El Beso

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El Beso

Un relato contado los primeros dos capítulos en tercera persona, y los restantes en primera persona, en una sola línea de tiempo, nos narra la historia de un grupo jóvenes y como se van integrando uno a uno hasta lograr una entrañable amistad, rebasando con creses las taras culturales de la posición social y género, soportadas con la empatía, compasión y humildad.

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Capítulo 1

Daniel este día estaba en verdad cansado, era una de sus primeras parrandas y no estaba acostumbrado, la boca seca y el mareo apenas le permitían distinguir la mesa con las viandas de desayuno que por costumbre departía con su madre, que para no perder la manía reiteraba las reprimendas comparativas a su hijo.

—Pero porque no te pareces un poco a ella, estudiante destacada —decía con menosprecio entre chillidos y suspiros —En verdad que no pareces el niño bien, obediente que sacaba sobresaliente en todas sus clases.

—Mamá —se dirigió en tono suplicante —por favor me siento realmente mal —asentía mientras le daba un sorbo a su café —además, Pía nunca estudió.

—¿Cómo te diriges hacia ella de esa forma? —le reclamó altiva llena de soberbia —en todo caso, no hablo de ella…

Quedando en suspenso su diatriba, pues en ese momento Pía su amiga de toda la vida entraba a la cocina.

—No pasa nada —anunció al entrar mientras guiñaba un ojo a Daniel —yo le he dicho que me puede llamar así, además es cierto yo no estudié, tanto como tú.

Decía mientras dirigía la mirada a Daniel, así, solapado por la complicidad de Pía, pudo desayunar mas o menos en calma, mientras su madre empeñada en corregirlo recapituló, de nuevo, la amistad eterna con su amiga, recordando que su hija a diferencia de él, fue siempre una estudiante sobresaliente, que debido a sus notas pudo acceder a universidades de prestigio, Pía sin embargo no hacia alarde, al contrario, mantenía una sana relación con Daniel, pero a pesar de eso su presencia en la casa siempre resultaba en el inconveniente recordatorio de los ajenos triunfos de su hija, Pía cada que estaba en el país se hospedaba en la casa, a veces por meses a veces por días, esta vez ya tenía tres meses. Estando en estas cavilaciones se oyó el timbre de la puerta, la casa, grande que correspondía a la alcurnia y poder de la familia, que eran además un motivo mas de lamentación de la madre para el comportamiento de Daniel, que sin esperar a nada se paró, en medio de reproches por la ofensiva displicencia de su comportamiento en la mesa, mientras Pía simplemente le daba un beso en la frente y lo veía salir.

En la puerta Roberto su compañero de tropelías esperaba ansioso dando vueltas en círculo en torno a la puerta, al abrirla Daniel condescendiente lo vio con lástima, todavía con resaca sintió un golpe de luz y levantó la mano para cubrirse del sol, mientras miraba el interior del carro.

—¿Traes mujeres en el coche?

Decía con voz amarga y negando con la cabeza.

—Ya —arrebato con desgano —anoche se quedaron en mi casa… —interrumpió mientras miraba con desagrado y saluda al interior del auto —es David y Lety su novia…

Agregó mientras apresuraba a Daniel.

—¿Su novia? —exclamó sonriendo mientras sacudía las manos como tocándole los senos —¿la rubia?.

El simplemente contestó levantando las cejas al tiempo que se dirigía al automóvil y franqueándole el paso le abrió la puerta, que por conveniencia lógica era el copiloto, dejando a la pareja retozar a lo ancho del asiento trasero, mientras discutían los pormenores y chismes que recorrieron la parranda. Ya al interior la pareja saludó frívolamente, mientras se presentaban, a pesar de conocerse, pues en la escuela iban en el mismo grado, he incluso en las mismas clases, pero sus roces sociales eran distantes, ella especialmente se comportaba indiferente a Daniel, en cambio el de lejos la desnudaba, la revolcaba y la asumía como suya, pero sabiéndose tan distante simplemente no hacía nada.

En camino a la escuela, la sed, era síntoma general en el grupo, así, que por decisión individual de Roberto apoyado por David se detuvieron en una pequeña plaza, dejando a la perezosa pareja a solas, y sin esperar a que se perdiera de vista el novio, Daniel sentado como pasajero contiguo al conductor movía el espejo retrovisor bailando la imagen arriba y abajo enfocando a Leticia.

—¿Qué haces? —pregunta Leticia mortificada mientras se acomodaba en el asiento.

—Quiero verte las piernas.

Respondió con cinismo mientras giraba una vez más la imagen.

—Tengo pantalón, ¡idiota!

Agrego sin enfadarse, mientras bajaba la vista a sus piernas, él simplemente omitió el comentario recorriendo con el espejo la totalidad de su cuerpo, mientras sonreía y retorcía el espejo, finalmente paró, la vio de frente en el espejo, y simulo un beso, ella se sonrojó ligeramente y sonrió.

—¡Estúpido!

A pesar de mantener la “indiferencia” mutua a partir de ese día ellos se saludaban con naturalidad, incluso a veces al encontrarse solos departían trivialidades, ambos mantenían la distancia, paradójicamente Daniel a pesar de su carácter frívolo y del deseo carnal, la descartó como un prospecto sexual, menos aún como uno sentimental, pero le agradaba su compañía, aun cuando esta se diera en grupo, así como tal para Daniel le era fácil reconocerla, no solo por su físico, los ademanes y su voz le denunciaban su presencia, si bien su carácter desenfadado le alejaban de ir más allá, por eso esa mañana, siendo Daniel un alumno regular, y estando ya en el último ciclo antes de graduarse para entrar a la universidad no podía llegar temprano a la primera clase, en general los maestros y sus padres no le molestaban pues sus calificaciones pese a no ser excelentes eran aceptables, y como siempre ese día corría para llegar apenas con la tolerancia, al abrir la puerta del aula le pareció ver a Leticia al final del pasillo, lucía molesta y triste, y aunque no pudo ver quien era le pareció que hablaba con alguien, pero la prisa y el desenfado natural le segaron y simplemente se metió.

—Vaya Señor Daniel, esta vez entró dentro de la tolerancia.

Gimió el profesor con sarcasmo, haciendo omisión de la vergüenza por la mirada de sus compañeros, rastreando con la vista buscó a Roberto, y fugazmente distinguió a David, que al igual que Leticia parecía molesto, pero como siempre su desenfado pudo mas, y en su afán de encontrar lugar finalmente vio a Roberto que le hacía una señal en el fondo del aula, apenas tomaba asiento, se oyó la puerta del aula por segunda vez, la figura distraída y ajena de Leticia, aparecía seria, e igual que él fue inmediatamente reprendida, y de la misma manera, ella buscó un rostro familiar, que encontró en David, pero él parecía descuidado de su presencia, por un par de segundos Daniel pensó que David no le apartó el lugar a Leticia, ella como su novia le besó en la mejilla apenas se sentó, David frio y lejano sonrío levemente, sin dar mayor importancia, un poco por que no le interesó y un poco porque llegó tarde, Daniel simplemente lo pasó por alto y tan rápido como sucedió lo olvidó, al salir de clase la pareja se abrazó y al parecer feliz, Daniel como casi todo en su vida, de nuevo volteó la cara insensible, si bien emblemáticos la liga de eventos no mellaron en el mas allá de una morbosa curiosidad, que se disipó a la velocidad de la siguiente fiesta, que justamente seria esa noche, y lejos de departir el cotilleo se limitó a continuar en su vida, dejando pasar los dias incluso las semanas diluyendo aquel evento en el olvido, manteniendo asi la relación hacia Leticia en el mismo tenor, y este día no sería la excepción, Roberto no ha salido de clase, Daniel tiene un acuerdo tácito para esperarlo en la cafetería de la escuela e irse juntos, a lo lejos unas chicas que departen y espontáneamente se ríen, él, que no las pierde de vista desde que entraron disfruta tranquilamente de sus caderas, ensoñándose con cada una de ellas, mas de una en miradas furtivas le ha dedicado una sonrisa, así que se apresura a tomar la bebida que mantiene girando con dos dedos, y hace ademan de pararse, pero súbitamente una voz femenina le detiene al borde de la silla.

—No son tu tipo déjalas.

Le reprendió Leticia que caminó en torno suyo para sentarse frente a él.

—¿Qué quieres?… —sonrió pícaro al verla, acomodándose en la silla —soy así, además esa morena ya va tres veces que me sonríe.

—Claro, así eres.

Sonrió con algo de tristeza bajando la vista a la mesa.

—¿Qué? —le dijo sin preocupación, pero atento —¿problemas con David?

—No —inquirió ella contestando rápidamente —quiero que me ayudes.

—¡Yo! —exclamó perplejo poniéndose la mano en el pecho —¿parezco de los que dan ayuda?

—¡Hay! —sacudió la cabeza y reclamó —cállate solo contéstame y deja de decir idioteces —él alzó los hombros y negando con la cabeza en un gesto indiferente —¿tienes sexo?

Preguntó seria y sonrojada, mientras el abría la boca y la miraba con asombro.

—¿Quieres que tú y yo…?

Decía en voz baja mientras balanceaba la mano frente a ella.

—¡¿Qué no te cansas de ser un estúpido?! —arremetió sin gritar, pero en tono severo —¿no estás viendo que esto me cuesta mucho trabajo?, ¡solo contesta!

—¡Ya!, ¡sí!, tengo sexo, no últimamente, pero sí.

Respondió en voz baja apenado y balbuceante.

—¿Las quieres…? —preguntó con voz apagada francamente avergonzada, mientras el la veía estupefacto sin comprender la pregunta —a ellas, con las que tienes sexo, ¿las quieres?

Él finalmente en parte entendió el problema, no sabía que responder porque no sabía porque la pregunta, se arremolino en las posibles respuestas, y trató de encontrar una que al mismo tiempo la ayudara, y lo exculpara, pero las ideas solo daban vueltas y ella empezó a exigir una respuesta presionando con la mirada, y acudió a la única moral que él conocía, el cinismo.

—No.

Una vez más, en el mundo bizarro de Daniel poco le duró el recuerdo de aquella plática, y el siguió su vida tan indiferente como siempre lo era, en este punto de su vida el pasar las materias e ir a la siguiente fiesta era más trascendente, y justo es lo que este viernes se planeó, siendo tarde la escuela casi vacía prendía las primeras luminarias, así Daniel y Roberto que planeaban sus futuras hazañas caminaban por los pasillos obscurecidos rumbo a el estacionamiento.

—¿Janet? —argumentaba Roberto —claro si me pidiera un favorcito, de mala gana pero se lo haría.

—Pues yo si se lo hacía de buenas.

Respondió Daniel en tono vulgar, los dos sonrieron maliciosamente, en ese momento a lo lejos la figura de Leticia a espaldas de Roberto, que caminaba a prisa a las aulas superiores llamó la atención de Daniel, la distancia y la precaria iluminación no le permitieron distinguirla con claridad, pero le pareció que la acompañaba alguien, por apenas un segundo Daniel se distrajo, tratando de reconocer al posible acompañante de Leticia, pero Roberto en su elocuente exposición sobre las maravillas de los senos de Lidia lo regresaron a su cotidiana indiferencia, y caminando sin prisa mientras planeaban la ruta hacia la fiesta, pensando a quien recoger primero, justo al entrar al estacionamiento una voz templada de hombre les saludó.

—¿Qué hay niñas?

Interpeló mientras estiraba la mano para saludar.

—Mira quien lo dice, la flor más rosa de la pradera.

Contestó Roberto mientras saludaba a David, sonreían he intercambiaban decorosos insultos, mientras Daniel sorprendido cavilaba, recordando a Leticia en la tenue luz de los pasillos, entonces por primera vez en su vida se preocupó por alguien más que no fuera él, y comprendió que no fue su imaginación, que Leticia se perdió en la bruma de la obscuridad con “alguien” que no era su novio.

—¿Han visto a Leticia?

Preguntó con descuido David, mientras Daniel se hundía en el borroso recuerdo.

—¡No!

Reconoció Roberto descuidado lejano a la verdad.

—Si…

Declaró tímidamente Daniel.

Apunto de decir lo que sabía, algo lo traicionó, su destructiva moral basada en la indiferencia se sacudió, su lealtad se dividió entre su apático bienestar, y una simple mujer, quien sabe porque lo hizo, tan solo, sin pensarlo, lo dejó ir.

—La vi salir de la escuela —dijo asombrado de sí mismo, mientras señalaba la entrada —a lo mejor ya va a la fiesta.

David se acongojo mientras registraba en su memoria, y sin convencerse de las palabras de Daniel, divagó por unos segundos, pero las luminarias ahora brillantes y las pálidas luces lejanas de las pocas aulas que todavía tenían clase le perturbaban, por un breve instante se extendió un silencio denso de David a manera de reproche por lo que parecía una mentira de Daniel, pero la sonrisa sínica imperturbable de Daniel, le daban credibilidad.

—Si… —dijo David pausando mientras miraba al fondo —quizá salió, pero quedamos de vernos aquí, voy a la biblioteca.

Daniel tenso apenas y dirigió una tímida despedida, y retomaba camino al auto, mientras razonaba exculpándose, que él había hecho lo posible, y lo que pasara no podía ser su culpa, sin darse cuenta un debate silencioso y voraz contradecía hasta los razonamientos más metódicos, impulsándolo a buscar y advertir a Leticia, Roberto aislado de la trama seguía ufanándose de las conquistas y necedades que estaba dispuesto a hacer, sin prestar mayor atención a los puños cerrados que maldecían en silencio a una precaria conciencia que ganaba terreno en la mirada enrojecida de Daniel, no fue hasta liberar el seguro del auto que notó la mandíbula apretada, y la vista destellando rabia, que comprendió que algo pasaba.

—¿Estas bien?

Preguntó sincero y preocupado.

—¿Eh?… —respondió Daniel con calma —sí… —Pausó mientras buscaba un pretexto para olvidar y divertirse —no puedo… —exclamó sorprendido de sí mismo—te alcanzó allá.

Declaró con un murmullo, y regresó a la escalera donde vio por última vez a Leticia, y mientras maldecía, salón a salón piso a piso buscaba alguna señal de ella, abriendo las puertas de las aulas, a media luz vio leve de reojo una sombra que bajaba por las escaleras que el recién había subido, caminando deprisa trató de reconocerla, pero la sombra en paso firme y lúcido era lo que a él le pareció un hombre, aterrado pensó que era tarde y que David le habría ganado, pero un sonido lívido y lejano le llamó, le parecieron pasos, y lentamente subió al último piso, y con calma buscó el origen, una puerta entre abierta daba paso a una aula que sin más luz que el atardecer dejaba ver la figura desvanecida de Leticia, inmóvil sin blusa y el sostén frágilmente sujeto de un lado, serena, mirando al pizarrón, al sentirlo con tristeza dibujó una leve sonrisa, Daniel la contempló de lejos, desconcertado sin saber qué hacer, se acercó lentamente.

—¿Qué haces?

Pregunta Leticia mientras una lágrima lentamente se escurría hasta la barbilla.

—Quiero verte las piernas.

Respondió, sonriendo mientras recogía la blusa del suelo.

—Tengo pantalón, idiota.

Balbuceó ahogada por las lágrimas.

Se quitó la chamarra y la cubrió mientras ella se sumergía en el dolor, hundida en el desamparo, liberando tristeza y soledad, el simplemente no sabía que hacer solo escuchaba ese llanto quebrado que la consumía, que requería consuelo, en medio de su incapacidad tomó espontáneamente la única decisión moral correcta, la abrazó con ternura escuchando pasivo los quebrantados gemidos tratando de protegerla y salvarla, sintiéndose acogida, finalmente entre sollozos pudo terminar su diálogo.

—Estúpido. 

Capítulo 2

Al día siguiente la noticia que incluso sorprendió a Daniel, de que David y Leticia terminaron, fue la comidilla por semanas, pues por varios años había sido la pareja mas estable, David por su parte nunca se pronunció al respecto, en cambio, para satisfacer el morbo, Leticia, a la pregunta, “¿Por qué terminaron?”, respondía una y otra vez, con indiferencia, “porque lo tiene muy chiquito”, las risas y el escarnio no afectaron a David, que lo tomaba con “filosofía”, pues además de continuar una superflua amistad con ella, tuvo varias entre amigas y novias, que dieron un testimonio opuesto, y desechaba los comentarios sin prestar atención, Leticia por su parte, con el distanciamiento de David sin apenas percibirlo su libido se liberó, y sin llegar a promiscuidad daba rienda suelta y cambiaba de pareja constantemente, esto terminó por crear un ambiente denso entre David y ella, y dejó de sentirse parte del círculo cercano de él, y por un par de semanas no se acopló a ningún otro círculo, sin embargo lentamente buscó compañía con la única persona que la aceptaba sin preguntas, Daniel, que en realidad después de la bacanal de ese viernes nadie noto la profunda resaca moral por la que atravesó, que si es cierto que le marcó, su inamovible indiferencia permaneció intacta, y por supuesto incluía a Leticia, ambos por acuerdo tácito continuaron su relación, en las mismas condiciones que tenía antes de lo que ella llamaba “el viernes loco”, a pesar de ser aceptada de agrado, sobre todo por Roberto, que de siempre sintió una atracción física por ella, Daniel simplemente se mantenía a raya, cosa que sorprendió a propios y extraños, pues era de sobra conocida la rapiña sexual de Daniel, que hasta entonces parecía no tener límites, algunos lo consideraron una acto de lealtad a David, pero ella consiente del carácter de él, y los “acontecimientos” entre ellos no estaba segura que debía hacer, y prefirió que él dirigiera su relación.

Como parte integral del círculo, Leticia, aceptaba el constante asedió de Roberto que con sus altibajos mantenían un cierto decoro y respetando límites que se podrían entender de amigos, agregando la chocante indiferencia de Daniel, que no se inmutaba ni defendía a nadie.

—Hay hombre, si lo único que tienes que hacer es abrir las piernas y dejarme divertir.

Exclamó Roberto sin dejar de mirar la entre pierna de Leticia.

—¡Dile algo Daniel!

Respondía Leticia mientras sacudía suavemente su hombro.

—¡Yo! —dijo con cinismo —¡tú! échale un balde de agua fría.

Contestó mientras Leticia abría los ojos sorprendida.

—¡Esta bien ya! —negó Roberto con la cabeza —¿vas a ir a la casa de campo?

Refiriéndose a la casa de sus padres, que habían comprado fuera de la ciudad, y que era utilizada clandestinamente por Roberto, su hijo, al menos una vez al mes para sus correrías y parrandas, y que a pesar de a ver sido invitada, incluso desde antes de terminar con David, ella simplemente no iba, y no por una falsa moral, pues era bien conocida su ligereza desde que dejó a David.

—¡No! ya sabes que no tengo como regresarme.

Declaró con tristeza.

—¡Yo!…

Exclamo Roberto señalándose a sí mismo.

—¡No papi! —interrumpió rápidamente Leticia —sola, contigo, ni loca.

—¡Pero!… —negaba con la cabeza mientras buscaba una alternativa —te vas con Daniel.

—¡Hey!… —reclamo Daniel —a mí no me metas, además no tengo coche.

—¡Sí! —insistió Roberto clavando la mirada —pídeselo a tu mamá.

Roberto, que sabía que a Daniel le restringían el coche hasta para emergencias, presionó con la mirada, mientras Leticia reía serena las gesticulaciones de sus interlocutores.

—Está bien.

Contestó desganado, Leticia que se moría por ir casi brinca de alegría, finalmente lograría conocer la célebre casa de campo de Roberto, y puesto que solo quedaba un mes de clases antes de terminar el nivel y entrar a la universidad no habría una siguiente oportunidad, y aunque pensó en pedírselo a Daniel varias beses no se daba el valor, por un lado confiaba en él a siegas, pero por el otro había una distancia entre ellos que no sabía cómo interpretar.

Así, emocionada preparó todo un ajuar para el fin de semana, que modeló al espejo prenda a prenda, y preparó cuidadosamente para que cupiera en una pequeña maleta, que incluía desde el barniz de uñas hasta un vestido con todos sus accesorios, y sabiendo que Daniel solía ser desesperado, estaba despierta y lista en la puerta casi una hora antes de su llegada, que fuera de su costumbre fue puntual, así al ras de las 9:15 AM ambos arrancaban tratando de ser los primeros en llegar.

—Deja eso.

Reclama Daniel al tiempo que apagaba el estéreo.

—¿De malas?

Mascullo Leticia mientras encendía el radio de nuevo.

—Estoy cansado ¿sí?

Respondió con fastidio mientras tomaba una pequeña botella con agua.

—¡¿Agua?!

Gritó Leticia divertida y mientras avanzaba una carcajada.

—Claro es el coche de mamá, no se te ocurra meter algo mas.

Indicó serio sin perder de vista el camino.

—¿Y cómo le sacaste el coche a “mamá”?

Preguntó mientras volteaba a izquierda y derecha, como buscando algo.

—Se fue con Pia a la boda de su hija.

Manifestó des afanado.

—¿Pia?

Agregó Leticia mientras parpadeaba y sacudía la cabeza denunciando su ignorancia.

—Si Pia, ya sabes, amiga de infancia de mamá, hija superdotada, universidad EUNA, bla bla bla

Respondió despreciando las palabras.

—¡Ha! Si

Finalizó el tema mientras subía el volumen del estéreo, surgió un silencio incomodo, que Leticia trataba inútilmente de romper hablando prácticamente sola, pues Daniel eludía el cotilleo mas “interesante” cambiándolo por evasivas y monosílabos, ella un poco decepcionada por la natural indiferencia de Daniel, cambió el tema una y otra vez, en esta precaria conversación lentamente se perdieron los minutos, y de apoco las horas, mientras lentamente la ciudad y su civilización se convertían en campiña y animales hasta que una señal vial anunció que llegaban al pequeño poblado destino, sabiendo que el tiempo se acaba, calló por algunos segundos mientras él buscaba inútilmente música mas a su estilo, ella abrió su pequeña bolsa y saco una pulsera con cristales que brillaron aleatoriamente en colores pastel, por un segundo lo dudo mientras la sacudía distraída entre los dedos.

—¿Quieres saberlo?

