“La segunda muerte de Bolivar”

Fundelt 627 Muerte del Libertador2

Por: Giovanna Hernández

              Acto. I

“Usted me formó para la vida, para la libertad, para lo hermoso. ¡Para lo grande! ¿En que fallé mi Robinson?”

Esto decía; mientras caminaba de un lado para otro.

La amplia sala se veía pequeña ante aquel hombre, que se enfrentaba sin miedo a sí mismo.

-Fui un mar de pasionces lo admito y abrí el camino, lo sé; quizás sin quererlo, tal vez sin desearlo.

Para que crecieran innumerables ambiciones personales, que llevaron al caos, mi sueño.

Indicó cabizbajo, reflexionando en aquella soledad abrumadora.

Se presenta la conciencia en aquel espacio, no pudo el hombre evitar su entrada.

(Su paso es pausado, pero firme)

-Tú aquí ¿Acaso me persigues? (Preguntó él).

No, sólo estoy dónde debo estar.

Respondió calmadamente la temida figura.

-Escucha entonces, si ese es tu deseo. Decepcionado estoy de todo lo hecho, pude vivir cómo rico, porque lo era, recorrer la bella Europa, el mundo entero. Si me daba la gana; visitar suntuosos  palacios, disfrutar a mis anchas de los placeres de la carne.

Pero no. El fantasma de la guerra, tomó mi vida y la convirtió en un infierno.

-¿Recuerdas lo que dijo Coto Paúl?

Preguntó aquel visitante. Causando cierta inquietud en el gran líder.

-¿Quiere acaso mi conciencia, castigarme con semejante sentencia?

Interrogó el aludido.

-No, en absoluto, sólo deseo oír de tus labios. Lo que aquel personaje expresó.

Él no respondió al momento, parecía dudar por instantes, finalmente indicó.

-Sí, fueron en verdad proféticas; aquéllas palabras, una realidad que me duele admitir. Escucha entonces:

“Cuando la anarquía haya destruido lo presente y espectros sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo  que haya labrado la guerra, sé alzará la libertad”

-¿Cuál libertad?

-Preguntó de nuevo, aquella figura inquisidora.

-¡Oh Dios! ¿Tú también estás en mi contra?

-No, no pienses eso, pero contesta la pregunta.

-La libertad fué un sueño que perseguí, como un loco la busqué; sin darme cuenta, de que era un prisionero de mí mismo, debo aclararte algo conciencia. Todo hubiese sido distinto, no marqué yo éste sendero; pero la muerte de ella, en 1803, le dió un giro a mi vida.Te juro que la amaba y la perdí, nunca más volví a casarme ¡Nunca más!

Entra una mujer a la sala, hermosa, algo impetuosa. Ambos la ven; pero sólo él la saluda,

(El visitante guarda silencio)

-¿Tú también vienes a juzgarme?  Porque el amor a estás alturas es ajeno. Es algo irreal, no palpable.

-Irreal porque tú quisiste, pudiste haber sido feliz, fuera de éste laberinto.

-Así es, un laberinto sin salida, lo has dicho bien y en aquella carta que escribí a “Flores” lo expresé:

 “Una revolución es arar en el mar, emigrar es lo único que queda. Es ésta una nación ingobernable y terminará en manos de tiranos”

-¿No fuiste tú un tirano del Perú? ¿No fuiste tú Dictador de Colombia?

Interrogó de nuevo, el acusador sujeto.

-Tu pregunta es injusta.

Indicó la dama; él respondió.

-No amor, déjame que le contesté, debo hacerlo, no niego mis errores, ni a tí, que eres mi conciencia. Humano es humano, nadie es perfecto. Empezaré por decirte que lo fuí, en efecto así es, desde 1824  y sobre aquella constitución de 1826, de la cual seguramente harás mención, que otorgaba ese poder vitalicio y hereditario, qué tanto se me criticó. Debo reconocer que no debió jamás ser aprobada. Pero sólo duró 49 días, fue rechazada.

(Allí se detuvo, sentía gran dolor por todo lo vivido, luego siguió)

Objeto fuí de tantas traiciones, tanta maldad. (Al final expuso). Y sobre Colombia. Era vital mantener el orden, lo de la convención de Ocaña fué un fracaso, buscaba que llegasen a un acuerdo. Pero no fue posible, tuve en ese escenario que defenderme. Hicieron en mi contra una feroz campaña, decían al Pueblo, que yo era un tirano. Que quería, como Napoleón; instaurar la monarquía; por ello solicité, al ministro Vergara, que combatiera esas falsedades. En función de llevar a todos la verdad.

