Enferma obsesión 

Agobiado, ya no quiero estar, pero

esos impulsos no fui capaz de

 reprimir más.

¡Lo disfrute!

me digo sin parar,

mas el recuerdo del fluido carmesí

escalofríos en momentos me da.

Ella era bella,

hermosa,

cual muñeca de porcelana,

de piel radiante, cual

divino ángel.

Seductora y encantadora

dueña de una perfección tentadora.

Dulces maldiciones salieron

de su boca,

el día en que tal deseo ardiente,

me hizo actuar con gran locura.

¡Enfermo! ¡demonio! exclamaba,

mientras yo,

le otorgaba rápidas y sutiles

puñaladas.

¡te quiero! yo gritaba,

cuando ya, su inocente corazón

no palpitaba.

Abrumado acepte, que mi confesión

desesperada,

no sería escuchada.

Ahora morando en el congelado

encierro,

soy atormentado por los

infernales recuerdos;

de aquella niña,

aquel capullo,

que sucumbió ante,

mi arrullo.

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