Dijo Leticia con algo de tristeza, mientras regresaba la pulsera a la bolsa.

—Eso ya pasó… —respondió frio sin mirarle —David realmente no era mi amigo.

Agregó mientras apaga el radio.

—Incluso Roberto me ha preguntado… —dijo bajando la vista —¿Qué no quieres saberlo?

—¿Me lo vas a decir?…

Preguntó serio distraído mientras daba vueltas entre callejuelas.

—No lo sé… —replicó perdiendo la vista entre los arboles —tal vez a ti si pueda decírtelo…

Agregó mientras escuchaban las aves aletear.

—¿Qué paso el viernes loco?… —preguntó sin rodeos mientras detenía el coche, mirándola fijamente, ella sosteniendo la vista suspiró y quiso hablar, por un instante casi lo hizo, él sonrió alzó la mano pidiendo que se detuviera —todo mundo lo sabe, lo tiene muy chiquito.

Ella entrecerró los ojos y se sonrojó, mientras él salía del auto, por un par de segundos, avergonzada, reparó en la personalidad de Daniel, y se dio cuenta al fin que simplemente él era así, una mescla de arrogancia y bondad, y que si ella quería decirlo lo diría, y con todo, a pesar de todo, el seguiría ahí con ella, que no le abandonaría, así cavilando bajó del auto, miró el refugio escondido entre árboles y prados, Daniel que había estado hay varias veces bajó y caminó a la puerta que casi de inmediato se abrió, ahí Roberto sonriendo se hizo a un lado franqueando el paso a Daniel, y mirando malicioso a Leticia le invitó a pasar, e inmediatamente la trasladó a la terraza, bajo la cual el jardín con una gran alberca ya hospedaba un par de invitados que charlaban con Daniel que daba los primeros sorbos a una cerveza, y con una media sonrisa malévola murmuro para sí.

—Que empiece la fiesta.

Ese día lo recordaría como uno de los mas divertidos, hedónica simplemente se dejó llevar, estuvo en la población cercana banalmente probándose bisutería de fantasía y vestidos, que no compró pero que regateo hasta la desesperación, quizá fue un error pero hay quien la vio en la piscina jugueteando en guerras de agua, al mismo tiempo que danzaba contorsionándose estrepitosamente en la terraza, ciertamente no comió pero al mismo tiempo limitó el alcohol, así su mente despierta disfrutó, convivió y brincoteó hasta saciarse, poco a poco al tiempo que atardecía las parejas que se habían formado durante el día se fueron dispersando buscando intimidad, el calor húmedo y el licor que no dejó de fluir en el día, hizo caer en un sopor lento a los que se quedaron a disfrutar de la noche, paradójicamente en un rincón casi oculto tras las últimas parejas que bailaban abrazados al pobre ritmo de una música melancólica que casi parecía romántica, se podía ver platicando a Leticia con Lidia y Laura, dos conocidas lesbianas, que ahí sin miedo a la represión simplemente se dejaban ser, demostrando su amor sin vergüenza.

—¡No! —argumentaba Leticia.

Los hombres tienen “algo” que simplemente no puedo dejar.

—Eso es discriminación —replicó Laura —¿Cómo lo sabes si no lo pruebas?

Leticia sonrió apenada y negó con la cabeza mientras veía a la pareja.

—Además —Agrego Lidia —un hombre nunca va a comprenderte como una mujer.

Decía mientras fijaba la vista en Laura, su novia, que con una mirada de lascivia la atrapó, y lentamente se acercó hasta besarla con súbita pasión, Leticia se ruborizó abriendo los ojos de asombro ante la libertad de expresión, volteando la vista pretendiendo discreción, al hacerlo sesgado a su posición le pareció ver a Daniel, sentado en una silla plástica al pie de la alberca, al regresar la vista donde las amantes, noto que su presencia ya era mucho menos que innecesaria, así que sigilosamente se levantó y caminó donde Daniel.

—Hola —murmuró casi al llegar —porque tan solo.

Pero un gemido acompañado de una voz entrecortada que dictó algunas incoherencias, la asustó, ahí notó un escuálido cuerpo de lo que parecía una mujer, tapada con la chamarra de Daniel y el pelo enmarañado cubriéndole la cara.

—¿Que hay?

Contesto Daniel cortante mientras se estiraba y la veía acercarse.

—¿Pensé que estarías con, “alguien”? —dando un rodeo y atrayendo una silla mientras reitera mordaz —o, ¿con algo?.

—La intente emborracharla para… —se detuvo y busco una palabra ”decente” —aprovecharme de ella…

Terminó mientras movía la cabeza y la miraba decepcionado, Leticia sonrió y negaba con la cabeza, se mordió el labio inferior y soltaba una risita malévola.

—¡Sí! —afirmó Leticia con fuerza —se de lo que hablas, Roberto intento lo mismo con migo.

Al hacerlo ambos voltearon, y a lo lejos se veía a Roberto tambaleante, despeinado y desfajado, parado junto a su equipo de sonido apretando botones al azar.

—¿Y porque no escogiste a otro?, hay muchos —agregó Daniel mientras se recargaba en la silla.

—Porque —contestó Leticia mientras se inclinaba para acercarse a Daniel —yo no me acuesto con borrachos, a menos… —pausó seria mientras miraba a Roberto —que yo esté borracha.

Ambos rieron al unisonó, y por un par de segundos se miraron condescendientes, y surgió así espontáneamente una plática sencilla, ligera, sin ángulos, y minuto a minuto, la noche se cernió sobre ellos, pero no se sentían cansados ni dolidos, ambos se revelaron sin escusas ni indulgencia. Sin darse cuenta sin pensarlo, se conocieron, hablaron cado uno de su vida, de su pasado, sus miedos y sueños, así finalmente ambos sin querer encontraron la afinidad que los mantendría unidos, el calor húmedo complaciente les reconfortaba, pero el agotamiento de las sillas, y la misma postura, terminó por romper las sincronía de la plática, Leticia que en todo momento era la mas incómoda se levantó, se arqueó hacía atrás buscando consuelo al cansancio, soltándose el pelo se incorpora, exhaló lentamente, sin querer o proponérselo, la actitud sensual despertó el libido de Daniel que miró atentamente la pequeña escena, al darse cuenta Leticia encontró la mirada obscena, que se escurría de sus pechos a las caderas, pero no hizo nada por cubrirse, al sentirse asediada, apenas y dio un suspiro, que terminó con una sonrisa frívola, Daniel se incorporó quedando casi a la altura de su mirada, una respiración pausada y profunda los unía, entonces ella caviló, y mientras sentía como su pezón era ligeramente comprimido entre los dedos de Daniel, se dio cuenta, y sonrió triste, mirándolo fijamente le acarició la mejilla, y en un susurro lo dijo.

—Tu no.

Dijo decidida y abrumada, Daniel incomprensivo arremetió besándola en los labios, pero sin ser correspondido, la miró disgustado y sorprendido, mientras ella lo abrazaba y se refugiaba en su pecho.

—Si me vuelvo a hacer pedazos —respondió con un murmullo —¿quién me va recoger?

Capítulo 3

Me sentía muy nervioso, una y otra vez repasaba meticulosamente los eventos, y siempre era la misma conclusión, por algún error yo tenía la beca vorazmente deseada por todo mi plantel, no solo, se me había nombrado el alumno mas destacado, y se me dieron diplomas y honores, que parecían falsos, pero hoy finalmente era tangible, entraría a la universidad mas cara y prestigiada del país por la puerta de alumnos, con mi propia credencial de identificación, viendo mi entorno, en una mescla de orgullo y miedo, me encontré tiritando de frio esperando el humilde transporte que me llevaría a mi primer día de clase, miré una vez mas los zapatos gastados pero precariamente entintados para cubrir lo mejor posible las raspaduras, mi pantalón desteñido remendado ya varias veces, estaba, sin embargo planchado y lavado, era por mucho la prenda mas decorosa que usaba, mi camisa que era un recuerdo de la infancia apenas y era de mi talla, cubierta por un suéter raído por las mangas y numerosamente recosida para evitar se deshilachara, al subirme lentamente al trasporte un pálido reflejo me mostro lo único valioso que poseía, la entereza, que nunca me abandonó, que me permitía seguir adelante y no cambiar el rumbo, quizá no lograría graduarme pero ciertamente aquel que quisiera detenerme tendría que enfrentarme.

A esta hora la tenue luz del sol no daba calor, en medio del frio el avance lento de aquel transporte me permitió recapitular y revisar el horario, me regañaba pensando que debí darme el valor de recorrer las instalaciones antes de este primer día para no tantear a siegas la localización de las aulas, pero no tenía remedio llegaría a preguntar, algunos de los nombres de las materias parecían comunes, incluso inocentes, pues ya en varias de estas habría llevado cursos, sin embargo mas de una tenían nombres estridentes que parecían estar muy fuera de mi capacidad, aun así otras muchas veces me enfrenté con displicencia el mismo dilema, por ello de mis preocupaciones era la menor, miraba alternativamente este papel azulado con letras pixeladas y las calles, que se movían lentamente a mi entorno, en una efímera distracción noté que una niña me miraba afanosamente, quizá, pensé, me quería preguntar algo pero yo no di pie, y ella no se daba valor, con la mirada de nuevo en la papeleta de las asignaciones la veía sin leer, mientras a mis adentros me ufanaba burlonamente, pensando que aquellos que me vieran supondrían por descalificación, que era tan solo un fracasado que empezaba joven su vida laboral, y me decía con desdén, ”pobres” no saben que quizá en algunos años, yo, seré su jefe, o de algunos de sus hijos”, al voltear de nuevo noté que la chiquilla se había ido, quizá habría llegado a su destino y se bajó, fue este razonamiento lo que me despertó, y advertí que estaba justo en tiempo para acercarme a la puerta para bajarme, y al hacerlo noté con desgano que a diferencia del alumno promedio que normalmente andaba en coche, yo estaba muy lejos de la entrada, tendría que andar un trecho largo, al cual sin duda me acostumbraría, sin prisa pero en paso solido me aproximé a la puerta principal, observé sorprendido que algunos alumnos sobre todo mujeres se acercaban a la reja de entrada como yo, a pie, por un par de segundos analice la situación y cavilé, me di cuenta que estos alumnos bajaban de autos lujosos y se despedían de sus padres, y claro como era de esperarse la mayoría de los alumnos llegaban en sus propios autos, haciendo una interminable fila en la reja contigua, donde un hombre de uniforme militarizado revisaba con un scanner de mano cada credencial, tomando las placas contando el número de pasajeros y cotejando con las credenciales, operación que repetía eficiente a cada automóvil, finalmente, si se pudiera, mas nervioso me acerqué al acceso peatonal, mostré mi credencial, el hombre también de uniforme, mal encarado, escaneo mi credencial, vio la foto y me comparó, ciñó las cejas, con amabilidad me hizo a un lado liberando el paso para los alumnos que venían detrás de mí, con una mirada fría repitió la operación comparando la foto contra mi rostro, yo en realidad me mostraba indiferente, finalmente al parecer enfadado tomo mi credencial y con un suave toque al hombro llamó la atención de su compañero juntó a él.

—Mira.

Comentó casi en un susurro mientras él entregaba mí credencial, este la tomo indicándole que cubriera su puesto recibiendo a los alumnos que pasaban junto a mí, miró la credencial serio, mientras arqueaba las cejas, de repente relajó la expresión y levemente se dejó ver una sonrisa.

—Cesar Alonso —me miró complaciente mientras se erguía y me entregaba la credencial —Es un honor, por favor, pasa.

Me escoltó al través de la puerta, pasando la pequeña caseta de vigilancia y control, por un segundo pensé que el error finalmente se abría descubierto, y que todos los honores eran parte de un sueño, sentí tristeza mas que miedo, pensando que diría la verdad y que todo había sido una broma de mal gusto, se detuvo por un par de segundos, miró la reja de entrada, y movió la cabeza negando suavemente, y serio se dirigió a mí, pausando las palabras.

—¿En qué te puedo ayudar? —admirado lo miré desconfiado, mientras el serio se irguió un poco mas y agregó —señor.

Sonreí y supongo me sonrojé, lo miré de frente por un par de segundos, incrédulo comprendí, el a su manera, discreta pero evidente, se ponía mis órdenes, dispuesto a tratarme como a cualquier alumno, omitiendo mi procedencia.

—De hecho si —respondí con algo de miedo —¿dónde quede el aula A302?

El asintió con una sonrisa, y brevemente me ilustró acerca de la distribución del plantel, junto con algunos detalles imprecisos sobre el reglamento y orden interno, yo que lo escuchaba con atención y a pesar de entender claramente sus explicaciones, no dejaba de mirar distraído el entorno, tras las breves indicaciones caminé diligente, ahora ya sin duda hacia lo que yo tenía como una certeza, era mi primera aula de la universidad, con la atención completamente centrada en el camino, no me di cuenta del momento en que las miradas se concentraron en mí, fue de improviso que entendí que aquellos no solo se hacían a un lado, lo hacían con cierta repulsión, en el autobús, cuando estuve con mis iguales, no me interpelaron, incluso me ignoraron, pero aquí era un paria, no sé por qué, pero eso siempre me enorgulleció, pues sabía que ellos sentían con claridad mi intención, arrebatarles en buena lid lo que pensaron que era suyo, un poco con mala intención, y un poco porque en verdad no lo sabía me acerqué a una chica, debo agregar, la que me pareció mas bella.

—¿Me podrías decir dónde está la biblioteca?

Ella abrió los ojos y aspiro aire en un gesto claro de indignación.

—Está por ahí.

Señaló con indiferencia sacudiendo la mano malhumorada.

—Si claro… —contesté mientras volteaba a ver un conjunto de edificios dibujados a lo lejos —y… ¿podrías ser mas específica?

Añadí con cinismo mientras la miraba lo mas obsceno que podía.

—¡Es el edificio con el vitral azul!

Acometió un chico que estaba junto a ella, parándose entre ella y yo.

—¡Ho! —exclamé tranquilamente, mientras sonreía y agradecía inclinando la cabeza con respeto —ya la veo gracias.

Entonces di un paso atrás continuando mi camino, sintiendo a cada momento el peso de las miradas esquivas, que reclamaban la invasión de su estatus, yo casi con cinismo pasé por el centro de la explanada, anunciando mi desdén, sosteniendo la cabeza en alto, así, entré al edificio donde sabía que estaba el aula de mi primera clase, dentro la mayor parte de los alumnos, nerviosos y felices casi no me prestaron atención, acaso algunos en un gesto de aversión me soslayaron, mientras subía escaleras y caminaba por pasillos amplios e iluminados, llegué, vi una placa de madera con letras doradas que ostentaba la asignación de mi aula, me asomé por el marco de la puerta en medio del lejano murmullo de las pláticas triviales de los nuevos compañeros, al salir un chico descuidado he indiferente, que distraído tiro una diadema café de plástico con una rosa, me acerqué la levanté y vi una chica de espaldas a mí, con un toque al hombro la hice voltear.

—¿Es tuya?

Ella me miró con sus ojos café claro y sonrió con desprecio, mientras la tomaba.

—Sí.

En ese momento y a pesar de que se volteó ignorándome, un chico se paró junto a ella impidiéndome acercarme, yo mas bien aturdido por las emociones, no preste atención, y con indiferencia miré mi entorno, busqué un lugar, que para no molestar, y dejarme de problemas para el primer día, estuviera aislado, pero todos o casi todos estaban ocupados, los pocos libres misteriosamente eran “apartados” a penas me acercaba un poco, decidí no amedrentarme y tomar la iniciativa, buscando lugar al frente quitando alguna mochila si fuera necesario, pero en ese momento sentí un leve toque en la espalda.

—¡Llegas tarde!

Me dijo una voz de mujer alegre y entonada, al voltear a verle me encontré a una chica, de ojos estridentemente verdes, repleta de bisutería, que revolvía lo mismo finos metales y piedras en fantasía de plástico.

—A esta hora ya todo está ocupado —dijo melosa mientras sonreía —pero no te apures te aparté un lugar.

Por un momento pensé que era broma, pero ella sin esperar mi reacción se dio la vuelta y con una seña me pidió que le siguiera, mientras parloteaba sin cesar, como si la conociera.

—… Y que querían que hiciera si esa era la última noche de mis vacaciones —yo no estaba seguro que pensar, menos aún que decir, pero la naturalidad y desenfado con que me trataba me hicieron creer que le conocía, y que simplemente no lo recordaba —…¿o no crees? —la miré por un instante esperando que ella me diera la respuesta para poder seguirle la corriente —¡hay ustedes los hombres!, son desesperantes —agregó para finalizar y con una sonrisa levantó la cabeza ladeándola un poco —me llamo Leticia, y esta cosa mal educada —señalando a un chico que dibujaba rayones en su cuaderno —es Daniel.

Capítulo 4

Nunca me quedó del todo claro porque Leticia era así, no vi que tratara a nadie con desprecio, y siempre que podía era indulgente, pero disfrutaba de mas la vida fácil, y los placeres de la posición social, al conocerla bien me di cuenta que aun cuando ese día no la encontrara, por su carácter tarde o temprano nos conoceríamos, y ella sería mi mejor amiga por siempre. En cambio, mi mejor amigo Daniel, tuvo que aprender a ser primero amigo y después el mejor, desde el primer momento esa fría indiferencia que aplicaba por igual excepto a Leticia, casi me convenció de estar en presencia de un esnob como los miles que había en la escuela, si no fuera por la condescendencia afable con la que me trataba cuando estábamos solos, igualmente le hubiera desechado como lo hice finalmente con muchos, que mas adelante requirieron de mí. Así los conocí, y desde ese día, ninguno de ellos, siquiera insinuó un desprecio a mi persona.

Esa primera semana, fue por decir lo menos ríspida, donde varias veces ya Leticia o ya Daniel, tuvieron que intervenir para que no terminara en violencia mis continuos roses con Arturo y su sequito al que conocí el mismo día, que por una sensación visceral daba por hecho tenía un frente común contra mí, pero siendo justos, y a pesar de mi paranoia, la mayor parte de los alumnos lentamente simplemente me aceptaron, incluso con agrado, claro, a través de la empatía con Daniel o Leticia. Con el paso del tiempo me convertí en tan solo un alumno mas, que lo mismo tenía amigos que enemigos, sin embargo, algunos, muy pocos, pasaban con indiferencia de mí, incluso dentro del cercano muro de Arturo, por eso ese día fue tan especial. En realidad con apenas un par de semanas las caras me parecían todas iguales, o quizá debiera decir todas desconocidas, era lunes y había tenido un fin de semana realmente duro, a los cuales me tendría que acostumbrar, pues Leticia y Daniel no consideraron excluirme de ellos y, si bien respetaron mi abstinencia al alcohol, paradójicamente la excusa de hacer la tarea que usaban constantemente era cierta, y eso lo hacía válido, desde un principio desenfadados y sínicos llegaban con toda clase de bebidas, y mas de una vez tuve que ser “conductor designado”, y así cansado, con la tarea terminada, y con frio que quemaba, sentí esta mañana como algunas gotas rosaban gélidamente mis mejillas, preludio de una fastidiosa llovizna invernal, rematando el mal con, matutina, como siempre yo caminaba desde la parada de autobús, a pesar que prácticamente desde el primer día Daniel se había ofrecido a recogerme en mi domicilio, mientras presumía el auto nuevo, que como premio por estar en la universidad su madre por fin avía accedido comprarle, invitación que rechacé, apenas entre a las instalaciones para la primera clase una lluvia realmente fuerte se desató, pasivamente me cobijé por un par de minutos bajo el precario techo de la caseta de entrada, cuando me di cuenta que si quería llegar a clase tendría que mojarme, me desabroche la chamarra poniéndomela a manera de caperuza y corrí tan rápido como pude para mojarme lo menos, sin embargo había una gran explanada, sin mas protección que algunos escuálidos arboles dispersos, mientras avanzaba delante de mi noté una chica con una gran sombrilla gris caminando contra el viento, por un instante me distrajo su pelo largo al hombro brillante y liso, sobresaliendo una pequeña flor roja, supongo que me detuve un segundo, para mirar con detenimiento para definir que flor era, y sin mas aviso que un ligero movimiento vi como la sombrilla era jalada con fuerza por una ráfaga de aire, ella asustada gritó mientras giraba tratando de contener el movimiento de la sombrilla, pero el pavimento mojado y la sucesión rápida de los eventos fueron mas que ella, y terminó en el suelo bajo la pertinaz lluvia con la sombrilla retorcida, entonces la reconocí, no sabía su nombre pero era un rumor popular que ella era novia de Arturo, mi némesis, y claro que al verla indefensa, y mojándose, una sonrisa se me escapó mientras me acercaba, y decidí dejarla así, humillada y sola, era inevitable pasar junto a ella, esto me dije aumentaría mi placer al burlarme mas de cerca, pero ella ni siquiera volteo a verme, mientras pasaba a un costado, en ese momento vi la pequeña diadema, sencilla de color café, con una pequeña rosa, no sé porque me detuve, pero al hacerlo la oí, sollozaba pasivamente mientras intentaba levantarse, yo miré a nuestro alrededor pero no vi a nadie estábamos de alguna manera solos, me di cuenta que nadie acudiría en su ayuda, apreté los dientes mientras levantaba la diadema, y me hacía con la maltrecha sombrilla, ella me miró y por un segundo dudo, pero me permitió taparla con la chamarra, y al intentar caminar me di cuenta que se dolía de un tobillo, fue la primera vez que me fijé en sus ojos, se irguió altiva, y planto los pies sobre el suelo, me rodeo con el brazo en el cuello, y procuró cubrirse con mi chamarra, con pasos largos y solidos que era evidente le dolían llegamos al edificio donde teníamos clase, apenas cruzamos el umbral de la puerta me soltó, me dio la chamarra, y me miró, no sabría describirlo, en una mescla de altives y gratitud, me quitó la sombrilla y la diadema, y fugazmente casi sin quererlo sonrió, inflexible no me dobló la vista, tan solo se dio la vuelta y con pasos pequeños y tambaleantes se dirigió al aula de nuestra primera asignación, yo sacudí la chamarra que estaba empapada, me sacudí el pelo y tomándome un poco mi tiempo vi llover y me di cuenta que estábamos equivocados, nadie llegaría, la clase se retrasaría, porque como nosotros tendrían que cruzar la explanada, y seguramente esperarían a que amainara, realmente no sé cuánto tiempo pasó, supongo que no mucho tan solo el suficiente para que ella llegara al aula, cuando la alcancé ya sin suéter trataba de secarse el pelo sacudiéndolo ligeramente mientras mascullaba maldiciones, su blusa delgada también mojada me permitía ver su corpiño, y bajo él los pezones endurecidos de frio, al notar la mirada lasciva cruzó los brazos para cubrirse, y se sentó indignada, yo un poco avergonzado me senté donde por costumbre era mi lugar mientras escuchaba la lluvia, en ese momento oí lejanamente como sacudía el suéter, recordé a Leticia y su desinhibición, pensaba como ella varias veces avía notado el morbo en mis ojos, pero no hacía nada para evitarlo, antes al contrario, lo fomentaba, pero absurda mantenía una línea que nos impedía cruzar a mí o a Daniel, fue la primera vez que me lo pregunté, ¿porque ellos no eran pareja?, quizá, pensé en ese momento, ellos fueron pareja y terminaron como buenos amigos, y me perdí en estos pensamientos, no note que la lluvia lentamente se iba, pero ella no, en algún momento se acercó con los brazos cruzados y se paró casi frente a mí, pero yo no la note hasta que un leve resoplido me distrajo, la miré desconcertado, pero sin dar importancia, ella me miraba adusta con una leve sonrisa mas que forzada.

