La eterna prometida

Prólogo

Los escombros húmedos y aún humeantes estaba frente a ella, su casa, su hogar y sus padres todo lo ha perdido en unos instantes.

— ¡Ayúdenme! — gritaba mientras tomaba por la gran manga a uno de los hombres que vestían ropas especiales para el fuego — ¡Ellos están vivos! —gritaba en medio de su desesperación.

— No nena, todo es imposible — decía el hombre que la sostenía por los hombros para evitar que tratara de volver nuevamente a la casa que aún mantenía unas pocas llamas — ellos ya están con Dios.

—¡ Noooo, eso es mentira ! — gritaba y luchaba por soltarse del hombre— ¡Ellos están bien, ellos no están muertos! — desesperada se soltó de su agarre y angustiada corrió hacia los restos de la casa, pero unos brazos fuertes la sostuvieron y así detuvo su carrera.

— No, nena, cálmate por favor.

— Noooo. Uste….des no enti….ende — luchaba por convencerlo de que sus padres estaban vivos— Ellos es….tán vivos, es…tán vivos.

Sus gritos desgarradores por el dolor hicieron que las personas que se aglomeraron delante de la vivienda que fue consumida por el fuego, se condolieran y limpiaba sus lágrimas de impotencias.

Muchos de ellos eran vecinos que, al percatarse del hecho acudieron y trataron por todos los medios de contener la conflagración, sin poder conseguir nada.

Desde lejos Ana vio a una niña negra por el hollín producto de la quemazón, estaba toda mojada y sucia, sus pies y manos heridos por las quemaduras, y corría desesperada de un lugar a otro para buscar ayuda.

— Ven mi reina— le dijo la madrina muy llorosa por el dolor que compartía con su niña——— ven mi amor, por favor.

Los ojos de Deisy estaban tan brillantes por el llanto y la tristeza.

— Oh, ma….dri….na me que….de muy so….li….ta— lloraba mirando los escombros de la que era su casa— mis pa….pa….pi….tos se…. fue….ron…

— No mi amor, tú no estás sola — se le acercó con mucho cuidado a la temblorosa niña y cuando la tuvo frente a ella la abrazo y la niña se derrumbó en llanto y se desmayó.