La debilitada lectura de mis sueños


Me fui perdiendo entre los titulares de los periódicos, con sus trazos de colores; leyendo párrafos inconexos; lecturas informativas; poemas sueltos… Me fui perdiendo entre las tardes sin sueños; entre las calles sin avenidas; entre una marea de objeto inútiles para vivir…
Me fui perdiendo entre los ocasos, que llegaron a mí sin darme cuenta, en las tardes del mar abierto, donde fui a buscar horizontes para atesorarlos y depositar mi contemplación allí. Una manía de los deseos, que inundaron mis sentidos de ansias poéticas y muchas aspiraciones que terminaron en borradores de proyectos mal escritos.
Perdí la mirada en lo que fui: un destello de la tarde, que no alcanzó a ser estrella y se esfumó entre las noches frívolas, de los inviernos anónimos, donde no tuve la sensibilidad de entender, cómo la vida nos habla en cada instante, exhortando a la sangre a sentir las pulsaciones de la tierra viva, que desde los diminutos seres del subsuelo, interpelan a los grandes astros que a veces están durmiendo en mí.
Enredado por muchas noticias, que había que interpretar, informaciones sin sentido y una cantidad de versos que escribí, que no tenían sustento y se fueron raudos entre las llamas de una hoguera, que por vocación de poeta marginal, encendí sin darme cuenta, en un arrebato de pasión, en una ilusión del corazón que se da una nueva oportunidad de vivir.
Sé que esto tiene una explicación y la lógica me ayudó poco, porque mantuve demasiado tiempo mis banderas escondidas y no pude salir a reventar los sueños y consumir la vida de verdad, aquella, que se bebe de una vez, que es brutal y nos enfrenta con nosotros mismos… y nos da vida o nos da muerte en una desesperada sensación que vivir a fondo es más que un deseo.
Mi literatura extraña, fue copando un universo frívolo, donde acomodé mis intenciones y se durmió mi crítica mirada existencial. Fue un sueño extraño, que estuvo mostrando por demasiados años los mismos rincones, donde estuve acomodando mis vanaglorias y guardé mis recompensas, que pronto me convirtieron en un paria de las estructuras poéticas, que tuve que armar en silencio y tergiversé mis versos para acomodarlos a una vida sin fe.
Sé que tuve momentos de gloria, porque en algún sentido, las voces interiores alcanzaron el reconocimiento de los cantos universales y con mis escuálidas historias, me pare cara a cara con los poemas, que me han sustentado siempre, aquellos que están hablándome repetidamente y me empujan hacia otras razones, donde el fin no es tener, ni tampoco estar sentado esperando, que un amanecer vuelva a despertar aquello que tenemos dentro, dormido, en los ilusorios fragmentos del vivir.
Creo que pasaron algunos años, donde me dormí en medio de un apagón cultural, que hubo producto de una fiebre social, que nos dio a todos y cambiamos el tener por el ser y gasté mí tiempo en los inmensos centros comerciales y reí junto a una montaña de objetos, que nunca necesité. Fueron los tiempos muertos, de una existencia que se desgarraba ante las imágenes de las calles adversas, de los rostros perdidos, de las manos que se helaron en apretones tibios y en amistades, que se esfumaron a la vuelta de los acontecimientos de un tiempo difícil, que clavó una semántica atronadora en los modos de ser de todos nosotros.
No había nada que irradiara, nada que me alimentara, solo planillas con pasatiempos, que fui arrojando a la basura. Memorándums, cartas oficiales, mail mal redactados, notas y apuntes, que se fueron quemando en la inercia de mis lecturas rotas, porque tuve que estar en las líneas oblicuas de los cuadernillos oficiales, contando las historias que cuadradas de noticias, nadie leía.
Así me convertí en un opinante sin fundamentos. Ecléctico hasta los huesos, con respuestas para todos los fenómenos del alma, sin saber que algo estaba corroyendo mis esencias, gastando mi sangre, quemando mis vísceras, fraguando un canto… y esto duró hasta que comenzó mi lectura de los poetas españoles de la generación del 27. Ellos, que conocían los octaedros, que se forjaron entre lo romántico y lo clásico, acuñando los mejores versos, de una realidad que se rompería abruptamente con la guerra.
Ellos fueron quienes me tiraron un salvavidas para asumir mi destino incierto. Hoy vago sin muchos motivos por los renglones, me cuesta sacar algo desde dentro para exponerlo, porque también me convertí en una especie de fantasma, que pasa por las cosas y solo se detiene en los momentos donde el instinto me lo pide. Preso de la sinrazón, camino hacia el abismo sin mirar el horizonte.
Vivo el momento, tratando de escribir como poeta aquello que me está hablando de una manera real. Soy uno más, que gasta mucho tiempo en desamarrar los nudos que va computando mi cerebro y hay una razón, que aun no comprendo, para alimentar tanto tiempo de dedicación a esto que escribo y desangra lentamente mi alma.
Quisiera poder desandar, pero vivo hoy con más pasión y detalle el tiempo. Los minuteros ya no son mi dictadura, es el espacio que va quedando de mis años y trato de vivirlo lo más intensamente que pueda. Lo demás, es poesía que no logro acuñar como propia, porque mis influencias van recortando casi todos mis intentos de salir del molde.