La eterna prometida


Capítulo 1
— ¡Ya te dije que no me comprometo contigo, aunque me muera de amor, si no me das una fecha para celebrar nuestra boda! — grita desesperada la joven en medio de un gran llanto a su enamorado.
— Pero amor…— él trataba de consolarla — Sabes que tengo que terminar mis estudios…..
— ¡No quiero ser la eterna prometida! — le gritó— me das una fecha o terminamos, ahora mismo.
A lo lejos un par de pequeñuelos observan la escena y miran al viejo que está sentado en la puerta de su destartalada casa, la que se encuentra a un lado de una de las calles más bella del pueblo de Salamina.
— Abuelito ¿Qué está pasando?— lo miran con curiosidad, una niña que tiene un par de trenzas tejidas a cada lado de su cabeza. La niña es hermosa y se parece mucho a su madre.
— ¡Boba! — dice de mala gana el niño que la acompaña — que él tiene una novia que se llama prometida— dijo el niño jactándose de sabiduría.
El viejo rio con ganas al ver el interés de los niños por la discusión de los jóvenes, que cada vez se hacía más acalorada.
— No, no — los acomodó en unos taburetes que estaba en el solar de su casa y fue y les trajo unos refrescos.
Era muy raro que sus nietos estuvieran en esos momentos ahí con él, a pesar de vivir cerca de él, por tal motivo él aprovechó la maravillosa oportunidad para contar sus historias favoritas.
— Vengan y escuchen muy atentamente como dice la leyenda de la Eterna Prometida- dijo el viejo con una enorme sonrisa en el rostro.
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en un pueblo de personas muy trabajadoras, las que están curtidos por el sol, persona muy amables, sus hombres recios, de carácter fuerte que no se amilanan ente cualquier adversidad, y no se dejan ganar, aunque vea que están perdido, ellos jamás se dan por vencidos y menos en el campo del amor.
Y que sus mujeres son de temple y muy candorosas, viven los valores, del amor y respecto por la familia, atesoran la amistad y lealtad. Pero muchas veces se tienen aprender la lección de la manera más dolorosa, y en esta historia de amor, un amor que traspasa fronteras.
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La tarde es calurosa y los niños juegan en la calle por el calor, no quieren permanecer dentro de sus casas, la gritería es muy grande llenando de alegría al barrio Los Andes de Salamina. Un barrio de clase media, sus habitantes trabajadores de empresas, oficinista, maestros…
Deisy estaba mirando por la ventana, a lo lejos al hijo de su madrina, Beto que montaba bicicleta en compañía de su hermano Pipe.
Ella suspiro con ojos soñadores.
Era un larguirucho, alto con solo dieciocho años, ojos negros y cabello ondulado largo que caía sobre sus hombros, sus cejas siempre las arqueaba cuando algo le sorprendía o las fruncía cuando se disgustaba. Era lo que más adoraba de él, claro tan bien adoraba su perfecta dentadura o su gruesa voz, Deisy simplemente lo adoraba a él.
— ¡Es tan lindo! — Lo miraba con ojos románticos— ¡Lástima que a él solo le gustan las mujeres que tienen las tetas grandes y grandes caderas! — murmuró con pesimismo enfadada y se miró su plano pecho y sus muy pequeñas caderas.
Deisy solo contaba con doce años y sus sentimientos aun inmaduros comenzaban a florecer como al igual que su incipiente cuerpo aun no sufría los cambios de niña a mujer.
Era alta y muy delgada, era tan plana como una tabla, esa que usaba la madre para aplanchar sus uniformes. Sus ojos castaños grandes al igual que su cabello rebelde y ensortijado caían en desorden sobre sus hombros.
Su rostro era muy delgado y lo que más llamaba la atención eran sus dos enormes dientes del frente que afeaban su ovalado rostro, acomplejándola mucho y siendo el centro de burlas para sus compañeros del colegio y del barrio. Esto la había convertido en una niña muy solitaria.
— ¡Deisy! — El grito de Milena su mejor amiga la distrajo de sus pensamientos de adoración hacia el chico de la bicicleta — ven afuera vamos a jugar a la botella en tu terraza.
— ¿Quiénes?— preguntó ella con ojos brillantes por la emoción, Milena era la chica más popular del colegio y era su amiga y eso la enorgullecía, y tal vez por eso ella se metían en cualquier problema para complacerla a ella, sin darse cuenta de las consecuencias.
