“El Guión”
Ernesto López trataba de escribir una historia. Su mente buscaba entre muchas opciones un tema.
– Ya va (Se dijo). Mi personaje será una mujer, una dama con un hijo, aja, y, ¿qué le sucede a esa fémina? Déjame pensar, ya va, ella es la ex esposa de un ex convicto; un psicópata, incluso, reconocido a nivel policial como un asesino en serie, que desea sobre todas las cosas, en su mente enferma, retorcida y sucia, eliminarla a ella y a su hijo. El por qué no importa, es un loco que no se maneja por la lógica, el pequeño tiene apenas 6 años, llamémoslo Jonathan; su madre tiene por nombre María Josefina, y al tipejo le pondremos “Arturo”, pero todos lo conocen por un apodo “El Sádico‟
Ernesto no pudo continuar escribiendo; alguien que tocaba a su puerta distrajo su atención.
“¿Quién será?”
Se preguntó, a la vez que se lamentaba en voz alta.
“me choca que alguien me interrumpa en medio de una historia.”
De mala gana y refunfuñando, sé desplazó hasta la entrada principal y por la mirilla buscó ver de quién se trataba. Era una mujer más o menos joven y que no conocía.
– ¿Qué desea?
Le preguntó y ésta contestó
– Hablar con usted.
– No tenemos nada de qué hablar.
-Acotó el Escritor, pero la dama le indicó.
– Le aseguro que sí.
Y con gran desgano Ernesto la dejó pasar.
(Con ella, venía un niño de 6 años )
Ya estando todos en la sala, él se dirigió a la mujer.
– Dígame rápido qué desea, estoy muy ocupado.
Ésta le respondió.
– Mire señor, yo no sé por qué estamos aquí, solo sé que debíamos venir, nada más.
Ernesto se extrañó de aquellas palabras, que no manejaban lógica alguna.
– Ya va, no entiendo nada.
Expresó el escritor y ella le aclaró.
-Soy María.
– María.
Repitió él.
¿Qué María…?
Y ella le sorprende con su respuesta.
-María Josefina.
-¿Qué?
-dijo Ernesto.
¿Y este niño se llama Jonathan…?
– Sí .
Contestó ella.
Ernesto, luego de oír aquello, caminaba nervioso de un lado para otro, diciendo sin cesar, ésto no puede ser, son personajes ficticios, salidos de mi mente. ¡no existen…!
– Deje los gritos, señor, y sí existimos, ¿no nos ve?
Alegó la mujer.
– Un momento.
Dice Ernesto.
-¿Su ex esposo es un asesino en serie, un loco que los quiere matar?
– Así es, señor
-Responde ella.
Ernesto no podía creer lo que le estaba sucediendo, angustiado se deja caer en el sofá, con las dos manos en la cara.
-Y están en mi casa.
(Expresó lleno de nervios).
Ya repuesto en algo de aquella sorpresa, se toma un trago de whisky y reflexiona un poco sobre aquella extraña situación. No puede evitar, eso sí, ver el papel donde estaba escribiendo la historia, para luego observar en vivo a sus personajes; aquello era increíble.
– Bueno
Expresa, ya recuperando el control.
– No se me ocurre otra cosa que ir a la policía y tratar de explicar esto, cosa nada fácil.
Dicho ésto, salieron los tres hacia su vehículo; la dama y su hijo se ubicaron en la parte trasera, mientras Ernesto se disponía a encender el mismo. En ése instante y de la nada, se aparece un hombre fuera de sí, con todas las características de un demente, que se lanza contra el auto, golpeando furiosamente con la cacha de un puñal el vidrio del conductor.
Aquel ser parecía una bestia, sus ojos buscaban salirse de sus órbitas y su fuerza era en verdad descomunal; visiblemente asustado, Ernesto logra encender el vehículo y se pierde a toda velocidad; entre los gritos de María, el llanto de su hijo y el miedo que no lo dejaba pensar. Al llegar a la estación policial, ubican allí a un familiar de él, específicamente al inspector López Delgado.
– Bueno, ya los escuché
-Indica el policía.
-Pero lo que me dicen es ilógico, yo no puedo hacer un reporte bajo esos argumentos.
– Tienes razón primo. (Acotó Ernesto) ¿Pero ya verificaste en la data si el asesino apodado “El Sádico” existe?
– Está bien, está bien, vamos a iniciar una investigación que nos lleve a su captura, si compruebo su existencia. ¿te complace eso?
-imterroga él.
– Claro. (Respondió el escritor) Te juro que ese tipo está loco, pero dime: ¿qué hago con María y su hijo?
– Lo lógico sería esconderlos en un sitio seguro, yo creo conocer uno, pero vamos en tu carro Ernesto.
– Está bien, como digas.
