Las gastadas frases de la rutina

Queriendo amasar versos, pero limitado por los inicios sin sentidos y en un estado mental deplorable, escribo sobre los acontecimientos de mi jardín citadino. Son trazos de seres, que se han incorporado a mi naturaleza, compartiendo nostalgias y necesidades perennes de los besos y abrazos, que ya no volverán.

Sé que la vida es un manantial inagotable en continuo crecimiento, que alimenta mis rebuscadas percepciones retóricas y políticas. Cuadrantes voces, que bajo la matemática inflexible de las semanas, solo saben describir semanas corridas, inhibiendo las pequeñas certezas, que nos da el día a día.

Escribo y detallo esto, en mi cuadernillo de sueños: ideas refundidas en la trastienda de las miradas fijas y taciturnas; de los seres perdidos de la memoria, que deambulan en el tiempo, buscando señas para el retorno a los lugares comunes, a los afectos extinguidos, de los rutinarios días sin amaneceres.

Desde los rompeolas de la poesía, hasta la muerte sublime de los héroes, mi voz está agrietada por los acontecimientos nimios. Acontecimientos traslucidos y amohinado por la experiencia de los seres que caminan al supermercado, cargando un millón de esperanza y sintiendo una superflua alegría, que les traza una pequeña sonrisa en sus rostros curtidos por el atardecer.

Rebobinando los caminos recorridos, observo que nos hemos convertido lentamente en seres figurativos, que transforman sus formas de ser, evolucionando hacia otras vidas… Vidas mediadas por la desdicha, que ha opacado las ventanas, por donde el mundo entra a nuestros recónditos espacios interiores.

Siento que hay una música traspuesta, que está manchadas por el aislamiento que sufre mi corazón frío y abandonado. Una sensación de mar furtivo, que retuerce las olas de la costa y eleva hacia vientos viejos, la estela de vida, que va quemando el tiempo.

Estoy rememorando estos días transitorios, con un aura de solitario fantasma y presiento el devenir de los pasajeros de la locomoción colectiva con un ansia de niño pobre, que espera a su madre, sentado bajo el dintel, de una puerta horadada por el hambre.

El mundo que cruza mi ventana, evoluciona y mi destino está ya definido por el material con el cual construyo mi poesía: escasa de sueños, pletórica de futuros y sin motivos emocionales relevantes. Voces que aguardaron demasiado tiempo en el diván de los sueños y nunca aprendieron de las palabras, las voces justas para hablar de todo aquello que nos provoca.

De este modo, mis frases se van gastando en los intentos inútiles por descubrir la esencia de las metáforas y una escritura coherente para hacer volar un raudal de ideas, que subyacen amontonados, como diarios viejos, bajo mi estrecho corazón.

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