La eterna prometida

arthii 5

Capítulo 4

Pasó una larga semana y el teléfono de la familia Moreno, sonó a las dos de la madrugada, despertando a Ana. Ella temblorosa se levantó y corrió al aparato que no dejaba de repicar, ella en su corazón tuvo un mal presentimiento, en la carrera su esposo Alberto que acababa de llegar de su largo viaje, la siguió.

Llego a la pequeña sala y se acercó muy nerviosa al teléfono y con mano temblorosa levantó la bocina y lo pego al oído como si este estuviera lleno de algo repugnante y con voz aterrada dijo.

— Hola— Su voz era poco audible.

— ¿Señora, Ana Moreno? — dijo la voz de un hombre desde el otro lado de la línea.

Ella escuchaba atenta y apenas entendía lo que decía, pero cuando comprendió gritó con un dolor que desgarro su corazón.

— ¡No!— Gritó dejándose caer al suelo— ¡No! ¡Dios mío no! — lloraba y su esposo aturdido por el dolor que ella manifestaba y la confusión.

— ¿Es mi hijo Alberto? — preguntaba el hombre que se arrodilló a sus pies y tomándola por los hombros trataba de que ella le dijera lo que había escuchado de la llamada — Ana, dime es mi hijo.

Él al ver, que ella no respondía y aun sostenía el teléfono en sus manos se lo arrebató y se lo pego al oído y al verificar que en la línea alguien trataba de comunicarse con ellos.

— Hola, dígame por favor, que es lo que pasa — el hombre escuchó con atención y su rostro se puso tan pálido y se estremeció por la notica que escuchaba.

Con amor y ternura levantó a su esposa que se mantenía en el suelo de la sala, lloraba muy desconsolada y la llevo a la habitación.

—¡Oh, Dios mío! — manifestaba la mujer en medio del abundante llanto — No puede ser, que dolor tan grande, Alberto que vamos hacer.

— Vamos amor, debemos ir, ella nos necesitan, debes tener la fuerza suficiente— dijo el hombre con el rostro pétreo por el dolor — debemos apurarnos.

Felipe que escuchó los gritos de su madre se levantó y corrió al lado de sus padres.

— Papa, ¿Qué paso? — dijo el muy nervioso no le gustaba el rostro lúgubre de sus padres —¿Es mi hermano?

—Hijo, mío— al hombre se le quebró la voz por el dolor — prepara una habitación, por favor pronto te llamamos y te avisamos, todo es muy confuso y no quiero hablar lo que no es.

—Pero papá — trato de averiguar algo, pero Felipe conocía a su padre , él nunca hablaba de lo que no estaba seguro. Él era un hombre de muy pocas palabras, pero cuando las utilizaba lo hacía de manera muy sabia.

— Si papá, enseguida me pongo en eso — y si decir una palabra más los dejo marchar.

Una niña agarraba con fuerza una pequeña y humeante cobija, la cobija con la que la arropó su padre al momento de sacarla por una de las ventanas y salvarle la vida.

Ella miraba aterrada y daba gritos corriendo de un lado a otro para pedir ayuda.

Los escombros húmedos y humeantes estaba frente a ella, su casa, su hogar y sus padres todo lo había perdido en unos instantes.

— ¡Ayúdenme! — grita y tomaba a los que vestían ropas especiales para el fuego —¡Ellos están vivos! —gritaba desesperada.

— No nena, todo es imposible — decía el hombre que la sostenía por los hombros para evitar que tratara de volver nuevamente a la casa que aún mantenía unas pocas llamas — ellos están con Dios.

— No, eso es mentira, — Luchaba por soltarse del hombre— ellos están bien, ellos no están muertos— gritaba y desesperada se soltó de su agarre y angustiada corrió hacia los restos de la casa, pero unos brazos la sostuvieron y detuvo su carrera.

— No, nena, cálmate por favor- decía el hombre con el corazón compungido por el dolor de la chicuela.

— No. Ustedes no entiende — sus lágrimas bañaban su sucio rostro, mientras luchaba por convencerlo de que sus padres estaban vivos— Ellos están vivos, están vivos.