Los cuatro salieron al estacionamiento. María y su hijo se ubicaron en el asiento trasero, Ernesto ya se preparaba para encender el vehículo y López se acomodaba en el asiento del copiloto. De pronto, alguien que salió de la nada, introdujo un puñal en la cabeza del inspector, quien lanzó un grito de angustia, entregado como estaba a la muerte. Mientras esto sucedía, aquel asesino buscaba sacar el cuerpo del policía y ya casi lo lograba, cuando Ernesto desesperado, muerto de nervios, logra arrancar su auto, dejando a su primo en plena vía, a la vez que cerraba la puerta del copiloto con rapidez.
– No podemos ir a mi casa, ya sabe dónde vivo, no sé me ocurre otra cosa que ir a la de mis padres. Así qué vamos para allá.
Indicó el escritor y de esa manera lo hicieron.
Cuarenta minutos tardaron en llegar al sitio acordado; al ingresar en aquella vivienda, fueron recibidos por un hombre mayor, como de unos 78 años, que abrazó a Ernesto con mucho afecto.
– ¿Qué te trae por aquí hijo?,
– Una pesadilla, papá, nos persigue un asesino.
Reveló él entrando a la casa.
(Le acompañan María y su hijo)
– ¿No será éste?
Preguntó el anciano.
(señalando a un hombre que tenía un puñal lleno de sangre en su mano derecha y que se hallaba de pie, frente al cuerpo inerte de una anciana).
Vino hace poco, mató a la vieja y me dijo que me matará a mí. ¿Es él?.
Ernesto respiró profundo, trató de no ponerse nervioso y dijo:
– Todo el mundo tranquilo, el escritor soy yo, la pluma es mía y el control lo tengo yo. Voy a decir cómo termina esta historia (todos estaban atentos, hasta el asesino). El psicópata, que es usted – dice Ernesto señalando al delincuente- entra en este humilde hogar con el fin de sembrar tragedias; se disponía su persona a matar a esta noble mujer, pero al ingresar, sintió un fuerte dolor en el pecho, mucha asfixia, la vista se le nubló y una puntada tomaba su brazo izquierdo. Un implacable infarto al miocardio cobraba la vida, que en mala hora se le dió, misma que eliminó tantas otras. La Justicia Divina había emitido su sentencia, y todos celebraron alegres su muerte y vivieron libres de esa pesadilla, que con sangre inocente su ser escribió. Fin.
Cuando Ernesto colocó “fin” a su relato, levantó la vista y vió los cadáveres de sus padres; frente a estos, se hallaban María y su hijo, todos tirados sobre un gigantesco charco de sangre.
– ¿Ya terminó?
-Preguntó el asesino.
– Sí, -logró responder y fué lo último que dijo. Tarde entendió que el final de aquella historia no lo escribía él: lo hacía la Muerte.
No me gustan ni novelas, ni relatos macabros, y menos de asesinatos.
Sin embargo, me causó curiosidad seguir el hilo de la historia,
tanto que me decía para mis adentros,
yo como escritor hubiese resuelto la trama desde mi propio puño y letra y mi pluma.
Hubiese puesto a ese asesino serial en la cárcel de mayor seguridad bien lejos,
por allá en la Cochinchina…. Ja, ja, ja.
Bueno, espero que tus lectores disfruten con ese morbo que les causa el terror y el suspenso.
Enhorabuena amiga Giovanna, no en balde vives en la ciudad de los techos rojos donde las páginas de los periódicos no son del mismo color, por paradojas de la vida.
Saludos cordiales.
No me lo vas a creer, tengo varios libros con ese género, incluso publicados en autores y editores. Creía que lo que escribía, era poco factible verlo en la realidad, lo que me asusta, es que ésta, supera en terror, morbo y maldad, a la misma imaginación.
Saludos y gracias
Qué bien… También publico en esa editorial https://www.autoreseditores.com/hermes.varillas
Abarco muchos géneros, generalmente en poesía, lo que escribo en prosa dista mucho del suspenso y terror. No es mi fuerte, tal vez porque soy educador muy apasionado en valores que nada tengan que ver con homicidios, con violencia, con armas… es decir, prefiero escribir y cantarle a la vida y a la alegría, poco escribo en género de elegía.
Que tengas buenas noches amiga Giovanna
Acabo de leer parte de tu libro “Historias para niños”, apenas las primeras páginas que muestra autoreseditores.com, solo debo decir… “Quien piensa en los niños, piensa en grande, pues los niños se miden de la cabeza hacia arriba” – Luís Beltrán Prieto Figueroa.
Muy hermosa historia con ese toque de inocencia y fantasía que nos transmiten los pequeños. Enhorabuena amiga en nombre de todos los Lalitos de Venezuela.
https://www.ivoox.com/un-sos-quien-para-quien-piensa-audios-mp3_rf_52024283_1.html