“El último encuentro” 5
Erasmo se encontraba en el estudio de su casa, conversaba con el comisario de la policía judicial José Salas.
-¿Cuál es su teoría?
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– La venganza personal, Doctor, pero no descarto nada.
-¿Venganza?
Erasmo finge que se extraña y sirve 2 tragos; uno se lo ofrece al comisario.
– Gracias Doctor. Como le decía, casi estamos seguros de eso.
– No sé, que yo sepa, no tengo enemigos, ni ella tampoco los tiene.
– Lo que hicieron fue salvaje y muy profesional.
– Le escucho
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– La dejaron sin manos, sin lengua, su columna fue inutilizada, para dejarla paralítica, sin capacidad para moverse, lo ve, no querían matarla.
– No fue violada
¿verdad?
– No Doctor, gracias a Dios.
– Está demás decirle que ponga interés en este caso, yo sabré recompensarlo.
– Cuente con eso, Doctor.
En su interior Erasmo pensaba: “vamos a ver con quién me vas a engañar ahora ¡perra!”.
“El milagro de Lily”
Lily caminaba sin rumbo fijo, sus pasos la llevaron hasta una avenida que no conocía; agotada ya, se sentó en la banca de una pequeña plaza y por unos instantes cerró sus ojos. En eso se le acerca un señor de unos 56 años.
– Señorita Lily, la andaba buscando.
Quien le hablaba era el doctor Centeno; dueño del apartamento que ella ocupaba.
– Lo sé Doctor, es por la deuda.
– No hay ninguna deuda, señorita.
– ¿Qué dice? No le entiendo.
– Me han comprado el apartamento y a buen precio.
– Lo felicito Doctor, pero necesito unos días para desalojarlo, no puedo hacerlo hoy.
– No lo tiene que hacer; el que lo compró lo hizo a su nombre, el apartamento es suyo. No solo eso, aquí tiene por escrito un nombramiento para un cargo importante, en una empresa de prestigio internacional.
– ¡Por Dios! ¡Esto es un milagro!
Hola
Gritó ella, llena de alegría.
“Llegaron los niños”
Ortega continuaba en su despacho, se hallaba solo y reflexionaba.
– Vamos a ver cómo te ve tu amante ahora, pedazo de piltrafa… ja, ja, ja.
Unas voces lo hicieron levantarse. Al hacerlo, observó a dos niños que corrían por su estudio.
– ¿Qué hacen aquí, bastardos?
– No señor, no nos llamamos así.
Respondió el más pequeño.
– Mi nombre es Jorge.
Indicó el más alto.
– El mío es Albi.
Contestó el otro.
– ¿Qué hacen aquí?
¿Cómo entraron?
Cálmese señor, tenemos mucho tiempo para hablar.
Expresó Jorge, mientras le pasaba un juguete a su hermano. Fin primera parte continuara
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