La situación de los homosexuales en el siglo XIX.

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La llegada de la independencia implico un cambio en la forma en que se concebía la justicia, aboliendo instituciones de la época virreinal como la Inquisición que basaba su actuar en las faltas contra la fe para reemplazarlo por el código napoleónico para la impartición del derecho civil, siendo uno de los primeros beneficiados la minoría homosexual al abolirse el encarcelamiento o su ejecución por el “pecado nefando”. Pero esto no ayudo en lo absoluto a darles una mayor integración social, en primera porque la sociedad tenía al cristianismo como su principal guía de vida y por lo tanto seguía la estigmatización social, condenándolos a pasar sus vidas en los bajos fondos ejerciendo como prostitutos o en espectáculos decadentes para las clases bajas trabajadoras que rondaban las cantinas para divertirse.

En el mundo la situación no era mejor, si bien con la Ilustración y la Revolución Francesa se amplía la laicidad de las naciones europeas relegando a la religión, pero la influencia cultural ejercida por la Iglesia era muy fuerte en lo que se concebía como la civilización occidental y se mantenían los valores y prejuicios cristianos, sobre todo en lo referente a la superioridad del hombre frente a la mujer y a la unanimidad sobre las relaciones heterosexuales. Sobre la concepción que se tenía de la homosexualidad, según los científicos de aquel entonces se pensaba que se trataba de un trastorno médico o incluso psiquiátrico, por lo que tanto el naciente movimiento feminista como los homosexuales eran considerados como un signo de desorden y caos social. Aun con esto, empezaron a surgir entre la intelectualidad europea pensadores que empezaron a cuestionar esta situación y en su momento fueron perseguidos por su orientación, tal como paso con el célebre escritor Oscar Wilde quien llevo una doble vida entre su esposa y su amante varón y cuando fue descubierto se le inicia un proceso penal por sodomía en Gran Bretaña y cuando cumple su condena tuvo que huir a Paris donde moriría.

Todas estas manifestaciones y tendencias se hicieron sentir en México durante el Porfiriato, donde la primera ola feminista que creo las primeras revistas como “Las Violetas del Anáhuac” y “El álbum de la mujer” fueron acusadas de “feminizar” a la sociedad al considerar sus peticiones de igualdad como un intento de “invertir los géneros” y con ello frenar el “progreso”. Pero un factor que aumentaría la homofobia de la sociedad mexicana seria la progresiva tensión entre las clases sociales, donde la burguesía era acusada de afeminada como una parte de la crítica sobre su decadencia, teniendo como origen a los hijos de los grandes potentados quienes recibían su educación en el extranjero, hablaban varios idiomas, se esmeraban en su apariencia y pertenecían a la intelectualidad, siendo tildados de ociosos. Era sabido popularmente que estos “pollos”, “dandis” y “lagartijos” como se les conocía y que eran homosexuales solían llevar una vida social muy activa pero completamente privada (similar a lo que vimos en el artículo anterior), gastando sus fortunas para llevar a cabo sus caprichos y siendo asiduos clientes de los prostitutos.

Pero lo el caso que evidencia y desata una mayor persecución social hacia los homosexuales fue la escandalosa detención del “Baile de los 41” el 19 de noviembre de 1901, donde estuvieron involucrados miembros de la aristocracia mexicana quienes incluso sus familias poseían títulos nobiliarios novohispanos, como fue el caso de Antonio Adalid quien durante la fiesta “compra” a un muchacho quien sería su pareja por años, y el más problemático y cuya presencia se apunta por rumore fue Ignacio de la Torre y Mier, importante hacendado y sobre todo yerno de Porfirio Diaz, donde se dice que la policía esconde su presencia para no evidenciar al presidente. Mientras los que tenían los recursos lograron evadir la cárcel huyendo al extranjero, los que no tenían los medios fueron humillados al vestirlos de mujeres para ponerlos a barrer la ciudad y después fueron mandados a hacer trabajos forzados en el recién pacificado territorio de Quintana Roo, de este caso Guadalupe Posadas realizaría un grabado para ilustrar la situación y seria la punta de lanza para ejemplificar ante el resto la decadencia de la aristocracia porfiriana.

Para reforzar el estigma social hacia los homosexuales surgían algunos testimonios de los bajos mundos, como fue el caso del propio Antonio Adalid quien narra la existencia de proxenetas conocidos en ese entonces como alcahuetes quienes se encargaban de regentear a jóvenes para el divertimiento de los ricos, ya sea travistiéndolos para bailes o para hacerles favores sexuales a los adinerados, siendo tildados de holgazanes que prefieren degradarse que trabajar. Pero la clara señal de su carácter degradante la darían las cárceles, siendo irónicamente los únicos lugares donde su presencia era por más publica sin el temor por ser atacados, siendo objeto de material periodístico el de la Cárcel de Belem por parte de Carlos Roumagnac donde se hizo un registro minucioso de sus actividades, se les tomo testimonios e incluso se hizo una clasificación de ellos, aumentando así el estereotipo de pervertidos que reforzaba los prejuicios sociales del momento.

A la larga, todo este impacto mediático llevado a cabo en la primera década del siglo XX le imprime al creciente descontento social ante el gobierno de Porfirio Diaz un talante homófobo reforzado por los prejuicios preexistentes, por lo que con el estallido de la revolución muchos de estos jóvenes adinerados serian perseguidos por las diferentes facciones en cuanto tengan la oportunidad y a su vez se aumentan los estereotipos negativos a los homosexuales. Incluso al nivel político en el discurso se llegarían a considerar a los homosexuales de antipatriotas al considerarse como parte de la degradación del antiguo régimen, siendo la ruta a seguir en las décadas posteriores y que afectaría a un círculo importante de la cultura que se desarrollaría en esos años, este efecto solo quedaría atrás en la década de los 60 con el aumento de la conciencia al nivel mundial de que eran iguales que los demás.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía:

León Guillermo Gutiérrez. Homosexualidad en México a finales del siglo XIX, de la revista Signos Literarios no. 19.

Antoine Rodríguez. El miedo a lo femenino. Estereotipos acerca del homosexual en los discursos institucionales mexicanos, finales de siglo XIX, principios de siglo XX, de la revista Amerika no. 4.

Imagen: Jose Guadalupe Posadas, «Los 41 Maricones, encontrados en un baile de la Calle de la Paz el 20 de Noviembre de 1901»

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