El estallido de la guerra entre Guatemala y El Salvador.

catedral san salvador 1

En el imperio de Iturbide, la situación en Guatemala hacia 1822 se tornaba cada vez más inestable debido a los diferentes intereses que iban chocando para lograr la completa integración a la nueva nación, por un lado estaban las elites chapinas quienes esperaban mantener el poder en el resto de las provincias de la capitanía, por el otro estaban los grupos de poder provinciales quienes veían en México como un árbitro capaz de librarlos de la influencia guatemalteca y un tercer actor estaban los autonomistas salvadoreños quienes empezaban a cimentar las bases por la lucha de una Centroamérica independiente. Agustín de Iturbide pensó que la solución del problema de El Salvador no debería de conducirse por las armas, pero si le preocupaba las inclinaciones republicanas de sus actores políticos, para el problema guatemalteco con respecto a la separación de las provincias de Quetzaltenango y Sololá llamaba a las autoridades guatemaltecas a respetar la decisión tomada para poder impulsar la integración del imperio.

Si bien la situación de Quetzaltenango y Sololá se había estabilizado gracias a la presencia de las tropas de Vicente Filísola, los guatemaltecos tenían el margen de acción para atacar El Salvador, ya que, a pesar de su lucha autonomista, afectaba los intereses de las elites chapinas como los Aycinena con sus haciendas en San Salvador, San Miguel, Zacatecoluca y San Vicente, así como la eventual pérdida del control de los distritos de Sonsonate y del puerto de Acajutla. Ante un panorama bélico que se avecinaba, los Aycinena empiezan a preparar el terreno para defender sus propiedades colocando mandos militares a cargo de los departamentos de San Miguel y Sonsonate, donde en esta fue encargada bajo el cuidado de Juan Fermín de Aycinena, también toma acciones en el departamento de Chiquimula el cual limita con la salvadoreña Santa Ana y se estaba viendo influida por el movimiento autonomista con el activismo de Juan de Dios Mayorga, este era fundamental para asegurar la conexión tanto con las costas del Caribe y Honduras.

Para poder justificar su desobediencia al llamado mexicano a la concordia, Mariano de Aycinena empieza a escribir cartas a Iturbide donde le informaba de una supuesta conspiración republicana propagada por la expedición chilena del almirante Thomas Cochrane (la cual fue mandada para ayudar a la independencia mexicana) y que había recalado en el puerto de Acajutla, por lo que le solicita financiamiento por 100,000 pesos para poder organizar un ejército y pacificar de una vez El Salvador. Las cartas solo eran una formalidad, porque en realidad los guatemaltecos ya estaban en camino para atacar a los salvadoreños poniendo al mando del capitán Gabino Gainza las tropas locales y las guarniciones de Tegucigalpa, Trujillo y Granada para concentrarse en San Miguel y apoyar a los generales Lorenzo Romaña y Juan Fermín de Aycinena, quien por cierto él había sido quien compro armamento a Cochrane en su paso por Acajutla.

En un inicio, los guatemaltecos estaban avanzando para finales de febrero por el territorio salvadoreño sin mayor problema ocupando las plazas de forma pacífica como sucedió en Santa Ana, Ahuachapán y Sonsonate, pero el 11 de marzo tuvieron su primera derrota en la hacienda de El Espinal donde tuvieron 20 bajas, perdieron parque y 2,500 pesos, forzando a Gainza a solicitar refuerzos desde Guatemala con la división de Manuel Arzú para tomar posiciones desde San Miguel y producir una pinza para tomar San Salvador. Ante el avance de las tropas imperiales por el oriente y el occidente, las tropas republicanas deciden replegarse a San Salvador, quienes estaban al mando del toluqueño fray Rafael del Castillo, alias “Fray Tasajo”, quien era un religioso agustino que había participado en la rebelión de Miguel Hidalgo donde había sido capturado y mandado al exilio primero a la Habana y después a Guatemala. Los guatemaltecos estaban actuando de forma descuidada como lo demuestra la actitud del general Julio Gómez, jefe político de San Miguel, quien decide no esperar los refuerzos de Trujillo y Granada para atrincherarse en la hacienda Concepción de Ramírez de los Aycinena cercana a San Vicente, atreviéndose a solicitar la rendición del pueblo el 6 de abril y provoco que los echaran.

Las tropas de Fray Tasajo se encontraban cerca y con el trabajo del artillero italiano Feliciano Viviani bombardea la hacienda destruyendo la casa principal, pero no pudo tomarla gracias a los muros que la delimitaban y que sirvieron de defensa a las tropas guatemaltecas, por lo que Del Castillo manda una advertencia a Gómez donde pedía su rendición o de lo contrario destruiría la propiedad por completo y amenazaba la vida de su prisionero, el apoderado de los Aycinena, Don Tiburcio de Iturburu. La respuesta de Gómez fue negativa y le dijo que no importaba la destrucción de la hacienda, si bien Del Castillo no cumplió ni con matar a don Tiburcio o destruir la propiedad, si intensifico el nivel del combate, por lo que para el tercer día ambos bandos se habían quedado sin parque y estaban luchando a pedradas, bayonetas y machetes. Al ver que no podía mantener la lucha, Gómez aprovecha la noche de ese mismo día para huir con sus tropas rumbo a Jiquilisco, solicitándole a los Aycinena que lo recompensaran por su esfuerzo en batalla, mientras tanto don Tiburcio le seguía reportando el estado de las propiedades informándole la completa destrucción de la hacienda de Concepción, el saqueo de las haciendas de San Marcos, La Joya y Buenavista y la incautación de todo el dinero guardado en ellas por Fray Tasajo, ascendiendo las perdidas entre los 30,000 y los 40,000 pesos.

Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.

Federico Flores Pérez.

Bibliografía: Mario Vázquez Olivera. El Imperio Mexicano y el Reino de Guatemala. Proyecto político y campaña militar, 1821-1823.

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Imagen: Anónimo. Catedral de San Miguel, San Salvador, El Salvador, 1891.

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