—¿Qué?

Pregunté impaciente y con disgusto, ella parpadeo lentamente, y me miró con arrogancia.

—Gracias.

Apenas lo pronunció se oyeron algunas voces en los pasillos y nos dimos cuenta que los alumnos no tardarían en llegar, se dio la vuelta y se sentó, y pocos minutos después, el primero en entrar fue Arturo que la saludó con naturalidad.

Para ser real, fuera de alguna efímera mirada no recordé el evento, y el ciclo escolar siguió avanzando, y a pesar de parecerme increíble tanto Leticia como Daniel en verdad lo tomaban con seriedad, y no era raro hacer los deberes juntos, al principió el libertinaje me hizo suponer que intentarían de aprovechar a algún alumno incauto (como yo) para hacer trampa, por el contrario, ambos eran capaces de desenvolverse sin necesidad de nadie, y cursar sin novedad hasta la materia mas complicada, así que hacia el fin del ciclo no era raro que nos encontráramos en la biblioteca haciendo y repartiendo proyectos y deberes, con cada vez menos tiempo para flirtear y mucho menos de fiestas y parrandas.

—¡No mi vida!, a ti te tocaba de la cinco hacia adelante.

Le reclamaba Leticia a Daniel enfadada.

—Solo es una.

Respondió despreocupado, mientras indiferente sacudía algunas hojas.

Leticia enfadada, se levantó pasando detrás de mí silla, mientras aventaba los papeles sobre la mesa, Daniel mortificado sacudió la cabeza mientras reclamaba con la mirada la actitud de Leticia.

—¿A dónde vas?

Reclamó Daniel, mientras aventaba la lapicera sobre la mesa de trabajo.

Ella simplemente se alejó notoriamente enojada, Daniel en un gesto de fastidio se para rápidamente, siguiendo a Leticia, yo, que de por sí, estaba cansado no hice el intento de levantarme, miré a la salida para verles, pero solo vi la puerta de la biblioteca cerrándose tras Daniel, y fue cuando la noté, mirándome irónica, supuse que eso sería todo, pero me aventuré con cierto eufemismo.

—¿Tienes la pregunta cinco de diferenciales?

Me miró vagamente, tomo algunos papeles, mientras reía ligeramente, puso su mochila al hombro, para mí era evidente que se retiraba burlándose de mí, así que bajé la vista y releía la famosa pregunta cinco, pero apenas tomaba las hojas la silla junto a mí se movió, y la diadema plástica con la rosa se acomodó junto a mi cuaderno.

—¿Esta?

Dijo mirándome con una sonrisa amable mientras me acerca un par de hojas.

Yo las tomé extrañado, y en un complejo ciclo retorico aparecían términos matemáticos, metódicamente organizados, que no me costó trabajo examinar, y con desenfado levanté la vista, y le regrese las hojas.

—No me sirven.

Ella levantó las cejas y abrió los ojos.

—¿No es esta la pregunta que querías?

Reclamó viendo las hojas.

—¿La resolvió Arturo?, ¿no?

Dije viéndola a los ojos retándola a contestar.

—¿Y que con eso?

Respondió enojada, y altiva.

—Está mal.

Me miró con odio, buscando rebatirme, así que tomé las hojas y con un lapicero encerré en un círculo un número, ella se sentó junto a mí, revisando y recorriendo con la vista punto a punto cada término, me dirigió una mirada indiferente, y regresando la vista a el problema, manteniendo algo de suspenso suspiro con desgano, de improviso tomó una hoja de la libreta de Daniel, saco su calculadora, y empezó a garabatear símbolos, digitando instrucciones en la calculadora, noté que trataba de resolver la ecuación, sonreí y señale un número mientras ella desesperadamente limpiaba y retomaba números del display, de cuando en cuando ella me veía pidiendo aprobación, lentamente y metódica una trama se desarrollaba, símbolos y conceptos se entremezclaban con miradas cómplices, yo la dejaba hacer, le interrumpía esporádicamente señalando un símbolo, o un número, su mirada se iluminaba mientras se detenía a mirar críticamente, y regresaba al ataque con derrame de símbolos, de pronto se detuvo casi aterrada, me miro y con un gesto duro me interrogo con la mirada.

—Ya hiciste lo difícil, si te doy la respuesta no me vas a perdonar.

Miró las hojas, miró el libro, miró el lapicero, y comprendí que estaba pérdida, alce la mano y quise señalar un pequeño renglón, pero ella me apartó con una mirada de soberbia, de repente una sonrisa de complacencia me indicó que tenía la respuesta.

—Sabes que hago equipo con Arturo.

Dijo mientras terminaba de escribir.

—¿Y?

Agregué indiferente.

—Le voy a dar la respuesta correcta.

Dijo fría mientras me daba la hoja de Daniel.

—¿Y?

Insistí con la misma indiferencia.

—¿No te molesta ayudarlo?

Sonrió con tristeza.

—No lo estoy ayudando a él.

Afirmé con energía, mientras ella se levantaba, me miró por unos instantes, se puso la diadema y la mochila al hombro, y sonrió levemente dando un paso atrás, pero al hacerlo tropezó con Leticia que estaba parada tras de ella, la miró de frente, y con desprecio se hizo a un lado y se fue, Leticia se quedó parada con los ojos desorbitados echando chispas de furia.

—¿Esa era Diana?

Capítulo 5

Su enojo no era para menos, casi desde el primer día las dos abrían tenido una larga lista de altercados, que empezaban en miradas de mutuo odio y terminaban en disputas verbales, con respecto de mí, su mayor pecado era ser la novia de Arturo, y en cuanto a Daniel, nada, era una víctima de su indiferencia, sin embargo Leticia que en verdad se sintió dolida por hacer migas, con semejante monstruo, se le fue la tarde recriminando a Daniel por aquella pregunta cinco y a mí por la indecencia de mis amigos, pero ambos acostumbrados a su femenino estado de ánimo, nos limitamos a hacernos la una, contentándola haciendo su tarea, y concediéndole la razón en todo.

Sin embargo, a partir de ese día Diana me saluda pasando desde una simple sonrisa hasta acercarse y platicar con nuestro grupo, a pesar de las pequeñas batallas entre Leticia y ella, y por supuesto, de la celosa mirada de Arturo, que manteniendo la distancia también soportaba silencioso.

—¿Así que te vas a quedar en casa?

Preguntó Diana a Daniel, con algo de desprecio.

—Si.

Contestó Daniel con tristeza, la tengo que hacer de buen hijo.

—No te quejes al fin vas a salir con… —Pausó pensativa Leticia tratando de recordar —a cómo se llame.

—Yo tampoco me acuerdo es algo con “B”.. —pauso como rastreando en la memoria Beatriz, o Viviana, o Vilma, no se.

Replico Daniel, mientras se recargaba en su asiento.

—¿De quién hablan?

Preguntó Diana algo confundida, tratando de regresar al hilo de la plática.

—De la hija de Pía —repliqué rápidamente, frente a la mirada interrogante de Diana —Es una amiga de su mamá —añadí señalando a Daniel —que, según dicen, es una especie de cerebrito.

Las vacaciones ya estaban en puerta, y generalmente Daniel las dedicaba a la frívola tarea de permanecer ebrio, en algún lejano destino, pero en este final de cursos, la hija de Pía venia de EUNA, recién casada su esposo consiguió una gran plaza en el país, y ella se adelantaba para hacer los preparativos, consiguiendo casa y ultimar detalles de la mudanza, Daniel aria de chofer y guía, que si no fuera por la fidelidad que sentía por Pía, simplemente se aria humo con todo y las protestas de su madre.

—Así que vas a ser un bonito anfitrión —dijo con una coqueta media sonrisa lamentándose —¿y tú?, ¿si vas a irte lejos de esta locura?

Dijo inocente mientras me veía, Leticia que casi no hablaba en presencia de Diana se paró rápidamente, y se abalanzó sobre Diana, y mirándola de frente, replicó enérgicamente.

—¡Yo lo invité! —dijo mientras bajaba la cabeza tratando de contener su furia —él va venir con nosotros.

Diana entonces comprendió, mi capacidad económica apenas era para sobrevivir, en mi mundo no existían las vacaciones, conocer y visitar algún lugar distante era un sueño que en ese momento era tan solo eso, un sueño, para Leticia esto era real, desde el primer día que nos conocimos, pero Diana nunca lo contempló ni lejanamente.

—Ya … si… —Contestó Diana apenada, mientras me veía, dando un pequeño paso a tras —tengo que irme… yo…

Agregó mientras bajaba la vista y se retiraba.

—¿Pero que le viste a esta?

Rumeaba Leticia mientras me miraba con desprecio, y tomaba su asiento, yo la vi con indignación y tomé mi mochila, mientras guardaba mis cuadernos, entonces ella se dio cuenta, alzó la cabeza y me miró con algo de súplica.

—Te iba a invitar —dijo implorando —por favor en verdad te iba a invitar.

Reiteró con algo de enfado mientras sacudía a Daniel.

—Es verdad —dijo Daniel —serio viéndome a los ojos —me dijo que no quería ofenderte, y no sabía cómo pedírtelo.

Yo nunca les creí, a pesar de la rara y solemne forma de Daniel, lo pensé por un segundo, dudando si debía ir o no, forzando a Leticia a llevarme, sabiendo que no lo quería hacer.

—De verdad iríamos solo los cuates, mis papis no tienen tiempo.

Rogó con dulzura.

—Pero, yo…

Cavilé por un segundo mientras buscaba un pretexto.

—¿Crees que tú serás un gasto? —dijo Leticia señalándose el pecho con ambas manos con un toque de indignación —¡¿para mí?!.

Era cierto lo que yo podría gastar no representaría ni lejanamente una molestia, para cualquiera de ellos, moví la cabeza con desaliento, mientras ella me abrazaba y empezaba, como siempre a dar órdenes, organizando maletas sin tener ni el destino. Como era costumbre casi todos buscaban algún lugar turístico que mas bien carecía de relevancia, siempre que tuviera un lugar para bailar, y zonas comerciales, pese a que fui invitado a tomar la decisión, simplemente no opiné, a pesar de la insistencia de Leticia, y aunque al final hubo un par de caras tristes decidieron ir a una pequeña población, famosa por ser elitista, siendo el lugar de recreo de aquellos que podían pagarla.

Tanto Leticia como yo dependíamos del auto de Daniel, básicamente porque sus padres consideraban, con justa razón, podría ser peligroso para ella dejarle un volante en las manos, así que el día de la partida se decidió que era mas fácil que yo llegara a su casa temprano y de ahí nos fuéramos, y sabiamente se decidió, también, que yo tomara el control de la documentación, salimos temprano el primer día de vacaciones, para estar, así, el máximo tiempo de vacaciones; no pensé que fuera posible, pero Leticia estaba lista y esperándome ya desde temprano, incluso se dio el lujo de molestarse por mi tardanza, era esta la primera vez que subiría aun avión, y naturalmente me encontraba nervioso, ella en cambio se movía en forma natural, y cosa rara se portó paciente mientras me indicaba cómo funcionaba el aeropuerto, pasando de la admiración a la incredulidad, fascinado por la ostentación y lujo, que se entrelazaba con la sensación caótica cada que se oía el sonido atronador de las turbinas mesclado con el murmullo lejano de los pasajeros, el cúmulo de emociones tubo un minuto de reposo cuando abordamos, y sentados en la primera clase dentro del avión esperábamos el despegue, Leticia introvertida ojeaba con desgano una revista mientras yo veía un hormiguero de trabajadores moviéndose frenéticamente alrededor del avión, a través de la pequeña ventanilla, casi imperceptible lentamente uno a uno los trabajadores parecían desaparecer moviendo la actividad a otro avión, un pequeño sonido como un suspiro me llamó la atención.

—Presurizaron el avión.

Sonrió Leticia con algo de ternura, mientras se abrochaba el cinturón.

Asentí con la cabeza y sonreí, tratando de ser empático, mientras sigilosamente se escuchaba como las turbinas aumentaban la velocidad, no estuve entonces dispuesto a aceptarlo, como no lo estoy ahora, pero Leticia, me miró con algo de malicia mientras se recogía el pelo de la frente.

—No te asustes.

Aquellas palabras y el movimiento taciturno del avión me indignaron, pero no contesté, me limité a escuchar con atención las instrucciones de emergencia, que en una especie de coreografía las azafatas meticulosamente ilustraban, al finalizar simplemente se desaparecieron, y es cuando noté que el avión estaba totalmente inmóvil, entonces por primera vez sentí físicamente la protección de Leticia, su mano suavemente se afianzó a la mía mientras su mirada adusta me cobijó.

—No te asustes.

En ese momento aunque el avión se estrellara no me importaría, no habría forma de asustarme, me sentí completamente seguro, y mi primer pensamiento regresó a Daniel, me di cuenta que era la primera vez que estábamos solos, y comprendí que él hablaba en serio, cuando al despedirse con esa sonrisa hipócrita me murmuró, “cuídala”, prácticamente todo el vuelo Leticia y yo platicamos, conociéndonos mas allá de lo académico, soñando con nuestro futuro, el tiempo, que se me hizo un suspiro, transcurrió en medio de sonrisas y pequeños sarcasmos críticos sobre los compañeros de clase, tratando de adivinar en qué momento se retirarán de los estudios, o si terminarían, al bajar del avión tratamos de continuar la charla, pero varios de los compañeros que viajaban en otras aerolíneas ya se empezaban a reunir, y al poco solo faltaban un par de ellos, que decidimos esperarlos en la cafetería, todos aviamos salido temprano de nuestros hogares y naturalmente el pequeño refrigerio del avión no fue suficiente, yo decidí administrar el poco dinero que traía pidiendo tan solo café, mientras reía acompasado por los compañeros poco noté la falta de Leticia, que al parecer desapareció unos pocos minutos, no fue hasta que algo disgustada pidió permiso para mover la silla y sentarse junto a mí, sin embargo tomó rápidamente el hilo de la plática sonriendo y divirtiéndose como los demás, hasta que los meseros empezaron a servir, de repente un humeante guisado se posó frente a mí, junto a mi café, sorprendido alce la mano para indicar al mesero que el plato no era mío, pero Leticia, apenas hice el intento me tomó la mano la bajó con fuerza y me habló al oído disgustada, entre dientes y siseando las palabras.

—Si no te gusta pide otra cosa, pero la próxima vez que me hagas una grosería así… —interrumpió mientras me soltaba la mano —te mato.

Esta era la forma mas cariñosa que tenia de resaltar mi estatus de invitado, y ciertamente se mantuvo al pendiente y no toleró que me privara de nada, esa extraña sensibilidad que tenía le indicaba cuando quería algo que no podía costear y simplemente me lo daba sin ofrecerlo, fuimos he hicimos cuanta extravagancia se nos paró enfrente, desde la mas frívola colección de chucherías en los puestos ambulantes, hasta los mas elitistas centros nocturnos, ella a partir de este día había ganado, sin preguntas, sin titubeos, mi lealtad, con la certeza absoluta de saber que ella no intentaría corromper mis principios.

Aquí es donde nació el rumor, que aun con la clara displicencia sexual de Leticia, se mantuvo inherente a nuestras personas, yo era su novio, mas de una vez la cuestión me causó hilaridad, pues para mi Daniel era su novio, la relación entre ellos era simplemente sagrada, nunca me sentí con la autoridad moral para desearla, pero todo cambia.

—¡Leticia! —le gritaba irritado mientras tocaba afanosamente la puerta de su dormitorio —ya se fueron todos.

—¡Ya caramba! —se oyó su voz desde dentro, indiferente —deja me visto.

—¿Realmente quieres ir? —preguntaba al momento que abría la puerta —porque puedes quedarte un rato mas a dormir.

—Déjame en paz —dijo moviendo la cabeza mientras se calzaba unas sandalias —ya estoy despierta ahorita nos vamos.

Casi todas las actividades que teníamos eran por la tarde o noche, pero ese día se decidió que querían algo mas turístico y simple, y eso implicaba levantarse mas temprano, antes de las once am, sentado en la orilla de la cama, por unos minutos mientras Leticia terminaba de arreglarse la pude ver al natural sin la parafernalia de sus chillantes adornos, solo era ella, fue la primera vez que note su belleza, y sin querer fijé la vista en sus labios.

—¿Qué? —Interpeló con algo de desenfado —ya voy no me presiones.

Finalmente, supongo, se dio cuenta, que lejos de presionarla, miraba a la mujer, y simulando distracción noté que se sonrojaba, así que me levanté y me asomé al balcón, y por un largo rato, desde ahí pude ver parte de la ciudad que terminaba a las orillas de un gran lago, el aire tibio y húmedo eran acogedores y simplemente me relajé.

—¡Ya!, nene —gritó Leticia desde el interior del cuarto —¿no que tenías prisa?

Siempre me disgustó que me llamara así, pero siempre contesté con una sonrisa, ella se veía cansada, pero no se quejó ni hizo muestras de quererse quedar, al bajar al lobby del hotel, excepto Jase, no encontramos a nadie a la vista.

—¿Dónde están todos?

Preguntó Leticia distraída mientras recorría con la vista.

—Se fueron —replico Jase, con un tono de desprecio, ridiculizando la pregunta de Leticia —¿tú crees que te iban a esperar?

Leticia entre cerró los ojos mirándome con desprecio, mientras yo la señalaba y sonreía con malicia.

—Yo me quedé… —agrego Jase, mirando el comedor —porque casi no he dormido, y tengo hambre.

Leticia sonrió con benevolencia y me miró, suplicando que la sacara del paso.

—Vamos a desayunar —dije sonriendo mientras tomaba camino al comedor —¿me sigues?

A medida que el café y las calorías surtían efecto Leticia retomó el ánimo, remembrando las hazañas de los días anteriores, un poco porque no me quería sentir excluido y un poco porque Jase se empeñó, me introduje a la plática, a diferencia de Leticia, Jase era una chica discreta y afable, que disfrutaba de las cosas sencillas, opuesta a Leticia le gustaba nadar con la corriente, y nunca en su contra, y fui aceptado por ella hasta que un buen número de compañeros lo habían hecho, como parte de su naturaleza su carácter franco me llamó la atención, similar a Diana ella hablaba sin prejuicio de posiciones y dinero, sin culparla por el aparente alarde sonreí placido sobre sus indiferentes comentarios, el desayuno se transformó en sobre mesa y está en una breve caminata por las coloniales avenidas del poblado, que a pesar de llevarla con calma fue corta y sencilla, ya de regreso en el hotel realmente temprano, los tres decidimos descansar en la alberca del hotel, ahí sentados en las odiosas sillas de playa, continuamos una plática trivial de cine y artistas mediocres, haciendo comparaciones físicas entre ellos y nosotros, Jase involuntariamente se reía de mis sarcasmos y burlas mientras agregaba los propios, llegó la tarde y con ella una sensible baja en la temperatura, que apenas notamos Jase y yo.

—Voy al cuarto —dijo repentinamente Leticia —hace frio.

En ese momento mientras se levantaba fue que lo noté, en algún momento del día ella se había apartado, y estaba ahí pero distante, adusta y lejana apenas y participaba en la plática, se limitó a sonreír esporádicamente, por un segundo detuvo la vista en Jase y bajo la cabeza, Jase cerró los ojos apretando los labios, gesticuló sorprendida como si acabara de comprender un error, me miró en medio de una sonrisa aprensiva, Leticia apenas avanzó unos pasos y Jase me miró indecisa apretando los labios, tratando de decirlo sin palabras, negando con la cabeza, lamentándose con vergüenza, los ojos desesperados de Jase me dieron el pie, y comprendí, abandoné a Leticia, mientras Jase y yo flirteábamos, me sentí culpable, entonces confirmé con la mirada y me apresure.

—Te acompaño —dije a Leticia apresurándome a alcanzarla —hace mucho frio.

Al sentirme junto a ella libre de Jase, una furtiva mirada se le escapó, pero caminaba seria con la vista baja mientras una leve sonrisa se le escapaba, al subirnos al elevador, fuimos empujados al fondo, donde parados uno junto al otro sentimos un pequeño roce entre nuestras manos, la miré decidido mientras sentía el suave roce de sus dedos, y con lentitud entrelacé su mano a la mía, ella no me la negó y sonrió ampliamente, pero sin retirar la vista del piso, mientras el elevador se vaciaba, y nos dejaban solos, casi mecánicamente salimos tomados de la mano, sin decir palabra, sentí una ligera presión en los dedos, y una mirada triste me retuvo, por un par de segundos caviló, y con un matiz áspero, retomo el paso, mientras nos acercábamos a su puerta ella cerraba los ojos para contener un par de lágrimas que pálidas recorrían su mejilla, abrió la puerta y sin soltarme la mano entramos, mirándome melancólica me sentó frente a ella en la orilla de la cama acarició mi mejilla y sollozando lo dijo.

