Eres Arte
No lo podía creer. ¡¿Rico?! ¿¡Alex Grand era rico?! No solo rico, ¡Era increíblemente rico!.
PD: En todos los aspectos.
Él me tenía pegado contra su cuerpo y este nuevo descubrimiento, me hizo dudar. Si Alex era tan rico, si ya era dueño o socio de tantas empresas importantes, ¿Para qué querría quedarse con la empresa G&G?, eso no tenía sentido.
Y eso me hizo considerar, ¿Podría ser cierto, entonces, que yo realmente le gustaba? Lo deseé. Desee con todo mi corazón que Alex me quisiera de verdad y no por un interés, pero una nueva idea se alojó en mi mente.
«¡No, Ava! ¡Quítate esa idea! ¡Alex no te quiere! Este descubrimiento solo te prueba una sola cosa: Él simplemente es un hombre ambicioso y como tal, no se detendrá hasta apoderarse de todo lo que pueda».
Sus labios estaban por besarme, sin moverme, recorrí nuevamente la habitación con mis ojos, todas las empresas que él poseía, eran importantes y eran de diferentes ramas. ¡Claro! Le hacía falta agregar a su colección una empresa de modas.
Instintivamente, retrocedí, cuando Alex estuvo a punto de besarme. No fue muy notable, fue un diminuto movimiento involuntario, pero Alex lo notó.
— Ava. — Me miró con cierta tristeza, sin soltarme. — Necesito que me escuches… — Susurró, cuando sonó un toque en la puerta. Alex suspiró frustrado y me soltó. — ¡Adelante!. — Gruñó con la mandíbula apretada.
— ¿Señor Grand?. — Celeste, una señora morena y algo robusta, abrió la puerta. — La habitación está lista.
— Gracias Celeste. — Respondió Alex tratando de cambiar el semblante, la mujer se retiró y mi esposo me miró con cierta malicia. —Es hora de que conozcas nuestra habitación. — Me tomó de la mano para guiarme.
Entramos en la habitación, que era tan grande como un salón, la decoración era sencilla y no pude evitar fijarme en lo que más resaltaba en esas cuatro paredes: una enorme cama con listones.
No obstante, había otra cosa muy notable, había una enorme ruma de regalos apilados en un rincón de la habitación, cosa que me causó mucha curiosidad, Alex me mostró todo, emocionado, obviando los regalos.
En unas grandes y blancas puertas dobles, entramos en una habitación de tamaño regular, ese era el closet, en el cual, ya estaba toda mi ropa y zapatos acomodada de un lado, al otro, estaba toda la ropa y zapatos de Alex.
Luego me guío hasta otra puerta, era nuestro gigantesco baño, con lavado doble, enormes espejos, una gran ducha de lujo y un jacuzzi. Quedé con la boca abierta.
Salimos nuevamente hacia la habitación, y Alex finalmente me señaló la pila de regalos.
— Esos son los obsequios por nuestra boda. — Murmuró.
— ¿Obsequios? Pero si no invitamos a nadie y no hicimos fiesta. — Respondí confundida.
— Algunos son de tu abuelo y mi padre, otros son del señor Myers y Smith. — Esos eran nuestros testigos. — Pero la mayor parte son míos.
— ¿Qué?.
— Lo lamento, no pude evitar comprarle algunos detalles a mi nueva esposa. — Explicó con cierta vergüenza. Caminó hacía la ruma de regalos y tomó una pequeña bolsa blanca que estaba en la parte superior de la torre. — Este, lo compré imaginándotelo puesto, es para nuestra primera noche juntos.
— ¿Eh?. — Tragué grueso, recordando lo que me esperaba. Alex volvió a dejar la pequeña bolsa en su lugar.
— Bueno, me imagino que debes estar cansada y que te gustaría refrescarte, además dentro de poco estará la cena servida, te voy a dejar para que te bañes, te pongas cómoda y bajes para cenar.
Asentí con nerviosismo, Alex me sonrió, pasó su mano con delicadeza por mi mejilla, bajó su rostro para darme un pequeño pico y se retiró de la habitación.
No me pude resistir, apenas vi la puerta cerrada, salté sobre esa pequeña bolsa y la revisé, en ella había un conjunto blanco de ropa interior de encaje y una bata de seda del mismo color. Lo metí de nuevo en la bolsa, sintiendo las mejillas calientes y corrí hacia el baño, dispuesta a tomar una ducha, para enfriar un poco mis ideas.