Sus gritos desgarradores por el dolor hicieron que las personas que se aglomeraron delante de la vivienda que fue consumida por el fuego, se condolieran y limpiaba sus lágrimas de impotencias.

Muchos de ellos eran vecinos que, al percatarse del hecho, acudieron y trataron por todos los medios de contener la conflagración, sin poder conseguir nada.

Desde lejos Ana vio a una niña negra por el hollín producto de la quemazón, estaba toda mojada y sucia, sus pies y manos heridos por quemaduras, y corría desesperada de un lugar a otro para buscar ayuda.

— Ven, mi reina— le dijo la madrina muy llorosa por el dolor que compartía con su niña— ven mi amor, por favor.

Los ojos de Deisy estaban tan brillantes por el llanto y la tristeza.

— Oh, madrina me queda muy solita— lloraba mirando los escombros de la que era su casa— mis papitos….

— No mi amor, tú no estás sola — se le acercó con mucho cuidado y cuando la tuvo frente a ella la abrazo y la niña se derrumbó en llanto y se desmayó.

Deisy pasó varios días en la clínica por causa del shock emocional y por las quemaduras que había sufrido.

Un corto circuito causó el incendio y sus padres se dieron cuenta cuando la casa estaba en llamas, y el padre de la niña hizo lo que pudo, pero solo logro salvar a su hija, su mayor tesoro. Los padres de la niña fallecieron por la inhalación del humo al no poder salir y las llamas los consumieron, no quedaron restos reconocibles.

Ana al ver el grotesco estado de los cuerpos decido darle sepultura a los padres de la niña sin que ella viera como había quedado, mantuvo los féretros sellados para que nadie mal intencionado llegara a contarle a la niña, el estado tan deplorable en que quedaron sus amados padres, para Ana lo importante era evitarle más sufrimiento.

— Mamá. ¿Estas segura que no me necesitas?—Alberto le preguntaba, al momento de enterarse él había decidido devolverse, pero su madre no se lo permitió.

— No hijo, ella solo necesita tiempo para sanar sus heridas— suspiro muy preocupada— ella sabe que tú la llamas todos los días.

— Mamá, pero no he podido hablar con ella— pauso él muy inconforme por lo que decía su madre— Mamá, yo quiero verla.

— No, quédate allá, recuerda que estas estudiando con becas, no vayas a perder la oportunidad, ella lograra salir adelante, es muy fuerte, ya lo veras.

Pasó un mes y Deisy cayó en una depresión de la misma tristeza, no comía, no dormía, no hablaba con nadie, no salía de la habitación.

Por mucho que Felipe y Ana trataban de animarla no lograban sacarla de la burbuja en donde solo vivía ella y el recuerdo de sus padres.

Se limitaba a mirar un retrato de sus amados padres y le hablaba y lloraba, Ana estaba tan preocupada y los médicos le habían ultimado diciéndole que, si ella no reaccionaba en unos pocos días, debían internarla por que la niña se iba a morir por inanición.

— Hola Deisy— dijo Felipe al ingresar a la habitación de la joven, era algo que hacia todos los días — ¿Cómo sigues?

Ella se limitó a mirarlo, pero su rostro carecía de luz, estaba muy delgada, y ojerosa.

— ¿Sabes que Lucia está dispuesta a quitarte a Alberto? — dijo para molestarla.

— Ella es muy bonita, él se la merece— dijo sin ninguna emoción.

Felipe arqueó la ceja y apretó la boca, no le gustaba verla así, era como estar con un muerto que caminaba y hablaba.

— Mañana él viene, y se va a quedar unos días— dijo para ver que hacia ella. Y sonrió cuando vio que en sus ojos brillo algo.

— Viene— acariciaba la fotografía que tenía en su regazo — ¡Qué bien! — dijo sin ninguna emoción en su voz.

— Vamos y salimos un rato— se le acercó para tomarle la mano— me estas matando con tu tristeza.

— Lo siento mucho, Pipe, pero no quiero salir— le retiró la mano y le sonrió, pero solo fue un gesto facial, porque su rostro carecía de vida — se levantó del sillón y se acomodó en su cama — por favor cierras la puerta cuando salgas.

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