—No puedo —en un susurro lento —¿Qué no ves que me puedo enamorar de ti?

Estaba aturdido, y sentí rabia, ¿por qué no se podía enamorar de mí?, me imaginé todo y mas, mientras ella con vos enronquecida continuó.

—Tuve un novio… —habló con vos cansada y titubeante —era maravilloso y lindo —dijo tragando saliva —como tu… mas que tu —titubeo mientras me sonreía entre lágrimas —pero empezaron las mentiras, los engaños… —se detuvo mientras lloraba sin control —no podía seguir así tenía que terminar, no podía hacerlo mas.

—¿Te engañó con otra?

Pregunté incrédulo.

—No… no —jimio mientras me apretaba la mano entre lágrimas —yo lo engañé —dijo deformando el rostro con tristeza y soportando el peso de sus palabras —con otros. 

Capítulo 6

El tema era algo privado, pero la forma en la que sucedió dio pie a Jase, y se encargó de esparcir el rumor, de momento los sarcasmos inquisitivos que amenazaban con decirle a Daniel, me sorprendían, pues para mí la relación de Leticia y yo estaba establecida, y nada mas lejano que en un ámbito sexual, que de todas formas no requerían de la aprobación de Daniel, pesé a eso, ella continuo su vida con la misma libertad, y aunque advertidos varios de los chicos la cortejaron descaradamente.

Al regresar, nos encontramos con dos sorpresas, Daniel simplemente no estaba, había desaparecido, su mamá insistía en contestar que seguía en su papel de guía turístico, pero Leticia y yo sabíamos que algo mas pasaba, la segunda, es que finalmente en un acto polémico, como premio a la excelencia académica del primer ciclo escolar, los padres de Leticia por fin se decidieron a comprarle un auto, y después de un largo discurso de responsabilidad, y repleto de condiciones le dieron las llaves, y claro lo primero que hizo fue buscar a Daniel, que para variar, no estaba, y después, fue a buscarme a mí, pese a que en realidad no me interesaba, traté de disimular felicidad por ella, y supongo que algo logré porque me invitó a tomar café, y francamente me dio miedo, resultó, a pesar de todo, una conductora seria, y aunque me cueste trabajo reconocerlo, responsable, igual que en su momento lo hizo Daniel, ella se ofreció a recogerme por las mañanas, y llevarme a la universidad, e igual que Daniel fue rechazada.

Las inscripciones eran un trámite burocrático engorroso, pero por ser obligatorio tendría que reunirnos, así que por primera vez desde que regresé del viaje me encontré con Daniel, que seguía siendo el indiferente y desobligado que hasta entonces conocía, con su habitual desenfado, sin embargo, tenía una sutil diferencia, que no terminaba de ubicar, y por mas que lo cuestionó Leticia, no pudimos acceder a la verdad, Leticia con algo de dignidad, pareció desestimar el tema, y fingió darse por vencida, y disimuladamente platicó algunos cotilleos que se habían dado en el viaje, y con esto ganó un poco de tiempo, mientras disimuladamente le señalaba asía la ventanilla donde realizábamos trámites lo obligó a voltear, tomó sus cosas, y me las dio, mientras ella lo distraía pude examinarlas rápidamente, y solo encontré papeles dispersos de la inscripción, al regresarlos ella me miró con interrogación exigiendo saber lo que había encontrado, alce los hombros, y le indique que no había nada, enfadada, le entregó sus papeles y me miró.

—Regreso —movió la cabeza negando y culpándome con una mirada —voy al tocador.

Daniel y yo la vimos desaparecer en un pasillo atestado de alumnos, por unos minutos guardamos silencio, por primera vez lo vi distante y se podría decir serio, hasta que, carraspeando un poco y con una sonrisa maliciosa pregunto.

—¿Así que al fin disfrutaste de las mieles de Leticia?

Yo lo miré con indignación mientras negaba y mascullaba maldiciones en mis adentros, obviamente alguien había ya enterado a Daniel las noticias del reciente viaje.

—¿Quién te lo dijo?

Respondí mientras él sonreía burlándose, por un segundo quise presumir, y decirle que sí, pero mi lealtad asía ellos me cerró el paso.

—No, en realidad, se la pasó hablándome de un tal David.

El abrió los ojos sorprendido, mientras levantaba la cabeza buscándola en el fondo del pasillo.

—¿Te habló de David? —dijo exagerando los ademanes de sorpresa —¿Qué te dijo?

Yo extrañado por la exagerada reacción de Daniel alce los hombros mientras minimizaba los hechos.

—Fue su novio, lo quería —contesté, restando, tanto como pude, importancia —no ha querido tener relaciones serias después de él.

Por un par de minutos bajo la vista en un gesto que me pareció de preocupación, y me miró condescendiente, mientras buscaba en el pasillo, supongo, a Leticia, tal vez quería decir algo, y no supo cómo hacerlo, solo tomó sus papeles y respiró profundamente.

—¡Nenes! —gritó Leticia que se acercaba asía nosotros, notoriamente feliz —¿qué creen conocía un chico? —agregó mientras se contoneaba —es de la Facultad de física y… —dijo mirándonos alternativamente esperando una respuesta —me invito a salir.

—Y, eso es raro, ¿por qué? —contesté con hilaridad, al tiempo que Leticia habría los ojos con indignación —¿tú no quer…

—Tengo novia —me interrumpió Daniel, mirándonos serio y erguido —¡digan algo!.

—¿Ese es tu secreto?… eres un baboso —repuso Leticia agraviada.

—¿Y? —agregué molesto con ira —¿Por qué no lo dijiste antes?.

—Es casada —contestó con calma mientras bajaba la vista.

—¡Que! —gritamos al unísono Leticia y yo, desencajados del asombro.

—¿Estás loco? —agregó Leticia mientras negaba con la cabeza —¿y es todo? o ¿hay otra sorpresa?

—Me lleva 11 años —agregó mientras bajaba la vista.

Leticia y yo abrimos la boca asombrados mientras le mirábamos con terror, incrédulos, no atinábamos a coordinar palabra, hasta que en medio del estupor.

—¡Que!

Gritamos al unísono Leticia y yo.

Mientras aventaba una sonrisa malévola de cinismo, Leticia y yo disparábamos preguntas, entorpecidas y ambiguas, el levantaba las manos sacudiéndolas pidiendo calma, y de repente declaró sosegado.

—No —dijo con calma —no les puedo decir quien es —Leticia y yo nos miramos incrédulos mientras el tranquilamente agregaba —por ser ustedes ya hable de mas.

Y aunque frustrados con rabia no se dijo mas, Leticia por un minuto, guardó la compostura, pero notoriamente molesta, se arremolinó en una silla, mientras yo miraba Daniel parpadeando lentamente, tratando de comprender.

—Yo ya terminé mis tramites —dijo Leticia mientras miraba a Daniel —me voy niños.

Daniel alzó la mano tratando de detenerla, pero lo miré y le tomé de la muñeca, el simplemente se sentó y platicamos por un rato sobre las calificaciones y del nuevo auto de Leticia, y reímos ante la posibilidad, muy real, de terminar recogiendo el cacharro en pedazos, casi con lentas miradas y sin mas zanjamos el tema, dando por sentado que ambos lo sabíamos, Leticia estaba celosa, y de igual manera sabíamos que se le pasaría, y como siempre sobrepasaría sus sentimientos, y permitiría que Daniel continuara esa relación por profana que fuera.

El resto de esa semana y la que continuó casi no vi a ninguno de los dos, supuse que era natural pues ambos tenían mucho en que pensar, y yo, también, estuve ocupado y actualizando datos para la beca, por eso me sorprendió la visita de Leticia, el fin de semana antes del primer día de clase, a pesar de ser recibida con pompa, me pidió hablar a solas he insistió en llevarme a tomar un café, el misterio y la tristeza en la mirada no me dejaron alternativa, su flamante coche nuevo, ya tenía un par de raspones sin importancia, pero notorios, los breves y sarcásticos comentarios aligeraron un poco el ambiente hasta llegar a la cafetería, donde con algo de pereza ella miraba de cuando en cuando el reloj, sin precisar que pasaba.

—¿Tienes una cita?

Pregunté ansioso por llegar al tema, pero ella sonrió rápidamente y se sonrojó, mientras vacilaba, y movía los ojos buscando una respuesta.

—Estoy saliendo con un chico… —decía mientras miraba otra bes el reloj —él es…

—El que te regaló el reloj —la miré incisivo mientras tomaba su mano para verlo de cerca —es bonito.

—No el reloj lo compre yo —me dijo quitándome la mano encogiendo las cejas y sonrojándose —el es un chico bueno, no me conoce como…

—Nosotros… —termine la frase mientras sonreía complaciente —¿te puedes enamorar de el?

—¡No! —abrió los ojos sorprendida fingiéndose ofendida —bueno… quizá —corrigió con nerviosismo —pero no te lo digo por eso.

—Y si no quieres aprobación, ¿qué esperas de mí? —pregunté ya disgustado.

—Apoyo —mirándome de frente, seria, enfrentando mi mirada —por favor.

—¿Y Daniel?

Agregué con una media sonrisa de disgusto.

—El… —dijo riendo entre dientes —llegó antes que tú, y sé que cuento con él, te estoy preguntando a ti.

—No entiendo, ¿qué esperas de mí?

Alcé los hombros enojado mientras cruzaba los brazos.

—No sé si yo pueda… —pausó mientras tomaba café —si pueda ser de un solo… —se interrumpió mientras miraba una vez mas el reloj —¿me entiendes?

—Pues creo que lo vamos a averiguar.

Una sonrisa sello el contrato, Daniel y yo seriamos centinelas, un colchón suave donde ella podría caer en caso de una catástrofe sentimental, claro no me parecía justo que prefiriera intentarlo con otro antes que conmigo, pero, era Leticia, y mi fidelidad estaba antes que el amor propio.

Y llegó el primer día de clase, y la primera aula, a primera hora, en este punto verificamos quienes del anterior curso seguían en el aula, y quienes eran caras nuevas, naturalmente Leticia Daniel y yo seguimos juntos en tantas clases como podíamos, además vi a lo lejos a Diana muy cerca de Arturo, y su sequito, en medio de las tediosas pláticas matutinas, que al igual que las nuestras se vieron interrumpidas bruscamente al entrar una mujer madura extremadamente bella, que a pesar de su traje formal se adivina un cuerpo esbelto y bien formado, alta morena de un pelo crispado, brillante y negro, de ojos café claros, se aproximó lentamente con paso sólido y altivo al escritorio, mientras los murmullos se apagaban lentamente, un joven que no reconocí, al mirarle por primera vez dejó escapar una expresión de asombro, “wow”, con la misma arrogancia con que entró dejó algunos papeles sobre el escritorio y separó un pequeño cuadernillo con el logo de la universidad, mientras lo hacía mirando al joven preguntó con petulancia.

—¿Tu nombre?

El chico confusamente lo dijo entre dientes, ella hizo una anotación en el cuadernillo y le miró con desprecio.

—Por esta clase está suspendido, espero verte la clase siguiente, y también espero que aprendas un poco de modales.

Por un momento, el chico se mantuvo suspenso pensando que era una broma, mientras veía a la mujer incrédulo —¿qué esperas? —preguntó mirándole a los ojos, y sin esperar respuesta inmediatamente agregó llena de soberbia —retírate.

Y en tanto ella regresaba la vista a los documentos del escritorio, el confundido chico asombrado simplemente recogió su mochila y lentamente salió del aula, apenas se cerró la puerta ella nos miró lentamente, al pasar la mirada por la zona donde nos sentábamos, me pareció ver un titubeo de asombro, sin embargo, retomó el aplomo y con movimientos precisos y medidos, escribió en la pizarra, mientras hablaba fuerte y claro.

—Mi nombre es maestra en ingeniería Verónica Soublette —interrumpió brevemente mientras terminaba de escribir —cópienlo bien pues en los trabajos no admito faltas de ortografía.

Al mirar de nuevo a la clase, se detuvo con desprecio una vez mas en la zona donde me encontraba, y agregó en un tono arrogante.

—Aquí no cuenta ningún mérito anterior —dijo francamente mirándome —si quieren una calificación aprobatoria tendrán que ser mas que una estrella de la prole.

Al decir esto me arrojó una media sonrisa sádica, y se volteó para sacar un libro, mientras lo hacía pude ver a Leticia, la miraba realmente furiosa, pero ella sabía que retarla, incluso una insinuación, sería suficiente para empeorar la situación, se contuvo y me miró desesperada, pero le pedí calma con la mirada.

—También debo advertir que no habrá perdón por trabajos mal presentados, o sucios —agregó mientras abría un libro —porque esta es una institución de élite —una vez mas me miró fijo a los ojos —y aremos lo posible por purgar aquellos que estén de mas.

Continúo con un largo discurso en medio de discretos insultos que se ensañaba rabiosamente conmigo, exaltando la alcurnia menospreciando mis logros y prometiendo un filtrado de los elementos mas débiles, claro que a pesar de eso le dio tiempo de iniciar clase y sin detenerse a exponer temas, que si bien complicados se supone, según lo expresó, ya debíamos conocer, esta primera clase fue larga y complicada, para mi quedaba claro que debía no solo ser bueno, en este caso debía ser el mejor.

Al finalizar la clase salimos literalmente corriendo, Leticia gritaba maldiciones mientras profería injurias, sin embargo cuando se serenó un poco la convencí de no hacer nada porque eso solo podía empeorar las cosas, Daniel estaba algo irritado, pero se encontraba distante parecía mas preocupado por otra cosa, pero se puso de parte de Leticia, y al mismo tiempo reconciliador abogó por no hacer nada hasta terminar el siclo, en este momento ya en la explanada con los ánimos caldeados, Leticia gritó con ira.

—¡Ahí está Arturo! —mientras tomaba sus cosas caminaba hacia él —este imbécil tiene algo que ver con esto.

Daniel y yo nos quedamos parados pensando si debíamos detenerla, pero de lejos vimos que parecía tomarlo con calma, y aunque alterada parecía bajo control, mientras la veíamos, alguien tocó mi espalda llamándome la atención, al voltearme me encontré de frente con un chico vestido al estilo de Daniel, pero con la mirada perdida.

—¿Tu eres Daniel? —dirigiéndose a mí y luego pasivamente miró a Daniel y preguntó —¿tú eres Cesar?

—No él es Daniel —respondí señalando a Daniel y como si estuviera hablando con un retrasado agregué —yo soy Cesar.

—Ho… Ya veo… —dijo sorprendido mientras nos rodeaba para tener una plática mas frontal, con su mirada atemorizada —¿Quién de ustedes es el novio de Leticia?

Daniel y yo nos miramos desconcertados tratando de descifrar lo que pasaba con este chico que parecía estúpido.

—¿De dónde sacaste eso? —dije tratando de encontrarle sentido.

—Quiero que Leticia sea mi novia pero no quiero problemas.

Al oírlo Daniel empezó a reírse a carcajadas, mientras movía la cabeza negando y tambaleándose de un lado a otro, yo con una sonrisa le miré piadosamente, y finalmente dije con calma.

—¿Tu eres Eduardo?

El asintió con la cabeza, lo miré por unos instantes en medio de las carcajadas de Daniel que se aceleraban cada que le veía.

—Ella no tienen novio.

Él pareció un poco confundido, pero reflexionó, y con un aire de superioridad me miró entusiasmado y sonrió.

—¿Y tú crees que quiera ser mi novia?

—Si.

Respondió Leticia parada tras él. 

Capítulo 7

Con sarcasmos e indolentes comparaciones, que sin ninguna alusión personal me agredían personalmente, me negaba a ver el reloj pues temía a las represalias, aunque, de hecho, sabía que faltaba poco para terminar la clase cada segundo me parecía mas largo, ella simplemente abusaba de su poder, a diferencia de mis compañeros mi beca impedía simplemente dejar la clase, no podía reprobar, ni siquiera podía sacar una mala nota, sus fugases miradas, ofensivas, me retaban a contestar, pero yo las eludía con una sonrisa pasiva, así minuto por minuto la espera finalizó en medio de los últimos detalles para los deberes en casa, cargado de ironías contra mi persona, resignado a las arbitrariedades guardaba cuadernos y apuntes, de reojo al otro lado del salón pude ver a Diana que en una precaria mirada se cruzó a la mía, sofocada rápida y pertinaz por el abrazo celoso de Arturo, que actuaba como su pareja, pese a las constantes negativas de ella a quien preguntara, supongo que triste mi mirada torno a Leticia parada junto a mí, que sin decir nada me sonrió con lástima.

—Señor Alonso Cesar… por favor deme unos minutos.

Dijo “la Vero” (un peyorativo de su nombre) sin dirigirme la mirada, supuse que ahora pretendía ser mas directa e insultarme sin ambages, así que aguardé con resignación al pie del escritorio mientras ella hacía algunas anotaciones en lo que parecían ser sus apuntes personales, por un momento pensé que me había equivocado en lo que oí, pero un par de discretas miradas al aula en general me hicieron suponer que quería hablar conmigo en privado, mi suposición se vio justificada cuando finalmente el último alumno se disponía a salir, ella sin prisa mientras guardaba sus hojas habló, sosteniendo una mirada fría

—Señor Alonso, su desempeño en la clase ha sido por decir lo menos, malo… —Pausó mientras balanceaba su pluma entre los dedos, y moviendo los ojos como buscando en su memoria —tomando en cuenta que usted es un alumno en situación precaria con respecto a sus compañeros me he tomado la libertad de… —interrumpió mientras aleatoriamente sacaba y guardaba papeles en su maletín —revisar sus calificaciones y promedio, y concluí que ciertamente podría pasar la asignatura pero por el terrible desempeño de este trimestre quizá su promedio general no sea suficiente para mantener la beca.

Una vez mas pausó mientras extraía una hoja donde figuraba mi historia académica, garabateada con algunos cálculos en rojo, trazados con algo de descuido mostraban que, por algunas décimas, efectivamente, no alcanzaba mi promedio.

—Es cierto.

—Claro que es cierto señor Alonso, ¿porque habría de mentirle?…

Creo que con la boca abierta la miré en silencio con asombro mientras ella con una sonrisa hipócrita sacaba de su maletín un manojo de papeles ordenados y engrapados.

—Esta serie de preguntas son de mí curso, dependiendo de su examen final y de que también resuelva el cuestionario librará los puntos que requiere, incluso tal vez le sobre.

Sin poder salir de mí sorpresa buscaba alguna solución alternativa, ella en tanto con una sonrisa que simulaba compasión me daba explicaciones sobre el formato del trabajo que venían de sobra.

Al salir del salón y dejarla sola me sentí frustrado, y me pregunté una vez mas cómo es posible que una mujer a pesar de su madures siendo tan bella fuera tan mala, recordando mi frustración afuera me esperaban lo que yo llamaba mi “pequeño grupo” ósea Leticia y Daniel, junto con Adrián, que hacían eufemismos con mi desgracia, no solo por las burlas de la Vero, sino porque a solicitud expresa suya me quedé solo con ella, aumentaron el nivel de sarcasmo de las burlas, cosa que ya era cotidiana y que tomaba con resignación y como símbolo de “apoyo” moral, al ver la mirada taciturna que mantenía por la preocupación fue Leticia la mas sensible quien preguntó.

—¿Qué te dijo la Vero?

—Me dio un trabajo para locos, que para ayudarme en las calificaciones.

Trabajo que me quitó Daniel de las manos, para hojearlo, mientras surgía un silencio deprimente.

—¡Te casaste!

Dijo repentinamente Adrián, mientras tomaba la mano de Leticia, admirando una hará dorada.

—Me lo regalo Lalo, ¿verdad que esta bonito?, ¿no me estará insinuando algo? —dijo Leticia sonrojándose un poco.

—Pues úsalo donde se debe en la mano derecha —replico Daniel.

—No seas tarado lo de menos es la mano se usa en el anular —agrego Adrián con desprecio

—Pues tampoco lo trae en anular —observo Daniel, como si Leticia no estuviera ahí.

—Y ¿qué importa dónde te lo pongas? —interrumpió Leticia desesperada acentuando su presencia en el círculo.

—Que tienes una pareja oficial y un montón de buenos “amigos” —dijo Diana que se apareció de improviso por detrás de mí.

—Pues entérate que lo tengo en el índice porque del anular se me sale.

Al ver eso Daniel tomó a Leticia por los hombros y yo tome a Diana por la muñeca y las “jalamos” en direcciones opuestas, Adrián que en aquellos eventos se portaba como un observador solo alzó los hombros mientas sonreía con malicia, así mientras Daniel se llevaba a Leticia a su siguiente clase yo soporté por algunos segundos los reproches de Diana, por llevar amistad con la que ella llamaba la mujer de todos, y con Daniel el hombre de todas, claro que ella llevaba razón pues ambos tenían una reputación hecha de lodo, la vida ligera de ambos era bien conocida en la comunidad de la escuela, aunque con el mismo tema tras un par de minutos se calmó y quiso justificar su enojo, realmente no me fijé en qué momento pero si noté que Adrián también se fue y nos dejó solos, el tenía clase en otra aula, yo para mi bien tenia clase con Diana, poco tiempo atrás una empatía creciente estrechó la amistad con ella, que a pesar de las descalificaciones simultaneas de Arturo y Leticia se convirtieron, de mi parte, en un cortejo franco, que Diana tomaba con agrado y reserva, y en una actitud paradójica, lo fomentaba con una desesperante pereza, y con un atisbo de coqueteo su mirada constantemente me retaba a acercarme, sin embargo tras cada pequeña escaramuza ella me retiraba, con la sonrisa de, “será la próxima”, y ese día no fue excepción, adicionando a pasos lentos y corto un trayecto mas largo y discreto, al sentirme aislado con ella, la tome de la mano y ella sonrió con algo de nerviosismo, disimulé que no lo notaba, lo mismo que sus miradas al entorno, buscando que no nos vieran, al sentirse relativamente segura además de que bajó el ritmo de la plática, una vez mas trató de convencerme que Leticia mas que Daniel no solo eran una mala influencia, además ella los consideraba un lastre académico para mí, de alguna manera era cierto, ella y su grupo tenían los mejores promedios, modestia aparte solo comparados con el mío, si no fuera por la Vero que se avía transformado en una pesadilla, así, en este debate llegamos al aula que todavía estaba vacía, y en general por ser una de las últimas clases el pasillo estaba vacío, no entramos al aula, nos quedamos afuera platicando por algunos minutos ya de trivialidades y nuestro tema favorito el cine, al sentirme cómodo con discreción pero siendo incisivo me acerqué a ella pretendiendo llegar a sus labios, ella que me permitía hacerlo las mas de las beses, se sonrojaba con timidez, pero al final me alejaba, esta vez muy al contrario se perdió un poco en la plática y cuando decidí atacar ella me evitó sutilmente, por un segundo guardamos silencio mientras nos miramos de frente, justo en el punto en que quise preguntar ¿por qué?, al fondo del pasillo se oyeron unas voces que ambos reconocimos, su grupo de amigos distraídamente arribaba a la clase, ella finalmente bajó la vista y se metió al aula sin decir ya nada.