-Pero, la constitución del Perú, fué aprobada y con tú consentimiento, eso lo sabes.  ¿Verdad?

Expresó aquel ser, al que en ocasiones llamaremos: visitante, conciencia, inquisidor, ser extraño.

-Sí, lo sé, pero qué son los tratados, sólo papeles, las constituciones, sólo libros, la libertad, termina siempre en anarquía y las elecciones. En un combate por el poder; éste te termina consumiendo.

 Incluso lo dije en Cúcuta en 1821, porque temía a mi propia fuerza.

 ¡Soy un ciudadano Peligroso, para la soberanía nacional!

Hace su entrada en aquella sala, un individuo uniformado de General.

-Se hace concurrido ésto.

-Expresó el Libertador y Paez contestó

-Es necesario que esté aquí.

-Quédate; ¡Total!. Que más da.

Expresó él, caminando; hacia una de las cómodas de caoba, que ocupaban aquella decorada sala; de hermoso acabado, con una altura de más de una vara, por una Delaware de ancho; que poseía también 4 cajones, con tiraderos de metal amarillos y que mostraba la útil “Escribanía”, tabla desplegable, que permitía escribir.

-Sería importante su presencia.

Expuso la conciencia y Simón observó al militar con sumo detalle, luego, dirigiendo su vista, hacia un viejo cuadro que adornaba, una de las paredes de aquel recibidor, indicó.

-Más allá del poder, General y perdone la pregunta. ¿Usted logró encontrar al amor?

-Sin duda que si y en una sola mujer; mi amada Barbarita.

-Tu respuesta parece un ataque hacia mi. ¿Qué quieres insinuar?. Que yo no pude hallarlo.

-En verdad no quise decir eso, sólo me refería a mi mismo.

Indicó el militar.

-Él fue un gran amante y hubiésemos sido felices; de no ser por los demonios de la política.

Expresó ella, defendiendo a su amado

-Así debió ser, amor mío, pero no fué 

(expuso él, haciendo una leve pausa, luego indicó, dirigiéndose a la bella dama).

Te acuerdas que te escribí: ” No te vayas ni con Dios mismo, quiero tocarte, sentirte, saborearte”.Todo ¡Todo es amor en ti!

-Lo recuerdo, como recuerdo, aquel 16 de Junio de 1822, cuando entraste a Quito, triunfal, imponente, gallardo. 

(Él sonríe y expresa)

-Mi amable loca; así te decía. ¿Lo has olvidado?

-Claro que no mi amor, cómo tampoco olvidaré jamás aquel día; recuerdo que estaba emocionada, por eso te lancé desde mi balcón. Una pequeña corona de rosas y laureles, que sin querer golpeó tu pecho y asustó a tu caballo. ¡Casi te tumba!

– Y yo busqué con mi vista al culpable. Preso lo hubiese hecho y el preso fui yo, de esos ojos negros y vivaces.

-Pero El destino marcó otra ruta.

Expresó la conciencia; cerrando, lapidariamente aquel diálogo.

-¿Crees en el destino conciencia?. Dime algo.¿Tuvo Judas alguna opción?¿Pudo escapar a lo que estaba escrito?. Así le dijo Jesús, mojando el pan: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”. No, no tenía salida. ¡Yo tampoco la tuve!,  pero cómo César pasando el río Rubicón me dije: “Alea jacta est” ¡Mi suerte está echada!

Fin acto I

Personajes:

El hombre: Simón Bolívar

El General: José Antonio Páez

Manuela Sáenz / la Libertadora del Libertador

La conciencia

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Hermes
1 año atrás

Qué bien Govanna en tu libreto para una obra de teatro, supongo yo.
Me haces evocar los diálogos de Bolívar con distintos personajes en la “Historia Novelada” de Francisco Herrera Luque…
¿Fue acaso la obra de Simón Bolívar el proyecto de un majadero?
Me pregunto y me respondo con unos modestos versos que te obsequio…
*
“Nunca imaginó Bolívar”
*
Bolívar nuestro Padre, el que nos dio la libertad,
hoy parece que te veo por las calles de la ciudad,
dispuesto como en tu época ahora una vez más,
a defender nuestro honor y nuestra dignidad
pisoteadas por nuevos traidores con vil lenidad
y para colmo son hijos llenos de insensibilidad
unos cómplices y borregos otros con voracidad
le dan a nuestra Patria un trato con ilegalidad
con lemas de desunión y credo de odio y maldad
nunca imaginó Simón tanta división y pugnacidad
su obra fue arar en el desierto sin ninguna utilidad
problema de consciencia para una nueva oportunidad.

– Hermes Varillas Labrador

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