— Miguel, Juan y Luis — le dijo desde la cerca que separaba la gran terraza de la casa de la calle que era muy transitada.
— ¿Tres chicos contra nosotras dos?— pregunto ella mirándola con una sonrisa — eso es trampa, ellos nos ganarían.
— Ya viene Jenny, vamos anímate — Milena hacia señas con la mano para animarla, ella sabía que su amiga estaba muy triste porque su gran amor platónico pronto se iría a la universidad, él era el chico más guapo del barrio y era un prodigio con los números, y se había ganado unas becas para estudiar en la capital — ven toma un poco de sol y así mejoras más rápido de esa tonta gripe.
Deisy miro a lo lejos y allá estaba el dueño de sus pensamientos, él estaba charlando con Lucía una chica muy hermosa, al parecer su última conquista. Suspiro triste y miró a sus amigos y se animó a salir, debía olvidar a ese joven él nunca le prestaría atención teniendo a su alrededor tanta chicas lindas, y por lo que escucho, en la universidad era peor y para colmo de males, ella era una niña.
Rato después todos jugaban, y el caos comenzó cuando el turno de la botella cayo en dirección a Deisy.
— ¡Yo no voy a hacer eso! — dijo malhumorada — perdona Miguel, pero yo no te voy a besar— decía con las manos en su insipiente cadera.
— Me tienes que dar un beso con lengua — decía el joven con frenillos y sus ojos brillantes, era una apuesta que tenía que ganar, besar a la conejo— vamos Conejo, deme ese besito— él muy odioso estiraba los labios y se le acercaba con la intención de ganarse ese beso.
— ¡Pues no! — se levantó del círculo que ellos armaron para jugar, se alejó unos pasos.
— Entonces haces la penitencia que yo te imponga — dijo enojado y como él sabía su debilidad pensó bien su estrategia.
— Prefiero la penitencia— dijo ella tozuda— prefiero eso a chupar tu asquerosa la lengua.
Él se levantó y miró a sus compañeros y riendo de su maldad grito.
— ¡Ustedes están de testigo! — los señaló con el dedo — si ella no me da un beso con lengua debe cumplir la penitencia, eso o lo otro— sentenció el joven.
— Ya suéltala— dijo Milena, que no le gustaba la actitud de Miguel y la risa cómplice que tenía con Juan, algo se estaba cocinando entre esos dos — Muévete, suelta la sopa.
— Bueno, que ella llame a Beto y le diga que ella es su novia y que además será su prometida — Miguel la miro fijo y vio como la cara de la niña se contorsiono al terminar de escuchar lo que él decía — Eso o me das mi beso con lengua.
— ¡Eso no se vale! — exclamó Milena al ver el rostro de su amiga.
— ¿Cómo qué no?— dijo el jovenzuelo — Es una penitencia como cualquiera.
— Pero… — Milena no pudo hablar porque su amiga le coloco la mano sobre el hombro mientras miró al chico con los ojos entrecerrados y centellantes.
— Déjalo, prefiero decirle a Alberto que es mi novio y que yo soy su prometida— miro a Miguel — que besar esa asquerosa boca.
Deisy rápidamente pensó en llamar a Alberto y decirle en secreto que le mandaba saludos a su madrina y que, si podía pasarse el fin de semana allá, con eso ellos creerían, que estaba cumpliendo su penitencia.
— Pero que todos escuchemos— dijo Miguel que no iba a dar a torcer el brazo— Quiero oírlo, por eso lo debes decir muy alto.
— Te estás pasando, Miguel —intervino también molesta Jenny que hasta ahora no había intervino y que además a ella le gustaba el hermano de Beto.
— No, o eso o mi besito — se burlaba y le mostraba la lengua a Deisy y reía al verle la cara de asco que la joven hacía.
Ella se enfurruñó y caminó sin ocultar rabia hacia la verja y desde ahí miró a un grupo de chicos y chicas que reían y se abrazaban entre sí, los jóvenes estaban desde el otro lado de la calle y comenzó a gritar antes de arrepentirse.
— ¡Alberto Moreno, tú eres mi novio y mi prometido! — grito y él susodicho giro la cabeza y entrecerrando los ojos por el disgusto de ver la grosería de la ahijada de su madre.