El aura de un encantamiento nuevo

Finjo, si digo que todo ha sido fácil, pero tampoco ha sido difícil. Todos los momentos tienen una impronta hecha de la memoria de quienes somos y marcada por historias personales, que viajan en los ciclos lunares de un espacio, que está siempre enseñando la matemática simple de los años. Ahí padecí la soledad próxima, cuando me convertí en un paria y no tuve con quien compartir mis reflexiones y armé un soliloquio triste, que ahondó un dolor, que apareció de pronto y fue desangrándome poco a poco.

Es una sobredosis de vida, que nos permite jugar en la ruleta rusa de la rutina, sin medir los riesgos de perecer, en las banalidades de quienes solo, están en este mundo, escapando de sus íntimos deseos de ser, como una tropilla de animales asustados, que huyen del ruido que se causan a sí mismo, en la pradera de un verano atestado, de nuevas aventuras. Mientras la cruda y definitiva realidad, me fue acorralando hacia ciertos sentimientos nuevos; nuevas rutinas y besos, que me ampararon con candidez; espacios que fui acomodando a una realidad, que poco a poco se volvió esquiva.

Es que las introspecciones requieren un cara a cara consigo mismo y la verdad es que hubo que rescatar muchas cosas que parecían pérdida en la memoria, porque la vorágine de los días, las semanas, los meses y los años, nos hacen confundir lo que somos y manchamos muchos espejos y cuidamos nuestros modos de ser, para sucumbir finalmente, ante las miradas de quienes no saben lo que somos y tampoco están interesados en ir más allá nuestros escondidos anhelos de vivir intensamente cada minuto, como un último deseo, de un muerto que tiene la posibilidad de renacer, pero que está tan agobiado por la muerte, que prefiere fenecer definitivamente ante el primer intento.

Reconozco que en este viaje, -no solo fui- en busca de mi destino como un loco, si no que intenté ser cuerdo y bajar por la colina de los días para rehacerme y avanzar en la escala de la transformación de seres necesitados de pasión o aquellos que están a la espera de una redención mal entendida y se alistan para transitar por la rutina del hemisferio de un cerebro, que ya no hace sinapsis y sigue hechizado los pasos de una lógica terrible que te empuja a los mismos lugares para dormitar los sueños, que nunca alcanzamos.

Dejé atrás todo lo que alguna vez soñamos y no hubo nada entonces para rescatar y en mi viaje hacia el pasado, simulé no ver ni escuchar nada… Pero la porfiada memoria opera en mi subconsciente y en mis conversaciones, suelen aflorar imágenes de lo que alguna vez fui: un trazo de pintura, que roía el tiempo; una razón infantil golpeando las puertas de la adolescencia temprana; una necesidad, que no se podía satisfacer con objetos… una mirada que se perdió en los intersticios de una mañana enferma de calor, que me hizo despertar de un sueño atroz, que aún no se libera y se deshace en las historias no contadas…

Todo lo que me acechó, que estaba en potencia, comenzó a aparecer de una manera indiscriminada y fui cambiando mi apariencia de hombre pobre y me vestí de los encantamientos de las frases poéticas, que comenzaron a circundarme de una manera tan obsesiva, que aproveché cada punto de encuentro con la poesía, para decir y sacar todo aquello que me ahogaba. Hoy todo corre por metáforas que surgen de pronto, desencadenadas de las razones, fluyen sin ninguna traba y solo están para satisfacer mis novelados anhelos de escribir con sangre, aquello que fui.

Estuve cerca de hablar y pensar de la misma manera y quise ser lo que había soñado por tanto tiempo y aunque a veces siento mis incapacidades más latentes, hoy más vivo que nunca, puedo asumir que el miedo no me está venciendo, porque los bríos de mi poética existencial no me espera para desatar una perorata que mi induce a los frenéticos encuentros con los sueños inimaginables de mundos desconocidos de la nueva palabra, hechizada por la poesía marginal de un tiempo irreverente y sin destino.

Pensé que era la razón profunda la que me incitaba, pero la lectura de lo que iba naciendo, me hizo pensar que había algo más… y quise ir contra la corriente, subir por los brazos de los días, intentando encontrar algo más para nutrir los deseos de vivir y contrarrestar los signos de la muerte, que por tanto tiempo me acecharon. Un acuerdo con el tiempo y las circunstancia, para adquirir la sabiduría del árbol y poder entregar todo lo que soy en forma incidental, para cobijar sin que nadie note, los besos, que están quemando mi alma.

Hoy vivo en la pesadilla de la fe sin reglas y con el habla coartada porque las palabras que se entretejen en mi ser no alcanzan a plasmar lo que siento y divago como un mendigo por varios episodios, intentando dar con el tono que me permita mirar de frente y ser justo con lo que escribo.

Para el final de los días, he encontrado la forma de estar en paz conmigo, para que todo aquello que me circunda pueda estar en el orden de mi destino. Quiero ser ecuánime y no deber nada a nadie. Libre como el viento, estos pariendo cada día versos para sanar las heridas que llevo dentro. Esas que el tiempo me impuso sin las explicaciones correspondientes.

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