De la lucidez a la embriaguez

De vuelta en la vida, caminando por los asfixiados senderos de los días interminables de la patria, esos días que construimos, después de vencer el miedo y gritar como locos, para celebrar el retorno, porque pensábamos que la historia podría retomar su senda… pero solo fue una consigna, que lentamente se fue cubriendo de un olvido amarillo y por el cual subieron aquellos, que siempre están transando algo.

Y se nos vino la tierra encima y solo acertamos a viajar desnudos por las simpatías de los fines de semanas, que nos prestaban un pequeño respiro, para fraguar allí, una poesía privatizada, sin alas, onírica, desapegada de la realidad profunda y con una letanía en la voz, que hizo imposible escuchar las frases que la calle construía, para despejar los puentes, atascados por la desidia.

Era la época de la sórdida democracia en la medida de lo posible… era la voz alcoholizada por el vino subyacente de una sociedad en continua compra y venta. Era la verdad, que se escribe en un idioma confuso, llena de imágenes, que se apagaron después que las banderas quedaron izadas en la cornisa de una esperanza rota.

Era un antídoto: mezcla de vino con poesía, que me provocó un profundo dolor de cabeza, que con el tiempo, arraigó en mí, una necesidad de conexión entre los afectos primarios de las copas, con el inicio de una poesía, que surgiera con un fin, más allá de mis limitadas formas de decir. Una poesía espesa, que copara mi alma de nuevas formas; que aligerara la carga que llevo en el lomo, producto de un silencio auto-impuesto, que ha roído por mucho tiempo mi corazón.

Insistí en escribir y se fueron apareciendo, en la lucidez matinal, otras voces. Creo que siempre mi sueño fue el mismo: descubrir las llaves para abrir la puerta a otros mundos, pero la puta realidad es tan veleidosa, que me arrinconó a espacios solitarios, donde un alcohol proveniente de la tierra, inundaba mi cabeza con frases y metáforas, que nunca alcanzaron las estrellas.

De este modo, fui caminando como un ciego, restando y sumando experiencias, que no tardaron de envejecer mis sueños y me confinaron a la modorra del TV a color y las cómodas estadías, en la angustia de un recuerdo difuso.

Fui entonces sobreviviendo, acongojado algunas veces y otras con el pasatiempo de no entender qué es la vida, pero siempre hubo un tiempo para soñar y esos sueños, buscaban parecerse a la realidad, porque se inventaron en diálogos, reflexiones y conversaciones distendidas con la propia realidad, que abría sus alas para que volara por una existencia empujada por un destino incierto y un tiempo con un fin en cada esquina.

Creo que termine sellando mi destino de poeta con sentimientos encontrados; voces que tendían a explicarlo todo; versos sueltos, con epigramas y muchas frases para el bronce, que se perdieron en las reyertas tontas, de la embriaguez de la palabra. Creo que fue mucho dilatar el sistema nervioso central y arrinconar allí a la vida, que en filamentos muy sensibles, me hicieron caminar por la cuerda floja de unos días imposibles.

Así, la poesía que predico, nació en el silencio, donde se fue macerando una forma de escribir espontanea, sin los instrumentos mediadores de una escritura más selecta. Solo atiborrar y embadurnar hojas blancas para saber lo que sentía el corazón, que no podía explicar ese mundo, que estaba dentro y necesitaba renacer, porque los muertos, que buscaban justicia, seguían mirándome a los ojos y crucificando aquellos días, donde viví prisionero de la paz y la tranquilidad.

Fueron años en la búsqueda de las condiciones para que la voz tuviera calidad y ahí caí en cuenta, que al igual que el vino, la poesía también requiere un tiempo de maduración y este maridaje, fue generando una hondura en mi forma de ser. Hoy cargo lo positivo y lo negativo de esa mirada, que ha dejado tantos muertos a mi paso. Ellos me hablan en idiomas extraños, pero sus gestos son contundentes e irrefutables…

Hoy, sobreviviente de muchas cosas, solo busco un anclaje en la tierra para poder elevar desde ahí, mis proyecciones; busco más allá del espacio, indago en las inflexiones del tiempo para debelar el engaño de vivir arrinconado por el tiempo, respirando apenas, limitado de espacio y articulado por unas circunstancias que no elegí.

Definido, voy tras la muerte, para probar que hay algo más allá del todo, allí donde no hay regreso posible, donde todo es difuso, muy difuso. Allí donde no hay retorno posible.

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