La eterna prometida

arthii 4

Capítulo 3 

Ana, la madre de Federico y Alberto, estaba con el rostro pálido cuando colgó el teléfono después de charlar por un largo rato con Rosalba, la madre de Deisy le contó lo que había sucedido entre los chicos, y ella tomó como una tonta broma entre los chicos, a ella solo le parecía algo muy chistoso.

Aunque, la madre de Deisy reía porque le parecía una broma, Ana sabía que eso traería consecuencias nefastas, para las dos familias. Salamina tenía cierta cultura cerrada y todo para la población era un compromiso real y no una broma.

Ana se giró y tomó un sartén y miraba con furia muy controlada a su hijo mayor. Ya tenía canas que su Alberto le había ayudado a conseguir. Él siempre estaba metiéndose en problemas o haciendo cualquier locura.

— ¿Por qué hiciste algo así? — Ella aún sostenía el gran sartén en la mano y tenía la intención de estampárselo en la cabeza— Ahora ella va a ser el hazme reír del barrio y de todo el pueblo de Salamina, lo murmuraran dejándola en ridículo.

Él la miró y elevo sus hombros sin dar importancia a la furia de su madre.

— Ella se lo busco— siguió comiendo el desayuno que su madre, momentos antes le sirvió — ella comenzó a gritar delante de todos mis amigos, para dejarme en ridículo, pero la torta se le volteo.

Ana miraba incrédula con la frescura con la que habla él, ni siquiera había pensado en las consecuencias de sus acciones.

—Pero, porque no dejaste claro que era un malentendido — le gritó furiosa — ahora en el pueblo va a asumir que ustedes dos están comprometidos, ella apenas tiene doce y tu dieciocho años y te vas mañana para la universidad, no puedes dejarla con esa carga.

Él solo se limitó a mirar a su madre, mientras analizaba sus movimientos y buscando cualquier estrategia de escape.

— Eso le enseñara a pensar antes de actuar — respondió y bebió un poco de la taza que tenía al frente de él, muy despreocupado.

— Levántate y llama a Rosalba y le dice que es un malentendido y que Deisy estaba solo jugando con sus amigos y tu solo les seguiste el juego— camino amenazante a darle con el sartén— o vas o te rompo la cabeza — sentenció la mujer.

— No lo voy hacer, además eso la protegerá de que cualquier mal intencionado se le acerque y le haga daño— rio y se levantó rápido al ver venir el sartenazo a su cabeza — ¡Ya estas viejita! — corría riendo por toda la cocina y le lanzaba besos para enfurecerla aún más — además mañana me voy para la capital a estudiar y no la vuelvo a ver hasta dentro de dos años y tal vez, tal vez cuando vuelva cancelo el compromiso — esta palabras enfurecieron aún más a la mujer que hacía todo el esfuerzo para alcanzarlo darle su merecido, él reía porque conocía las intenciones de la furiosa mujer.

Ana al ver que no lo podía alcanzar le lanzo el objeto, pero tan de buenas el malicioso joven, que este se estrelló al frente de los pies de Felipe que estaba ingresando a la cocina para desayunar e irse al colegio.

— ¡Mamá! — Gritó cuando dio un salto para evitar que el sartén lo golpeara en los pies — ¿Eso no se usa para cocinar?— Reía al ver el cuadro.

— El estúpido de tu hermano, me va a matar, como lo alcance lo voy a destornillar— Ana respiraba furiosa y tomó un palo de escoba con el propósito de pegarle a su hijo.

— Mamá, si él no se casa con Deisy, me caso yo— dijo el joven buscando una muy sencilla solución al problema desde su punto de vista y comenzó a servirse en un plato parte del desayuno — Tú la amas como a una hija, y no importa con quien ella se case, después de que, “mi reina” quede en la familia.

La cabeza de Alberto se asomó con precaución en el quicio de la puerta.

— ¿Y a ti quién te dijo que yo no me voy a casar con el conejo? — En sus ojos brillaron con malicia — Solo hay que dejarla que se engorde un poco…— salió corriendo cuando vio el proyectil de escoba que iba a toda velocidad a su cara. La carcajada de su hijo mayor lleno la casa, mientras su madre lo miraba y sonreía, siempre era así. Felipe miraba a su hermano, él era su ídolo y lo admiraba mucho.

Unos días después de tanto esconderse de la madre Alberto viajó con dirección a la capital a iniciar sus estudios universitarios. Una beca el cambiaria la vida y lo llenaría de ilusiones. Dejando atrás aquella broma de ser el prometido de la famosa conejo.

Ella solo era una niña que estaba ilusionada con su primer amor y eso lo entendía muy bien, pero no le perdonaba que debido a esa broma se le había echado a perder un buen momento con la bella Lucia.

Con maleta en manos y besos a montón y bendición a bordo Alberto marcho feliz a su nueva vida de universitario. Sin embargo, la desgracia y los sinsabores serian parte de la vida de estos jóvenes.

—¡Cuídate mucho, mi amor!— exclamó la madre aferrada a su amado esposo— recuerda llamar cuando tengas tiempo.

—Si, mamá, lo haré— prometió. Los padres y Felipe vieron marchar el autobús que lo llevaría muy lejos de la familia.

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