HOLA SOLEDAD…


24-HOLA SOLEDAD
En un momento de profunda depresión, durante las terapias, en las charlas diarias de tratamiento, él conoce a una joven que le es asignada, quien es una monja, ella tratará de ayudar a superar la crisis.
Al ir recuperándose y haberle abierto su alma, comienza a enamorarse profundamente de esta persona, pero sabe desde el inicio de que la relación está condenada al fracaso.
Sin embargo, decide vivir hasta el último momento ese amor, a pesar de la difícil circunstancia, porque no quiere abandonar este mundo sin haber experimentado ese maravilloso sentimiento.
Por fin fue dado de alta y la cantidad de medicamentos fueron reducidos casi a nada. Pudo regresar a su casa, pero hizo todo lo posible para conversar con ella, aunque fuese una última vez. Quería confesarle ese sentimiento que ocupaba todos los espacios y todo su tiempo.
Sintió en ese momento que el tiempo se congelaba. Desapareció como por encanto el bullicio de los autos, las estrepitosas bocinas, el coro desafinado de los vendedores ambulantes, la discusión bizantina del par de indigentes que vivían en esa esquina y soñaban con un mundo felizmente socialista, humanista y participativo, como el de Aldous Huxley, pero en donde “se heredarían carro y casa con piscina, de aquellos ricos que ahora, por el contrario, les tocaría vivir en miserables ranchos colgados de los cerros de Caracas”.
En ese momento no se sabía que veinticinco años después ya no serían dos, sino todo un país.
Al entrar a la cafetería todo era diferente, desde el bronceado de las dos adolescentes que habían adquirido bebidas dietéticas y el hermoso color en su último viaje a la isla de Margarita, hasta la chica que manejaba la greca, preguntando como lo quería, ¿marroncito claro o guayoyo corto sin azúcar? En un instante todo se volvió mágico, las mesitas redondas desaparecieron, el barullo de los clientes, incluso la columna redonda atravesada en el medio del local, cubierta de retazos de espejos para mimetizarla y disimular el error del arquitecto.
El sonido de los platos y cubiertos, en resumen, todo adquirió de repente nuevas dimensiones y apariencias. Se vio en un instante transportado a un fresco jardín parecido al de Trevanian, pero que al instante llegó a comprender que se trataba de su propio Shibumi, con una pequeña cascada en el medio, produciendo rumores cristalinos al chocar contra las piedras, un jardín musical propio de los japoneses.
Una saturación de flores, en una policromía sorprendente de los más variados e increíbles colores, el aire impregnado de la fragancia más exquisita y agradable hasta ahora conocida. Por ella el propio Karl Lagerfeld mataría para robar la fórmula y a su lado, acompañándolo desde siempre, la serena figura de Soledad.
Los minutos se convirtieron en horas y las horas pulverizaron la tarde. No quedó otro camino que recorrer la noche, sumando un día más en este interminable rosario en que se había convertido la secuencia de su vida.
Al salir del cafetín que quedaba enfrente del hospital de La Cruz Roja a unos pasos de la Avenida Urdaneta de Caracas, ya era de noche y los faros de los automóviles proyectaban haces de luz que brevemente iluminaban la oscuridad.
Vio desde lejos como se retiraba aquella bondadosa persona y sentí que la nostalgia me invadía por dentro, pues estaba totalmente seguro de que sería la última vez que la vería en su vida…
En efecto, tiempo después supo que se había retirado del Convento y nunca más volvió a ver a Sor Soledad…
Excelente cuento!!! Saludos!
Hola Soledad…