De ángeles y demonios (Una novela fragmentada)La despedida de la vida (+18)
Es curioso que algunas veces cuando nos morimos, no nos damos cuenta que estamos muertos y volvemos al lado de nuestros seres amados y nosotros tenemos la dolorosa tarea de decirles que han muerto hace unas horas.
Y esto sucede en la noche y con nuestra madre muerta en el salón que nos viene a decir porque lloramos si ella está viva y nosotros tenemos que acompañarla al salón donde ella vuelve a sentarse en el sillón que siempre se sentaba y que ella ocupaba a mí lado, mientras nosotros abrimos el armario empotrado donde está el certificado de defunción y tenemos que decirla que ha muerto hace unas pocas horas y enseñarle su propio cadáver mientras ella se difumina de la vida definitivamente.
Y de nuevo seguimos mojando nuestra cara con esas lágrimas que corren como ríos por nuestras mejillas mientras sabemos que aquello no ha sido un sueño, mientras nos damos cuenta que debemos rezar a la Virgen que preside la estancia donde yace nuestra madre que ha muerto y volvemos de nuevo a la cama y volvemos a rezar que es lo único que podemos hacer que sirva de algo, mientras no paramos de llorar en silencio en la oscuridad de la noche y en la pena en nuestro dolor al despedirnos definitivamente de los lazos de mi mamá que cruzó definitivamente al camino.