—¿Y esa cara? —se burló Daniel con malicia al sentarme junto a él.

—Cállate viene de dinámica.

Alegó Leticia mientras se sentaba frente a nosotros, Daniel despreocupado sonrió, burlándose de mí, Leticia concentrada en sus deberes escolares, casi no me dirigió la palabra, apenas y notó mi mal humor, en tanto yo sacaba mis cuadernos para unirme a Leticia, justo puse mi cuaderno en la mesa Adrián apareció y con un aire de egocéntrico nos miró.

—¿Cómo van con estadística?

—¿No te tocaba?

Preguntó Daniel lleno de cinismo.

—Pues no, te tocaba a ti, pero conociéndote

Dijo mientras sacaba algunas hojas garabateadas con cálculos matemáticos.

—Solo está la mitad.

Afirmé con desánimo, mientras revisaba.

—Para mañana temprano porque las tengo que copiar yo.

Finalizó dejándonos a pesar de nuestras protestas y súplicas para que lo terminara él, por un par de segundos nos miramos unos a otros hasta que Daniel despreocupado se paró tomando sus cosas.

—¿A dónde vas?

Preguntó alarmada Leticia molesta por esa actitud.

—Tengo una cita.

En ese momento recordamos a la “galana” misteriosa, que según Daniel era su novia, y por discreción ni a nosotros nos podía decir quién era, al verlo Leticia me lanzó una mirada de reproche indicándome que le detuviera, además del trabajo inconcluso de Adrián estaban nuestros propios deberes que incluían a la Vero, pero sabía que no podía detenerlo, así que igual le miré indicándole que ella dijera algo, y en medio de miradas simplemente él se escabulló, cuando nos vimos solos, Leticia seria empezó a guardar sus cosas mientras yo abría la boca y parpadeaba rápidamente.

—Lalo me espera corazón chiao.

Me dijo en tono sarcástico mientras me dibujaba una media sonrisa, pero al querer irse se tropezó de frente con Diana, en ese momento se volteó y una vez mas me regaló una sonrisa, como diciendo “solo esto puedo hacer por ti”, con dignidad pidió permiso con extrema amabilidad y se fue.

—¿Te peleaste con tu novia?

La miré con desgano y le dije lo que tantas veces y a tantos había dicho.

—Bien sabes que no es mi novia —mientras jugueteaba con los papeles de Adrián sin ganas.

—La Vero te dejó un trabajo especial… —al decirlo volteé a verla y la interrogué con la mirada —quiero ayudarte. 

Capítulo 8

No sé cómo se enteró pero además de ser una gran oportunidad de estar cerca de Diana, la verdad si necesitaba mucha ayuda, a partir de ese día y asía una semana que incluyo sábado y domingo, Diana y yo nos tomamos Dos horas diarias para el famoso cuestionario, en ese momento, yo pensaría, que podría tener un acercamiento a Diana, que incluyera besos y caricias, pero ella se portó muy profesional, claro yo no perdía la oportunidad para rosarle la mano o el pelo, incluso en algún momento jugueteamos y nos dio tiempo de hablar de cine, por su parte ella se tomaba algunos minutos para criticar mi amistad con Leticia, pero en general dedicamos el tiempo a resolver el cuestionario, como ya lo suponía Diana era buena y pragmática para la soluciones matemáticas, me resultaba interesante resolver los problemas con ella pues ofrecía respuestas audaces. A pesar de estar agradecido había dos cosas que me intrigaban, ¿Cómo se enteró?, y ¿Por qué me ayudaba?, pregunté tantas veces como pude, pero ella solo sonreía con una mueca y cambiaba de tema. Como lo dije el primer día me quedé solo, con Diana, pero los subsecuentes Leticia y Daniel nos hacían algo de compañía cuando se podía, sin embargo, casi no hablaban en la presencia de Diana, y como tenía que ser un par de veces hubo situaciones incómodas, que Leticia resolvía dejando pasar un insulto o dos, pero sin ocultar su enfado.

Leticia ese día como siempre platicaba de Eduardo, con algo de nostalgia, él para fines prácticos era su novio “oficial”, pero su antigua vida licenciosa dejaba eso a la polémica, si bien ella afirmaba con vehemencia que Eduardo era su gran amor, y ciertamente, Leticia en desobediencia sus instintos mas básicos parecía serle fiel, y aunque los fundamentos de nuestra amistad seguían tan sólidos como el primer día, el tiempo que ella le dedicara a Eduardo yo se lo dedicaría a Diana. Yo fingía que le prestaba atención, pero estaba distraído mirando la puerta de la biblioteca esperando a Diana, una vez mas la fina sensibilidad de Leticia parecía mas alerta que yo, sonrió con una mueca de asco, y me dijo con tono irónico.

—No va entrar por ahí, tu amada esta allá con uno de sus, “amigos”.

—¿Por qué no se pueden llevar bien?

Esta fue la primera vez que la cuestionaba por esa conducta, me miró con extrañeza, mientras ella seria movía ligeramente la cabeza indiferente a la pregunta.

—Si algo te importara ya …

Contestó cortando la oración y luchando con las ideas que se le agolpaban en la cabeza, yo la miré cuestionando y exigiendo que terminara, ella bajó la mirada, como indicando que no contestaría, y no quería que leyera la respuesta en sus ojos, tomó sus cosas, y se disponía a marcharse, sin decir ni hacer caso de mis preguntas, una desesperación empezó a crecer pues sentía que ella tenía “algo” que quería decirme, y ese “algo” desde luego tenía que ver con Diana, y con la semana que ya habíamos pasado juntos, al ver que en la mesa tan solo quedaba su lapicera la tomé obligándola a verme de frente, en ese momento Diana se paró junto a mí, al voltear a verle Leticia tomo con violencia la lapicera, la puso en su mochila sin levantar la vista se despidió y se fue.

—¿Qué le pasa?.

Dijo diana en tono despectivo, mientras tomaba asiento, yo la miré y sin decir nada, mientras sacaba el “cuestionario”, pensativo, ella solo se limitó a seguirme la corriente, platicándome indiferente de lo que había pensado sobre algunas preguntas, yo contestaba con monosílabos, pensando y dando vueltas a lo que quiso decir Leticia, a pesar de mi notable indiferencia sobre el trabajo, Diana seguía exponiendo las posibles soluciones hasta que desesperada por mi indiferencia se quedó quieta y callada, pero incluso eso en forma inconsciente omití , al reaccionar ella trabajaba afanosamente con un problema borrando y rescribiendo, mientras leía las cifras y cálculos, me di cuenta que ella hizo un esfuerzo para ignorar mi estado de ánimo, en ese punto me uní a ella y sin juzgarla empecé a hacer apuntes mentales para ver y entender que hacía, ella al notarlo sin alterarse simplemente se animó y siguió hablándome de sus ideas con respecto a las preguntas. Así pasamos un par de horas que a pesar de ser simples yo disfrutaba pues al parecer ella y yo nos compenetrábamos, y este día en particular logré intimar un poco mas con ella, y de forma escueta me platicó de Arturo, su mayor pretendiente confesándome que en realidad no lo quería, cosa que para ser sincero me agradó y me dio la pauta para tratar con ahínco de acercarme mas a ella, no recuerdo porque pero en algún punto cuando me empecé a sentir cansado nos quedamos callados, ella se levantó para buscar un libro mientras lo hacia la vi con detenimiento, tratando de imaginarla desnuda, pero no pude, me concentre en su cara ligeramente alargada y morena su pelo era negro, lacio, lizo, brillante y largo hasta los hombros trataba de mantenerlo hacia atrás con una diadema con una rosa roja, su cejas parejas y finas enmarcaban sus ojos ligeramente rasgados, color café claro, su nariz recta y fina, al mismo tiempo le daba un toque femenino y serio, finalmente sus labios finos y rojos por el lápiz labial, al sentirse asediada por mi mirada sonrió y se volteó un poco para poder ignorarla, eso me regresó a la realidad y recordé a Leticia, quisiera decir que no me importaba, pero la verdad es que ella me importaba mucho, al irse no supe reconocer la emoción que ella sentía, como casualidad en ese momento Marco un compañero acercándose desde mi espalda me dio una palmadita en el hombro.

—¿Que no vas a alcanzar a tu novia?, ¡está imparable! —extrañado lo miré a los ojos, pidiendo una explicación, al momento Diana se paraba junto a Marco, igual que yo extrañada —Está en la casa de Tito, divirtiéndose en grande, tomando como un cosaco.

Empecé a guardar mis cosas rápidamente, mientras escuchaba a Marco, que entre burlas describía los actos desenfrenados de Leticia, yo movía la cabeza y escuchaba lejanamente las protestas de Diana, que insistía que ella no era mi problema, por las prisas un par de cuadernos se cayeron, en ese momento marco que al parecer había bebido un poco, dio un paso atrás con euforia y se despidió con una sonrisa burlona, en tanto Diana se apresuró a ayudarme con los cuadernos mientras insistía que no era mi problema, por un segundo en cuclillas mientras recogía mis cuadernos, me detuve a pensar, Diana me tomó de la mano con una mirada tierna, me levanté pensando en la última mirada de Leticia, al ver a Diana inflexivo a los ojos, me di cuenta.

—¿Qué le pasa?

Le pregunté a Diana serio y francamente enojado, ella tan solo bajó la vista y movió la cabeza negativamente, y sin mirarme como si tuviera miedo de hacerlo contestó.

—Corre eres el único que puede hacer algo por ella.

Su respuesta me dio permiso, pero sentí una lamentación triste en ella, sin embargo, eso lo podría resolver después, tomé mis cosas y salí corriendo.

Tito como casi todos en la escuela era un adolecente de familia acomodada, y sus padres en general pocas beses estaban en el país para ver los desmanes de su hijo, no era raro que prestara su casa para fiestas improvisadas, al fin y al cabo el alcohol, la música e incluso las botanas llegaban por sí mismas, y no pocas veces Leticia estaba ahí, a diferencia de mis compañeros, yo tenía que caminar y utilizar transporte público, y eso me dio tiempo para reflexionar en Leticia, me di cuenta que Diana tenía razón, que ella no era mi responsabilidad, pero al mismo tiempo si algo le pasara no podría vivir con la culpa, por fortuna La casa de Tito estaba realmente cerca y llegué a pie, una música estridente que se podría oír bien desde fuera me recibió al entrar vi lo que me pareció una bacanal, el alcohol enrarecido por los cigarros abotagaba el ambiente, en medio de esa desesperante sensación de libertinaje, se oía en el fondo un coro de jóvenes que gritaban desenfrenados, a una chica que bailaba sobre una mesa, por un momento la ignoré hasta que oí su nombre, era Leticia que se contorsionaba provocativa y apenas cubierta por una corta minifalda y el sostén, moví la cabeza desaprobando aquella actitud, viendo su baile que había pasado de lo provocativo a lo penoso, pues estaba tan alcoholizada que apenas y se sostenía en pie, y sucedió lo que tenía que ser, perdió el equilibrio y cayó sobre la multitud de jóvenes que estiraban sus brazos aprovechando la oportunidad para manosearle mientras la “atrapaban” en el aire, ella al contrario de evitarlo parecía divertida , bajándola lentamente hasta el suelo, balanceándose en medio de risas miraba en su rededor mientras estúpidamente era coreada animándola a pararse y seguir, y lo hubiera hecho, pero uno de sus admiradores me reconoció, alertando a sus compañeros de mi presencia, identificándome como su pareja prefirieron simplemente hacerse a un lado, des afanándose de problemas, fingiendo que ella era la pervertida, dejándola ahí semidesnuda con el pelo enmarañado y con una gran sonrisa, me acerque y me puse en cuclillas la vi con algo de ternura.

—¿Dónde está Eduardo?

Ella me miró desorientada y buscando en su entorno.

—Esdaba aguí.

Alcé las cejas mientras movía la cabeza en forma negativa, la tomé de la mano y la levanté, ella parecía no estar en contacto con la realidad, busqué con la vista su blusa, pero aparte de un par de botellas tiradas no la pude ubicar, así que me quité la chamarra y se la puse, ella a pesar de protestar un poco se la puso sin oponerse, le cerré el cierre y la tome del brazo, por unos segundos no supe que hacer y me quede viéndola muy serio, con un dejo de tristeza me miró mientras se mecía por la falta de equilibrio.

—Be vas a degañar.

Sonreí con una mueca y me acerqué inclinándome un poco, busqué en los bolsillos de su falda en la parte de atrás, las llaves de su coche.

—mmmm Que dico, llevame a la dama.

Al encontrar las llaves la tome del brazo y me dirigí a la puerta de salida mientras la hacía caminar a mi ritmo, ella protestaba pero me seguía dejándose manipular con docilidad, no me costó trabajo encontrar su coche pues nunca pudo aprender a estacionarse, la subí cuidando que no se callera, realmente estaba muy mareada, cuando quise arrancarlo me di cuenta que no sabía qué hacer, no tenía rumbo, al revisar encontré su bolsa y contando con lo que había en el monedero había bastante dinero, arranqué el coche y un poco a tras pies pues no estaba acostumbrado a los automáticos, salí de aquella zona, conduciendo con lentitud, pensando en cuanta gente nos vería salir, sabía que se hablaba de nosotros, y al día siguiente ocuparía mí lugar entre los cotilleos de la escuela, ella en tanto de vez en cuando reaccionaba y me miraba con los ojos entre abiertos, y murmuraba incoherencias, pero en un segundo de lucidez mientras me miraba con los ojos entreabiertos dijo en tono adormilado.

—Pobre…, ¿or qué me uidas?…, ¿orque de impordo?…, do me lleves a mi asa?

—No te puedo llevar así Lety, vamos a un hotel, ella a veces consiente, se reía y bailaba, y al poco lloraba como una niña, pasando de alegría a depresión en segundos, encontré un hotel que me pareció “decente”, estaba discretamente adornado con una fachada blanca, sin grandes anuncios pero era explícito, al bajarme ella a pesar de poder mantener la vertical era bastante obvio que estaba muy tomada, sus comentarios alegres hacían pensar que nos salimos de la fiesta para estar mas “íntimos”, la conveniencia de la situación garantizaba discreción, nos metimos al lobby, y mientras me ponía de acuerdo con el recepcionista la recargué con suavidad en el filo del mostrador, por algunos segundos ella se mantuvo callada, pero dijo algo sorprendente.

—¿La Vedo?…, ¿dé hade aquí la Vedo?

Al oírla noté que miraba fijamente la entrada, y busqué que es lo que miraba, al examinar vi una prostituta vestida de negro, pero ya grande y adusta, sonreí y tomé la llave del cuarto la abrasé de la cintura para ayudarla a mantener el equilibrio y aparentar intimidad, nos subimos por el elevador, mientras presumía de conocer “muy bien” el lugar, ya en el cuarto la senté en la cama y le quité mi chamarra, al hacerlo podía ver su cuerpo casi desnudo, ella se balanceaba revisando el lugar con los ojos entre abiertos.

—¿Dóde esdamos?…

Yo sonreí y me apresuré a revisar el estado del baño, noté que estaba limpio, anqué la luz parpadeaba un poco, cuando me asomé a verla ella se había acostado en la cama estirando los brazos hacia atrás, sobre su cabeza, con la mirada perdida en el techo, al hacerlo se le alzó la falda y podía ver su diminuta tanga negra, le tomé un brazo y la jalé, ella replicó un poco pero una vez mas me permitió manipularla, la levanté, y a tras tumbos la metí al baño y la senté en el retrete, mientras movía las cortinas de la regadera.

—¿Ad fin be vas a sed duya?…

Al voltear y verla ella terminaba de quitarse la minifalda, casi me hizo reír, se paró sensualmente mientras a traspiés se acercaba a mí.

—¿Vamos a tener sexo?—.. dije con algo de malicia —¿ya somos novios?

—Idioda sho no dengo novios.

A pesar de lo que pareciera no veía nada nuevo, pues varias veces la había visto en biquinis, que incluso eran mas reveladores, la tomé suavemente de la cintura y ella se dejó guiar mansamente, me miraba con ternura, y algo parecido al deseo erótico, lentamente ella invocaba a mi libido, la acerqué a mi pecho mientras la miraba, guardó silencio y me pareció por instantes que recobraba la conciencia, la sentí agitarse y sentí su cuerpo desnudo tocándome, me acerqué a su boca y pude sentir su aliento en el mío, lanzó un ligero suspiro, sentí el rose de sus labios en los míos, en ese momento un chorro de agua helada que cayó en su espalda la paralizó, tan solo pude ver como abría los ojos, trataba de gritar pero el escalofrío ahogó sus palabras, lentamente alzó sus manos hasta ponerlas a la altura de las mejillas mientras jadeaba de frio.

—Eres… un idiota

Cuando tomó, mas bien retomó por fin el control de su cuerpo jadeaba como si estuviera corriendo, con el pelo empapado y tirando blasfemias salió del baño tropezando con todo y aventándome, yo tan solo la veía con una gran sonrisa pues evitaba reírme, al salir al piso alfombrado vio la cama y el espejo, por un par de segundos notoriamente perturbada movió la cabeza de un lado a otro como buscando algo

—¿Dónde estamos?

Preguntó casi al borde de la histeria, mientras giraba la cabeza, de un lado a otro.

—En un hotel —me miró con horror, y fue cuando tomó conciencia de su desnudes, y corrió a la cama y jaló la cobija para cubrirse, pude ver que se sonrojaba, sentí como se le agolpaban las ideas en la cabeza, hasta que finalmente abriendo los ojos cuan grandes eran balbuceo.

—¿tu… yo… aquí…? —

Supongo que lo que quiso decir es que habíamos hecho el amor, así que sonreí y asentí con la cabeza, ella abrió los ojos mientras daba vueltas alisándose el pelo y jalando la cobija como si hubiera cometido un pecado capital, y no pude mas me arranqué a reír a carcajadas, mientras ella me miraba con asombro, cuando entendió soltó la cobija y se acercó a mí y empuñó la mano golpeándome tan fuerte como podía en el hombro, repitiendo varias veces a izquierda y derecha, hasta que notó que una vez mas estaba desnuda frente a mí, corrió a tomar su cobija enrojecida por la vergüenza y la rabia, se quedó unos instantes sentada en la orilla de la cama, meditando y al borde de las lágrimas, yo sabía que a pesar de todo finalmente me perdonaría y lo vería como otra aventura, como dije ella en realidad se habrá dejado ver con menos frente a mí y en público, así que la vergüenza era por el sentimiento de culpa.

—¿Dónde está mi ropa?

Aproveché el momento para contarle escuetamente que había pasado, evitando los detalles vergonzosos, ella solo movía la cabeza, y refunfuñaba, mientras yo hablaba buscaba la falda para entregársela en la mano, ella saco con discreción la mano de entre la cobija, y la tomó, sin voltear a verme pues supongo todavía tenía vergüenza, se levantó mientras yo seguía mi relato, cubriéndose con la cobija para que no la pudiera ver mas, mientras se ponía la falda, al terminar el relato de lo sucedido, me senté frente a ella y le aventé la chamarra, ella una vez mas se cubrió para que no le pudiera ver y se la puso, al terminar me miró y se dirigió a la puerta, abriéndola y parándose en el umbral señalando con la cabeza hacia afuera al tiempo que decía.

—Vámonos.

Yo la seguí, y parado frente a ella repliqué.

—¿Cómo? ¿así? pero si no me diste ni un masaje —le dije mientras le hacía aún lado la solapa de la chamarra para descubrir sus pechos.

—Estúpido.

Minutos mas tarde nos veíamos en una cafetería, a pesar de todo lo que habíamos pasado era temprano quizá las nueve pm, ella todavía tenía un poco de resaca y a decir verdad olía un poco a alcohol, así que se nos hizo natural aquella improvisada cita, mientras ella estacionaba el carro yo me metí para “apartar” la mesa, y como había sucedido antes con Diana, mientras lo hacia la contemplé por unos segundos mientras cerraba el coche, pero con la diferencia que a ella no me costaba ningún trabajo imaginármela desnuda, y no por las circunstancias, es simplemente que ella era así, cuando no era una falda corta era un pantalón entallado, con grandes escotes, incluso blusas transparentes, ella se sabía observada, y codiciada, pero supongo que eso le daba gusto, su cuerpo que algunos lo considerarían con sobre peso no tenía lonjas pero si debo aceptar que robusto, era yo diría atlético, de piernas gruesas y largas con grandes caderas, varias veces la cuestioné y siempre me dijo que era rubia natural, y aunque no podríamos decir que era lacio su pelo era alisado y ligeramente ondulado, sus ojos verdes se acentuaban pues le gustaban los pupilentes de fantasía, y no solo para enardecer su belleza natural sino porque de verdad requería graduación, mas bien blanca y facciones finas, le gustaba adornarse con toda clase de colgajos, al acercarse noté que buscaba el dinero que tomé para el hotel, me miró con ojos de reprensión, yo levanté un poco los hombros, así se paró junto a mí, y con voz tenue me regañó.

—Te he dicho que me avises, ahora vamos a tener que limitarnos.

Cosa que en verdad le daba coraje, con todo pidió su habitual café, limitándome a mí a mi habitual café, poco a poco iniciamos una fugaz plática, sobre la escuela, y casi inevitable la segregación de algunos compañeros, por eso supongo empezó la plática.

