La organización del culto a la Virgen de Guadalupe.

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Durante las primeras décadas de iniciado el fenómeno guadalupano, tanto su figura como su interpretación han tenido una serie de transformaciones para irse adecuando a las necesidades de la feligresía y de las autoridades eclesiásticas detrás de su estructura, aunque muchas de ellas no tuvieron éxito y fueron dejadas de lado. Una de ellas la podemos ver en un intento de cambio de su advocación al tratar de quitarle un elemento muy característico, la mandorla o haz de luz, donde a inicios del siglo XVII se intenta quitarla y sustituirla por nubes y querubines, pero para mediados de siglo se vuelve a restituir la mandorla. No hay registro de quien mando a hacer el cambio, pero se cree que pudo ser un intento de convertirla en una advocación de la virgen de la Asunción la cual tenía su culto en la Catedral y es posible que haya sido un intento por “españolizarla” quitándole sus rasgos indígenas.

Para ese entonces y a pesar de los esfuerzos de los religiosos por desalentarlos, los indígenas se habían convertido en sus principales seguidores, posiblemente se vieron identificados tanto por los rasgos de la virgen o el hecho de que la imagen haya sido pintada sobre un ayate, sumado a los milagros atribuidos provocarían su apego por la imagen, siendo probable que los cambios hechos no fueron del agrado de la feligresía y los cuidadores tuvieron que dar un paso atrás en su intento de cambio. A lo largo del tiempo, la imagen ha sido objeto de restauraciones para evitar su deterioro ante la constante exposición de la pintura al humo de las velas, por lo que los retoques le fueron dando algunos cambios a la imagen original, un testimonio de esto lo tenemos con el afamado pintor Miguel Cabrera quien fue comisionado para retocarla en 1756, quien apunta un deterioro de los dorados originales e incluso señala que la pintura original del manto era azul y no verde, como decían los testimonios guadalupanos del siglo XVII.

Uno de los temas controvertidos del culto guadalupano es el económico, todo parece indicar que la razón por la que se favoreció el uso del nombre de Guadalupe para la virgen del Tepeyac tiene que ver con la alta popularidad de la imagen entre los españoles, se dice que el principal promotor de esta denominación y artífice de su propagación fue el arzobispo Alonso de Montufar, de quien se dice llego a recaudar 3,000 pesos de limosnas. Esto motivaría el juicio promovido por la Orden de los Jerónimos quienes eran los custodios del santuario de Guadalupe de Extremadura, siendo ellos los únicos autorizados para recabar las limosnas de su culto, quien manda a fray Diego de Santa María a realizar las pesquisas de lo recabado por el Arzobispado de México y deja constancia de que se recababan 2,000 pesos de limosnas más otros 2,000 de rentas. Parte del reclamo de la orden tiene que ver con el aprovechamiento del nombre, ya que en muchos testamentos se dejaba como donativo para enmendar sus pecados para la Virgen de Guadalupe, pero como no especificaban para cual le daba al arzobispado la legitimidad de su recaudo.

La ermita poseía de suficiente personal para poder cobrar las limosnas tanto de las capillas de las ciudades como de las donaciones por los testamentos, conocidos como los demandadores, también poseían de un importante programa de inversiones consistente en préstamos, cobrando una taza del 10% anual que se debía pagar en partidas trimestrales. Para poder acceder a este crédito, se debía dejar en garantía propiedades, teniendo derecho a tomar posesión de ellas en caso de que llegasen a retrasarse en los pagos, llegando a ser tan importantes que en 1571 la Cofradía de Guadalupe le hizo un préstamo al mismo gobierno de la ciudad por 2,200 pesos oro. Se tienen pocos datos acerca de la administración de los recursos, pero hay constancia de que una parte se destinaba al pago de salarios como a los capellanes, el sacristán, el personal de limpieza, músicos y otros oficios, pero el gasto fuerte lo representaban los insumos como la cera y el aceite para mantener la iluminación de la ermita.

Como no había una transparencia del uso de recursos, esto dio pie al surgimiento de varios testimonios donde se deja constancia de un uso discrecional por parte de los encargados del culto para sus propios intereses, este fue uno de las acusaciones de fray Diego de Santa María hechas ante el rey Felipe II hacia Montufar, quien dio la queja de los tesoreros de lo mal que se hacía empleo de los ingresos de la ermita, incluso hay señalamientos de que el propio arzobispo iba cada 15 días a recoger el mismo el dinero de las limosnas. Según el maestrescuela de Catedral Sánchez de Muñón de 1555 a 1562 se desviaron cerca de 10,000 pesos sin saberse su destino, por lo que se determina que Montufar ya no tuviese acceso al dinero y pasase bajo la administración de la cofradía, pero pronto encontraría una nueva manera de hacer dinero basado en las limosnas al aceptar como tal descuentos en la compra de azogue (materia prima para la purificación de la plata) y de ahí las desviaba a sus intereses en las minas de Taxco, Temascaltepec y Sultepec y estas entregaban limosnas en forma de donación piezas de plata, pero según testimonios muchas de estas iban a parar a manos del arzobispo. Para 1572 muere Montufar y es sucedió por Pedro Moya de Contreras, quien trabaja cerca del virrey Luis de Velasco para ir trasparentando los fondos recaudados por la ermita, aunque esta vez el superávit se entregaba en donación para el pago de la dote de monjas pobres o para financiar obras pías.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Gisela von Wobeser. Origen del culto a nuestra señora de Guadalupe, 1521-1688.

Imagen: Jose Juarez. La Virgen de Guadalupe con el ciclo de su aparición, 1656.

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