El viajero del tiempo.Por. Marco Antonio Fuguett Toro.

Interpretar, entender, en otras palabras, asimilar lo que fue el paso del hombre a través de los siglos; nos lleva sin desearlo, a una serie de preguntas, sin respuestas.

El desarrollo de los humanos, está ligado sin duda alguna, al de su medio ambiente, pero también se anexan a éste factor, otros elementos, que trataremos de analizar someramente en éste ensayo.

Iniciemos entonces ésta audaz aventura y guiados con ése estímulo tan vital, cómo lo es la curiosidad, nos trasladaremos de inmediato y sin perder más tiempo a  la antigua ciudad de “Tenochtitlan”, despojados claro está de lo que somos; ésto con el fin de entender con amplia objetividad nuestro entorno; lo primero que detallamos al llegar allí, es al improvisado historiador “Bernal Díaz del Castillo”. Al cuál vemos eternizar, cómo era su costumbre, todo lo que sus ojos observaban y lo hacía cómo es lógico, por medio de su magistral pluma.

Les platicaré un poco de éste lugar dónde estoy ahora, en función de ampliarles esa información, que aunque básica, no deja de ser importante; muestra el mismo mucho movimiento y una gran concurrencia de personas; son notorios los mercaderes de oro y plata y resulta evidente, cierta actividad comercial, también visualizo, ésto con algo de rabia, la utilización de la nefasta figura de la esclavitud, no ejercida precisamente por los Españoles (Qué representaban al imperio invasor) pero sí por los mismos aborígenes, lo que es aún más lamentable; éstos trasladan a sus prisioneros, cuál sí fuesen animales; atados con unas varas largas, con collares en los pescuezos, imagino que ésto último, lo colocan para evitar su huída.

No quise ver más y cerré mis ojos, eso siempre lo hago, cuando observo algo, que no quiero ver, al abrirlos de nuevo; me encontraba ubicado en otro lugar, por cierto, muy diferente al anterior. Por lo poco que podía apreciar a simple vista, estaba por darse un sacrificio humano ¿Por qué tanta crueldad? Me pregunté a mí mismo, sin entender la necedad de tal acción y seguí, cómo buen observador que soy, muy de cerca los acontecimientos.

El hombre que estaba destinado a morir, respondía al nombre de Aricha, sé trata de un muchacho, bastante joven, que no tendrá más de 18 años de edad, quizás hasta menos; debo acotar que a pesar de su tensa situación. (Próximo a ser sacrificado) éste se veía tranquilo,  incluso, mostraba nervios de acero. El punto es, ya para concluir ésta parte de la historia, que al pobre infeliz le abrieron el pecho,  con la perversa intensión de sacarle el corazón; acción ésta qué realizaron con infinita crueldad, excesivo  sadismo y sin piedad alguna, claro está que todo aquello, se excusaba trás el  argumento absurdo de las creencias religiosas. Es de acotar, que el órgano señalado anteriormente, después de extraído, fue ofrecido a un Dios, que tenía por nombre “Mexictli”. Luego de aquel acto inhumano y  bestial, el cuerpo fue dado a comer a los presentes, en lo que parecía, aunque usted no lo crea, una especie de fiesta.

Dejé aquel sitio rápidamente, no podía quedarme mucho tiempo, en un solo lugar; me ví entonces parado sobre la piedra del sol, la cuál fue labrada hacia el año 1479, uno en verdad se siente pequeño ante su grandeza, la cuál no es sólo física, también espiritual. La misma medía 3 metros de diámetro y uno de espesor y pesaba poco más de 25 mil kilos.

Escuché con mucha claridad, mientras me hallaba ubicado en ese inmenso objeto sólido, muchas, muchas voces, cómo todos hablaban al mismo tiempo, no les entendía nada, finalmente comprendí, que se trataba de los espíritus de aquellos, que fueron ejecutados sin justificación alguna y qué dejaron en esa implacable superficie, su último aliento de vida.

Pasaron así unos minutos, tiempo que no podría en verdad precisar, luego de ésto, fuí de nuevo desplazado, pero ésta vez con menos velocidad y guiado por el impetuoso viento, el cuál colaboraba de vez en cuando, no siempre, con el viejo y mañoso tiempo, en su inagotable y pesada labor; llegué de ése modo, hasta el  centro mismo de una inmensa plaza, ni en Constantinopla, ni siquiera en la vieja Italia, había visto una igual.

De pronto, alguien, que al igual que yo, tampoco era humano, sé me acerca y me indica en baja voz.

“Del pueblo Azteca has visto algo, sigue entonces tu recorrido viajero”

Después de aquellas palabras, todo empezó a girar de nuevo, era el desplazamiento en línea y en pleno accionar, método muy utilizado por nosotros, ya que nuestra energía se mueve, se controla y maneja a criterio nuestro, pero ése no es el tema ahora, ustedes son básicos en eso y no me entenderían.

Llegué sin ningún tropiezo, a la época del poeta Hesíodo, precisamente cuando éste escribía su conocida Teogonía; lo escuché con marcado interés, siempre me han gustado ésos temas, ésto decía él.

Primero fue el caos, nadie lo entendía, masa confusa era, sin ningún sentido. Luego vino Gea, la tierra, algo había, algo teníamos, después se apareció Eros, el amor y puso la semilla de la vida.

Gea sé unió a Urano, el hermoso cielo y de estos nacieron, las dos primeras razas que poblaron la tierra. Los titanes y los cíclopes.