—¿Porque no llevas a Eduardo?

—Tú lo sabes bien… —decía con una media sonrisa negando con suavidad —no se ni para que preguntas.

Replicó con cierto enfado, yo guardé silencio mientras la veía a los ojos.

—Él es tu novio.

Le dije sin perderle de vista, ella se agachó a mirar a su café, y titubeo, para decirlo.

—¿Y dejarte a ti? —buscando su mirada me incline un poco.

—Yo no te puedo dar lo que él, además solo somos amigos, yo lo entendería, además….

—Me dejó…

La sorpresa me pasmó, no pude ni até palabra, mientras ella veía apacible su café.

—Yo…

—No seas dramático eso fue el fin de semana, y bien sabes que ya vendrá otro, pero solo hay un Cesar.

Era cierto ella desde que la conocí tenía un novio tras otro, a veces incluso tuvo hasta tres al mismo tiempo, no sé cuántas veces me pidió entretener a uno para salir con el otro, y a pesar de su extremo cuidado habría tenido un par de sustos ginecológicos, y varias infecciones, en todo este tiempo Daniel y yo nos encargábamos de cuidarla y ayudarla, en este momento sentí que debía de aclararlo y tomaría la oportunidad utilizando sus palabras.

—¿Qué pasa entonces?, ¿porque lo de hoy si hace meses que no bebías?

Pregunté mientras ella clavaba la vista en la taza de café que hacia girar pasando el asa de una mano a otra mano, sabía que sentía mi mirada y a pesar de eso una ves mas me agaché ligeramente para verle a los ojos, ella rehuyó girando la cabeza un poco.

—Me siento sola… —dijo levantando la mirada y viendo de frente, yo reaccioné volteando ligeramente la cabeza mientras la veía de reojo con las cejas levantadas —Está bien ¿quieres que lo diga?…. —agregó enfadada —es Diana… ¿contento?

Realmente no me sorprendió, y este es el punto a donde quería llegar, le miré cerio de frente y solemne.

—¿Estas celosa? —guardó silencio mientras con una mueca trataba una vez mas de eludir mi mirada —está bien ¿si eso quieres?

La tomé de ambas manos, mientras buscaba su mirada.

—No no no, otra vez no, ¿Cuántas veces vamos a hacer esto?…

Replicó en un tono caprichoso.

—¿Quieres ser mi novia?

Ella bajó la cabeza, pero sin soltarme las manos, mientras cerraba los ojos.

—¡NO! —me miró, y abrió los ojos alargando las silabas —no quiero ser tu novia, te quiero mucho, eres mi mejor amigo, pero nada mas… —yo de sobra conocía la respuesta, pero nunca estuve seguro de si ella la sabría, la solté de las manos y la miré compasivo —Es que toda esta semana apenas aparece y te olvidas de todos, y…

Era muy simple, estaba celosa.

—Estamos haciendo el trabajo de la Vero, hazlo con nosotros — ella se sorprendió por la propuesta, porque al tenerlas juntas algo podría salir muy mal y los dos lo sabíamos —ella me gusta de verdad. 

Capítulo 9

—¿Qué?… ¿juntas?…, ¿estás loco?

Dijo Daniel, con un grito histérico.

—Es lo mismo que le dije —agrego Leticia con una aire despectivo.

—¡Hay Daniel!, ayúdame —dije presionando.

—Pues… he…., no lo sé… —decía mientras movía la cabeza de lado a lado.

Incluso yo sabía que era mala idea, pero si no lograba reconciliarlas sería muy difícil que Diana llegara a ser mi novia, Daniel en realidad no quería ni meter las manos, sabía que era meter un serillo a la gasolina, así que prefirió mover la cabeza sin decir nada, por suerte para el en ese momento la figura de Diana a espaldas de Leticia nos sorprendió.

—La mesa está llena será mejor que nos vallamos a otra.

Leticia me miró retándome, y para que hablara

—No en realidad solo está de sobra Daniel Leticia se ofreció para ayudarme también.

Por un segundo la vio con la mirada baja, mientras Leticia contestaba con una sonrisa sínica, repentinamente volteó a mí, y alzando la barbilla con los ojos entre abiertos profirió.

—¡Ha!…, ¿ella quiere ayudarte?…, bueno supongo que no te hago falta ya.

Despectiva y arrogante, mientras se volteaba y se dirigía a la puerta, sin darme apenas tiempo de reaccionar salía con paso apresurado, a pesar de mi reacción, que yo diría rápida, no la pude detener, ella notoriamente molesta me vio acercarme y minimizó su marcha para permitirme alcanzarla, al hacerlo ella se detuvo con la cara enrarecida por la furia.

—Regresa con tu novia…, ¿para qué me quieres?

—No es… —baje la cabeza cerrando los ojos buscando una respuesta. —preséntame a tus amigos… —volteo intrigada mirándome con extrañeza —a Gloria, Paty, Jorge…, —dije retándola y ella dibujo una leve sonrisa de tristeza, mientras ladeaba la cabeza —¿Arturo?.. quizá…

—¡Ya entendí el punto!…—grito desesperada con algo de frustración —pero ella es una tarada… además, es lo mismo, yo no sincronizo con tus amigos.

—¿Cómo lo sabes?…—mientras la miraba fijamente y una vez mas retándola, ella frustrada se debatía, luchando contra sí misma —solo inténtalo… por favor…

Miró la mesa donde esperaban Daniel y Leticia, y negó con la cabeza mientras suspiraba.

—Me voy a arrepentir.

Caminó a la mesa, bajo sus cosas, mientras Daniel y Leticia recogían sus cuadernos, Diana entablo una pseudoplática con Leticia, para ver si podían organizarse, desde el principio yo avía permitido que Diana organizara el trabajo para que se sintiera cómoda, desde ese momento ella dividió el trabajo, en investigación teórica y cálculos, la parte mentalmente mas sencilla que no requeriría de cálculos complejos era la de investigación, Diana que tenía a Leticia como una especie de retrasada y para mantenerla alejada de nosotros, esos si con mucha cortesía, le pidió que hiciera la parte de investigación, que por sencilla que fuera era muy amplia, Diana que reclamó instintivamente para estar mas cerca de mí se sentó entre Leticia y yo, mientras Daniel se arrinconó en una esquina al tiempo que se organizaba el trabajo, mirando como un niño admirado, disfrutaba de cada gesto, y las sutiles agresiones departidas por igual entre Diana y Leticia, sin embargo en un esfuerzo supremo ambas se quitaron del camino de la otra, y durante mas de dos larguísimas horas solo espere un detonante que las hiciera explotar, pero por increíble que parezca, eso no sucedió, al terminar la jornada Diana que siempre era la primera en irse se levantó, y me pidió que revisara y pasara en limpio los últimos cálculos, por un momento pensamos que eso sería todo que se despediría como acostumbraba solo de mí, pero en un acto insólito antes de irse me miró con mucha seriedad, por su cara supuse que nos diría algo, pero entrecerró la vista y de reojo dijo apenas audible.

—Nos vemos mañana Lety —y ya viéndome a los ojos con aire de solemnidad agrego —hasta mañana Cesar.

Leticia se paró ganándome el paso interponiéndose al de Diana, con casi la misma estatura se miraron frente a frente, por un instante no supe que hacer o pensar, pero Diana había sacado una bandera blanca, y no estaba dispuesta a pelear, por fin tras un segundo de expectación Leticia sonrió.

—Hasta mañana Diana.

Daniel y yo volvimos a respirar, Mientras Leticia tomaba sus cosas y las guardaba en silencio y con prisa.

—¿Porque te vas?, inquirió Daniel.

—Parece que ninguno tiene suficiente con la Vero —decía a punto de las lágrimas, mientras a tras pies limpiaba su lugar —los hombres son unos idiotas dominados tan solo por sus hormonas.

—Leticia…

—No sabes cómo la odio…

—Leticia…

—¿Crees que no me di cuenta?, me dio un trabajo para idiotas.

—Leticia

—¿¡Que quieres!?, ¡maldita sea!, ¿¡que quieres!?…

—Gracias.

Bajo la vista y respiraba hondo y pausado.

—Me debes una.

Mientras ella se ponía el suéter Daniel me miraba con algo de lástima, mientras sonreía malévolamente, cuando ella se fue me di cuenta que ese era tan solo el primer día y tarde o temprano una de ellas podía explotar, pero mi esperanza era que sucediera lo contrario, que ellas se dieran cuenta que la otra podría ser su amiga, sin llegar al extremo de ser su íntima, pero al menos distinguir sé cómo amigas, este pensamiento me consumía, pero Daniel que hasta ese momento fue un observador habló.

—Estas loco hermano —dijo con desanimo.

—Vamos si se soportaron un día se soportarán por un par de semanas

—Pero como se te ocurre tener a tu novia y a tu amante juntas.

—Tú sabes bien que…

—¿No tienes novia?…

Sonreí mientras él seguía interrogando y tratando de desilusionarme, a ratos me parecía tan lúcido y cierto que casi me convencía, pero luego recordaba que era Daniel, y como siempre borraba el casete y lo ignoraba, mientras hablamos y a pesar de ser las chicas el tema del momento, yo metía ligeros empellones tratando de encontrar al menos imaginariamente al supuesto gran amor de Daniel.

—Al menos a me gustan solteras y jóvenes.

Replique rogando deslizara algún dato de su “novia”.

—Pues yo estoy seguro que ella también te gustaría a ti.

Dijo mientras hacía ademanes obscenos exagerando sus atributos sexuales.

—Ya me imagino, tú eres incapaz de gozar una relación que no sea sexual.

Sonrió maléficamente mientras movía negativamente la cabeza.

—¡Ya está!, o gran sacerdote Cesar, prometo gozarla también cuando hablemos.

Arremetió con aire irónico, y súbitamente mientras me veía preguntó para tratar de desviar la conversación.

—¿Qué pasó ayer?, ¿por qué juntas?

Replicó, presionando a una respuesta.

—Le fui a sacar de la fiesta de Tito, completamente borracha, ya tenía meses que ni beb…

—¡¿Estuviste en la fiesta de Tito?! —interrumpió bruscamente sobresaltado —¿qué hacías ahí?

—Si unos minutos, —afirme con algo de preocupación —como si nunca hubieras ido a la casa de Tito.

—¿No lo sabes? —moví la cabeza invitándolo a que lo dijera —hubo una redada algunos todavía están en la delegación, encontraron algo de droga, y al menos cinco regresaron del viaje en la reja —no podía creerlo, me limité a recordar a Leticia completamente perdida, y realmente me perturbaba la idea de que en ese estado ella pudiera terminar aún peor —Y, ¿Qué hacías ahí?

—Ya te lo dije fui a sacar a Leticia estaba muy borracha, hace meses que no bebía y menos así.

—Ya y san Cesar la fue a rescatar —dijo con lástima, cosa que casi me ofende —y claro en ese estado la podías convencer de lo que fuera.

—¡No!, primero le baje la borrachera, la lleve a un hotel y …

—Wow al fin estas aprendiendo, así borracha he indefensa la llevaste directo al paraíso.

Alardeaba mientras juntaba sus manos y levantando la vista como orando al cielo.

—No… —grite —eres un cerdo, no hicimos nada solo la bañé con agua fría.

Mientras el movía la cabeza como lamentando mis palabras.

—Esperaste a que estuviera sobria para…

Decía con una mirada depravada, y pícara.

—¡No…!, salimos del hotel y nos fuimos a un restaurant.

En tanto el movía la cabeza como lamentando los hechos, le conté de nuestra plática, ahorrándome en todo momento los detalles íntimos, aunque el en verdad era mi amigo esas cosas las consideraba privadas, y supongo que Leticia también, el con su natural aire desenfadado continuó oyendo y criticando, pues al parecer para el todo era sexo, aunque debo de decir que ya varias veces el mismo nos había sacado del paso tanto a Leticia como a mí, y claro sobre todo Leticia habría sacado a Daniel de sus mal logradas correrías, entré recordando “mejores tiempos”, y jugando, Daniel estuvo de acuerdo, en mi apreciación, básicamente Leticia, que en un intento por enderezar algo su vida trataba de tener un solo novio y muy a diferencia de sus pasadas libertades, “amarlo y respetarlo”, cuando eso no fue posible encontró que sus amigos mas cercanos estaban, “ocupados”, y no tuvieron tiempo de atenderla, quisiera decir que fue una plática extensa y revitalizadora, pero tan solo fueron unos minutos los que disfrute de plena atención por parte de Daniel.

—¿Ya viste esa súper vieja?

Me dijo de impulsivamente mientras su mirada se perdía por detrás de mí, obligándome a voltear.

—A de ser de primero, no la había visto antes.

Sin perder de vista sus nalgas y cintura ambos descuidamos la postura y con nuestras miradas descaradas se inhibió y discretamente se sentó para quitárselas de encima.

—¡Vamos al Peper´s!,

Sugirió Daniel, este no era mas que una cafetería, de buen gusto, en realidad pequeña y discreta, pero con la particularidad de estar frente a una agencia de publicidad, de donde constantemente sin importar la hora del día entraban y salían modelos ya hombres como mujeres, que “trabajaban” en la agencia, la posición del café frente a esta agencia permitía ver la entrada y salida del “personal”, nosotros como era natural solo nos fijábamos en las mujeres, y mientras teníamos una plática casual tomando café impunemente podíamos ver he incluso calificar a las bellezas que entraban y salían, asignando una puntuación de acuerdo al gusto particular, algunas veces ellas se daban cuenta de las miradas libidinosas, pero no solo no podían hacer nada, Peper´s era famosa por su característica y desde luego la mayor parte de su clientela era masculina.

—Vamos hombre que podrá tener la “casada” que no tenga cualquiera de estos bombones.

Le dije mientras lo miraba de reojo poniendo mas atención a la chica que entraba en ese momento.

—Pues unas…

Dijo mientras alzaba las manos tratando de dibujar mímicamente las nalgas de su “novia”.

—¿Mejores que esas?

Pregunté mientras de reojo señalaba una chica que salió de la agencia, Mientras la veía sonrió con algo de nostalgia, supuse que al fin había logrado penetrar en él, su mirada que se perdió en la nada, lentamente se tornó un poco triste y tras un par de minutos sin decir palabra me di cuenta que no respondería, cambió de tema mientras observaba detenidamente un trio de chicas que llegaban, aquí fue donde me di cuenta que esa relación era para él muy importante y que además de lo evidente, o sea el sexo, él experimentaba sentimientos profundos, estas sensaciones que para él eran nuevas y conflictivas, su mundo bizarro con la realidad de estar enamorado, sentimientos que estoy seguro no había experimentado antes.

—¿Cuántas veces te has acostado con Leticia?

Disparó la pregunta a quemarropa, sin mayor aviso.

—Nunca…, —sonrió con desprecio, mientras tomaba un sorbo de su taza de café.

Mentira… —lo miré inquieto tratando de entender lo que quería —yo se lo pedí hace poco, ¿sabes?… —en verdad que me sorprendió saberlo, anonadado me bloquee, no sabía que decir —pero me dijo que en su lista tú estabas primero… esta re buena… y pensaba respetarla como novia.

En este punto, tomó el último sorbo de café y se levantó, caminó sin pensar y salió del café, yo me quedé sentado pues los cafés no estaban pagados, a través de los cristales lo vi salir y acercarse a unas modelos que platicaban en la puerta, les dijo algo y ellas miraron al interior, mientras se reían y negaban con la cabeza, finalmente se metieron mientras el insistía gritándoles en tono de súplica, cuando comprendió que ellas no regresarían se metió, se paró junto a la mesa donde estábamos y preguntó con aire desenfadado.

—¿Pediste la cuenta?

Solicité al mesero y con un gesto comprendió que requerimos la cuenta, él se limitó a pagarla en un hermetismo que me preocupó, furtivamente una leve sonrisa se le dibujó, para mí el significado estaba claro algo se le había ocurrido, y como siempre no me lo decía porque normalmente lo desaprobaba, y de todas formas lo seguía cuando me arrastraba a sus locuras, pagó la cuenta y salió dándome tiempo a que lo alcanzara, a pesar de mis constantes preguntas que de todas formas no contestaría, me subí al coche, apenas unos minutos de un molesto silencio y arribábamos al centro comercial, caminamos entre la gente por algunos minutos mientras nos mesclábamos, entre los locales y veíamos los aparadores sin buscar nada en particular, él finalmente se detuvo en un aparador que exhibía venta lúdica, una vez mas esa sonrisa ligera y simbólica y fue cuando me di cuenta, reflejada en la vitrina, un par de chicas platicaban recargadas en un barandal, ambas bellas, rápidamente él se movió asía ellas pero en el momento justo en que tomaban una decisión y caminaban, él movió la cabeza en señal de desesperación y caminó apresuradamente tratando de alcanzarlas, aunque no deducía del todo sus intenciones, sabia parcialmente que quería hacer, ellas caminaban rápido y nosotros de tras, mientras nos aproximábamos me sentía cada vez mas aprensivo, y sospeché que aquello era mala idea, caminando con pasos acelerados cuando nos encontrábamos cerca de ellas le toqué el hombro, el dirigió su mirada a la mía, mientras yo negaba con la cabeza, en ese momento francamente asustado, no me di cuenta que ellas se detuvieron, pero nosotros no, y estando tan cerca, fue inevitable, y nos estrellamos con ellas, en una reacción en verdad rápida, Daniel alcanzó a meter la mano entre las piernas de una de ellas, por la posición y por la velocidad de los sucesos pensó que yo era el pervertido, y realmente furiosa me empujó entre gritos e insultos, yo no atinaba a responderle pues bien me di cuenta que ella no atendería ninguna razón, yo empeoraba la situación pues no podía dejar de sonreír, toda la situación me parecía además de conocida ridícula, en tanto Daniel me veía al igual que yo divertido, sin embargo ellas cada vez mas ofendidas por la situación gritaban con gran espaviento mientras nos aventaban, finalmente llegaron los guardas de seguridad, y en medio de gritos y jalones nos llevaron a las oficinas administrativas, donde los guardas trataban de calmar a las chicas, y Daniel no terminaba de reír, yo miraba con asombro los improperios de las dos mujeres, después de algunos minutos la mas ofendida logró controlarse, y pudo mantener una conversación coherente con el jefe de los guardas, eso abrió la posibilidad de escuchar nuestro testimonio, pero cuando eso iba a suceder sorpresivamente uno de los guardas anunció que tenía ya los videos de vigilancia, miré ansioso a Daniel pues supuse que en el video se vería como Daniel y sus manos que eran indudablemente culpables, nos pondrían a disposición de autoridades legales, me sentí un poco culpable pero la vedad me alegro, Daniel sobreponiéndose retomó y con su habitual desenfado al igual que yo entró en la sala de monitores, las dos mujeres al verse rodeado de hombres se hicieron a un lado ocultando sus traseros, incluso cruzando sus brazos para taparse los senos, pero el monitor en tonos de gris nos expuso a los cuatro partícipes en una imagen lejana revuelta entre otros muchos transeúntes, la posición oblicua y borrosa solo permitió ver un “accidente”, dejando solo una opción posible para nuestros celadores, en cuanto anunciaron nuestra inminente libertad, la víctima de Daniel chirrió mientras se lanzaba a manotazos hacia a mí, no alcanzó a tocarme pero inicio un nuevo escándalo que yo solo observé, una vez mas poco a poco los ánimos se calmaron, a sí mientras las chicas discutían en un lenguaje soez, nosotros, en tanto, éramos despedidos, bajo la mirada perspicaz de un guarda, al vernos tomar rumbo a la salida la “ofendida” aventó desesperadamente al guarda en jefe y casi en la puerta nos alcanzó, me tomó del brazo apretándome con fuerza, visiblemente agitada y a punto de las lágrimas con la mirada perdida y el pelo revuelto, no comprendí que quería pero no hubo tiempo, Daniel le tomo del hombro y se interpuso entre nuestras miradas.

—Fui yo…

Supongo que ella pudo leer en sus ojos que Daniel decía la verdad, llena de ira lo miró, se acercó a él de frente siendo ella mas pequeña con la cabeza hacia arriba se acomodó hasta tenerle casi nariz a nariz, yo me di cuenta lo que quería hacer, su amiga, el guarda en jefe he incluso Daniel, pero no hicimos nada por detenerla, con la rodilla descargo un golpe en sus testículos de tal fuerza que hasta su amiga lo lamentó, los guardas empezaron a reír discretamente, y mientras yo me acercaba para darle consuelo a Daniel, la “ofendida” tomo a su amiga de la mano y salieron corriendo, el guarda en jefe se acercó y nos dijo en tono sarcástico.

—¿Quieren levantar cargos?

Con cinismo Daniel levanto una mano negando mientras se dolía inclinado, yo a pesar de divertirme guardaba la compostura, y lo conduje lentamente a una silla, él con esa insana sonrisa impúdica y perene me tomó del hombro y me dijo viéndome a los ojos.

—Así me gustan.

Momentos después, luego de despedirnos de los guardas, y agradecer profusamente al guarda en jefe, Daniel decidió que tenía “sed” y nos metimos a uno de los restaurant de aquel centro comercial, mientras platicábamos descuidadamente sobre la pequeña aventura la mesera se acercó, el deslizó descaradamente una mirada furtiva a sus pechos mientras desenfadado me pedía un café y solicitaba para si una cerveza, ella a pesar de sonrojarse no hizo nada por cubrirse y guardó tanto como pudo la compostura, yo solo bajé la cabeza desaprobando al tiempo que veía el reloj.

—Ya ¿quién te espera?

Levante los hombros sin contestar dando a entender que ese día no tenía compromiso, me dirigió una mirada fría y directa.

