse.

Ya ni Dios lo detendrá.

 ¡Es el ángel de la muerte!

Guerra, hambre y destrucción.

El amor está de duelo.

Ésta vez no habrá perdón.

¡Dice Cristo desde el cielo!

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