LOS ANILLOS DEL DESTINO


Durante siglos, la sociedad ha visto el matrimonio desde el ojo conservador y religioso, con lo que ha satanizado la soltería y la tardanza para encontrar pareja. Todo cambiaría si se viera el tener pareja como un complemento, una añadidura después de la realización académica y profesional. El problema es la visión retrógrada que muchas sociedades tienen. Se considera el matrimonio como el requisito social más importante para ser un ser humano “íntegro”. Y son las mujeres las más cuestionadas en este aspecto: una mujer debe tener un hombre a quien cumplirle como esposa y este, a su vez, debe tenerla para poder cumplir su función patriarcal.
Por otra parte, muchas personas son educadas con el chip de que “no pueden morir solas”, y llegan a la adultez creyéndoselo. Por esa razón hay tantas relaciones tóxicas, matrimonios precoces que terminan convirtiéndose en un infierno, ya que predominan el sentimiento de insuficiencia sin la pareja y el miedo a la soledad antes que el amor puro y sincero. Sobran los casos en países del Medio Oriente y África, donde el matrimonio se emplea como transacción bancaria para mejorar la situación económica de las familias, a cambio de introducir a sus hijas, apenas pubertas, en un infierno de opresión y desamor. De mujeres jóvenes que se casan con sus novios para salir de sus hogares conflictivos, pero para vivir en un hogar aún más conflictivo entre abusos y nada de amor por parte de sus parejas, ya que tienen la creencia de que el matrimonio es sinónimo de una vida de cuento de hadas o un negocio para mejorar la vida; y que una relación debe estar, sí o sí, sellada por un sacerdote o un abogado para que sea válida.
Jóvenes y no tan jóvenes, si sueñan con unirse a alguien, sean sinceros con ustedes mismos. Dejen de colocar al matrimonio el epíteto de “institución sagrada” antes de desear una institución de felicidad y amor. Es un pacto donde cada miembro debe aportar lo mejor de sí. Debe estar basado en la decisión de compartir la vida con la otra persona y no en parámetros sociales y/o religiosos. Sabiendo que la persona elegida tiene sus virtudes, pero también sus defectos y teniendo disposición y la madurez para tolerar estos. En vivir sin egoísmos y en tener la suficiente madurez para atenerse a todo lo que conlleva. Pero sobre todo, después de un largo romance consigo mismo para aprender a conocerse y a amarse.
Autor: Miranda Mori