—La verdad ¿si sales con Leticia? —Negué como muchas veces y levanté la cabeza con orgullo, y cuando estuve a punto de contestar —antes de conocerte —interrumpió —ella y yo ya nos conocíamos éramos “amigos”, la verdad no se me ocurrió en aquel entonces, pero hubiera sido bueno echarle unos arrimones… —detecté un poco de amargura en esa pausa, —desde entonces esas nalgas me inspiraban fantasías, esas y otras diez, además ella no es como hoy… una puta, —ambos sonreíamos con vulgaridad, en medio de ademanes obscenos —pero un día la encontré sola en un salón… —se interrumpió mientras negaba con la cabeza, dando vuelta con la mano a su cerveza haciéndola bailar en el mismo lugar —nunca me dijo que pasó… solo sé que se abrazó a mí y lloró como nunca había visto llorar a nadie… era… muy… —por un largo rato pensé que se callaría, sin saber el final de la historia, se mantuvo frio y apacible, contemplando las gotas de roció escurrir por su botella —a partir de ese día, ella cambió, se volvió, diferente, ahí apareciste tú, recto, y todo un santo, pero igual que todos yo quería una probadita de Leticia, y tantas veces como se lo pedí dijo que si tuviera que escoger, se quedaría contigo…

Lo vi con indiferencia mientras una mueca a manera de sonrisa se dibujaba.

—¿…Por qué? —pregunté desenfadado —¿Por qué yo?

—Le he preguntado tantas veces… siempre pensé que… que eran las viejas… o el alcohol… pero ella contesta siempre lo mismo, “si me caigo ¿quién me va a recoger?”

En ese momento se oyó tras de mi un crujir estrepitoso, junto con el grito de una mujer, algunos platos y vasos se cayeron, sacándonos del tema, y cambiando la concentración de Daniel a las bien formadas nalgas de la mesera, que al agacharse a recoger las resaltaba, al fondo se veían las ventanas y fuera el sol pardeaba enrojeciendo con los últimos rayos a los transeúntes, él un poco perturbado vio su reloj, y se apresuró a pedir la cuenta, en su prisa no se percató que dejo el cambio, pero como siempre no era algo que le preocupaba.

—Quédatelo tú —volteó sacudiendo la mano despectiva, mientras se levantaba.

—¿Qué pasó? —dije extrañado y expectante.

—Tengo una cita.

Respondió con su habitual humor, al tiempo que le tomaba del brazo para detenerle.

—¿Quién es?

Presione con la mirada sin soltar el brazo.

—Si te lo digo no me perdonarías. 

Capítulo 10

La tarde anterior con Daniel habría sido interesante, pero como siempre se negó rotundamente a revelar el nombre de la “súper” mujer, en cambio ese día conocí un poco mas a Leticia, me di cuenta, que de mil formas ella fue la que me seleccionó como amigo, combatiendo por mi aceptación. En medio de estas cavilaciones, solo, en la biblioteca luchando por terminar el cuestionario de la Vero, no me percaté de la proximidad de Diana, que al mover la silla y dejar su morral sobre la mesa anunció su arribo, al tiempo que se alisaba el pelo, mientras lo hacía ajena y distraída no notó mi mirada incisiva sobre la integridad de su cuerpo, a decir verdad menos voluptuoso y sensual que el de Leticia, y por supuesto vestida con mas discreción, al terminar y como siempre para finalizar esa diadema común y sencilla con la rosa roja, se fijó en mí y con una media sonrisa se sentó mientras empezaba a sacar sus accesorios de trabajo.

—¿Qué tengo monos en la cara?

Sonreí con espabilo, pues hasta ese momento entre en cuenta que no podía despegarle la vista, no creo, pero tal vez me sonrojé, ella seria y adusta se acomodaba tomando selectivamente apuntes garabateados en hojas dispersas.

—¡Mira! —me alertó moviéndome ligeramente el antebrazo.

No puedo resolver esta ecuación, este término en especial no se puede despejar.

Con aire preocupado, mientras señalaba algunas líneas en una intrincada maraña de cálculos y fórmulas, yo que siempre desconfié de los razonamientos ajenos, revisé desde la primera literal tratando inútilmente de encontrar un error, mientras ella en vilo mantenía una espera ansiosa, perdido concentrado en cada razonamiento y propuesta, encontré una gran claridad de pensamiento, que ordenaba sincrónicamente mientras trazaba propuestas, mas que preocupado realmente me asombró, pero efectivamente, al final de una brillante ejecución matemática un elemento al parecer inamovible impedía la finalización, absortó trazando alguna posible solución no me di cuenta que Leticia ya había llegado, varios minutos atrás, para cuándo lo noté aún mas desconcertante que el problema fue la plática trivial que sostenían Leticia y Diana, por un segundo me pareció de amigas, hasta que Diana con una cara enfadada masculló con indiferencia.

—Ese tipo de ropa no deja nada para la imaginación —en ese momento sostuve la mirada a Diana severo, y ella al momento volteó donde Leticia y con una sonrisa hipócrita agregó —y no está mal, pero yo soy mas bien conservadora.

Leticia me miró, digo yo con tristeza, mientras dejaba sus cosas sobre la mesa, y lo mismo que Diana minuciosamente acomodó sus apuntes, a poco, cuidadosamente tomó algunos y me los puso delante sobre la mesa de trabajo, ordenados y limpios organizados de tal forma que fueran consecutivos, estaban escritos, como siempre lo hizo, concisos y resumidos sin ser llamativos bien ilustrados.

—¿Qué haces? —pregunto Leticia al ver el trabajo que evidentemente tenía la letra de Diana.

—Es que esto no se puede despejar.

Dije des afanado mientras alzaba ligeramente aquellos papeles, Leticia los vio de reojo sin tocarlos, al momento en que Diana con apenas una ligera mueca se burlaba, pues desde su visión Leticia apenas y podría entender algunos elementales cálculos, Leticia al ver este galimatías matemático, inclinó ligeramente la cabeza, justo en ese momento Diana gritó mientras se paraba retorciéndose, yo no entendí de inmediato que pasaba, un chico que nunca había visto rápidamente se quitó el suéter y en medio de disculpas trataba de cubrirla, ahí fue cuando sesgada pude ver su espalda, impregnada de un color café obscuro emanando vapor, comprendí que pegarle ese líquido caliente en la espalda solo le causaría mas dolor, y rápidamente la tomé del brazo para evitar que se moviera y separé la blusa húmeda y caliente de su espalda, mientras ella trataba de controlar sus reflejos, gritaba blasfemias e injurias de todo tipo, en medio de la confusión algunas cosas que se habían caído se empezaron a mojar en el suelo, el chico desesperado por la pena trató de levantarlas, pero al agacharse empujó a Diana que con el piso mojado perdió el equilibrio, como estaba tras ella la abrase evitando que callera, pero sin querer apreté uno de sus senos, ella abrió los ojos entre sorprendida y cohibida, como pudo se incorporó rápidamente mientras gritaba enardecida, por un segundo en medio de su furia y vergüenza parecía que golpearía a alguien, así que la tomé por la mano y la saqué de ahí, ella a pesar de jalarse un poco me siguió y acepto salir de la zona rumbo a los baños, casi en estado de histeria, mientras la llevaba, me reclamaba como si yo tuviera la culpa, poco a poco a medida que le pasaba el dolor se calmó, le dije que se metiera al baño y tratara de secar un poco la blusa, en ese momento con mas pena que enojo me tomó la palabra, y tras unos instantes regresó, cabizbaja rumeando la impotencia, sin decir mas la acompañé a donde estábamos sentados, al llegar además de encontrar el lugar ordenado y seco, encontramos a Daniel, pero Leticia no estaba, supuse que no andaría lejos pues sus cosas si estaban, dejé que Diana mal encarada e indiferente se hiciera a un lado para verificar el estado de su trabajo, me acerqué a Daniel y pregunté mas bien preocupado.

—¿Y Leticia?

Daniel alzo descuidado los hombros y con una mirada indiferente me señaló al fondo de la biblioteca, y ahí despreocupada coqueteaba con alguien, mordiéndose los labios y pasando seductora sus manos por su cuello, yo sonreí casi lamentándome por haberme preocupado, al mirar la sonrisa igualmente condescendiente de Daniel oímos a Diana.

—¿Tu?… ¿lo resolviste?…

Los tres intercambiamos miradas, hasta que al unísono Daniel y yo contestamos

—No… yo no hice nada—

La mirada perpleja de Diana, me acusó y puso el problema que no podía resolver frente a mí, señalando la cancelación sin mas de ese término que impedía la solución, mientras yo revisaba ella inquisidora se acercó a Daniel

—¿Cómo lo supiste? —él sin saber que decir solo movía la cabeza atónito.

—Esta es la letra de Leticia —apunté irreflexivo, mientras con calculadora en mano verificaba cada paso de la solución —y está bien… es correcto el resultado…

Ante la afirmación Diana tomó los papeles y con detenimiento los revisaba mientras recalculaba dígito a dígito, como lo hiciera yo, nerviosamente se apuntaba con una mano mientras introducía con dígitos a la calculadora con la otra, por larguísimos minutos los tres guardamos silencio, en tanto Diana repetía fríamente una vez mas los cálculos, murmurando cada dígito, en medio de esa tensión emocional, a espaldas de Diana se apareció Leticia festiva y despreocupada.

—Mírenme niños… ya tengo una cita… ¿Qué pasa?

Preguntó mientras cambiaba diametralmente de semblante, al momento que se incorporaba Diana, al hacerlo ambas se miraron con su habitual desagrado, pero Diana bajó la vista de lado, al parecer hacia los papeles que recién había revisado, se excusó y simplemente se fue, yo note que dejó sus cosas, aun las mas valiosas, como todos, sorprendido fijé la vista en Daniel que solo alzó metódicamente el hombro y después en Leticia, que indolente y molesta me preguntó.

—¿Y a esa que le pasa?

Yo no atiné a comprender que sentimientos recorrían por ellas, pero si comprendí que Diana estuvo a punto de explotar, aunque tan solo trascurrieron algunos segundos tuve que correr para alcanzarle, al tomarle del brazo por la espalda ella alzo ambas manos indicando que no quería ser tocada, al verle perturbada por la furia, me miró sin querer hablar, yo no sabía que podía decir para calmarla, solo atiné a mirarle tratando de ser condescendiente, impotente se balanceaba esquivando mis ojos, y girando aleatoria la cabeza.

—Lo hizo para humillarme…

Sentencio con enfado mientras respiraba agitada con el rostro desencajado, supongo que ella esperaba que yo hiciera algo, pero no entendía la razón de su furia, y no sabía que decir para calmarla, mientras nuestras miradas cruzadas buscaban en el otro una respuesta, de lejos se oían las voces de los alumnos transeúntes, algunos morbosos nos miraban atentos al desenlace de la escena, cada vez mas nervioso terminé por sentirme derrotado.

—Yo…, Dije con vos quebrada, desesperado por ganar tiempo, buscando que ella me diera el pie para entender su necesidad, —¡no sé qué hacer!… ¡no sé qué quieres!

Grite finalmente desesperado, tratando de lograr penetrar en sus sentimientos, al hacerlo ella me miró asustada dando un paso atrás, y retorciendo temblorosamente los labios, dejo rodar lentamente una lagrima.

—¡Que la dejes carajo!…

Su grito desesperado y triste me aventó hacia atrás, atónito apenas podía pensar, ella sollozando bajó la cabeza quizá avergonzada por sus palabras, yo ahora entendía, pero, ¿qué podía hacer?, me sentí atrapado, descubierto, en una acto reflejo la abrasé, y la acurruqué en mi pecho, acariciando con suavidad su pelo, entonces fue que pude sentir su pena, con todo supongo que eso fue lo correcto, ella soltó sus sentimientos llorando amargamente mientras se estremecía, por eternos minutos mientras la sostenía, en reflexión retrospectiva me di cuenta que efectivamente Leticia y yo éramos vistos como pareja, a pesar de nuestras negativas, he incluso agresivas reclamaciones para quien nos cuestionaba, que hasta este momento no me pareció relevante, no incluso cuando Daniel lo refirió, pero la amarga forma en que Diana lo reclamó perforo irremediablemente la capa de indiferencia que había ceñido al tema, a partir de este punto decidí escuchar a Diana, sin tomar ninguna decisión, tras liberar su tristeza respiro con grandes suspiros, enjugando sus lágrimas, y pidió que le liberara de mis brazos, supongo que intimidada por mis ojos esquivó mi mirada.

—perdón… yo… estoy…

Interrumpí tomando su barbilla y obligando a ver de frente, sonreí y ella se liberó con una sonrisa amarga pero satisfecha que con todo denunciaba vergüenza, este gesto me obligó a mirar mi entorno, y como era de suponer algunos morbosos descarados mantenían una mirada seca sobre la escena, este hecho y el pensar que Diana ya empezaba a tranquilizarse, me dieron la razón al sugerir que nos regresáramos a la biblioteca, ella indecisa me dijo que prefería pasar al baño para limpiarse, así con pasos lentos regresando por el mismo camino, mientras los suspensos espías se diluían entre la afluencia de estudiantes, ella con voz baja y retorica me habló.

—Yo … sé que ella es tu amiga… sé que no la vas a dejar… lo peor de todo es que ahora entiendo porque, pero no la quiero… ella está perdida… y me temo que te lleva a ti a ese mundo sucio… no soy precisamente la madre Teresa, pero sé que es mala… —hizo una larga pausa, y mientras le observaba ella se acomodó su brillante pelo —no sé si podré soportar una semana mas con ella.

Esta última sentencia en forma literal me decía que estaba a punto de abortar, como estábamos entrando en la biblioteca ya no hubo tiempo de decir mas, solo asentí y con una media sonrisa, aquí nos separamos ella tomo rumbo al baño yo me dirigía la zona de trabajo, al parar frente la mesa Leticia leía un libro referido a al trabajo de la Vero, de lado aburrida me dirigió una mirada mientras cerraba el libro.

—¿Qué le pasó a “tu chica”?

Preguntó con desgano al tiempo que guardaba sus cosas.

—Fue al baño.

Respondí apenas entre dientes, mientras hacía inventario de lo olvidado y recapitulaba.

—Te juro que me está hartando. 

Capítulo 11

Repuso con aire seco, y mientras hecha al hombro su mochila y salía de la biblioteca, al quedarme solo por algunos minutos contemplé aquel problema, intrincado en su planteamiento y solución, trazaba un laberinto de ideas, profusamente llenas de abstracciones físicas, me di cuenta de un pensamiento lineal y continuo, sin vertientes , que comparado con los pocos renglones de Leticia parecían aleatorios y espontáneos, ambas metodologías hubieran terminado por resolver en forma independiente el problema, pero me di cuenta que justamente la combinación de ambas era la solución ideal.

—¿Te dejaron solo? —me sorprendió Diana en mis cavilaciones mientras una vez mas se arreglaba el pelo.

—Eso parece

Argüí mientras la veía como antaño sin perder detalle a su figura

—Pues me voy igual.

Agregó distraída y seria, parada junto a mí recogía sus cosas, yo la vi con algo de tristeza, en tanto buscaba algo que la retuviera, ella mientras cerraba el zipper de su mochila me regaló lo que debió ser una última sonrisa, pero se detuvo al borde de la despedida, me miro con lástima por un segundo, y se sentó.

—Déjala

Mientras me tomaba de la mano, con vos tibia y amarga.

—¿Y?…

Pregunté mirándola fijamente evitando moverme, pues era la primera vez que ella me tomaba de la mano.

—Y ya.

Afirmó con decisión y retándome, yo la miré supongo con tristeza, pero sin doblar la vista, casi con orgullo suspiré, me di cuenta que ella creía saber la respuesta, con una lejana nostalgia, recordé aquella primera clase de aquel primer día.

—¿Recuerdas cuando te conocí?, cuando entramos, ese primer día, yo traía mi suéter negro, el único que tenía, estaba un poco raído…—interrumpí tratando de ser fidedigno a los detalles —Recuerdo haberte visto sentada con Arturo cuando entré al salón, y Leticia apartada con Daniel en un rincón, no sabía dónde sentarme, todos me miraron con algo de… — asco, pero preferí no ser altisonante —recelo, al verme parado perdido, sin nadie para hablar, Leticia se acercó, me saludó, me tomó de la mano y me guio a su asiento, pude ver a algunos mover la cabeza con desprecio, mientras se hacían aun lado, y me sentó junto a ella, no expresó dolo odio o repulsión, no preguntó ni mi nombre, solo empezó a platicarme, como si fuéramos conocidos de siempre…

Diana que sabía de sobra estos hechos prefirió eludirlos, pero comprendió la dirección que tomaba.

—Ya… pero no estamos en el primer día…

La amarré fríamente a mis ojos que la acusaron de ser cómplice de la segregación, y reduje su argumento a una pobre escusa, asumiendo su culpa apenas y pudo sostener la mirada.

—¿A dónde vas?

Pregunté agresivo tratando de romper el triste silencio

—Con Arturo… —hablando casi para sí, jugando distraída con la mochila —vamos a terminar la tarea de dinámica.

No solo porque no se levantó, sino porque lo deseábamos, descuidados y sin prisa empezamos a platicar, pero esta vez muy a diferencia de nuestras pláticas cotidianas, ella se dio libertad, hablando extrovertida de su “amistad” con Arturo, al parecer el, según me dio a entender, no era una “mala persona”, mas bien de muchas formas había sido víctima de las circunstancias, donde por presiones familiares él debía de ser superior a cualquiera de sus compañeros, y mas a los económicamente inferiores, torciendo ligeramente la plática la cuestioné sobre su relación personal con él, y finalmente ella confesó que Arturo la cortejaba, esto solapado por la indulgencia de sus padres y los de Arturo, pero el carácter posesivo exacerbado de Arturo le disgustaba, y esto la llevó a reiteradas negativas a las pretensiones de él, pero lograron una “amistad”, si bien el no daría marcha a otras y seguiría cortejándola, ella sería libre en todo momento de escoger pareja, a pesar de ser o no aceptado por él, claro siempre celada implacable por Arturo.

—Eso explica porque nunca me has aceptado ni un café

En respuesta ella apenada sonrió con malicia.

—Vámonos.

Agregó con altives mientras se paraba, yo en un principio sorprendido, me di cuenta que al fin, ella había aceptado mi invitación, claro, eso significaba un problema, porque a su diferencia yo casi no traía dinero, y ella desde luego no tomaba café en el puesto de la esquina como lo hiciera yo, así que en medio de una triste risa le comuniqué mi situación, ella por un momento lo pensó, tratando de solventar el problema sin herir mi virilidad.

—Hoy… —dijo pausando y aspirando profundamente —soy tuya.

Solicité que recapitulara esas palabras, pues en realidad podría arrepentirse, y se lo comuniqué con un máximo de seriedad, haciéndola responsable de la decisión, ella ”valiente” aseguró que le gustaría probar nuevas experiencias, con su denunciada anuencia me vi obligado a cumplir mi palabra, mentalmente busqué un lugar que fuera por un lado sencillo, y por otro decoroso, el único que se me ocurrió estaba fuera del campus de la escuela, y por su puesto podíamos llegar “a pie”, así que guardé mis cosas he inconsciente tome su mano, ella a pesar de sorprenderse un poco no me la negó, así en la nube de un sueño, en una plática frívola salimos caminando del plantel tomados de la mano, para ella en verdad era una completamente nueva experiencia, y no dudo que hasta cierto punto se sintiera desvalida, incluso asustada, su mirada perdida y el notorio hecho que no me soltaba la mano y el brazo, me hicieron reflexionar, y pregunté con insistencia si en verdad quería continuar, ella con vos disgustada y engreída respondió.

—Si no te alcanza yo lo pago.

Yo realmente apenado no respondí, solo continúe el camino, que para mí era de lo más normal, sin embargo y a pesar de los constantes y repentinos movimientos de cabeza ella parecía feliz, quizá asombrada por lo que desde su perspectiva era un nuevo mundo, con todo seguimos platicando, sin perder nunca la secuencia, finalmente tras algunas calles abordamos una pequeña cafetería pintada en blanco por dentro y fuera, ella parecía sorprendida, y al verla con una media sonrisa, bajó la vista pero siguió platicando, y se sentó en un pequeño rincón, la mesa y sillas igualmente blancas, si limpias, pero austeras, de plástico, al momento había algunos comensales, al parecer oficinistas, entre hombres y mujeres, disfrutaban de algún tentempié, hablando y riendo con sus compañeros ajenos del todo a nuestra presencia, Diana, supongo, fuera de lugar a traspiés continuó su plática, pero algo nerviosa, me sonreía y con la mirada baja, distraída por sonoras carcajadas a su espalda interrumpió, de frente a mi cerró los ojos, su diadema sencilla de color café adornada tan solo con la rosa se movía al vaivén de su respiración, y supuse que había llegado a su límite, justo tome aire para decirle que nos fuéramos, ella abrió los ojos me miró, me tomó de la mano, ligeramente la apretó y continuo platicando, en el resto del día, no interrumpió ni hizo otro ademan de desagrado, sin perder el hilo del tema pasamos de sus padres y su hogar infantil a su entereza para demostrar a su padre la capacidad que ella tenía para dejar la familiar carrera de derecho, por algo mas complicado y nuevo, rebelde a las mas antiguas tradiciones soportó exigencias de promedio por parte de su padre, que según dejó entrever fue él quien a través de su insoportable imposición logró convertirle en un alumna sobresaliente, sin embargo fue rechazada por la mayor parte de la familia, siendo excluida del negocio familiar, y en general pasó a ser el paria en las reuniones, pero su carácter indomable le dio mas logros en menos tiempo que a sus hermanos, a pesar de todo, ella habría tenido una vida “cómoda”, disfrutando del dinero familiar, y siempre presionada a llevar una vida de disimulo social, yo la escuché hipnotizado con la sonrisa limpia y perenne, lentamente cambiamos la conversación hacia sus pretendientes y novios, ella desinhibida del todo platicó abiertamente de detalles que iban de lo inocente a lo íntimo, después en rápidos y bruscos brincos pasamos a la religión, la pintura, la música, y caí en la cuenta, no solo era la belleza física, Diana era de si brillante, podía hablar sin rodeos y certera del tema que se le ofreciera, fascinado sin poder parar, los pequeños vasos de unicel se vaciaron, y con cortesía la adusta y regordeta mesera nos invitó a retirarnos, ella maliciosa sonrió, y sin interrumpir se paró tras de mi mientras yo pagaba, al salir sin consultar y sin rumbo caminamos, por un largo rato, cansados nos sentamos en la banca de un parque, donde el tiempo simplemente se fue, pero un pequeño farol que encendió nos regresó a la realidad, y nos recordó la cita que ella tenía con Arturo, nuestros pasos aleatorios nos habían llevado por calles que simplemente ninguno de los dos conocíamos, rencontrar el camino, a pesar, no fue difícil, pero sí nos tomó un tiempo, pues sin querer aviamos avanzado mucho, aun con las prisas y la pena nuestras sonrisas no se contenían y nuestras manos ligadas se negaban a separarse, como dos críos haciendo travesuras entramos al estacionamiento de alumnos, yo nunca había subido a su coche, la razón primaria era obvia, alguien podría vernos, y supuse que al dejarla en la puerta esa tarde con toda su belleza terminaría, pero sorpresiva, ella no pensó solo me abrió la puerta y me indicó que me subiera, sin pensarlo solo lo hice, arriba continuamos la plática perdida, pero a la salida del estacionamiento por un breve instante se detuvo y preguntó mi destino, al verle su sonrisa cesó y nos dimos cuenta que el sueño había terminado, le indiqué la dirección que debía tomar, que si bien no era mi camino habitual por fortuna era compatible con su destino, tras unos minutos de viaje silencioso, yo que para no verle a los ojos, miraba la calle ya obscurecida las marquesinas de los negocios. que me empezaron a parecer familiares, al detenernos en un semáforo rojo, un letrero llamó mi atención, parpadeando en luz de neón alternativamente letra a letra escribía la palabra “hotel”, y fue cuando lo comprendí, ese era el hotel donde bañé a Leticia, una vez mas revisé la marquesina que prendía y apagaba rítmica, casi imperceptible algo sucio y parpadeante remataba en la base un tubular también de neón con el nombre, no era nuevo, pero intrascendente era efímero, así que en su momento lo olvidé, repetí a mis adentros como si tuviera importancia, “PARAÍSO”, aun cuando Diana prosiguió el camino, mi mente seguía pegada a la marquesina, y fue por eso que no me di cuenta que tomó un camino casi de retorno, muy fuera de su ruta y por su puesto de la mía, cuando presté atención, la vi adusta que conducía al parecer sin prisa y segura, por darle el beneficio de la duda, supuse que tomábamos un atajo, y no presioné.