Cuando estuve lista, bajé hacia el comedor, me perdí un poco, pero por suerte me encontré en el camino con Martina, una mujer delgada, rubia y muy risueña, quién me indicó el camino correcto. Al entrar al comedor, vi a Alex sentado en la mesa, esperándome para comer.
Una vez que tomé asiento, comenzaron a servir, estuvimos un rato en silencio, hasta que Alex intervino.
— ¿Te gusta?. — Preguntó justo cuando nos terminaban de servir la cena.
— ¿Ah? Sí, claro, se ve delicioso. — Respondí tontamente, imaginando que hablaba de la comida.
— No. — Aclaró con una sonrisa. — Quería saber si te gusta la casa.
— Ah, bueno… Me parece… Hermosa, algo exagerada, pero hermosa. — Respondí tratando de mostrarme más atenta.
— Porque, si hay algo que no te gusta, puedes cambiarlo, o si deseas, puedes remodelar toda la casa, puedes hacer lo que quieras, la verdad es que ella venía decorada así cuando la compre y no me moleste en cambiarle nada cuando me mudé… Quizás ya le haga falta una remodelación.
— ¿Qué?.
— Lo que te quiero decir, Ava… Es que este, es tu nuevo hogar y quiero que lo sientas como tal y que te sientas cómoda en el.
Asentí sin saber qué respuesta dar, Alex era muy bueno, era un hombre atractivo, rico, exitoso, que siempre se comportaba de una manera amable, ¿Estaría yo equivocada con él?.
Me perdí por un momento en sus intensos ojos azules, los cuales, nunca me habían mostrado una segunda intensión y nunca me habían visto con desprecio. Sentí como se aceleraba mi corazón, sentí como el mundo a mi alrededor se disolvía, sentí un escalofrío recorrer mi columna al recordar que en poco tiempo, estaría a solas con él en nuestra habitación, en nuestra primera noche nupcial.
— ¿Ava? ¿Ava? ¿Ava?. — Alex me sacó de mi ensimismamiento.
— ¿Eh? Lo siento, yo…
— Debes estar cansada. — Dedujo. — Terminemos de cenar para que nos retiremos hacia nuestra habitación.
Terminamos de comer y aunque me di todo el postín del mundo, el inminente momento, llegó.
Entramos en la habitación y me dirigía a paso rápido hacia el closet para cambiarme por una pijama bien ancha, cuando Alex me llamó.
— ¡Ava! No olvides tu regalo, lo compré especialmente para que lo uses está noche.
Sin saber qué decir, asentí, recibí el obsequio que me entregó y me adentre en el closet, viendo que él se dirigía al baño, seguramente para tomar una ducha.
Dentro del closet, saqué las prendas de la pequeña bolsa y de inmediato sentí como enrojecí. ¿Cómo podría ponerme eso? Era de mi talla, al parecer Alex tenía buena vista para eso, pero ¿Él pretendía verme en esas minúsculas prendas?.
Lo dudé por mucho rato, pero al final, me convencí de que si me amarraba la bata y apagaba la luz antes de quitármela, no sería tan vergonzoso.
Salí con mi bata amarrada y vi a Alex tirado en la cama, boca arriba, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, esperándome. No pude evitar perder el aliento, nunca lo había visto así, usaba un mono, pero no traía camisa, todo su cuerpo estaba esculturalmente definido y en esa musculosa piel, resaltaban un par de tatuajes. Basta decir, que aunque la cama era grande, su enorme y definida figura, cubría gran parte de ella.
— Te tardaste mucho. — Murmuró desde la cama.
— Si… Ummm… Es que… Yo… — Empecé a balbucear, sin poder dejar de mirar su cuerpo, eso lo hizo sonreír.
— Está bien, no estoy apurado. — Respondió sonriendo. Comencé a caminar hacía mi lado de la cama, rodeándola. Cuando Alex me detuvo. — Espera. — Me pare en seco. — Quiero ver tu obsequio.
— Lo llevo puesto. — Murmuré nerviosa.
— Pero no puedo verlo si llevas la bata amarrada. — Alegó. Suspiré, sintiendo las mejillas calientes, solté el nudo de la bata y la abrí ligeramente, dejando entrever el conjunto que llevaba debajo. — Eso no se vale. Debes quitarte la bata y modelarme. — Explicó haciendo que mis ojos se salieran de las órbitas.
Me quedé allí, pasmada, dudando, sin saber qué hacer o decir, me moría del bochorno.
