Los impuestos de Santa Anna.


Una de las figuras históricas más controvertidas en la historia mexicana es la del general Antonio López de Santa Anna, su liderazgo en la primera mitad del siglo XIX llevo al país a una profunda crisis que tuvo su punto culminante en la invasión estadounidense y el despojo de más de la mitad del territorio nacional. Pese a eso, su figura al nivel popular resultaba despertar la simpatía de muchos sectores y eso lo llevo a convertirse en el hombre fuerte de esos años, siendo buscado por las diferentes facciones políticas para llegar al poder, mientras el quien solo buscaba la fama y el prestigio social los dejaba gobernar retirándose a sus haciendas de Veracruz. Pero en su último periodo en que llega a la presidencia de 1853 hasta su derrocamiento en 1855 fueron años en los que decide ejercer el poder y se dispone a realizar una serie de reformas con el respaldo de los conservadores para centralizar el poder, convirtiéndose en dictador vitalicio, teniendo como objetivo estabilizar al país de una buena vez realizando medidas que esperaban estabilizar al país y al gobierno económicamente para poder financiar las instituciones estatales.
Durante su último gobierno, Santa Anna se había vuelto en escándalos como la decisión de establecer la Ley Lares que prohibía la libertad de expresión, la persecución de los opositores políticos, ni que decir de la controvertida venta del territorio de La Mesilla en 1854, provocando que los sectores liberales liderados por el general Juan Álvarez decidiesen derrocarlo con el Plan de Ayutla y a partir de entonces los gobiernos se han dedicado a exaltar sus abusos y a exagerarlos. Una de estas decisiones tiene que ver con los controvertidos impuestos sobre las puertas, ventanas y la posesión de perros, siendo estas medidas las más señaladas como la responsable de su caída y siendo una señal de su despotismo al poner medidas absurdas, pero lo que en realidad paso fue que esos impuestos ni tuvieron un nivel de desaprobación por la sociedad e incluso después de su partida los periodistas no dieron ninguna queja sobre su cobro, esto ya fue producto de los escritores de las siguientes décadas quienes se encargaron de despotricar por estas acciones hasta finales del siglo XX cuando hubo un análisis más desapasionado.
Esta medida fiscal tiene su antecedente en la Europa de finales del siglo XVII, siendo la Gran Bretaña durante el gobierno de Guillermo III quien decide implementar el cobro por el número de ventanas de las casas, esto con el tiempo fue adoptado por otras naciones como en la Francia revolucionaria y para el siglo XIX los principales países europeos como España habían implementado estos impuestos, por lo que las casas empiezan a construirse con el menor número de ventanas posibles. El país que le entregan a Santa Anna los conservadores estaba quebrado, ya sea por los numerosos pronunciamientos y revueltas que había en las provincias y como consecuencia de la invasión estadounidense impidió cualquier intento de recuperación económica, decidiendo centralizar la Hacienda para adoptar el modelo francés basado en los cobros al ingreso de la propiedad, al patrimonio y la industria. Durante el periodo santannista los ingresos de las arcas empiezan a incrementarse y a complementar los cobros aduanales para financiar en un 98% los gastos del ejército, siendo en enero de 1854 cuando se decreta la “contribución de luces exteriores” por medio de la iniciativa del ministro de Hacienda Ignacio Sierra y Rosso, por la cual se cobraba por la cantidad de ventanas, puertas, zaguanes, cocheras y balcones hacia la calle.
Este cobro era gradual y dependía de la ubicación de la propiedad, siendo la Ciudad de México la que llevaba la mayor carga al cobrarse $0.5 y $0.38 pesos por puerta y ventana como tarifa mayor sobre la Plaza Mayor, seguido por las capitales de departamentos, las ciudades, las villas y haciendas, siendo las menores por los pueblos y ranchos quienes pagaban las casas solariegas $0.13 y $0.06 y la menor para los pueblos indígenas con $0.03 y $0.02. Hay que mencionar que Santa Anna no fue el primero en propones estos impuestos, después de las independencias diferentes naciones hispanoamericanas habían implementado esa política fiscal y en 1832 durante el gobierno de Anastasio Bustamante decide aplicarlo aunque limitado a la Ciudad de México para poder financiar la defensa frente al pronunciamiento del Plan de Veracruz de Ciriaco Vázquez (movido por Santa Anna), pero fue un impuesto difícil de recaudar y se anula cuando finaliza el conflicto, aunque hasta 1843 se vuelve a tratar de implementar sin éxito. El problema de su implementación fue la ausencia de una planificación o de una discusión para mejorarlo, ya que Santa Anna había abolido el congreso, por lo que hubo imprecisiones en cuanto a la definición de pueblo o ciudad al ya haber suburbios, o que el pequeño tamaño de las poblaciones donde muchas de ellas se limitaban al primer cuadro la plaza, además de ser un impuesto muy incómodo al tener que pagarse al finalizar el trimestre y por el traslado de las personas a las cabeceras.
Un mes después, Sierra y Rosso renuncia a su puesto de ministro para ser reemplazado por Luis Parres y Manuel Olasagarre, quienes debieron de enfrentar las alarmas llegadas por parte de los funcionarios de Hacienda de las provincias por su inoperatividad, pidiéndole a Santa Anna una prórroga para enmendar algunos problemas. A pesar de que se llevó a cabo un trabajo de empadronamiento, Santa Anna empieza a hacer exenciones a propiedades que habían sido registradas como las de menos de cuatro piezas habitables, las casas de los campesinos anexas a las de sus patrones, las vecindades que cobraban menos de $25 la renta, fabricas, ingenios y a los estados de Yucatán y Chihuahua quienes hacían frente a los ataques de los mayas y apaches respectivamente. Los principales afectados fueron las clases altas quienes desembocaron en quejas y reclamos hacia el gobierno por su implementación, resultando muy caro el empadronamiento en departamentos como Michoacán, Puebla, Veracruz y México, por lo que tuvo que asentir más exenciones como Michoacán y Puebla, terminando para julio por trasladar la responsabilidad a los gobiernos estatales y con saldos rojos por la baja recaudación.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Federico Flores Pérez.
Bibliografía: Héctor Strobel del Moral. Los impuestos a puertas, ventanas, perros, caballos y carros de Santa Anna, 1853-1855, de la revista Secuencia no.106
Imagen:
Izquierda: V. Debray. La Plaza Morelos, antigua Plaza Guardiola, 1869.
Derecha: Anónimo. General Antonio López de Santa Anna, del libro Mexico a través de los siglos, tomo IV.


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