—Todos los días soy la niña buena… —dijo seria mientras conducía —nunca me permito romper las reglas… —agregó mientras señalaba un estacionamiento dentro de un pequeño centro comercial —pero hoy … —me miró mientras sonreía y se metía al estacionamiento —soy tuya… —yo reí empáticamente con ella mientras apagaba el coche —pero me toca invitarte.

Levantó desde su puerta los seguros y nos bajamos, ella tomó camino sin pensar directo a la cafetería, yo indeciso caminaba mas despacio, al notarlo coqueta me miró con una sonrisa traviesa, y me tomó de la mano, me obligó a caminar a la par, yo me sentí cohibido, pues entrar con Leticia o Daniel a esos sitios me era familiar, comprendo que quizá sea machista, pero quería sentir que la cortejaba, y que ella pagara la cuenta no me venía bien, así que con vergüenza me senté mientras sonreía plácida, ella, supongo, noto mi renuencia, me miró por un largo rato.

—¿Cuánto traes?

Saque mi cartera y mostré el total que incluía el dinero de mis pasajes, lo miró con algo de inquietud, en ese momento se aproximó la mesera, y ella pidió un café que notoriamente sencillo era el mas barato, al preguntar que quería yo, ella se apresuró a contestar por mí, “él no quiere nada”, cuando la mesera se retiró, una vez mas me tomó de la mano, me miró con una sonrisa, y simplemente empezamos a platicar, sin rumbo ni parámetro, igual tocamos una trivialidad que salvamos al mundo, y como antes perdimos nuestros pasos, sin guía ni destino nos vimos caminando en el atrio de una gran iglesia de estilo colonial, que a la sombra de la noche, y la indiferencia de los administradores, permitían la estancia de todo tipo de comercio ambulante, así en medio de la vendimia improvisada, lo mismo se pregonaban delicias de azúcar que joyería plastificada, luchando por espacio y atención espectáculos callejeros de mimos, payasos y música, que disfrutamos y reímos a cada minuto, cansados por las caminatas y con las voces enronquecidas de una plática que solo pausó la risa, en un acuerdo tácito buscamos sentarnos, lánguidos y cortos nuestros pasos buscaron un lugar aislado, lejana agazapada en la penumbra la triste figura de una banca empotrada discreta en lo que fue una maseta pareció dibujar mi deseo, y sin pedir parecer avancé asía ahí, indiferente ella me siguió sin cuestionar, pero en apenas unos metros un joven vendedor nos salió al paso, sonriente alzó a nuestro frente una charola donde cientos de figurillas hechas de cartón, estambre y astillas de madera con motivos tiernos mostraban pequeños letreros con alusiones románticas y personales, mas allá de la simple amistad, tales como “para mi amor”, “la mujer que amo”, “contigo para siempre”.

—Cómpreme una… —rogó mirándome mientras acercaba con malicia la charola a Diana —no son caras… —un poco sorprendida Diana con detenimiento taciturna y con una leve sonrisa, leía las pequeñas alusiones —son para tu novia…

Ella sonrío ampliamente, y por una millonésima de segundo pensé que me negaría, pero tan solo me miró de lado, esperando que yo respondiera, una sensación de triunfo me invadió, ella había revelado sus sentimientos y ahora solicitaba los míos, y lo mismo que ella no pude negarlos.

—¿Quieres una?

Sosteniendo la mirada suspensa reflexionó, y dándose cuenta de sí misma, finalmente negó con la cabeza y retrocedió sin dejar de sonreír, esta acción rotunda y sencilla desanimó al vendedor que sin mediar mas se fue, dejándome parado frente a ella, sumidos en el silencio, mirándonos, comprendimos que al concedernos el estatus de pareja se había dado un paso sin retorno, y uno de los dos lo tenía que decir.

—Diana…

—No… —interrumpió, perdiendo su mirar en la mía deteniendo un poco lo ya hecho, y buscando una pausa para el cumulo de sentimientos que se despertaron, lentamente se hundió en mi pecho murmurando para sí misma —mañana. 

Capítulo 12

Al día siguiente a pesar de mi infructuoso intento por aparentar tranquilidad, Leticia y Daniel que me conocían al punto, se dieron cuenta de la profunda tristeza, y sin presionar demasiado insistieron en preguntarme, sin embargo, la cosa no tomó tintes serios hasta que esperando clase dentro del salón en una especie de acoso se lanzaron a preguntar sin mas miramientos.

—Pero casi terminas el trabajo de la Vero, y ella prometió ayudarte con la calificación.

Dijo Daniel en tono ciertamente irónico, mientras Leticia sentada junto a mí se alisaba el pelo, y me miraba con algo de desenfado, yo mas bien deprimido eludía las respuestas, un poco por evadirme de la realidad y un poco porque realmente mi situación con Diana había quedado inconclusa, y yo mismo desconocía muchas de las respuestas.

—Pues ya la conoces siempre encuentra la forma de fastidiar.

Respondí con desgano, tratando de distraer la verdad de mi ánimo, pero Leticia que fingía distracción, me miró negando ligeramente con la cabeza, mientras agregaba con aire mordaz.

—Si “la Vero” tiene la culpa —asintió desganada Leticia y al unisonó Daniel y yo la miramos, pues ambos supusimos que ella dispararía la verdad, descubriendo la razón de mi depresión —lo que te dije no es cierto —agregó con algo de indiferencia y arrogancia, mientras negaba con la cabeza minimizando la situación —voy a soportar a tu vieja hasta terminar el dichoso trabajo.

Sonreí complacido agradeciendo en silencio su lealtad, mientas Daniel sínico sonreía negando con la cabeza reiteradamente y exagerado, esto a pesar de mantener el tema, nos abrió paso para cambiarlo ligeramente hacia él, o mas bien los, nuevos pretendientes de Leticia, ella aparentando vergüenza he incluso un poco sonrojada, negó que tuviera ya un “novio” de planta.

—O sea que ¿no te “salió” la cita de ayer?. —Inquirió Daniel en tono de aseveración

—Salir … —Pensativa, mientras elevaba la vista buscando una respuesta que pareciera genuina —pues yo no diría que salió —dijo eludiendo responder con desenfado —este chico me hartó a los quince minutos.

Añade engreída mientras gesticulaba con las manos.

—Dela cita o de cam…

Decía Daniel en tono sarcástico que fue interrumpido por un empellón de Arturo, que alterado y serio se dirigió a mí, y en tono amenazante replico.

—¡¿Dónde está?!

Supuse con acierto que se refería a Diana, y desestimando su tono dirigí la mirada a mis amigos, al notar como yo que Diana no se había presentado, me miraron sorprendidos, esperando tanto como Arturo una respuesta, que además de desconocerla no quería contestar, menos a ese, que por definición era “el otro”, pero subestimándolos mas a Leticia que a Daniel encontré en ellos apoyo y tras algunos segundos Leticia se alzó mirándolo con fuerza

—No la hemos visto.

Pero Arturo que a pesar de la ira no perdía el control, una vez mas se dirigió a mí, y en un tono casi de súplica, ignorando las miradas morbosas que serraban un cerco en nuestro entorno.

—Estoy preocupado… —pausó agudizando el tono de súplica —No está en su casa y nadie la ha visto en la escuela.

Su preocupación genuina, me calmó, pero preocupado por sus últimas palabras reaccioné y supuse, con razón, que Diana estaba tomando una decisión y justo era a Arturo y a mí a quien no quería ver, mi jugador estrella, ósea Leticia, no me podía ayudar, porque aunque supiera donde estaba no querría hablar con ella, y absorto en mis pensamientos, hice a un lado la pregunta de Arturo, que empezó a desesperarse.

—Anoche… —suplicó mientras me presionaba con la vista —¿estaba contigo verdad?.

Sus palabras me penetraron, sentí desprecio por él, y gocé su frustración, sosteniéndole la mirada una mueca parecida a una sonrisa se me escapó retándolo, así dejando claro la respuesta, permitiendo que él supusiera hecha su peor pesadilla, su respiración agitada me abrazó mientras sostenía la precaria calma, en un bizarro juego de hormonas él se supo derrotado, y con una negación apenas visible suspiró y se fue derramando amargura. Leticia y Daniel suspensos me buscaron a los ojos, exigiendo dijera algo.

—¡¿Qué?!

Grite ufanándome, tratando de continuar la farsa que inicié con Arturo, pero ellos se mirar uno al otro y con aire de cinismo me miraron condescendientes, y con un leve movimiento de cejas Leticia indicó a Daniel que lo dijera.

—Solo tomaron un café, lo que queremos saber es ¿a qué fonda la llevaste?

Casi ofendido sonreí con algo de indiferencia, y a pesar de que de momento no pude decir nada pues entro el catedrático, no me perdonarían, y si, apenas salimos de clase casi a jalones me llevaron a la biblioteca, discretamente seguidos por Arturo, exigiendo detalles que en lo que pude no les di, pero acorralándome conté lo básico, Leticia siempre mas perceptiva se dio cuenta que algo sucedió, y morbosa empezó a especular, teorizando casi con certeza la secuencia de sucesos, en tanto Daniel la miraba con asombro, yo sorprendido por esta habilidad desconocida negaba sintiéndome descubierto, por un par de minutos mientras Leticia descifraba esos eventos, Daniel se distrajo, perdiendo la mirada en el fondo de la biblioteca, esto me llamó la atención, y dirigí la mirada a el mismo lugar que él, ignorando por completo a Leticia que no paraba de parlotear, buscando alguna singularidad en esa zona, por un par de segundos no encontré nada anormal, hasta que de entre el tráfico natural de la biblioteca apareció Tito, no lo reconocí de inmediato porque fuera de sus costumbres lucia desalineado, con la barba crecida, la ropa sucia y de semblante cansado, claro en algún punto Leticia detuvo su verborrea, uniéndose a nuestras sorprendidas miradas, Tito parecía buscar algo y se movía nervioso respirando con rapidez, de improviso caminando aprisa haciendo a un lado a los transeúntes alcanzó a una chica, que al principio no me pareció conocida, al verlo Daniel se paró rápidamente, me tocó el hombro indicándome que le siguiera y corrió al lugar, poco a poco a medida que nos acercábamos la chica y su voz me parecieron familiares, en la misma medida Tito pasaba de ofuscado a colérico, y sus palabras mas golpeadas y enérgicas se oían claramente.

—… a ti, ¡¿qué te importa!?, lo que hacemos fuera del instituto es nuestro problema….

Aun a espaldas de ella pude por fin identificarla, y no requerí de verle, era la Vero, el morbo por averiguar lo que pasaba rápidamente me situó a su izquierda, poniendo a Daniel frente a mí a la derecha de ella.

—Yo no sé quién eres, ni que quieres… —inquirió en su habitual tono altivo, que al verse rodeada en una situación escandalosa quiso retroceder, pero Leticia parada tras ella se lo impidió.

—¡Tu…! —grito Tito conteniendo la ira señalándola con el índice —les dijiste de la fiesta… —añadió desencajado y enrojecido —¡me sacaron de mi casa!… —gritó violentamente asustando a todos principalmente a la Vero —yo te vi estabas en tu coche —sentenció con la mirada perdida cerrando el puño con coraje.

La Vero asustada apenas y dio un paso atrás, pero sin perder la postura sosteniendo la mirada, hizo acopio de toda su arrogancia, y orgullosa se enfrentó a él sin siquiera pestañar.

—Estás loco.

Él respirando agitadamente enardecido, apretó el puño cerrado hasta que sus músculos tensos le hicieron temblar el brazo, la Vero seria adusta incorruptible en un acto reflejo tímidamente alzo su mano buscando protegerse de un posible golpe, entonces sucedió, su alianza matrimonial puesta en el dedo medio se ubicó frente a mí, en línea recta a la cara de Daniel, y un destello de mi memoria hizo cintilar la luz de aquel hotel, “PARAÍSO”, y lo entendí, asombrado busqué la mirada de Daniel, que suplicante con un ligero movimiento de cabeza negó rogando que callara, ahora mis ojos buscaron los de Leticia que incrédula trataba de entender, como siempre su casi telepática sensibilidad termino por comprender y volteo donde Daniel asombrada y boquiabierta, quizá pasaron unos segundos, no lo sé, pero me parecieron eternos, así, sin pensar, solo haciendo, me interpuse a Tito, y con calma y seguridad anuncie.

—Ella no estaba ahí —él bajo la guardia y me miró con indiferencia —Leticia salió borracha de tu fiesta y le pegó a su coche —denuncie con aplomo, mientras con ambas manos al frente pedía calma —estuvimos mas de 2 horas con los peritos del seguro.

Finalmente, Tito me empujó haciéndome a un lado entre maldiciones, dejándome parado junto a Leticia que miraba de frente acusadora a la furtiva pareja, la Vero comprendió que su secreto ya no estaba oculto, y por increíble que parezca se sonrojó, sonrió nerviosa y miró a Daniel regresando rápidamente a la inquisidora mirada de Leticia.

—Yo…—Dijo en tono suave, mirando alternativamente a cada uno —tengo clase.

Al hacerlo tímidamente bajó la cabeza, y retirándose vergonzosamente nos dejó a Daniel, que nos veía con una sonrisa estúpida, nervioso gesticulando alzo los hombros, tratando de pedir clemencia.

—Yo…

Susurró, mientras nervioso buscaba palabras para explicarse, pero Leticia le salió al paso, se aproximó, y con una gran sonrisa sin dar oportunidad descargó una gran cachetada, que lo dejó inclinado y sin aliento, al tiempo que ella se friccionaba la mano agregó con ironía.

—Ahora sí, explícate.

Y después de recuperar la vertical y lanzar un par de maldiciones, si, se explicó, con algo similar a la calma bajó la vista de lado.

—Ella… —apretó los labios y lo dijo rápidamente —es la hija de Pía.

Leticia abrió los ojos lo miró y volteo señalando con la mano en la dirección en que se había retirado, mientras negaba con la cabeza, para mi era irreal, lo que decía estaba desproporcionado, no tenía sentido.

—Cuando la conocí… —agregó tranquilo mientras me veía —parecía tan joven…

—¿!La hija…?! —gritó Leticia, mientras sacudía la cabeza negando —¡¿pero estas mal!?

Dándose un golpe en la cabeza con los dedos, los dos gritos inmediatamente llamarón la atención, y además de las miradas inquisitivas, pude sentir la de Arturo, y con una mirada sesgada Indique a Daniel que teníamos que movernos discretamente, el apenado y cabizbajo me siguió mientras Leticia jadeante y desencajada lo miraba con desprecio. Cuando nos vimos en nuestra mesa banco frente a nuestras cosas, Daniel me toco el hombro y quiso decir algo, pero yo lo retiré indicándole que no lo hiciera, vamos, que ni siquiera lo intentara, Leticia lentamente también guardaba sus cosas mientras rechinando los dientes lo miraba con furia, Daniel entonces comenzó su relato.

—Ella —dijo mientras se sentaba —llego a la casa en vacaciones… —interrumpió con una sonrisa de nostalgia —al principio pensé que era un error, se veía tan joven —dijo con tristeza —pero apenas rosamos dos palabras, me di cuenta que era la bruja que todos conocen.

Por un rato se detuvo, nos miró alternativamente con tristeza, y tomo sus cosas indicando que se retiraba, pero lo detuve del hombro y le indique que se sentara, Leticia lo veía con rabia y tristeza, y así viéndonos de frete finalmente hablo descargando la verdad paso por paso.

—Por varios días ella simplemente me daba direcciones de casas, íbamos, las fotografiaba, y mientras yo conducía callado…—una vez mas triste miro al limbo evocando —hasta que me arto, le avente las llaves del coche y la deje en una casa… —interrumpió mientras sonreía con malicia mirando a Leticia —pero ella me alcanzó, me grito en medio de la calle, nos insultamos, nos amenazamos, nos empujamos… —se recargo en el asiento y con un cinismo paradójico finalizó —y nos vimos a los ojos.

Esta actitud nos relajó a todos, finalmente rencontramos al insolente Daniel, indiferente y ensimismado, platicando como muchas otras veces de sus aventuras, y lo pudimos ver con sus ojos, él encontró a una joven, inteligente, educada, audaz, pero sobre todo en sus palabras, “buenerrima”, único requisito para convertirse en un involuntario objetivo, culminando ese día en una efímera relación sexual, pero dejando en ambos un sentimiento persistente muy parecido al amor, por azares del destino, ella al verse sin trabajo en su nueva vida pidió ayuda, y la Madre de Daniel trabada en la amistad hacia Pía ofreció contactarla con el director de la universidad de Daniel, Verónica nunca preguntó a Daniel que estudiaba, y la madre de Daniel nunca le dijo que iba a ayudar a Verónica, así, petrificados, la clandestina pareja se encontró el primer día de clase, al verse maestra y alumno, como pudieron disimuladamente salieron del paso sin que nadie, por fortuna, se diera cuenta, esa tarde Verónica con la intención de platicar con Daniel fue a verle a su casa, pero “sin saber cómo”, terminaron en una apasionada tarde de sexo desenfrenado, tardes que por discreción se trasladarían a “PARAÍSO” y se prolongarían hasta el presente.

Abecés indignados otras sorprendidos escuchamos pacientemente la historia, que por discreción fue en bancos de los corredores próximos a la biblioteca donde no hubiera oídos impertinentes, sin embargo, aunque guardando distancia, Arturo y su séquito permanecían no muy lejos, quizá pensando que Diana estaría cerca, correspondiente yo supuse lo mismo, he igualmente desesperado por verla me pareció que el ver a Arturo cerca me tranquilizaba, si bien de verdad y sin hipocresía no esperaba mucho, tan solo era dejar en claro y empezar a olvidar. Sí es cierto que “aislados”, era difícil oírnos, Daniel precavido vigiló sus palabras sobre todo de Arturo, que hacia cuanto podía por mantenernos a la vista, y por supuesto, por escuchar, y a pesar de las protestas de Daniel, Leticia que sabía lo que yo esperaba, lo obligó a confesarse ahí mismo, con los riesgos que ello implicaba, sobre todo porque en medio de las constantes protestas de indignación al irnos enterando de cosas nos obligaban a subir el tono de la voz, una de las mas discutidas y repetidas, fue que no confió en nosotros, que nos considerábamos por encima de la Vero, “de confianza”, amargamente una de las razones preponderantes, fui yo, me explico, la Vero simplemente me odiaba, y hermanando una desconfianza se generalizó, ella supuso que los repetidos ataques a mi persona conllevarían, de saberse su secreto, a una inexorable venganza, quizá como ella lo hubiera hecho, y aterrada, no por su trabajo, ni siquiera por un posible divorcio, sino por las amarillas páginas de sociales, prohibió a Daniel dijera nada, incluyendo a las personas de mas alta confianza, o sea nosotros, aun mas, específicamente a mí, sin embargo, sin siquiera consultarlo con Daniel, su código de ética le impedía reprobarme, pero hizo cuanto pudo para hacerlo, y en una lucha personal entre el deber y el querer, me asignó un trabajo como bien dije, “de locos”, con la esperanza de poder reprobarme sin cargos de conciencia, pero mis mas cercarnos, mas bien mis mas cercanas, cerraron filas en mi favor, y el trabajo sería entregado próximamente en tiempo y forma, La Vero lo sabía por medio de Daniel, lo que ella no sabía, también gracias a él, era como conseguí terminar.

La discusión se prolongó por horas, deliberando y haciendo suposiciones, donde Daniel sabía que a pesar de los pesares, lo existente entre la Vero y el perduraría, sentados y cuchicheando, vedado un simple movimiento de ojos de Leticia me obligó a voltear donde Arturo, uno de sus amigos con un ligero movimiento de manos señaló a sus espaldas, su expresión rápidamente cambió a contento y alivio, al ver la dirección a la que señaló su compañero, la pude ver, era Diana, con paso liviano, altiva y adusta, sin mochila, con ese brillante pelo jugueteando en los hombros, recogido finamente con esa diadema simple, adornada tan solo con la rosa, se acercaba de frente a los dos pequeños grupos, y como si pudiera leer mi deseo, sin dudar, simplemente se acercó a mí, directo a mí, incrédulo por lo que pasaba no atine a nada, no pensé, solo me quede quieto, congelado, apenas estuvo al alcance, me beso.

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