— ¿Ocurre algo?. — Pregunto él al ver que yo no me movía.
— Yo… No puedo. — Dejé salir con un suspiro.
— ¿Por qué?. — Insistió sentándose en la cama.
— Por qué no puedo, solo eso. — Respondí sintiendo como mi rostro seguramente enrojecía.
— ¿Te da vergüenza?.
No dije nada, solo bajé la mirada, sintiendo mi cuerpo temblando y el nudo en la garganta. Él se levantó de la cama y lentamente caminó hacia mí, quedando muy cerca. Con mucho cuidado, colocó sus dedos debajo de mi barbilla para levantar mi rostro.
— No tienes nada de que avergonzarte, Ava. — Afirmó con su gruesa voz, dejándome atrapada en su mirada. — Soy tu esposo.
— No me gusta que nadie me vea desnuda. — Susurré despacio. Él pasó sus manos por mis hombros delicadamente, haciendo que la bata se deslice por ellos, dejándola caer.
— ¿Por qué, Ava? Si tú, eres arte. — Agregó.
— ¿Qué soy arte?. — Pregunté escéptica. — Eso díselo a todos mis exs. — Ante mi respuesta, él apretó sus labios en una línea, pareció molestarse. Pero luego recuperó su postura sensual y comenzó a deslizar sus dedos por mis brazos, con delicadeza.
— Ava, el arte es diferente para cada persona, mientras unos ven belleza, otros no alcanzan ni siquiera a ver el propósito de la obra. — Murmuró en mi rostro, invadiéndome con su refrescante aliento. — Su diseño. — Continúo mientras bajaba sus manos hacia mis pechos para acunarlos entre sus manos, haciendo bajar mi mirada, para ver su movimiento. — Sus curvas. — Continúo y se agachó para besar suavemente mi flácido abdomen, haciéndome estremecer. — Sus trazos. — Siguió mientras pasaba sus manos por mis muslos, justamente dónde se marcaban unas pequeñas líneas de estrías, haciéndome cerrar los ojos y soltar el aliento. — Un idiota jamás sabría cómo apreciar el buen arte.
De improvisto, me tomó entre sus brazos, cargándome como una pequeña, lo que me hizo soltar un gritillo. Sorprendida y asustada me amarré a su cuello, ningún hombre me había tomado así, él debía tener mucha fuerza y lo pude verificar al notar como se le tensaban los músculos de sus hombros.
Alex caminó conmigo entre sus brazos, llevándome hasta la cama, dónde me depositó con delicadeza.
— Se suponía que debía cargarte para entrar en la casa, pero creo que resulta mejor si te cargó hasta mi cama. — Susurró mientras iba afincando su cuerpo sobre el mío, para luego tomar mis labios con pasión.
Alex me besaba, su lengua jugueteaba en mi boca, sus manos recorrían mi cuerpo, sin embargo, no me podía quitar una idea de la cabeza, «La luz sigue encendida». Intenté separarme un poco de él, buscando con la mirada en cuál pared estaba el apagador, pero no veía nada.
Al notar mi inquietud, él se separó un momento de mí, estiró su mano hacía una mesa de noche que estaba a un lado de la cama y tomó un control.
— Te complaceré esta vez, pero no te acostumbres, estoy loco por detallarte bien, mientras te como. — Gruñó con sensualidad al tiempo que accionó un botón del control y las luces se fueron.
Alex se lanzó sobre mi boca con ímpetu, con ansias, como un sediento que en medio de su desespero se encuentra con una fuente de agua.
Sus manos acariciaban todo mi cuerpo y usualmente, eso era algo que siempre me cohibía, sin embargo, Alex los hacía con tal vehemencia, que provocaba que mi mente se blanqueara por completo, aplacando todas mis inseguridades.
Con calma se desprendió de mi boca para pasar sus labios por mi cuello hasta el lóbulo de la oreja, que mordisqueo con suavidad, mientras sus manos apretaban suavemente mis pechos.
Beso, tras beso; toque, tras toque; mi cuerpo reaccionaba con estremecimientos, haciéndome olvidar por completo el recelo que sentía hacía Alex, por lo que termine entrelazando mis brazos en su cuello para apretarlo más contra mí.
Alex soltó un sensual gruñido al notar mi entusiasmo y paso una de sus manos por mi espalda para soltar los broches del brasier, un segundo después, los jalo para dejar mis pechos en el aire y tomarlos apasionadamente, besándolos, lamiéndolos, mordisqueándolos, haciendo escapar gemidos de mi garganta y retorcerme entre sus brazos.