Más Urano no quería a sus hijos y los enterraba en las profundidades de la tierra.

Y él siguió hablando. Nombró a Zeus (Júpiter) a Hera (Juno) al gran Poseidón (Neptuno). Yo sólo oía, no podía hacer más; nos narró la historia del Hades (Plutón) la de la bella Afrodita (Venus) la cuál y por cierto, era nacida de la espuma del mar.

Nos dijo que Zeus era hijo de Cronos y qué el mismo fue salvado por Rhea. ¿Qué pasó con Cronos? Pregunté, sin estar autorizado para eso.

“Fue muerto al tragarse una piedra con lienzos”

Me respondió al instante el poeta; al cuál no pude prestarle más atención, ésto dado qué, en ése preciso momento, escuché de cerca una voz,  una voz que me habló una vez, tan sólo una vez y sólo yo la oí, más nadie en ése lugar lo hizo; tampoco sé mostró, cómo era común hacerlo, en presencia física.

‘Puedes ver y oír viajero, más no intervenir”

Ésto me lo recordó, en lo que pareció ser una especie de advertencia, porque bajo ningún concepto y ésto lo sabía de antemano, podía yo romper las reglas, las cuáles eran muy estrictas. Luego de ése corto llamado de atención, seguí mi viaje, eso sí, no pude evitar, preguntarle al inquieto tiempo. Más por curiosidad que por otra cosa. ¿Tú no te cansas de éste duro transitar? Y me respondió éste con cierta nostalgia.

“Yo también tengo fin viajero”

Después de conocer el mundo Azteca, de pasearme por la mitología Griega, de escuchar las desgracias de Esquilo, de ver el mundo de Sófocles, su infinito amor ante lo humano. Llegué al reinado de Filipo II, pero ya a finales, cuando éste moría, él fue el organizador del Estado Macedónico; conocí allí a su hijo, al famoso Alejandro.

Instalado cómo estaba, pude de cerca observar sus fiestas, cargadas estas de exageraciones, escuché también de mala gana, sus continuos y molestos gritos, ví con mis propios ojos su egocentrismo enfermo y su obsesión por dejar de ser mortal, para ser divino.

“¡Yo soy un Dios! Decía a viva voz, mejor que Filipo soy, supero al mismo Hércules. De Amón soy hijo. ¡Por eso Egipto a mis pies! soy superior a toda la humanidad, a los mismos Dioses, hijo de Zeus soy, grande entre los grandes”

Ésto expresaba aquel joven altanero, que tenía más o menos cómo 20 años de edad, bueno , eso le calculé yo a simple vista; me llamó mucho la atención éste muchacho, debo reconocer eso, por esa causa recorrí con él, otros episodios de su controversial existencia. Lo ví en Gordio, cómo siempre, muy seguro de sí mismo, tratando de desatar el famoso nudo, al cuál y por cierto, terminó cortando con su espada (El oráculo daba poder al qué lo desatara) Ví también con gran curiosidad, la caída de Siria, la de Egipto; detallé incluso muy cerca de mí, el inmenso terror que mostraban los ojos de “Darío III” ante la imponente figura del emperador. Penjab también fue suya, pero el “Rey Poro”, que no era ningún tonto, fue muy astuto y sé fingió su amigo. 

Quitó Alejandro la vida a Clito. (ésto fue en una de sus orgías) ordenó también la muerte de Calistenes, la cuál se da en cautiverio;  incluso la de Parmerion. (el viejo general) y hasta la de su hijo, el joven “Filotas” (Quién estaba conspirando contra el emperador). Este valiente guerrero, tuvo muchas esposas, pero en verdad, su proximidad con Hefestion, un joven alto y apuesto, qué siempre le acompañaba, me hace pensar que era bisexual, para nada, cómo lo expresan algunos historiadores, era homosexual, lo que pasa es que la mentalidad de ése muchacho era muy abierta, liberal en extremo y ya para terminar la primera parte de éste relato. Debo acotar cómo dato importante, que uno de sus maestros, quizás el qué más influyó en él, fue el sabio Aristóteles, el “Estagirita” y en verdad, aquel alocado muchacho, que tantos disparates decía, estaba destinado a cambiar, de una manera drástica, la historia del hombre. Incluso, muchos lo identifican y con gran acierto sin duda alguna, con el “macho cabrío” del profeta Daniel. Morirá éste valiente guerrero, muy joven, a los 33 años de edad. (Al igual que Jesús) en el año 323 ac.

Era en verdad valiente éste muchacho, eso era algo innegable. Lo dejé, tenía que hacerlo y me desplazé de nuevo, guiado por el incansable tiempo, llegué al año 1556 DC, cuando Carlos V abdicaba en Yuste a favor de su hijo Felipe II, de allí fuí movido mucho más allá, hacia el controversial siglo XIX,  el año 1830, el día 17 de diciembre, la ciudad Santa Marta y el país era sin duda alguna Colombia. Allí estaba él, con una decepción inmensa en sus ojos, el tiempo me trajo a su lado, al lado de un hombre, que dió todo por su patria y por otras más, que ahora no recuerdo, lo hizo sin pedir nada a cambio y todos le dieron la espalda, las ambiciones personales pudieron más, que el mismo honor y lo ví partir, para dejar de ser humano, para ser gloria, leyenda y luz de todo un pueblo, que lo aclararía por siempre, ante mí cerró sus ojos. ¡Yo ví morir al Libertador Simón Bolivar y ¡Hasta el tiempo calló ante su ida!

“Está historia continuará”

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