— ¿Te gusta, Ava? ¿Te gusta? Dime cuánto te gusta. — Murmuraba mientras me tocaba, deslizando su mano hasta mi monte. Yo solo asentía, mordiéndome los labios y apretando mis uñas en su cuerpo. — Dímelo Ava, quiero escucharlo de tus labios.
Sus dedos se entusiasmaron justo en mi centro, sentí como se restregaban ocasionando que mi espalda se arqueara en mi desesperación por más. No podría resistir mucho, sentía como mi cuerpo palpitaba a su ritmo y él fue por más, deslizando su mano debajo de mis pantis, pasando con suavidad sus dedos por los labios para luego introducirlos hasta mi interior.
— ¡Ah! ¡Ah!. — Los gritos de placer finalmente se desprendieron de mi boca.
— Dímelo. — Me gruñó al oído.
— ¡Ah! ¡Me gusta! ¡Me gusta mucho! ¡Quiero más!.
Él sacó su mano de mi interior y abrió mis piernas para recostar su cuerpo contra el mío y restregarse, haciéndome sentir su enorme bulto contra mi vientre, enloqueciéndome por completo. Tomó mis labios una vez más, mientras se movía contra mi cuerpo a gran velocidad y sus manos las entrelazó con las mías, sosteniéndome con fuerza.
— Te daré todo lo que quieras. — Susurró al separar sus labios de los míos. — Pídeme lo que quieras y te lo daré.
— ¡Ah! ¡Quiero más! ¡Dame más!. — Contesté casi babeándome por el placer.
Se separó de mí, bajó mi panti con suavidad y levantó mis piernas para dejarlas descansar sobre sus hombros. Me sorprendí al darme cuenta de lo que hacía, sentí mis mejillas calentarse y estuve a punto de detenerlo por la vergüenza, pero ya era muy tarde, él había introducido su rostro en mi centro, relamiendo, succionando e introduciendo su lengua hasta lo más profundo.
Los gritos no se hicieron a esperar, mi cuerpo vibraba con sus movimientos, sus manos apretaban mi trasero con gran fuerza, mientras que yo no pude evitar usar mis manos para presionar su rostro contra mi centro, deseosa de más placer. Podía sentir el fuego recorrerme por todo mi interior y en medio de un estallido, terminé en su boca.
Alex levantó su rostro de entre mis piernas, al tiempo que yo intentaba recuperar el aliento, y lo vi, levantarse, con una sonrisa maliciosa.
Un segundo después, su ropa voló por los aires y Alex ya se acomodaba entre mis piernas para embestirme con fuerza, multiplicando el placer de una forma increíble. Una y otra vez, con ritmo y gran velocidad, me dio con todas sus fuerzas, uno, dos, tres, cambiamos de posición, volvió a darme, meneando su cuerpo contra el mío, uno, dos, tres, cambiamos de posición.
El poder de su golpeteo persistía, haciéndome explotar con otro grito, luego de un cambio de posición una vez más, sentí como él terminó, emitiendo un gruñido gutural.
Alex se tiró a mi lado, tratando de controlar su respiración, pegando su cuerpo contra el mío, mientras que yo también trataba de recuperar mi aliento.
Recordé nuestra primera noche juntos, en el club, ¡Por Dios! ¡¿Ese hombre era una máquina?! ¡¿O es que yo había conocido puros fiascos?!.
Alex pasó su brazo por mi cintura, en un abrazo íntimo, lo que me hizo reaccionar y poner en alerta todos mis sentidos, ¡Él tocaría mis lonjas!.
Intenté levantarme, pensé que me caería bien otra ducha y así poder usar una pijama que cubra mis bulticos de más, sin embargo, Alex me detuvo al notar que me lo quitaba de encima.
— ¡Hey! ¿A dónde vas?. — Protestó al soltar el agarre.
— Creo que tomaré otra ducha. — Murmuré entrecortada.
— ¡Ah, que bien! Te acompaño, así nos duchamos juntos y aprovechamos de ir por otra ronda.
— ¡No!. — Grité al imaginarme el escenario, Alex y yo desnudos, viendo nuestros cuerpos.
— ¿Tan mal estuvo?.
— No es eso, ¿Sabes qué? Prefiero ducharme en las mañanas. — Me acomodé de nuevo en mi lugar, apretando los ojos con fuerza al sentir como Alex se acurrucaba contra mi cuerpo, cayendo rendida entre sus brazos.